7.2.09

ELEFTHERIA ARVANITAKI:
"Tragoudia gia tous mines"

De las muchas voces femeninas que han traspasado las fronteras de Grecia en las últimas décadas, posiblemente sea la de Eleftheria Arvanitaki la más versátil y poderosa, logrando un merecido éxito internacional sin perder por eso la pureza de la canción tradicional griega en cualquiera de sus estilos (ante todo el denominado rembetiko, proveniente de los refugiados turcos). Desde que comenzara a despuntar en el arte de la canción, muchos compositores y letristas griegos (Nikos Mamagakis, Stamatis Spanoudakis, Lina Nicolakopoulou) creyeron ver en Eleftheria su musa, el medio de expresar sus ideas y encauzar comercialmente sus creaciones; su carrera se ha beneficiado de esos nombres que han contribuido a formar una discografía plagada de clásicos y bellísimas canciones como "Meno ektos", "Dinata", "Stis akres ap' ta matia aou" o algunas de las incluidas en el álbum "Tragoudia gia tous mines" (donde Dimitris Papadimitriou compone la música sobre letras de poetas helenos), publicado por PolyGram en 1996 y cuya traducción española sería 'Canciones para los meses'.
 
No sólo el idioma sino el propio sonido del álbum delata que nos encontramos ante un trabajo típicamente griego, de una artista que a principios del siglo XXI comenzó un despegue internacional que consiguió además cromatizar su música con motivos de otras culturas, en el mismo movimiento que antes la había girado hacia la canción moderna, y atrajo un público de toda gama posible de edades. En "Tragoudia gia tous mines" Eleftheria consigue que sus cuerdas vocales doten a la música, con la autoría general de Dimitris Papadimitriou, del lirismo de la poesía griega tanto antigua (Safo, poetisa de Lesbos del siglo VII antes de Cristo) como de principios del siglo XX (Maria Polydouri, Kostas Karyotakis), finales del mismo (el Premio Nobel de Literatura Odysseas Elytis) o actual (Mihalis Ganas), en un recorrido plagado de canciones maravillosamente épicas, auténticas delicias de suave instrumentación como "Sappho" (la auténtica joya del disco, un placer auditivo de características atemporales, con los versos de Mihalis Ganas), "To parapono" (otro clásico del repertorio de aromas antiguos de Eleftheria), "Lianotragoudo" o la inmensa "Ola ta pire to kalokairi" (un sencillo único, que consigue plasmar de manera majestuosa, tanto en lo instrumental como por la exquisita voz, la poesía del Nobel Elytis), posiblemente sus mejores ejemplos de maestría. No hay que desdeñar tampoco ritmos muy animados ("Sou to' pa gia ta syneffa", "Tou pothou to agrimi"), ambientes tradicionales ("Den tragoudo para giati m'agapises", "Pame ksana sta thavmata"), y un estupendo broche final ("San tin agapi tin krifi") para un trabajo maravilloso, que contaría cuatro años después con un CDsingle titulado "Tragoudia gia tous mines: The third side", compuesto por cinco de sus composiciones más destacadas. Papadimitriou habla en el folleto del álbum sobre el título y la temática del mismo: "meses, no años, son la percepción del tiempo con la que se relacionan nuestras experiencias, emociones y sentimientos. Los años son unidades cronológicas para contar el tiempo, no más, dice. Los meses, sin embargo, en su carácter cíclico, le brindan la familiaridad de los verdaderos amigos (...) Los meses son como estatuas que miran nuestros pasos, observando en silencio en las plazas y caminos principales de nuestra vida". La compilación "The very best 1989-1998" recogió en su tracklist algunos temas de este trabajo ("To parapono", "Pame ksana sta thavmata", "Lianotragoudo"). Por el contrario, "Sappho", que a pesar de ser una grandiosa canción no suele aparecer en los discos recopilatorios de Eleftheria, sí que vino recogida en una colección de doce canciones de vocalistas femeninas publicada por Real World en 2001 con el título de "Gifted: Women of the World", junto a otro corte de otro álbum de la Arvanitaki, "The bodies and the knives", y otros de Sheila Chandra, Susana Baca, Estrella Morente y otras grandes cantantes de importancia mundial.
 
Su figura esbelta le otorga una eterna juventud, pero su trabajada voz delata una madurez que sólo el paso de los años puede ofrecer, el mismo del que ha obtenido las tablas de las que hace gala en el escenario, ofreciendo majestuosos diálogos entre una artista agradecida y un público entregado. Eleftheria Arvanitaki, junto a Alkistis Protopsalti, Haris Alexiou y muchas otras vocalistas de ayer, hoy y siempre, han logrado que en los últimos años las canciones en ese extraño idioma que es el griego no sean difíciles de escuchar para nosotros y gocen de una calidez soberana en base a estupendos arreglos, ritmos llevaderos y por supuesto ardientes voces que llegan más allá que la poesía que recitan, que en "Tragoudia gia tous mines" venía acompañada de la música de un alumbrado Dimitris Papadimitriou, compositor griego que interactuó con la cantante con la eficacia de un perfecto engranaje. Elegante y poderosa a la par, así es Eleftheria Arvanitaki, la última diva del pueblo heleno.





31.1.09

LA BOTTINE SOURIANTE:
"En spectacle"

