Una figura tan importante en la música mexicana - y en la electroacústica en general - como la de Jorge Reyes, nunca caerá en el olvido por muchos años que pasen de su ausencia (Jorge falleció en febrero de 2009 a los 57 años). Referencia ineludible, recuerdo constante, espíritu flotante... su legado está presente en muchos artistas de las nuevas generaciones, y mucho más sus trabajos más míticos. A la cabeza de ellos, posiblemente, la misteriosa energía que irradiaba "Comala", y en la portada de su primera edición, reinaba la poesía visual del ilustrador mexicano Viktor Hugo López González, que ya había reflejado en las portadas de "Ek tunkul" y "A la izquierda del colibrí", los trabajos anteriores de Jorge Reyes, el encuentro mágico y poderoso de este artista con la cultura prehispánica, y que aquí se hace eco de lo yermo, de lo inhóspito, de lo decididamente solitario y desamparado, para evocar las ideas musicales de Jorge Reyes, basadas a su vez en las literarias de Juan Rulfo.
"Comala" se editó en Mexico, con la portada original antes mencionada, en 1987 por parte de Producciones Exilio (sello del propio Jorge Reyes, que publicaba ahí sus trabajos, así como otros de amigos españoles, como la Orquesta de las Nubes, Javier Paxariño o alguna referencia de El Cometa de Madrid), si bien la edición en CD llegó en 1989 de la mano de Paramúsica. Mundo Music cambió drásticamente la portada (aún más tenebrosa que la original) y su edición alemana de 1989 presentaba tres temas extra, mientras que ese mismo año, con las seis canciones originales, la portada de la edición española, a cargo de Grabaciones Accidentales, era geométrica, deslucida y muy inferior a la original. No queda ahí la historia, pues Grabaciones Lejos del Paraíso reeditaba en 1993 el álbum en CD con otro tema nuevo, distinto a los tres citados anteriormente. Para culminar la historia (aunque en 2005 Mexican Records publicó el disco con una quinta portada), entró en escena Andrés Noabe, miembro fundador de Aviador Dro y manager de Esplendor Geométrico, que se encargó de confeccionar una edición española definitiva para su sello experimental Geometrik, que publicaba de nuevo "Comala" en 1993 con todos los extras (es decir, diez temas) y una espléndida imagen de cubierta, muy distinta a la original pero ciertamente sombría y muy acertada. Además, una edición limitada de 50 ejemplares venía recogida en una caja de madera y firmada por Jorge Reyes. Explorando en el mundo de los muertos pero mas allá de lo prehispánico, Reyes alcanza aquí su cumbre creativa, de una electrónica oscura y vanguardista. Para ello se inspiró en la novela 'Pedro Páramo' del escritor mexicano Juan Rulfo, que acababa de morir en enero de 1986 en Ciudad de México. "Comala" es la música de ese pueblo fantasma, inhóspito, sin ruidos, al que Juan Preciado llegó buscando a su padre, Pedro Páramo. El realismo mágico de esta novela de difícil lectura publicada en 1955, se traduce en una música impregnada de soledad y desánimo, que parece surgir de esa frontera donde la oscuridad empieza a imponerse sobre la luz. No es sin embargo una música pesimista, siguiendo la tradición del culto a la muerte y ese diálogo con el más allá que se estableció en estas tierras desde los tiempos prehispánicos, y Jorge Reyes se convierte en una especie de febril hechicero de tiempos remotos, que en el interior del álbum habla de "el collage musical como propuesta para viajar por rutas desconocidas al umbral del tiempo (...) un collage de sonidos, instrumentos, épocas, ritmos, voces, danzas, poemas y los medios de grabación como un instrumento más". "Comala" es, continúa Jorge, "la recreación del mito del eterno retorno, tomado a partir de la novela 'Pedro Páramo', de Juan Rulfo". El título original de la obra de Rulfo era 'Los murmullos', y terrorífico es sin duda el murmullo que impregna los primeros segundos del disco, amortiguados enseguida por las flautas. Lo de un lado y lo del otro se aúnan en un enclave fronterizo en "Comala (el lugar de la ruptura de los vientos)", y esta grandiosa atmósfera es la oscura obertura de una locura auditiva, el preludio de un mar de sensaciones, sonidos limpios en ambientes de enorme profundidad que transmiten miedos y desamparo. Sus más de once minutos culminan con una procesión de difuntos con canto ritual y versos tenebrosos. Todas las piezas del álbum son composiciones de Jorge Reyes excepto "Adiós mi acompañamiento", de Humberto Álvarez, un ambiente corto pero verdaderamente profundo e inspirado, alucinógeno, que da paso a otro algo más