28.9.09

DEEP FOREST:
"Boheme"

Fue a mediados de los 80 cuando el grupo alemán Dissidenten escribió sobre una página en blanco al publicar "Sahara elektrik", notable fusión de rock y ritmos étnicos que con canciones rompedoras como "Fata Morgana" o "Sahara elektrik" inauguró lo que ellos dieron en llamar como ethno-beat, sabia conjunción de ritmos étnicos en un entorno de música moderna centrada en el pop-rock. Muchos otros contribuyeron a extender el término y compaginar transculturalmente esfuerzos y raíces, y el campo de la electrónica no podía quedarse fuera. Un enorme ejemplo lo constituyen Michel Sanchez y Eric Mouquet, el dúo Deep Forest, que con su disco homónimo en 1992 plantearon ese nuevo camino y consecuentemente una nueva denominación: el etno-tecno (o ethno-techno).
El punto fuerte de Deep Forest es la enorme labor de investigación que emprenden en cada trabajo, así como la diferenciación entre ellos (de Africa a Europa del este, y de ahí a Cuba, las islas del Pacífico o Japón) manteniendo un mismo estilo. Sus dos primeros y más recordados álbumes, "Deep forest" y "Boheme", son dos obras basadas en un mismo principio pero de distinta contextualización: a) Tómese una zona del globo, preferiblemente exótica o desfavorecida; b) búsquese en las tradiciones e identidades musicales de los lugares en cuestión; c) reubíquese en un entorno moderno, con samplers y tecnología de última generación. El resultado es ese híbrido étnico entre ambient y chill-out que también han sabido explorar con éxito Enigma, Beautiful World, experimentos como "Sacred spirit" o, en un entorno más orquestal, Adiemus. No son los únicos, aunque posiblemente los más conocidos y afortunados, cualitativamente hablando. Aún encandilados con los sones de "Sweet lullaby" y las melodías africanas que impregnaban "Deep forest", Sanchez y Mouquet iban a continuar un viaje que, tras una primera seducción de la India, iba a llevarles hasta Transilvania y sus alrededores -incluída la antigua región de Bohemia, de la que deriva el nombre del disco-, centrados por lo tanto en la cultura gitana de Europa del Este.
Columbia Records, que ya se encargó de la segunda edición de "Deep forest" junto a Sony Records, seguía apostando por estos franceses, y este trabajo publicado en 1995 iba a generar no sólo más de un millón de copias vendidas sino además el populoso premio grammy al mejor álbum de World Music de ese año 1995. El mensaje de unificación que transmite el símbolo del grupo se ve refrendado al comprobar que los samplers sabiamente manejados por estos dos ingenieros musicales no sólo se quedan en Hungría, Rumanía o Bielorusia sino que se alejan hasta Taiwan, Mongolia, o más allá: "Coros balineses o georgianos responden a cantos gitanos, mientras una voz esquimal o india americana unen su colorido a las de magyares o rusos". La unificación es pasmosamente eficaz, y acarrea además un componente misterioso que comienza con el instrumental "Anasthasia", sobresaliente introducción que desemboca en unas palmas gitanas y una melodía viva y auténtica, la de "Bohemian ballet", que me hace recordar las palabras de Mouquet: "Para Deep Forest no es un problema incorporar un sonido 'sucio' a la grabación, para nosotros está bien siempre y cuando la emoción esté ahí". Sin embargo la maniobra del grupo para contrarrestar este posible déficit de calidad fue la invitación a trabajar con ellos en su estudio a la cantante húngara Márta Sebestyén, del grupo Muzsikás (músicos del pueblo); la contribución de Márta fue enormemente fructuosa si se escuchan las canciones en las que acabó colaborando: "Bulgarian melody" (de aire netamente tradicional), "Twosome" (preciosa melodía, algo más reelaborada, a dúo con su compatriota Katalin Szvorak) y sobre todo la conocida y radiada hasta la saciedad "Marta's song", atrayente y muy cuidada modernización del clásico transilvano "Istenem, istenem". Con espíritu más americano parece sonar otra de las composiciones destacadas, "Café Europa", por su interacción de ritmos actuales con cantos de indios americanos interpretados por Franck A. Douglas. Otras canciones nos devuelven a la Europa gitana, como la tierna y emotiva "Lament", las festivas "Deep folk song" y "Freedom cry", la deliciosa melodía que fuera primer single del álbum, "Boheme", y "While the earth sleeps", un bonus track consumado junto a Peter Gabriel que engalanaba las ediciones especiales del disco, con samplers de viejas canciones macedonias y georgianas, utilizado como tema de los créditos finales en la película de ciencia-ficción "Strange days".
No es precisamente bohemia la producción de este disco, sino de gran esmero y camino directo a la radiodifusión, para lo cual sus cuatro sencillos ("Boheme", "Marta's song", "Bohemian ballet" y "Freedom cry") contaron con ediciones en CD single que incluían además temibles remezclas. Como en su anterior disco, las músicas más desfavorecidas entran de lleno en las pistas de baile. Paradojas aparte es necesario destacar la labor de este dúo que supo adelantarse con soltura y colocarse en cabeza del movimiento etno-tecno, demostrando además con sus posteriores giras mundiales que el sentimiento de su música también puede ser disfrutado en directo, más allá de la artificialidad que algunos les atribuyen. Lejos de eso, Deep Forest consiguieron con "Boheme" un colorista y acertadísimo encuentro de culturas gitanas, que no sólo les valió un grammy sino el reconocimiento definitivo de crítica y público.