Es posible que, cuando algunos tuvimos la fortuna de descubrirles a finales de los 90 -'sólo' llevaban dos décadas en activo- lo que mas nos sorprendiera en el directo de La Bottine Souriante ('La bota sonriente') fuera el curioso zapateado de Michel Bordeleau. Era gratificante observar el movimiento percusivo que este guitarrista que actuaba sentado ejecutaba con los pies, logrando no solo una inusitada rapidez sino que el publico se encendiera de inmediato (se admiraba aún más al ver que se trataba de la única percusión que ofrecía la banda, y que 'pies mágicos' Bordeleau la desarrollaba a la vez que los sones de su instrumento, la mandolina). Sin embargo, y una vez asimilado lo extraño de la puesta en escena de este extravagante conjunto, que podriamos calificar mas 'rural' que tradicional, es el momento de comprender que lo que estábamos escuchando, aparte de calidad innegable, poseía una riqueza asombrosa en su conjuncion de ritmos celtas con voces francesas, amasado con otras tradiciones de la zona natal de la banda, el Quebec, la mayor provincia de Canadá, de habla mayoritariamente francesa.
Creado en 1976, este grupo comenzó tocando canciones tradicionales y piezas instrumentales del Québec, con un éxito inmediato en la zona, aunque ninguno de sus miembros pensaban que su dedicación iba a acabar siendo profesional. Enseguida llegaron unos sorprendentes arreglos celtas que junto a la herencia francesa lograron unir musicalmente dos continentes. No quedó ahí la evolución del grupo, ya que la llegada constante de nuevos miembros otorgó tintes de jazz, salsa, canción de taberna y swing, en un mestizaje donde van cobrando vida poco a poco los instrumentos de metal. La definición del estilo de La Bottine Souriante es tan incierta por esas numerosas influencias (tradicional, celta, canción francesa, jazz) que vale más la pena olvidarse del tema, sólo escucharlos y disfrutar. Sin embargo el mejor consejo que puedo aportar es que, si tenéis oportunidad, les escuchéis en el medio en el que más ganan, por su sonido festivo y su atractiva puesta en escena: el directo. Por eso, y porque el sello Resistencia preparó en 1996 una edición sublime con traducciones al castellano, es "En spectacle" el disco elegido para comentar aquí, pero repito, el complemento ideal es verles en directo y mezclarse con el colorido de su música y de su público. Así lo cuenta la banda en su web: "Este noveno álbum, grabado en vivo, subraya los 20 años de huella de La Bottine en la cultura quebequense. Este explosivo cóctel sonoro refleja la medida de La Bottine en directo. Este álbum reune numerosas piezas del repertorio del grupo: reels chispeantes, aires épicos y textos ocurrentes salidos de su patrimonio discografico y servidos en nuevos arreglos firmados por Jean Fréchette". Efectivamente, a los mandos del acordeonista, vocalista y 'maestro de ceremonias' Yves Lambert, se nos presentan reels como "Ouverture", "Suite de la sauvagesse" (un reel típico de bodas y aniversarios) o "À travers la vitre", aires como "Rêve musical" o textos como los de "Sur la route" (versión mejorada de "La tapinie", donde nos cuentan diversas anécdotas verídicas de sus viajes, como pérdidas, accidentes o borracheras), "La cuisinière" o la canción sobre solteronas "Ch'pas capable", que salpican, o posiblemente empapan, de alegría y picaresca. Una banda extensa en la que nombres destacados como Yves Lambert, Michel Bordeleau, Martin Racine, Denis Fréchette o Gilles Cantin, todos ellos actualmente fuera del grupo, son una muestra más de la continua evolución del mismo.
Si bien lo disfrutarán más plenamente los francófonos (por la traviesa profundidad de sus letras), la extraordinaria sonoridad de esta formación franco-canadiense hará las delicias de cualquier aficionado a la buena música. Dan ganas de enfundarse un atuendo quebequense, tomar un trombón y subir al escenario con una de las bandas más animadas y eclécticas de la música folclórica.

22.1.09

RAY LYNCH:
"Nothing above my shoulders but the evening"

Si en algo, aparte de lo puramente musical, destacan los discos de Ray Lynch, es en lo original y extrañamente poético de sus títulos, provenientes de las obras y enseñanzas del gurú Sri Da Avabhasa, y utilizados con permiso de la comunidad religiosa conocida como 'The free daist communion'. Esto expresa notablemente la profunda espiritualidad que rige la vida y la forma de componer de este músico norteamericano, un artista fundamental en el auge de la new age, un estilo al que sin duda se puede aplicar perfectamente su etérea música. Después de extasiar al público con "The sky of mind" ('El cielo de la mente'), "Deep breakfast" ('Desayuno profundo') y "No blue thing" ('Cosa no azul'), llegó en 1993 de la mano de Windham Hill "Nothing above my shoulders but the evening" ('Nada sobre mis hombros excepto la tarde'), donde volvíamos a encontrarnos con esas composiciones alegres y desenfadadas que delatan a un corazón abierto y vital, poseedoras por encima de todo de un sublime carácter, posiblemente único, y consecuentes con un misticismo que no desvirtúa la afabilidad del contenido.

Generalmente se considera a "Nothing above my shoulders but the evening" inferior a los dos trabajos anteriores de Ray Lynch, tal vez sea verdad y, cuanto menos, no encontremos en él melodías tan conocidas por su utilización en radios y televisiones como las que poblaban esos reconocidos álbumes. Aún así, estamos ante un disco grato, estupendo, con tal vez un mayor componente neoclásico, pleno de romanticismo, para el cual el adjetivo a usar pasaría de 'mágico' a 'onírico'. Lynch destacaba la dificultad de grabación del álbum y la satisfacción de lo conseguido, que marcó para él un punto y aparte en su carrera, sin que los siguientes renglones hayan llegado aún a escribirse varias décadas después. Así, la guitarra clásica que aprendió a dominar de joven en Barcelona hace su aparición estelar en el primer corte del disco, "Over easy", posiblemente el más cercano a sus canciones más conocidas de discos anteriores por su esencia juguetona y de sintonía. Es sin embargo el componente espiritual el que domina este álbum y abruma en cortes como "Her knees deep in your mind" -donde destaca el oboe- o "Passion song" -donde hace su aparición el inmenso violín del virtuoso Daniel Kobialka-, envueltas en una maraña de clasicismo en combinación con místicos teclados, delatando la atemporalidad de la buena música. El siguiente corte es caso aparte, pues es imposible no maravillarse con "Ivory", una delicada y exuberante composición que hará las delicias de cualquiera que la escuche, una pequeña joya auténticamente imprescindible, que llega muy adentro y que delata las influencias clásicas que inspiran a Lynch a la hora de crear. "Ivory" es sin duda una de las grandes composiciones del norteamericano, a la altura de las más difundidas de sus trabajos superventas. Las tres canciones restantes prolongan sin duda esa sensación de bienestar que proporcionan los discos de Ray Lynch, y lo hacen en base a influencias españolas por lo delator de los títulos "The vanished gardens of Córdoba" o "Mesquite". En definitiva es esta una obra madurada por los anteriores éxitos de Lynch, muy sólida en su estructura e interpretación, y en el que el impulso acústico le puede al de la tecnología, desnivelando la balanza con mayor énfasis que antaño: "Yo encuentro los sintetizadores muy útiles y eficaces para ciertos tipos de sonidos y en ocasiones he producido canciones puramente electrónicas ('Celestial Soda Pop', por ejemplo), pero en general, mis obras implican una combinación de elementos acústicos y sintetizados (...) En los últimos años he utilizado instrumentos cada vez más acústicos (normalmente ayudado por los miembros de la Orquesta de San Francisco). De hecho, en "Nothing above my shoulders but the evening" el elemento acústico se convirtió en dominante". Acostumbrados como estamos a que muchos músicos de esta índole se dejen llevar por la electrónica hasta esconder buenas ideas, usurpando parte de su genio, Ray Lynch es de los que salen triunfando en el juego de aparatos y melodías, en un magistral 'saber hacer' en el estudio. No en vano, Ray se formó en el campo clásico y en instrumentos tan tradicionales como la guitarra o el piano, así que no es extrañar encontrarse con unos apabullantes arreglos para orquesta, logrando un sonido elevador, en ocasiones místico (el oyente puede verse reflejado en la atrayente portada del trabajo), en combinación con la tecnología del estudio de Lynch, que en los 80 y 90 supo sacar partido de una parafernalia que hoy nos podría resultar rudimentaria y obsoleta.

