"Soy artista, pintor de cavernas. Con ocre y pigmento conjuro para mi clan magia positiva en las cacerías". Así se presenta el hombre primitivo al que rinde tributo David Antony Clark en este disco publicado en 1999 por White Cloud, donde el músico neozelandés continúa demostrando su adoración por las culturas antiguas y la naturaleza más primigenia. Tras Nueva Zelanda ("Terra Inhabitata"), Australia ("Australia. Beyond the Dreamtime"), Africa ("Before Africa") e Irlanda ("The Living of Ireland"), un amplio territorio más centrado en el tiempo que en el espacio es recordado en "The Man who Painted Caves", memorable trabajo de esencia primitiva a través de voces tribales interpretadas por hasta siete vocalistas (incluido el fundador de la compañía White Cloud, el inglés Jon Mark, con el que colaboró en "The Living of Ireland", y que es también productor ejecutivo del disco), ritmos que parecen surgir de las entrañas de la tierra, sonidos ambientales, teclados y el armonioso sonido de las flautas, en variedades que van de las de bambú a las maoríes, celtas o indias.
Resistencia publicó en España, como viene siendo habitual, la edición en castellano del disco, donde se nos cuenta la historia de cada canción desde la perspectiva de ese instintivo y ceremonioso pintor de cavernas nómada que las protagoniza. Las melodías de David Antony Clark son fácilmente identificables y se basan en patrones parecidos disco tras disco. Son las variaciones de esas pegadizas tonadas y sobre todo la especial ambientación, orientada al motivo de la obra (una gran gama, muy cuidada, de ritmos, percusiones, voces y sonidos naturales), lo que marca la diferencia entre este músico neozelandés y la gran mayoría. La producción es, además, exquisita, logrando una mimetización extrema entre lo tribal y lo moderno, personificando ese sonido conocido como neo-primal. Altamente original es el motivo silbado y aflautado que introduce el trabajo, una especie de oración musical a los dioses del bosque ("Forest Gods") que se hace muy atrayente, como también excitante es el concepto privado, recogido, de "Cry of the Spirit-Cat", bella melodía de flauta complementada por un lastimero efecto de cuerda y sonidos y voces naturales, recreando pasajes olvidados. Son sin embargo los momentos rítmicos, esas embargables melodías de "The Bison Hunters" o "The Man who Painted Caves" (el neo-primal más adictivo, que llama al movimiento por su tratamiento rítmico que bien podría haberse asomado a estéticas modernas en algún atrevido mix) los que acaban siendo indefectiblemente los instantes más recordados del álbum, concentrando gran parte de su emoción en la primera parte del mismo. De este modo, nos encontramos en esta obra con ese primer acto trepidante, con escenas de caza y ceremonias tribales que le dotan de un mayor misticismo ancestral, y una segunda parte que se mueve por lo general en terrenos más tranquilos, espirituales y en conexión con la naturaleza ("A Night in the Garden with Eve", "Black Moon", "Limestone Cathedrals", "Sacred Chambers"). En general, una soberbia muestra de lo que este original artista gusta denominar como 'música neoprimitiva' en cuya concepción, nos hace recordar, y a falta de otros vestigios, cobra gran importancia ese arte primitivo que en Australia se puede admirar en forma de antiquísimas pinturas, "evidencias del paso del hombre prehistórico por el mundo (...) Las pinturas rupestres tienen una antigüedad de entre veinte y treinta mil años, y cuando las vi, todo tenía sentido. Ubir, una de las áreas que visité, ha estado habitada continuamente durante al menos cincuenta mil años, y sin embargo ha sido muy poco alterada por sus habitantes".
Leemos en la web oficial del artista: "Esta colección de música es una cautivadora interpretación de una época, cuando la historia fue escrita en las paredes de las cuevas. Con sus ritmos de percusión sosegados y su tranquila distribución recrea perfectamente la vida de cuando el tiempo estaba marcado por el sol y la tecnología más moderna se reducía a un hacha". En "The Man who Painted Caves", como en toda la obra de David Antony Clark, acompañando a los teclados son continuos los diálogos entre flautas -algunas de las cuales suenan recreando pájaros-, los sonidos de animales en general y las atmósferas naturales, así como voces, que han pasado de ser indígenas o primitivas a meditativas, realzando la carga ambiental de sus composiciones. La suya es una de las músicas de estudio que más le debe al padre Cielo y la madre Tierra, pues a pesar de su artificialidad se nota su auténtica intención, reflejar su amor por la música, los viajes y la naturaleza.