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21.9.09

VARIOS ARTISTAS:
"The Impressionists"

Es absolutamente notable comprobar la enorme influencia que los llamados compositores impresionistas han ejercido en numerosos artistas de la nueva música instrumental contemporánea. En algunos casos se trata de similitud de formas, de afinidad estética, en otras ocasiones de puro homenaje, cuando no de versión, más o menos próxima a la realidad, de determinadas composiciones que hacen que la huella de estos genios de hace más de 100 años perdure en la actualidad. Es en especial la innovación de Claude Debussy, su inexpresable colorismo, la audición más recurrida en numerosos artistas modernos, pero el oyente atento e informado no obviará el influjo del ecléctico Maurice Ravel, del elegante Gabriel Fauré o del extravagante Erik Satie, posiblemente el de mayor identificación con muchos músicos actuales por su minimalismo anticipado. Aunque la mayoría de ellos rechazaban el término 'impresionista' con el que han pasado a la historia, la época que les tocó vivir y el lenguaje musical velado y fantasioso que en cierto modo les acompañaba, les acercó irremediablemente al efecto luminoso y paisajístico de la pintura impresionista.

Continuando con la tradición del sello Windham Hill de aprovechar la cantidad y calidad de sus músicos vinculados, y desarrollando la idea expresada en el párrafo anterior, Will Ackerman se sacó de la manga en 1992 un extraordinario disco temático con composiciones inmortales de los mencionados Debussy, Ravel, Fauré y Satie grabadas para la ocasión. Para el seguidor acérrimo de la música new age en general (aunque se trate de una etiqueta más que del género concreto en el que englobar a estos artistas) y de Windham Hill en particular ningún nombre de los participantes en este álbum debería ser extraño, aunque alguno destaca por sorpresa: ahí está un casi desconocido Steve Erquiaga acometiendo con maravillosa simpleza la "Pavane" de Gabriel Fauré a la guitarra (este comienzo supone uno de los mejores momentos del álbum), o el pianista John Beasley atreviéndose con soltura con uno de los grandes clásicos de Debussy, "Snowflakes are Dancing". Madurar proyectos que están, supuestamente, fuera de la índole de estos músicos, es un experimento altamente interesante, si bien algunos de ellos, como Tim Story, no han de variar su forma de componer para adaptarse a la sensibilidad de principios del siglo XX, ya que su estilo etéreo es claramente deudor de un Erik Satie al que rinde tributo en su "1st Gymnopédie". Son en su mayoría guitarras y pianos más o menos solitarios los que se abren paso en las formas impresionistas: entre los primeros despunta la presencia inmarcesible de Alex de Grassi -con la "3rd Gymnopédie" de Satie-, y en cuanto a las teclas siempre acaban destacando por su calidad innata los excelsos nombres de Philip Aaberg -que aquí fusiona su estilo con el de Ravel en "Modéré"-, y Liz Story -que se encarga del tema de Debussy "Doctor Gradus ad Parnassum"-, pero en esta compilación entusiasma especialmente el sentimiento que el pianista ciego de New Orleans Henry Butler impregna en la maravillosa "Au bord de l'éau" de Fauré. Restan por comentar los conjuntos: "Nightnoise", siempre dulzura y calidad, deleitan con la "Sicilienne" de un Fauré que se convierte definitivamente en el compositor destacado del recopilatorio, al igual que dicha "Sicilienne" suena como uno de los temas estrellas del álbum; más serios se muestran dos cuartetos de cuerda, el Turtle Island String Quartet de Darol Anger -"Reverie" de Debussy- y el Modern Mandolin Quartet de Mike Marshall -"Pavane pour une infante défunte" de Ravel-, salvando el final del álbum unos sorprendentes Schönherz & Scott que efectúan la mejor descontextualización del disco gracias a los sintetizadores en el "Libera Me" de un agraciado, hay que reiterarlo, Fauré.