Estudioso de la música antigua, Lynch tocaba el laud, y tras sus estudios de guitarra se incorporó como laudista en el neoyorquino Renaissance Quartet. El estilo con el que ha pasado a la historia de las nuevas músicas fue, sin embargo, más moderno y atrevido, aunque manteniendo sus conocimientos clásicos, que en "Nothing above my shoulders but the evening" destacan profundamente. La frase del título del álbum viene a expresar la humildad desde la que se expresa Lynch; para él la palabra 'éxito' no responde a acumulación de fama y riqueza sino a poder trabajar en lo que le gusta y ser respetado por ello, así como hacer feliz a la gente, por lo que se consideraba un privilegiado. La suerte no le sonrió, sin embargo, cuando perdió su hogar y posesiones, incluido el estudio de grabación casero, en unos importantes incendios que asolaron el californiano condado de Lake, por lo que su regreso a los éxitos musicales es realmente dificultoso; de hecho, desde hace unos años, se puede colaborar con su causa a través de la plataforma GoFundMe. Afortunados como somos por haber tenido la oportunidad de conocer su obra, le deseamos desde aquí una pronta recuperación.

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16.1.09

PEKKA POHJOLA:
"Keesojen lehto"

Este trabajo del finlandés Pekka Pohjola es un extraño ejemplo de multidistribución con numerosos cambios de compañía, portada, año de edición o título. Nacido en 1952, Pojohla fue uno de esos músicos que han permanecido anónimos para el gran público a pesar de contar con una más que interesante trayectoria en su país tras estudiar en la famosa academia Sibelius de Helsinky. Más centrado en el rock que en el rico folclore finlandés, comenzó una carrera como bajista y teclista en importantes bandas de rock progresivo hasta desmarcarse en solitario hacia un sonido muy particular, cercano por igual al rock y al jazz, adornando sin miedo su obra con toques de psicodelia, retazos tradicionales nórdicos y por supuesto una cierta influencia clásica. Sus dos primeros discos, de títulos dificilmente pronunciables y editados por Love Records, marcaron el camino y propiciaron que Virgin Records se hiciera cargo de la producción y edición de su tercera obra, para la cual iba a contar con el espaldarazo que sin duda proporcionaba en la década de los 70 el nombre de Mike Oldfield.
 
Oldfield no sólo iba a actuar en este disco como guitarrista sino además como productor, puesto desde el que intentaría acercar la música de Pohjola a sus ideas. "Keesojen lehto" es el título del álbum, publicado en 1977, y distribuido con hasta cinco portadas distintas y títulos como "The mathematician's air display", "The consequences of indecisions", "Mike Oldfield, Sally Oldfield, Pekka Pohjola" o "Skuggornas tjuvstart", dependiendo del país. Incluso en una de esas ediciones aparece en portada únicamente el nombre de Mike Oldfield como autor del mismo, en una hábil pero poco noble maniobra mercadotécnica. Sin embargo, si se han escuchado los anteriores trabajos de Pohjola queda clara la autoría de estos nuevos temas y se escucha "Keesojen Lehto" como la culminación de sus ideas de un modo más elaborado y mejor producido. Las canciones están mejor compuestas, no hay tanto free-jazz y la percusión se mejora con otro artista de Virgin y amigo de Oldfield, Pierre Moerlen. Nos encontramos ante un disco impredecible, una explosión de fuerza y colorido de melodías atractivas e interpretaciones superiores, no sólo por parte de Pohjola o los hermanos Oldfield (aunque la participación de Sally es casi testimonial) sino por otros músicos importantes como Georg Wadenius (guitarra), Vesa Aaltonen (percusión) o Wlodek Gullkowski (teclados). "Oivallettu matkalyhty" ("The sighted light") proporciona un inicio muy rítmico que se descontrola maravillosamente al primer minuto al aparecer una soberbia melodía principal que continúa desarrollándose por diversos caminos, siempre conducidos por una vertiente psicodélica plena de energía. Un comienzo redondo. Constituye una pequeña sorpresa comprobar que las composiciones de Pohjola han crecido en emoción e influencias, lógicas al tratarse de un músico rodeado por clasicismo en sus estudios y ese rico floclore nórdico en su entorno familiar y social. "Kädett suoristavat veden" ("Hands calming the water") es una pieza humilde y emocionante, donde un cierto medievalismo y tradición finesa desembocan en momentos mágicos, incluyendo un característico e impagable guitarreo de Mike Oldfield que, sin embargo, consigue no acaparar egoistamente toda la atención de esta pieza de esencia contemporánea, uno de los grandes descubrimientos del álbum. De nuevo un desarrollo pegadizo en el tercer corte, "Matemaatikon lentonäytös" ("Mathematical air display"), de agradable raíz jazzística donde merced a la buena composición y producción se logra un espléndido momento de caos en el que, si bien sigue destacando la poderosa guitarra, se funde en un estupendo diálogo con un teclado cíclico, al compás del bajo y la percusión. Otro momento inolvidable con el que concluye la cara A del vinilo, posiblemente la mejor, si bien aún esperan en la B otras situaciones importantes. El piano de Pekka parece improvisar desde la melancolía para el tema más suave del disco, "Pääntaivuttelun seuraukset - Sulamaan jätetty kipu" ("The consequences of indecisions Part 1: Time heals all wounds"), donde guitarra y bajo parecen fundirse en un juego de amor, cuyo clímax final enlaza con una segunda parte, "Pääntaivuttelun seuraukset - Nykivä keskustelu tuntematto man kanssa" ("The consequences of indecisions Part 2: Comfort with a stranger"), de nuevo más psicodélica y experimental, sobre todo a su mitad, merced al bajo, los teclados y las percusiones, que entre delirios psicotrópicos presenta algún momento de gran inspiración, de nuevo en una onda cercana al electro jazz. Por último, "Varjojen varaslähtö" ("False star") es un alocado final en el que muchos quieren ver una continuación de "The sailor's hornpipe" (la melodía final de "Tubular bells") aunque parece más una evocación del folclore finlandés.

