28.3.11

JIM CHAPPELL: "Saturday's rhapsody"

Como otros importantes músicos como Ray Lynch, Oystein Sevag o James Asher, Jim Chappell también tuvo que emigrar de compañía discográfica cuando quebró la californiana Music West. Mientras otros encontraron acomodo en Windham Hill o Silver Wave, este pianista norteamericano recaló en Real Music, donde reeditó los álbumes realizados para el extinto sello de Allan Kaplan, entre ellos un agradable y completo trabajo de 1990 (dos años después para Real Music) titulado "Saturday's rhapsody", que evidencia el desarrollo de la música de Chappell desde un sosegado "Tender ritual" de solos de piano, pasando por "Dusk" y "Living the northern summer", en los que otros instrumentos acústicos de cuerda y viento van tomando poco a poco un cierto protagonismo. En "Saturday's rhapsody" escuchamos interesantes aportes de violines, violas, clarinete y oboe entre otros, siempre sobre la base del instrumento primordial de Chappell, el piano.

Aunque comenzara de joven con acordeón y órgano, este oriundo de Pontiac (Michigan) descubrió enseguida la rotundidad del piano, y con él desarrolló sus estudios en base a música clásica, jazz, pop o country, elementos que se dan cita en "Saturday's rhapsody", un disco enternecedor que comienza con una completa composición homónima de creciente intensidad en la que, como el resto del trabajo, la base principal de piano se ve enriquecida con cuerdas y vientos hasta dar con el resultado más óptimo y comercial en un estilo melódico de agradable smooth jazz cuyo máximo exponente es el maravilloso segundo corte, "Field day", donde violines y vientos (oboe, clarinete, cuerno inglés) conversan enamoradamente al son del piano con un parecido más que razonable al sonido del por entonces en alza Paul Winter Consort. Pero Chappell no es Paul Halley ni necesita serlo, así que continúa otorgando su toque personal al resto del trabajo, en el que destacan "Adventure No. 11" (bucólica pieza con melodía de saxo), "The rain" (humilde e intimista tonada de piano y clarinete), "Hopes and dreams" (serena y romántica) o las más movidas y alegres "Sidewalk characters" y "Fancy pants" (esta última en tono de ragtime). "Woman in the mirror" se presenta en un tono más neoclásico y "Estar contigo (To be with you)" en plan bossa nova, mientras que el romanticismo regresa para despedir el disco con "One last time", un sentimiento que preside esta bonita rapsodia (podría definirse libremente como 'conjunto de composiciones emocionales y entusiastas') de cálida portada.

Un activo comienzo y una colorida instrumentación hacen de este disco una pequeña celebración, como si Spheeris y Voudouris colaboraran con Paul Winter. Ya se ha mencionado la similitud de sonido con el Paul Winter Consort, pero la mención a sus dos ex-compañeros de Music West no es gratuita, dada la participación del ingeniero Russell Bond (habitual de Spheeris) en la producción de "Saturday's rhapsody" junto al propio Jim Chappell. Grabado en Sausalito (California), esta muestra de -como definían desde Music West- nuevo jazz contemporáneo no pasó desapercibida, y la carrera de Jim Chappell ha continuado hasta la actualidad, de manera algo más silenciosa, en el sello Real Music.


14.3.11

ERIK WOLLO:
"Traces"


Es sorprendente que a pesar de la calidad de sus discos, en un estilo ambiental electrónico tan en alza en los 90, el nombre del noruego Erik Wollo no alcanzara una mayor repercusión a niveles generales. Por ejemplo su compañero en el grupo Celeste Oystein Sevag sí que llegó a altas cotas de popularidad en un estilo bastante más acústico, un Sevag que iba a participar en la producción de los primeros trabajos de Wollo, por ejemplo "Traces", que si bien no es su primer álbum en solitario sí que comenzó a marcar un estilo electrónico del cual fue una especie de pionero en Noruega y al que sigue siendo fiel durante su larga carrera. Atras quedaron influencias de jazz, rock, y permanecen en el fondo las de música clásica o étnica, para un trabajo publicado en primera instancia en vinilo en 1985 y por fin en CD en 1988 por la compañía francesa Badland Records con la adición de una suite dedicada a su nuevo estudio de grabación llamado 'Wintergarden'.

"Traces" presenta doce cálidos cortes de abrumadora sencillez, en los que la electrónica encuentra caminos bien melódicos, bien ambientales, para llenar con numerosas tonalidades y ritmos originales el espacio que discurre entre el artista y el oyente, consiguiendo llevarlo a su mínima expresión, a una auténtica conexión entre ambos. Engancha el sutil aire melodioso de algunas de las composiciones, así como se agradece su tímida esencia folclórica, aunque escondida, que acaba por hacer de él un trabajo más auténtico. La melodía cálida con acompañamiento de efecto vigoroso que presenta el álbum ("Tide 1"), consigue que sigamos escuchando con interés y caigamos en la penetrante añoranza de su sonido electrónico que, aún presentando claros momentos de brumosa ambientalidad ("Entrance"), convencen por su penetrante arraigo en un sentimiento más puro y terrenal que sintético. Para ser un disco de juventud, sorprende la madurez de un sonido que con canciones como "Totem" (la joya del álbum junto a las dos "Tide") consigue llegar a un nivel de composición, producción e incluso empatía al que es difícil de acceder para la mayoría; la belleza y profundidad de su conjunción de percusión, voces y melodía ponen en alerta ante la promesa que este teclista noruego representaba a mediados de los 80, y sería interesante analizar las causas por las que él y otros casos parecidos no han trascendido al gran público. El disco continúa con una ambientalidad algo más lenta ("Vapor") y fantasías animadas de excelente gusto ("Ceremony", "Discovery"), cuando no en momentos gloriosos como otra de las composiciones destacadas, "Tide 2", continuación de la que abría esta obra. El resto del disco confirma esas buenas impresiones y continúa con su contagiosa vitalidad en atmósferas activas y atrayentes, como el encanto neoclásico adornado por pulsos como olas rompiendo en la orilla de "Little dream in turquoise". Ese era el final del vinilo y el comienzo del bonus del CD, la avanzada y excitante suite "Wintergarden", aunque no tan destacable en el conjunto del trabajo, dominado por su excepcional primera mitad.

Wollo seguirá demostrando en próximos trabajos que puede llegar a ser por momentos tan terrenalmente ambiental como Roach, tan minimalista como Reich o tan comercial como Jarre, demostrando una elegancia común en todos ellos tanto en sus obras publicadas como en sus composiciones para televisión, ballet o teatro. Más allá de discos superproducidos, de buscada pero vacía comercialidad, llena más de Erik Wollo su manera particular de preparar la atmósfera y el encuentro sorpresivo con la melodía, a veces escondida, otras casi inexistente, generalmente exultante y de gran sensualidad, en un conjunto muy rítmico y agradable, que encierra momentos de todo tipo, relajantes, efectistas, rebuscados o algo más fáciles, pero en todo momento jugando con originales fondos y plácidas notas, como en esta pequeña maravilla de título "Traces".