Los siempre eficaces artistas de Windham Hill (cuidado, no figuran en este trabajo algunas de sus primeras espadas como Will Ackerman, George Winston, Michael Hedges o Michael Manring) consiguen de un plumazo y sin aparente esfuerzo capturar la esencia de unos compositores inquietantes e influyentes cuyos nombres han pasado a la historia por sus eternas obras (¿quién no ha escuchado alguna vez "Preludio a la siesta de un fauno", "Requiem in Paradisum", las geniales "Gymnopédies" o el famoso e influyente "Boléro"?) más que por la denominación a la que, de manera interesada, deben su razón de unión en esta compilación. El influjo de dichos compositores en la new age más melódica es tan apreciable como la de Dalí y la pintura expresionista en la música electrónica y ambiental. De hecho algunos críticos se habían atrevido a denominar a la música del sello Windham Hill como 'nuevo impresionismo' o 'impresionismo folk', en una extensión gratuita pero no exenta de sentido de un término tan difícil de definir como de sencilla identificación, ante todo pictórica. En lo musical, el lío puede ser mayúsculo si agrupamos términos, definiciones y posibles estilos, así que disfrutemos sin prejuicios de estos 'momentos capturados', de estas joyas de doble motivo: la composición de aquellos genios de principios del XX y la interpretación de estos otros músicos de los que les separa un largo y convulso siglo.
 
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13.9.09

ALASDAIR FRASER:
"Dawn Dance"

Culburnie Records es el nombre de la compañía discográfica que creó el afamado violinista escocés Alasdair Fraser para comercializar sus propios trabajos (en solitario, en grupo o en numerosos dúos) y los de sus colaboradores y amigos, todos ellos enfocados musicalmente hacia la música tradicional escocesa. La mayor curiosidad radica en que la sede de la misma está en California, lugar de residencia de Fraser desde que años atrás aceptara un trabajo en San Francisco, concretamente en la industria petroquímica. Desde allí, y una vez recuperado para la música, no sólo ha mantenido las raíces celtas sino que incluso las ha intensificado (sólo hay que escuchar "Theme for Scotland", la última pieza del disco aquí referenciado, para descubrir esa enorme emoción que supone recordar la tierra lejana) y por supuesto plasmado en una serie de álbumes indispensables por su calidad y distinción, especialmente sus trabajos con el teclista Paul Machlis ("Skyedance" y "The Road North"), y obras en solitario como "Dawn Dance".