A ratos rabioso y experimental, otros calmado, pero ante todo rítmico, incluso divertido, así era Pekka Pohjola. Su efímero fichaje por Virgin Records (solamente este disco) posibilitó que los hermanos Oldfield participaran en el mismo, y su desvinculación con la compañía impidió a la vez que se repitiera la participación de éstos en futuros álbumes, aunque lo que no se pudo evitar fue la incorporación de Pohjola como bajista en la banda que Mike Oldfield estaba preparando para su primera gran gira de conciertos, publicada por Virgin Records bajo el título de "Exposed". A destiempo, ya que Pekka Pohjola falleció a finales de 2008, puede ser el momento de reivindicar sin duda la figura de este bajista y discos como este extraordinario "Keesojen lehto".

7.1.09

GINKGO GARDEN:
"Secret Call"

Prudence Records nació en 1988 en Alemania y enseguida se convirtió en uno de los sellos discográficos europeos de new age (nueva música instrumental es la denominación elegida por la compañía) que encontraron un rápido acomodo en el mercado, gracias a una buena selección de artistas que ejecutaban una música fácil, directa y optimista. Posiblemente sea Cusco el grupo más relevante del sello, pero otra serie de músicos -en su mayoría alemanes- acabaron obteniendo su mercado, como Blonker, Aschera, Potsch Potschka, Achillea, Bernd Scholl y un buen número de nombres con más o menos interés. Otro de esos grupos relevantes de Prudence que conjuga belleza y calidad en sus discos es Ginkgo Garden, poético nombre que escogió el teclista alemán Eddy F. Müller para vender su propuesta musical, muy alegre, animosa y con espíritu ecológico. Su álbum más importante, que supuso un importante éxito de ventas y popularidad en 1996, se tituló "Secret Call", y además de Prudence en Europa, lo publicó también Earthtone Records en los Estados Unidos con cambio total en la simbólica portada.

Selected Sound era un sello alemán que publicaba 'library music', una música que se ofertaba para ser utilizada en cine y publicidad. Tras el paso por la banda Mandrake, Eddy Müller grabó varios discos para esa compañía con el pseudónimo de Birdy, pero tras un buen número de álbumes, especialmente durante la década de los 80, decidió hacer una música más profunda e inspirada, y a esa intención llegó tras el descubrimiento de la filosofía del ginkgo a través de la artista japonesa Atsuko Kato, que descubrió en el documental 'Ginkgo, Leaves of Hope'. Esta pintora afincada en Alemania comenzó a realizar las pinturas de las portadas de su nueva etapa creativa, para la cual Eddy decidió rebautizarse como Ginkgo Garden. "Leaves of Hope" fue su primer lanzamiento, rindiendo homenaje al Ginkgo Biloba, ese árbol ornamental asiático único en el mundo, al que llaman 'fósil viviente' por tratarse de uno de los árboles más antiguos del planeta. Eddy Müller no podía haber elegido mejor pseudónimo para expresar la diferenciación y propiedades que deseaba transmitir en su música, dadas las presuntas propiedades curativas de este famoso árbol, cuyas hojas presentan una especial simetría ("la hoja del ginkgo es un símbolo de armonía y unidad, cualidades que aparecen en este disco de muchas formas", dice Müller). "Secret Call" no sólo es el título de su segundo álbum sino además de la pieza que lo abre y sin duda la más conocida y que le condujo a su pequeño éxito; se trata de una estupenda melodía basada sobre todo en los vientos, percusión programada y un coro que tararea sin palabras concretas (combinación electrónica de voces pregrabadas y de las de Anja Bitzhenner y del propio Müller), con ritmo bailable y ciertas sonoridades orientales, en un conjunto abierto, vital y muy alentador. A continuación, "Blossoms from India" es un pequeño y estimulante viaje al país del Ganges, de sereno efectismo y calmada ejecución. El viaje de este artista por la aldea global continúa por un hermoso lago, "Aquamarine Lake", tras cuyo recibimiento de ritmo vivo y agradable se esconde un tema relajante, de ambientalidad basada en exclusiva, esta vez sí, en los teclados. En este punto llegamos a "Ginkgo Biloba", de desarrollo épico que nos introduce en la recitación del poema del conocido escritor alemán Goethe 'Ginkgo Biloba' por dos atrayentes voces, una blanca (Reiner Bärensprung, en alemán) y otra negra (Preston Terry, en inglés), simbolizando así la unidad de los opuestos reflejada en la hoja del ginkgo. Concluye de esta espectacular manera lo que parece ser la primera parte del álbum, de sublime calidad. Sólo un peldaño por debajo encontramos un segundo bloque de canciones de armonías atrayentes y también carácter viajero, como "One and Twain", "Songs from the Treetop", "Woodland Ride" y la estupenda "Open Windows", mística composición con melodía aflautada, potente percusión y sonidos estimulantes que abre una ventana hacia paisajes en cuya lejanía está la mayor atracción. Para finalizar este trabajo que presenta catorce temas, un tercer bloque del que hay que destacar el final, una nueva versión de "Ginkgo Biloba" (toma instrumental de la épica pieza de igual título), y "The Leaf", que presenta otra reminiscencia oriental con la voz de Preston Terry. Eddy interpretaba todos los instrumentos en el disco a excepción de los saxos (Peter Schulte) y las voces en ese poema de Goethe, 'Ginkgo Biloba', que dice así: "Las hojas de este árbol, que del Oriente a mi jardín venido, lo adorna ahora, un arcano sentido tienen, que al sabio de reflexión le brindan materia obvia. ¿Será este árbol extraño algún ser vivo que un día en dos mitades se dividiera? ¿O dos seres que tanto se comprendieron, que fundirse en un solo ser decidieran? La clave de este enigma tan inquietante yo dentro de mí mismo creo haberla hallado: ¿no adivinas tú mismo, por mis canciones, que soy sencillo y doble como este árbol? 

Eddy F. Müller, cuya segunda profesión es orfebre y diseñador de joyas, no huye de las comparaciones de música con mitos como Kitaro, Vangelis o Enigma. La de Ginkgo Garden, aunque se venda como música electrónica relajada con elementos acústicos, casi se puede acabar denominando como música global acústica con elementos electrónicos, dada su pureza e intenciones de unificación de culturas desde ese símbolo de dos polos que es la hoja del ginkgo, inspiradora también de la atractiva portada del disco. El diseño gráfico, como suele ser habitual en muchos de los discos de Prudence, es de otro artista del sello, Anton Zinkl. En su despreocupación por las tendencias musicales del momento, "Secret Call" supone un nuevo pequeño éxito de la new age alemana, y continuó con pasos firmes la carrera musical de su autor, cuyas intenciones reales son, ni más ni menos, "conmover los corazones de la gente sin importar en qué medios haga la música".