Resistencia publicó en España, como viene siendo habitual, la edición en castellano del disco, donde se nos cuenta la historia de cada canción desde la perspectiva de ese instintivo y ceremonioso pintor de cavernas nómada que las protagoniza. Las melodías de David Antony Clark son fácilmente identificables y se basan en patrones parecidos disco tras disco. Son las variaciones de esas pegadizas tonadas y sobre todo la especial ambientación, orientada al motivo de la obra (una gran gama, muy cuidada, de ritmos, percusiones, voces y sonidos naturales), lo que marca la diferencia entre este músico neozelandés y la gran mayoría. La producción es, además, exquisita, logrando una mimetización extrema entre lo tribal y lo moderno, personificando ese sonido conocido como neo-primal. Altamente original es el motivo silbado y aflautado que introduce el trabajo, una especie de oración musical a los dioses del bosque ("Forest Gods") que se hace muy atrayente, como también excitante es el concepto privado, recogido, de "Cry of the Spirit-Cat", bella melodía de flauta complementada por un lastimero efecto de cuerda y sonidos y voces naturales, recreando pasajes olvidados. Son sin embargo los momentos rítmicos, esas embargables melodías de "The Bison Hunters" o "The Man who Painted Caves" (el neo-primal más adictivo, que llama al movimiento por su tratamiento rítmico que bien podría haberse asomado a estéticas modernas en algún atrevido mix) los que acaban siendo indefectiblemente los instantes más recordados del álbum, concentrando gran parte de su emoción en la primera parte del mismo. De este modo, nos encontramos en esta obra con ese primer acto trepidante, con escenas de caza y ceremonias tribales que le dotan de un mayor misticismo ancestral, y una segunda parte que se mueve por lo general en terrenos más tranquilos, espirituales y en conexión con la naturaleza ("A Night in the Garden with Eve", "Black Moon", "Limestone Cathedrals", "Sacred Chambers"). En general, una soberbia muestra de lo que este original artista gusta denominar como 'música neoprimitiva' en cuya concepción, nos hace recordar, y a falta de otros vestigios, cobra gran importancia ese arte primitivo que en Australia se puede admirar en forma de antiquísimas pinturas, "evidencias del paso del hombre prehistórico por el mundo (...) Las pinturas rupestres tienen una antigüedad de entre veinte y treinta mil años, y cuando las vi, todo tenía sentido. Ubir, una de las áreas que visité, ha estado habitada continuamente durante al menos cincuenta mil años, y sin embargo ha sido muy poco alterada por sus habitantes".
Leemos en la web oficial del artista: "Esta colección de música es una cautivadora interpretación de una época, cuando la historia fue escrita en las paredes de las cuevas. Con sus ritmos de percusión sosegados y su tranquila distribución recrea perfectamente la vida de cuando el tiempo estaba marcado por el sol y la tecnología más moderna se reducía a un hacha". En "The Man who Painted Caves", como en toda la obra de David Antony Clark, acompañando a los teclados son continuos los diálogos entre flautas -algunas de las cuales suenan recreando pájaros-, los sonidos de animales en general y las atmósferas naturales, así como voces, que han pasado de ser indígenas o primitivas a meditativas, realzando la carga ambiental de sus composiciones. La suya es una de las músicas de estudio que más le debe al padre Cielo y la madre Tierra, pues a pesar de su artificialidad se nota su auténtica intención, reflejar su amor por la música, los viajes y la naturaleza.
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5 comentarios:
Que tal Pepe!!
La verdad es que me encanta la música de este hombre pese alo que muchos puedan decir. Para mi este señor tiene la idea muy clara de lo que quiere hacer y poco le importa lo que piensen los demás. Coge lo mejor de toda una época de sintesistas y le da su sello. Te gustará o no pero es particular, lleno de personalidad.
Hace poco leía una mini reseña criticando uno de sus trabajos preferidos. Además la hacía un amigo.
http://www.musicasdelatierra.com/?p=370
En fin yo lo seguiré disfrutando :)
Afortunadamente este blog ha nacido para hablar de los discos que me gustan, no de los que no me gustan. Por eso está aquí D.A.Clark, porque como a tí, me atrapa la sinceridad de su música, y su forma de crear melodías tan naturales.
Que siga así, tú y yo seguiremos disfrutando.
Gracias Pepe por dar a conocer este tipo de música tan diferente a los que se escucha por ahí. Bill Douglas, Ed Alleyne-Johnson, Oystein Sevag o Hedningarna han sido grandes descubrimientos. Así que ánimo y adelante.
Un saludo
P.D.Una recomendación ¿Qué tal algún disco de René Aubry?
Encantado, Laubarel, y te invito a continuar al quite, pues aún queda mucho por comentar.
¿René Aubry? En principio no estaba en mis planes, pero voy a investigar un poco, puede que le esté arquetipando equivocadamente.
De nuevo gracias, Pepe, otro gran descubrimiento el de este hombre.
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