El abuelo de Alasdair era violinista y su padre tocaba la gaita, así que la música era una constante en casa del pequeño Fraser, y a los 9 años empezó a estudiar violín en conservatorio y también a la manera folclórica, por lo que él dice que a la hora de tocar, "la técnica me la enseñó mi profesor, pero el corazón me lo enseñó mi propio pueblo". Tocando quiso llegar también al corazón de la gente, así que en determinado momento abandonó su trabajo y tomó el violín en sus manos para cautivar a un público que demandaba cada vez más una vuelta a las raíces y al sentimiento. Elegante y refinado, autoproducido con paciencia y saber hacer en cuanto a la tradición escocesa, "Dawn Dance" (Culburnie Records, 1995, editado en España por Ediciones Resistencia) es un álbum muy personal de Alasdair Fraser, los trece temas están compuestos por este imaginativo violinista (que fue dejando atrás las composiciones populares para mostrarse como un creador único), cuya inspiración proviene principalmente de la familia, amigos, fiestas y viajes. Cada canción tiene una historia detrás, aunque nunca viene cantada ni recitada, hay que escuchar atentamente y dejarse atrapar. En "Dawn Dance" nos encontramos de lleno con el germen de una importante banda de música celta del nuevo siglo como es Skyedance, de la que formarán parte músicos aquí presentes, americanos aunque con raíces celtas, como el gaitero Eric Rigler, el flautista Chris Norman y el percusionista Peter Maund, faltando el pianista Paul Machlis -muy bien sustituido por Tim Gorman- y el bajista Mick Linden -aquí es el afamado Todd Phillips quien se encarga del bajo en los temas en que es requerido- para completar, junto a Alasdair Fraser, dicha formación. Ahí estaba la mayor curiosidad de "Dawn Dance", pues después de dos geniales álbumes de colaboración con Paul Machlis, éste no pudo contribuir en el álbum, ante el susto de los seguidores de estos dos músicos, que respirarían tranquilos al verle de nuevo en la subsiguiente gira mundial. Esta auténtica fiesta se abre con "First Light / Dawn Rant", un strathspey -melodía de baile- que acaba confundiéndose con un animado reel, pero enseguida se dejan notar las influencias que engrandecen el trabajo: en "Dawn Dance" el flautín de Chris Norman y la percusión de Peter Maund insuflan un elevado espíritu medieval a esta bonita tonada dedicada al solsticio de invierno, "Funky 105" es una animada muestra de música celta adaptada a nuevas tendencias, "Free Rein" es un reel muy rítmico, ideal para directo, con la sonora guitarra de Mike Marshall que suena como un banjo, en un acercamiento a aires bluegrass, y "Independence Trail / Galen's Arrival" comienza con un slide ("una tuna en 12x8 que se confunde a menudo con una jiga", explica Alasdair) continuado por un reel en homenaje al nacimiento de su hijo Galen, que llegó tras un paseo del matrimonio por el Independence Trail, en California. Es sin embargo la gaita irlandesa la que, junto al violín, destaca en el álbum; Eric Rigler consigue extraer notas emocionantes de este instrumento poseedor de un sonido señorial y rotundo, tanto como el viento que sopla en ese paraje de escocia cercano al lago Ness al que referencia ese logrado lamento titulado "Stratherrick". No hay que dejar pasar la dulzura y amor expresados en "Sally mo Ghrad", conmovedor dúo de violín y flauta compuesto para el cumpleaños de su esposa esposa, pero dos son las composiciones estrella del álbum, que aumentan su valoración en muchos puntos: el primero es otro dúo sensacional de título "Common Ground", la simpleza de un alegre piano que conduce suavemente y un violín que deslumbra en una bellísima melodía de las que son recordadas durante mucho tiempo; el segundo, que cierra inmejorablemente el disco, es el tema dedicado a Escocia, "Theme for Scotland", una maravilla que sencillamente deja sin palabras, tanto en esta versión de estudio como en su sobrecogedora interpretación en directo, deudora de más de una lágrima entre el público por la conmovedora y sentida conjunción de violín y gaita irlandesa en recuerdo de la amada Escocia.

Hay un agradecimiento muy especial en el libreto del disco, y es "a las muchas personas amables de España que me infundieron ánimos con sus cartas", espoleados por Ramón Trecet -que también figura en los agradecimientos, no podía ser menos- ante un momento difícil del violinista escocés. Afortunadamente, esos malos momentos fueron superados y Fraser ha seguido alegrando al mundo con su música en contínua evolución, fundiendo lo celta con nuevos ritmos (en este disco se pueden descubrir influencias medievales, rock o bluegrass) e instrumentos (como el cello, en sus discos con Natalie Haas) hasta completar una interesante y poderosa discografía de la que "Dawn Dance" es un ejemplo destacado.

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5.9.09

IRA STEIN AND RUSSEL WALDER:
"Transit"


En ese entramado de grandiosos instrumentistas que constituía el sello Windham Hill, uno de los primeros dúos en grabar sus composiciones fue el constituido por el pianista de Los Angeles Ira Stein y el oboísta de Illinois Russel Walder, que formaban un conjunto ágil, melódico e imaginativo. Stein y Walder se conocieron en 1981 en un instituto de perfeccionamiento musical, y enseguida congeniaron, tanto en su forma de entender la música (ambos admiraban al grupo Oregon, en especial a otros pianista -Ralph Towner- y oboísta -Paul McCandless-) como en la sonoridad de sus respectivos instrumentos. En "Transit", un memorable trabajo a reivindicar entre el catálogo de Windham Hill, la melodiosidad del piano y el especial bucolismo del oboe son, en conjunción, un remanso de dulzura, en el que poco importa que el diseño de portada sea bastante mediocre o que la calidad del sonido esté acorde con las pobres características técnicas que pudieron darse hace más de veinte años.