27.12.08

SUZANNE CIANI:
"Seven waves"

Suzanne Ciani es en la actualidad una teclista conocida y respetada. Seguramente la imagen que todos tenemos de ella es la de una mujer dulce, tranquila, más o menos lo que transmite su música, calor y felicidad. Incluso su propia imagen es de apariencia frágil y delicada. Sin embargo nos encontramos ante una luchadora, en especial por superar un cáncer a comienzos de los 90, aunque también por haber tenido que combatir en un mundo, el de la música electrónica, dominado por los hombres. Tanto en sus comienzos en esa faceta (con una involucración sorprendente para los que la hayan conocido a partir de su época de Private Music) como en su vertiente más romántica y de piano, esta nieta de inmigrantes italianos ha salido bien parada y se ha ganado a pulso su fama en el mundo de la música instrumental.

Empalagosa para unos, genial para otros, esta artista nacida en 1946 fue la más rebelde de cuatro hermanas. Contrariamente a los casos más comunes, en los que profesores de corte clásico intentan encorsetar a sus alumnos y éstos muestran su rebeldía acercándose al rock y pop a la mínima oportunidad, Suzanne vió cómo su maestro de piano, el mismo que daba clases a sus hermanas, intentaba llevarla por el camino del pop, mientras ella quería aprender música clásica. El Wellsley College y otras instituciones saciaron su sed de composición clásica, hasta que la casualidad le llevaría hasta Don Buchla, que la introdujo de lleno en la electrónica musical, y posteriormente hasta el considerado padre de la música por ordenador, Max Matthews. Sin embargo la única salida que le quedó después de toda su extraordinaria formación fue realizar música para publicidad, momentos para compañías importantes como Coca-Cola, American Express, Atari, General Motors o Columbia Pictures, muchas de las cuales han visto la luz en 2012 en el CD "Lixiviation". En 1974 se traslada a Nueva York, y llega a trabajar en el estudio de Philip Glass, pero su condición de mujer siguió cerrándole las puertas más importantes, por lo que decidió publicar una serie de discos que le dieran reconocimiento. Durante dos años, en fines de semana y con su propio dinero, creó "Seven waves", pero ninguna compañía se atrevió a publicarlo, al fin y al cabo ella era una mujer que hacía electrónica, que no cantaba como las que triunfaban en aquella época. Contra todo pronóstico, "Seven waves" fue un gran éxito en el único país que acogió su publicación en 1982 bajo el sello JVC/Victor: el lejano Japón. Da la impresión de ser un disco frío y sofisticado, cuando en realidad es sencillo y cálido, inspirado también por la naturaleza, como demuestran los sonidos marinos que campean entre tema y tema, ese oleaje sereno pero atrevido que separa las principales 'siete olas', de las cuales la primera ("The first wave: Birth of Venus") es la más inspirada y popular, por la gracilidad de su luminosa melodía (complementada con otro instrumento electrónico extraño, un lyricon) en un contexto burbujeante que nos remonta a otros tiempos más sintéticos. A pesar de eso, "Seven waves" no ha envejecido mal, otro mérito de esta teclista estadounidense que continúa su paseo secuenciado con temas igual de alegres y románticos, exponentes de un mundo propio en el que también se podrían destacar "The fifth wave: Water lullaby" y el bonito cierre del trabajo, "The seventh wave: Sailing away", de sonido algo más cercano al pop. La historia de "Seven waves" tras su éxito japonés continúa con la publicación en Estados Unidos por parte de Finnadar Records, una división de Atlantic (1984), una siguiente reedición por la importante compañía Private Music (1988), y posteriormente por su propio sello (1994), denominado Seventh Wave en homenaje a este disco avanzado.

Suzanne recuerda en el libreto del trabajo (en su edición de 1995 por parte de Seventh Wave) que se trata de un disco especial, no sólo porque expresa su fascinación por los primigenios instrumentos electrónicos sino porque algunos de ellos, como el Buchla (prototipo creado por el pionero en materia de sintetizadores Don Buchla), ya no existen, por lo que estamos ante una grabación histórica, que contó con la eficaz colaboración de la ingeniera de sonido Leslie Mona-Mathus y del arreglista Mitch Farber, que le seguirían acompañando -en especial Mona-Mathus- en futuros y ya consolidados proyectos. Synclavier, Roland, Moog, vocoder, secuenciadores, piano... la lista de los teclados y instrumentos utilizados asusta por la profusión de nombres, siglas y números, pero todos ellos devienen en una música fácil de escuchar y admirable en su contexto, el de una mujer que se sobrepuso a cualquier inconveniente y que supo surfear en las olas más adecuadas, en concreto las siete de "Seven waves".

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21.12.08

ROBERT J. RESETAR:
"Overcurrents"


Robert J. Resetar es otro de esos músicos enigmáticos que, después de ofrecernos un soberbio trabajo como lo fue "Overcurrents", prácticamente desapareció de la escena musical grabada tan silenciosamente como había llegado. Esto sucedió a mediados de los 80 cuando, tras una casi anónima trayectoria (de hecho fue 'ghostwritter' para Mike Post) realizando música para televisión y adaptaciones orquestales para la Boston Pop Orchestra (una sección de la Boston Symphony Orchestra creada en 1885, que John Williams llegó a dirigir del 80 al 93), este teclista estadounidense quiso aplicar todo lo aprendido hasta entonces y así divulgar sus personales y verdaderamente emocionantes composiciones, pero a lo Juan Palomo, es decir, creando su propia compañía discográfica, de nombre Whispering Trees Records BMI, con la que publicó en 1987 el mencionado álbum "Overcurrents".