tenebroso, "Hekura", que contiene efectos de voces como las de los espíritus que dejan escuchar sus pisadas huecas. A continuación, tras una sedante introducción, aparece un compás estimulante y original de título "Nadie se libra en Tamohuanchan" (palabra olmeca que significa 'montaña de la serpiente'). En "La diosa de las águilas" al ambiente de ritual arcaico se une la fusión hipnótica de instrumentación moderna y antigua. Y el disco original culminaba con "El ánima sola (Ya se llegó la hora y tiempo)", una pieza extraordinaria -especialmente en su primer tramo- que demuestra la capacidad de Jorge Reyes (que se autoproduce) para manejar atmósferas en las que se pueden conjuntar voces e instrumentos, hermanados por sus cualidades orgánicas, con la larga sombra de Jean Michel Jarre y su "Zoolook" en algunos de sus ambientes. En cuanto a los bonus de las distintas ediciones, el chamán retorna en un sencillísimo "Mi sombra empolvada", añadido de la época de lanzamiento de la primera edición del álbum, mientras que de una época anterior, de 1983, se rescataba "Nadie supo de dónde venía", algo desentonante por la presencia de un lamento de guitarras en un tono más rockero que lo antes escuchado. "El hechicero de la dicha tranquila", fechado en 1987, regresa a los ecos nebulosos de las flautas junto a otros efectos misteriosos. Si bien estos tres bonus no son descartes sin alma, tampoco ayudan a mejorar ni comprender el álbum original, resultando un añadido para completistas. "El arrullo de la mujer día, mujer luz" es el último corte a mencionar, otro ritual con voz indígena (Jorge sampleó -la primera vez que lo hizo- una antigua grabación de María Sabina, una auténtica curandera mexicana que falleció antes de la publicación del álbum, en noviembre de 1985) acompañada de percusión primitiva y un fondo de atmosféricos teclados. La escucha de obras tan profundas como esta se mueve del interés a la expectación, y de ahí a la pura admiración por este músico especial, este chamán de tiempos remotos cuyas atmósferas están dominadas por tonalidades oscuras, planteando un cara a cara entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Jorge Reyes interpreta en este trabajo un gran número de instrumentos de viento (flautas, ocarinas, silbatos, chicahuastle) y de percusión (tambor, bongos, botellas), así como guitarra, bajo, vocoder, sintetizador, secuenciador, analizador de frecuencia y voces. No está tan solo como Juan Preciado, ya que colaboran un buen número de amigos, entre los que hay que destacar al grupo La Tribu (especialmente en numerosas percusiones), a Arturo Meza, Humberto Álvarez, Héctor Riverol o Saide Sesín, que se une en las voces a María Sabina.
Lo étnico se funde con lo ambiental, lo prehispánico con lo industrial, o simplemente lo auditivo con lo visual, en este lúgubre álbum que ha tenido, como se ve por sus múltiples ediciones, varias vidas. El proceso musical de Jorge Reyes, afirmaba él, había sido inverso a las de muchas figuras ambientales de la época, la mayoría amigos o conocidos suyos (Steve Reich podría ser un claro ejemplo), que llegaron a lo étnico tras haber comenzado en lo puramente electrónico. Él provenía de las músicas folclóricas de la zona, prehispánicas principalmente, y de ahí dio el salto hacia la tecnología, con esa base en la mochila y la combinación de lo moderno con los instrumentos tradicionales, ese collage musical antes referido que originaba unas atmósferas enormemente inquietantes en sus trabajos y, por supuesto, en sus directos, eventos de sonidos puros y auténticos donde el artista pretendía crear conexiones especiales, casi religiosas, con el público. Con las piezas de "Comala" llegaba más allá de la religiosidad, prácticamente hasta las fronteras del inframundo.
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2 comentarios:
Holissss.
El chrome me está dando pantallazos de navegación no segura, posible phising. Tanto entrando directo como a través de feedly, que es lo que uso para leer los rss. Y al salir el pantallazo no me dejaba ver el resto de suscripciones, vaya.
Sin duda es un falso positivo, porque al ver los detalles señalaba las imágenes (las carátulas) alojadas en blogspot... y lo más surrealista es que señala la imagen como sospechosa pero debajo pone "sitio seguro", pero vuelvo a intentar entrar y nada, tengo que saltar la adevertencia para poder entrar.
Te aviso por si acaso notas algo raro o para que estés al tanto.
Vaya, no he notado nada, pero estaré atento, gracias!!
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