"Transit" supone una estupenda evolución respecto a un flojo y excesivamente jazzístico "Elements" -publicado también por Windham Hill cuatro años antes-, para el que Will Ackerman no congenió con los artistas en la labor de producción. Sin embargo las ventas llegaron, por su claro virtuosismo o por la fidelidad de marca por parte del público, así que en 1986 se apostó por un nuevo disco del dúo, pero eso sí, con importantes acompañamientos de gente de la casa que siempre marcan la diferencia, como Mark Isham o Michael Manring. El salto cualitativo se notó además en la composición, con un puñado de grandes canciones plenas de lirismo y enfocadas a un público adulto que buscaban lo que el pop y el rock no sabían darle, relax en un contexto de enorme calidad, belleza impagable no exenta de una cierta espiritualidad. El resultado final es en general alegre y armonioso, sorprendente y posiblemente innovador, en una correcta producción a cargo de Dawn Atkinson. La de Stein y Walder es música instrumental melódica con influencias jazzísticas, folclóricas y de cámara (por la condición típicamente orquestal del oboe), pero una grata sorpresa constituye constatar que Ira Stein no se limita al piano sino que abre el abanico de los teclados por medio del sintetizador, que con el rítmico acompañamiento del oboe y una original programación de Mark Isham logra crear en la pieza de inicio, "The underground", una atmósfera hipnótica y embriagadora, encontrándonos con una más que cordial y destacada bienvenida -a la que parece recurrir la posterior "Lost time"- que, como el siguiente tema, "Engravings", puede quedar en un segundo plano por la calidad extrema de los dos pilares del álbum. Un componente romántico acompaña en general al trabajo, especialmente en ciertas melodías de Ira Stein como la serena "Engravings" (el corte antes mencionado, delicioso, celestial, muy del estilo de Windham Hill) y la sensible y relajante "Marseille", una fusión casi física entre piano y oboe que demuestra el nivel de entendimiento entre estos dos grandes intérpretes. Ambas contrastan con "Foreign correspondence", un tema con algo de jazz y world music cantado por Russel Walder, que cuenta con un selecto coro: Bruce Hornsby (compositor norteamericano que acababa de sorprender con su gran éxito "The way it is"), Gunnar Madsen, Matthew Stull (ambos miembros fundadores del grupo a-capella The Bobs) y Russell Clark. Es Walder el que consigue las dos mayores cotas de calidad de la grabación en dos melodías suyas que ya se han convertido en clásicos de Windham Hill: "Transit" es una genial composición con especial protagonismo del oboe, una batería que apenas suena en el resto del disco, y la especialísima colaboración de un bajista de excepción como Michael Manring, que por momentos deja admirar su dominio del bajo sin trastes aunque la calidad de la grabación no le haga justicia; "The calling" es otra soberbia muestra de madurez, de preciosa melodía y elaborado conjunto, un referente de estos dos artistas en numerosas compilaciones. No faltan, para concluir un completo y entretenido trabajo, un par de temas de lucimiento personal de estos virtuosos, "Suite for Dominique" a la soledad del piano, y "Circe", sonoridades que oscilan entre lo pseudoreligioso y el minimalismo de Wim Mertens, en diálogo de oboe y corno inglés -el segundo instrumento de Russel Walder-.

La extrema benevolencia de "Elements" encontró, pasados cuatro años, un camimo más esplendoroso en "Transit", ya con piezas importantes (muy importantes, de hecho) como "The calling" o "Transit", que junto a otras atmósferas y melodías sugerentes hacen de esta una obra completísima, uno de los clásicos tapados de Windham Hill. "Transit" fue el último disco de Ira Stein y Russel Walder para Windham Hill, fichando acto seguido por la gran competidora, Narada; la forma en que Stein contaba las razones de este importante cambio da que pensar sobre lo que parece y lo que es en el negocio de la música, que ante todo no puede dejar de ser eso, negocio: "Íbamos a hacer otro disco para Windham Hill pero el proceso fue muy complicado, demasiada burocracia (...) todo el mundo tiene poder decisorio, Will Ackerman, Dawn Atkinson, Anne Robinson... es imposible que todos se pongan de acuerdo (...) A la vez nuestro productor llevó el disco nuevo a Narada y les encantó". Sin embargo, tras un único trabajo en Narada (concretamente en su filial, Sona Gaia), "Under the eye" -que a pesar de contener su otro gran éxito "The well", no prolonga la emoción a tan alto nivel-, el grupo se rompió, quedándose Ira Stein en solitario con el contrato en la nueva compañía. Aunque sólo les contemplan tres discos, Stein y Walder formaron un conjunto elegante, tan alejado de los convencionalismos como cercano y entrañable por la pasión del piano y el calor del oboe. Las bellísimas "Transit", "The calling" o "The well" dan fe de ello.