Aunque Whispering Trees no haya tenido una trayectoria exitosa, al menos nos brindó la posibilidad de conocer la obra de Rob Resetar -así se hace llamar dos décadas después- a través de ese disco maravilloso titulado "Overcurrents", de corte romántico (dominado por los teclados pero con importantes adiciones de flautas, guitarra, cuerno francés, acordeón y arpa, entre otros instrumentos), con reminiscencias clásicas, medievales e incluso andinas. La instrumentación empleada es variada, dominada por los teclados pero con importantes adiciones de flautas, guitarra, cuerno francés, acordeón y arpa, entre otros instrumentos acústicos. Un comienzo inmejorable, de título "Life tides", despeja de inmediato cualquier duda que pudiéramos albergar respecto al contenido del disco; se trata de una cortísima introducción de estilo medieval y beleza mitológica, donde unos vientos fabulosos (flauta y cuerno inglés) desarrollan una serena y enriquecedora melodía. El lirismo no ha hecho más que comenzar, ya que tanto hermosas miniaturas (la sugerente "The golden door", "Heroes of Hayvenhurst") como composiciones más largas e igual de iluminadas ("Ascent to Machu Picchu" -de evidente inspiración andina-, "Love me in all things" -con fabulosas notas de piano- o "The fisherman" -delicada, acertada y visual, de hecho casi se puede llegar a contemplar a ese pescador-) o algún pellizco más ambiental ("Invocation"), llenan un trabajo relajante, cálido y apasionado, que atrae desde su bella portada, obra primeriza del artista gráfico Paul Lasaine (que posteriormente ha trabajado en películas de animación tan importantes como 'El príncipe de Egipto' o 'Locos por el surf'). Pero con toda seguridad es "Nada's dance" la canción más conocida del álbum, el tema central de la sinfonía, un completisimo cuento de hadas con un toque medieval que deslumbra merced a una entusiasta melodía fácil de seguir y un ritmo animado muy al estilo de las composiciones de David Lanz y Paul Speer. No es desatinado calificar esta pieza como un cuento de hadas, ya que el propio Resetar publicó en 1997, junto a Mary Knudson Schulte, el cuento 'Princess Nada and the City of Ice' (donde Nada es la bella princesa del viejo reino de Astara), basado en esta pieza y en la suite de igual título ("Princess Nada and the City of Ice") compuesta para la Minnesota Orchestra. A su vez, para la Detroit Symphony, compuso "Princess Nada & the Crystal of the Sun". "Nada's dance" fue incluída, además, en la exitosa recopilación española "Música para desaparecer dentro".

Poseedor de una extraordinaria simpleza, "Overcurrents" -que fue grabado en Santa Mónica (California)- quizás no requiera toda la atención del oyente en su escucha, pero éste acaba dejándose atrapar con vehemencia por un conjunto delicado, hermoso, esplendoroso. Aunque hacerse con una copia original actualmente es casi tan imposible como adivinar a qué corresponde la 'J' del nombre de su autor (posteriormente desaparecida), vale la pena intentarlo, ya que sus doce composiciones nos llevan a un mundo de sueños y fantasía, del que volvemos con la efímera sensación de que dificilmente Robert J. Resetar pueda volver a conducirnos hasta allí. Por si acaso, habrá que seguir atentos a sus movimientos, que han acabado centrándose en la música para cine y televisión.



15.12.08

WILLIAM ACKERMAN:
"Passage"

Desde que el matrimonio Ackerman decidiera dedicarse por completo a su compañía discográfica, la inmarcesible Windham Hill, no cesaron en su empeño de conseguir que grandes instrumentistas norteamericanos engrosaran su catálogo. Así llegaron, aparte del propio Ackerman y su primo Alex de Grassi, George Winston (el verdadero impulsor del sello), Michael Hedges, Michael Manring, Scott Cossu, Mark Isham, Shadowfax, Liz Story y un largo etcétera de músicos que no sólo contaban con seguidores propios sino que eran venerados y escuchados por pertenecer al sello californiano. Mientras tanto, el propio William Ackerman continuaba grabando y editando sus discos, que en un principio contenían exclusivamente solos de guitarra acústica (en "In Search of the Turtle's Navel" y "It Takes a Year") para, con el tiempo, beneficiarse sin pudor de esos otros músicos, empleados pero en muchos de los casos amigos, que colaboraban sin dudar en duetos o tríos para los discos de su 'jefe'. En "Childhood and Memory" había tenido lugar una tímida aparición de banjo y flauta, pero esta delegación de virtuosismo tendría su confirmación en 1981 con un álbum corto pero vibrante titulado "Passage".

En "Passage", el folk americano se hace música contemporánea (en el sentido académico del término), totalmente accesible, hermosa, y dominada por la guitarra de cuerdas de acero más auténtica de la que ya era conocida como música new age. Como parte negativa del mismo, hay que destacar que este trabajo sólo es original en parte, pues contiene ocho composiciones, de las cuales cuatro eran ya conocidas (grandísimos clásicos como "Processional", "The Impending Death of the Virgin Spirit", "The Bricklayer's Beautiful Daughter" y "Anne's Song") y las otras cuatro eran nuevas ("Remedios", "Pacific I", "Hawk Circle" y "Passage"). Dos circunstancias a su favor, la calidad de estas últimas (en especial "Remedios" y "Hawk Circle") y que las antiguas contaran con interpretaciones nuevas, entre las cuales se encuentran los temas mas emblemáticos de cada uno de sus tres primeros trabajos (por orden cronológico "Processional", "The Bricklayer's Beautiful Daughte" y "Anne's Song"), que permanecen imperturbables, con la nueva interpretación pero sin la aportación de nuevos instrumentos que pudiesen trastocar su prístina esencia; de hecho, "Anne's Song" elimina la flauta de Dave Ross que le acompaña en su obra original, "Childhood and Memory". El cuarto solo de guitarra del álbum llega en su final, pues se trata del corte titulado "Passage", con una hermosa y paseante melodía. Fue sin embargo la mencionada aparición de dúos con otros instrumentos lo que más chocó al seguidor incondicional del guitarrista, cuatro composiciones vestidas por un manto de clasicismo, que no esconde su origen popular pero que embellece y complementa estupendamente el producto: inaugurando el trabajo, "Remedios" desata una inusitada variedad de emociones, gracias sobre todo a que la guitarra marca el compás pero se deja dominar por el violín de Darol Anger, consiguiendo una atmósfera inquietante y un final muy pasional. En este nuevo vestido de grandes composiciones hay que destacar la dimensión que cobra otro tema nuevo y futuro clásico, "Hawk Circle", a dúo entre la guitarra de Will y un piano -característico- de George Winston en su línea magistral, en cinco epatantes minutos de creciente intensidad. En "Pacific I" Will vuelve a permitir que sea el instrumento invitado el que acometa la melodía principal -en esta ocasión Robert Hubbard al corno inglés- pero con algo menos de impregnación. Mientras, el único corte ya conocido de los duetos es "The Impending Death of the Virgin Spirit", donde el papel del expresivo chelo de Dan Reiter es más de acompañamiento, quizás para no perturbar la magistral naturaleza de tan bella melodía con la que Ackerman recordaba a su madre. Esos músicos invitados a la fiesta, Darol Anger, Robert Hubbard, Dan Reiter y George Winston, compusieron ellos mismos las partes que interpretaron en sus dúos. Seguramente a algunas de las otras cuatro canciones les hubiera venido bien el envoltorio de esos instrumentos invitados, pero acaban luciendo en las manos de este carpintero que quiso ser músico. "Processional", por ejemplo, sólo tardaría cinco años en estar acompañada por el lyricon del genial Chuck Greenberg (en la compilación "The Shape of the Land"). "La guitarra de cuerdas de acero es el objeto principal del álbum, pero los dúos incluyen violín, piano, violonchelo y cuerno inglés, con la esperanza de aumentar el alcance tanto del programa musical como de la gama de tonalidades destacadas por el proceso de grabación digital", decía Ackerman, y es que, efectivamente, la calidad de grabación de la compañía en "Passage" se muestra novedosa, con su nueva tecnología digital ofrecida por Sony (el primer procesador digital en los Estados Unidos, el SONY PCM 1600), un paso adelante muy importante de cara a un público que no solo amaba la música del sello sino que se interesaba por la calidad del sonido ofrecido en sus plásticos.


Con el catálogo de Windham Hill plenamente definido y en su momento de mayor auge y éxito de ventas, "Passage" muestra una nueva dirección en la música de William Ackerman, la de la conjunción con otros instrumentos. Es verdaderamente gratificante escuchar a este artista, su música sincera y creativa, tanto en la simpleza de su guitarra desnuda como con pequeños acompañamientos de otros instrumentos que engalanan piezas imprescindibles en la nueva música norteamericana. Las creaciones de Ackerman están enfocadas de una manera abierta, sus acordes delicados, melodías tenues, sentimiento profundo al fin y al cabo en canciones de múltiples detalles y alegre decadencia, poseen una cierta cualidad asequible por la que podrían gustar a todo tipo de publico más fácilmente que las de otros guitarristas de la época en Windham Hill (Alex de Grassi, Robbie Basho) o de otros que pudieron ser de referencia (Leo Kottke, John Fahey). En solitario o en dúo, y aparte de la erótica de la etiqueta ´creador de Windham Hill', sus primeros álbumes se nutren de acordes que entran de manera directa a la consciencia de un oyente entregado, de una generación a la que se le entregó un producto fabuloso que fue reconocido como tal, y cuya veneración debería perdurar en nuestros días, ya que Will Ackerman en particular y el catálogo primigenio de Windham Hill en general, son todo un patrimonio cultural de la humanidad.

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11.12.08

CAPERCAILLIE:
"Get out"

Si ya de por sí la riqueza de la música tradicional escocesa es desbordante, la unión durante la década de los 80 de nuevos talentos como Karen Matheson, Donald Shaw o los hermanos Lunny para renovar ese excelso folclore redundó en un grupo de tanta importancia como Capercaillie, una banda moderna pero con siglos de música escocesa a sus espaldas. En el libreto del álbum "Get out" se hacía hincapié en el logro que supone rescatar el patrimonio gaélico y llevarlo de una manera fresca a todos los rincones del mundo, en una eficaz mezcla con elementos pop y rock, pero manteniendo el aire antiguo que confiere a la banda una elegante riqueza en sus discos y directos. Después del gran éxito de "Delirium", y basado directamente en él (lo cual no le resta interés) es precisamente "Get out" el álbum que define a la perfección las posibilidades de Capercaillie y exhibe en sus escasos 40 minutos su capacidad para atraer, encender y emocionar de diversas maneras, en inglés o gaélico, con aires lentos o rápidos, a través de la voz o de manera instrumental, todo vale cuando la calidad es innata. A su vez, "Get out" responde a la necesidad de que los fieles a Capercaillie encuentren plasmado en un álbum, aunque sea de una forma residual, su importante y valorado directo.

En esta suerte de revisión de "Delirium", publicado en octubre de 1992 por Survival Records (de ello se encargó en los Estados Unidos Green Linnet), las canciones cobran una nueva dimensión merced a versiones mejoradas o potentes directos. "Get out" explora precisamente en todas las facetas que este magnífico grupo puede ofrecer en estudio o en vivo: reels que obligan a no permanecer sentado ("Silver spear reels"), otros instrumentales que aún siendo de apariencia e intenciones celtas sorprenden con un ritmo obsesivo de tendencias muy actuales ("Dr. MacPhails trance", impresionante versión mejorada y alargada del "Dr. MacPhail's reel" de "Delirium"), interpretaciones geniales de canciones gaélicas tradicionales ("Pige ruadh", una pieza en directo de 'mouth music' -melodías vocales aplicadas al baile-), temas en inglés que fusionan sabiamente folk y pop ("Waiting for the wheel to turn ('92 version)") y por supuesto un carisma que iba en aumento con el paso de los discos y los conciertos. "Fear a' bhata (Oh! my boatman)" fue el primer sencillo de "Get out", una pequeña y bonita canción de amor tradicional escocesa cantada en gaélico, cuya versión original estaba incluída en el álbum "The blood is strong", banda sonora del documental de la BBC que ayudó a cimentar la fama del conjunto. La mencionada "Waiting for the wheel to turn" presenta un acertadísimo cambio respecto a "Delirium" para constituir un segundo sencillo que promocionaba a la vez ambos álbumes; curiosamente, esta animada canción de Donald Shaw en inglés no estaba producida por Dònal Lunny sino por Iain Morrow. No podía faltar el tema más conocido de Capercaillie, otro tradicional gaélico tambié presente en "Delirium", que ya es inseparable de la voz de Karen Matheson, y que aquí se muestra con la fuerza del directo: "Coisich a' ruin", que llegó al número 39 de las listas de venta británicas -primera canción en gaélico que lo lograba-. Sorprenden también otras dos canciones en inglés rescatadas, cómo no, de "Delirium": "Servant to the slave" (composición de Manus Lunny vuelta a grabar con una pequeña introducción tradicional de J.MacRae titulada "Dean Cadalan Sàmhach", que proviene también del disco "The blood is strong") y el directo de "Outlaws" (del bajista, John Saich), una canción nueva que comienza como un diálogo entre voz y piano acaba como una reunión intimista y muy placentera. La banda en este momento estaba formada por Karen Matheson (voz), Marc Duff (flauta, bodhran, sintetizador), Manus Lunny (bouzouki, guitarra), Charlie McKerron (violín), John Saich (bajo) y Donald Shaw (acordeón, teclados), con la eficaz incorporación de James Mackintosh, conocido por sus discos con el grupo Shooglenifty, a la percusión en los directos y en la regrabación de "Waiting for the wheel to turn", un Mackintosh que iba a continuar trabajando con Capercaillie y en los futuros discos en solitario de Karen Matheson.

Una semana después del lanzamiento de "Get out", y como gran complemento de éste, Polygram editó con el título de "Two nights of delirium" un video de la banda que recogía dos conciertos en Escocia repletos de público y que permitían comprobar, al que aún no había disfrutado del directo de Capercaillie, lo que se siente en uno de sus espectáculos. En 1999, Survival comercializó sorpresivamente una nueva edición de "Get out" con cinco canciones nuevas, dos instrumentales ("The reel northern light" y "Shanbally castle / Caberfeidh"), una cantada en inglés (la interesante "Distant hill") y dos en gaélico (la acertada "Mo bhean chomuinn" y "A cur nan gobhar as a´chreig"), complementando a la perfección el álbum original, cuyas notas interiores detallan el lugar de grabación de cada una de las piezas. En la discografía de Capercaillie, y a pesar de que se componga de canciones rescatadas, nuevas versiones y directos, "Get out" no es ninguna bagatela, de hecho es una pequeña joya de esta banda que acerca como ninguna el ayer al hoy.

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2.12.08

STEPHAN MICUS:
"To the Evening Child"

En el característico sonido del sello alemán ECM tiene mucho que ver su fundador, Manfred Eicher, antiguo contrabajista de jazz que desde 1969 quiso dedicarse por completo a la búsqueda y producción de una serie de talentos entre los que no sólo podemos encontrar músicos de jazz sino también de música antigua, bandas sonoras o músicas del mundo. Precisamente en esta categoría se encuadra como ninguna la obra del alemán Stephan Micus, un ciudadano del mundo enamorado de oriente desde su primera visita a los dieciséis años, que está vinculado a ECM desde 1977. Numerosas y enormemente bellas son las obras que Micus entrega ya acabadas a la compañía, constituyendo un caso distinto al de la mayoría de los artistas del sello, que Manfred Eicher se encarga de producir personalmente. Micus, sin embargo, es su propio productor (salvo en sus dos primeros trabajos, en los que Eicher tomó esa batuta), y su sensibilidad se encarga de otorgar una extrema calidad a sus trabajos: "Wings Over Water", "Listen to the Rain", "Ocean" o "Darkness and Light" son algunas de sus obras destacadas entre numerosos títulos sin desperdicio, y poco después de esas inmaculadas obras es preciso detenerse especialmente en un disco publicado en 1992 bajo el poético título de "To the Evening Child".

Stephan recuerda que los momentos más felices de su vida han ocurrido en Nepal, siempre cuenta que allí fue donde descubrió cómo debía ser la música perfecta, mientras atravesaba en autobús un fértil valle dominado por los arrozales, con niños, búfalos y el color de los pueblos llenos de vida; en contraste, como telón de fondo se podían admirar inmensas montañas nevadas, en una zona inhóspita deshabitada, un símbolo de eternidad y pureza. Ese equilibrio de opuestos reflejó para él la imagen ideal de la música, una combinación 'paradisiaca' de elementos distantes con los que une culturas, con todo lo que ello conlleva: "Me interesa explorar, descubrir mundos a los que mucha gente no tiene acceso, sonidos que no han escuchado, y combinar instrumentos que jamás han sonado juntos por proceder de culturas diferentes". Sorprenden dos cosas en "To the Evening Child", en primer lugar la paz y pureza de un canto de palabras inventadas, y en segundo la gama de sonidos que se pueden extraer de un instrumento como los steeldrums del oeste de la india (no confundir con sus más famosos parientes caribeños), viejos bidones de aceite que adquieren una personalidad que va mucho más allá de sus características percusivas. Aunque en la mayor parte de la discografía de Micus desde los 80 los nombres de las canciones sean numerales, aquí vuelve a ofrecer títulos que nos pueden dar pistas sobre el origen o la inspiración de cada corte. Así, este inspirado trabajo comienza con "Nomad Song", una deliciosa canción de desarrollo lento y sugestivo, que pretende reflejar el itinerante mundo personal del artista, su propio espíritu nómada. Stephan, que nunca se sintió alemán, tiene una hija oriental y una pareja sudamericana (Adela es argentina), con la que vive en Mallorca. Precisamente a su hija Yuko, de hermosos ojos orientales, está dedicada "Yukos Eyes", emotiva pieza de sones rasgados (merced a la dilruba, otro instrumento indio de cuerda que se toca con arco) como esa mirada de niña pequeña que provoca en Stephan una alegría exultante, convertida aquí en una danza interior que se hace corta. "Young Moon" vuelve a abrir una ventana a la atemporalidad, pues aparte de la voz, los steeldrums y la dilruba se pueden apreciar dos tipos de flautas antiguas, una balinesa (suling) y otra alemana, pero del medievo (kortholt). Llegamos aquí a la parte central del álbum, que recoge su canción posiblemente más destacada: el encanto de esta pieza que da título al disco es edificante y puede contribuir a la liberación de las cargas diarias que corrompen cuerpo y mente, por su estética luminosa y optimista; al escuchar "To the Evening Child" (donde aparecen steeldrums, dilruba, nay -antigua flauta de caña egipcia-, sinding -arpa del África occidental cuyo cuerpo de resonancia es una calabaza- y voz), no hay que dejar de preguntarse por qué, si parece tan fácil, hay tan pocos que conmuevan de esta forma explorando en la conciencia global. "Morgenstern" (de percusión meditativa), "Equinox" (donde los sones de ocho dilrubas consiguen un efecto de falso dramatismo, que curiosamente destila una intensa alegría) y "Desert Poem" son otros ejemplos de esta música que no necesita vestirse ni adecuarse a nada que implique modernidad, mercados o promoción.

Aunque su nombre no aparezca en los renglones de los grandes libros, Stephan Micus podría considerarse como el músico del mundo por antonomasia. Este trovador de Pangea une musicalmente cinco continentes como si fuera uno, y lo hace con una solvencia, imaginación, sinceridad y entrega dignos de destacarle como un abanderado de la unión entre los pueblos. Su manera de tocar y combinar instrumentos con siglos de historia ("para mí, tener un instrumento entre las manos es como sostener la cultura a la que pertenece"- dice) les hace cobrar una nueva realidad, un papel virginal para ellos en la historia de la música, creando una soberbia y casi única transculturalidad. Si bien su discografía es de obligada escucha para los que buscan una comunicación entre el cuerpo, la mente y los elementos que nos rodean, su música es tan sincera que necesita del contacto con el público, ese especial vínculo que se establece en sus conciertos, pequeños y discretos encuentros con un personaje que, aunque hable varias lenguas y un español casi perfecto, su idioma es y será siempre la música.