28.9.21

WILLIAM ELLWOOD:
"Openings"

Narada Productions fue desde su creación en 1983 más que una compañía discográfica, fue un espacio único para la conocida desde pocos años antes como música new age, un nombre desde entonces asociado sin remedio a esos sonidos instrumentales, tanto acústicos como electrónicos, que unieron fuerzas en dicho sello para contentar a un numeroso público en todo el mundo civilizado, personas de todo tipo que huían de la oferta convencional para buscar con ansia la sensibilidad, la elegancia, la melodía agradable, la magia de lo natural en piano, guitarra o vientos, y que conectaban desde muy dentro con las composiciones de músicos que se hicieron muy conocidos, aquellos David Lanz, Michael Jones, Peter Buffett o David Arkenstone, pero también de otros artistas menos relevantes como Gabriel Lee, Nancy Rumbel, Eric Tingstad, Spencer Brewer o William Ellwood. 

Tras la desaparición del guitarrista Gabriel Lee del catálogo de la compañía, se necesitaba urgentemente otro intérprete de las seis cuerdas que llenara ese importante hueco y diera relevo en sus lanzamientos a los pianos de Michael Jones y del exitoso David Lanz. Así llegó en 1986, como referencia número 10 de Narada, el primer trabajo de William Ellwood, "Openings", anticipo de una serie de nombres nuevos reclutados por el sello de Milwaukee para ampliar su catálogo. La esencia folclórica de este eficaz artista originario de Hamilton (Canadá) destaca sobre cualquier otra influencia en cada composición de este cuidado trabajo. En él se destila amor por la música y particularmente pasión por la guitarra, instrumento que puede tener multitud de roles en la música moderna y que puede poseer mucha vida fuera del campo clásico o de su vertiente más conocida en el pop y el rock. Desde el comienzo del disco (la gozosa "Eternal holly", todo un descubrimiento repentino) se adivina una delicia a la guitarra, pero muy distinta a la sobriedad estilística del anterior guitarrista que había publicado dos discos en Narada, Gabriel Lee. Ellwood se decanta por la melodía, con acertados tratamientos armónicos en los que no huye de lo barroco, pero esa antigüedad permite deslizar un curioso tono folclórico que fortalece un conjunto que por momentos (la espléndida "Spirit jazz", por ejemplo, o otra especialmente destacada en el conjunto del álbum, "Lunar return") parece acercarse al de guitarristas de Windham Hill como los ya consagrados a estas alturas William Ackerman o Alex de Grassi, aunque tal vez puede tratarse de un efecto derivado de la competencia que se vivía en aquellos momentos. Emociona la gallardía de "Winter waltz", el desarrollo épico de "Sea shanty" o la intensidad romántica de "Brittany" o "High park" en un conjunto sin altibajos, que se cierra tan acertadamente como empezó, con otro delicado regalo para el oyente titulado "Saluki". En cuanto a su carácter instrumental, William lo aclara así: "Para mí, la música es su propia voz. Nunca quise vincular la música a una historia personal en forma de letras". Este emocionante trabajo en cuya bella portada (fotografía de William Neill encuadrada en el típico diseño de John Morey y Barbara Richardson) se remarca 'solo guitar', fue grabado en abril de 1986 en el Studio 306 de Toronto (Canadá) bajo la producción del propio William Ellwood, que interpreta guitarras construidas a mano por el luthier David Wren, sin más acompañamiento, otros instrumentos que sí que llegarán suavemente en sus futuras entregas, entre las que destacan la más conocida en 1987, "Renaissance", "Vista" en 1989 y un "Touchstone" en 1993 cuyo tema homónimo pobló varios recopilatorios de Narada. 

Reflejos de una época gratamente recordada, los arreglos del muy placentero "Openings" son tratamientos deliciosamente ochenteros pero intemporales en definitiva, motivos sencillos que optan por un lenguaje musical muy particular y característico, que encontró fácil cabida en Narada como otra más de sus arriesgadas apuestas por lo instrumental, esas que originaron un nuevo camino de pasión por lo acústico, lo sutilmente electrónico y sus convenientes fusiones. "Eternal holly", "Spirit jazz", "Lunar return", "Brittany" o "Saluki" son algunas de las composiciones destacadas en este trabajo compuesto y producido por este poco conocido guitarrista canadiense, que en 1997 contó con una curiosa reedición en el sello Hallmark Music con cambio de título ("Music for a stress-free day") y de orden de las canciones. Los interesados han de estar atentos a sus andanzas en los cauces oficiales, ya que bien entrado el nuevo siglo ha vuelto a sorprender con exquisitas nuevas composiciones, por ejemplo con el álbum "Transit of Mars".







17.9.21

ASHRA:
"New age on Earth"

Manuel Göttsching y el bajista Hartmut Enke habían tocado juntos desde los 15 años de ambos, y en su progresión formaron The Steeple Chase Bluesband, antecedente de los definitivos Ash Ra Tempel. Al abandonar Enke este próspero grupo a mediados de los 70, Göttsching optó por cambiar el nombre a Ashra, y modificar la formación a Lutz Ulbrich (guitarra, teclados), Harald Grosskopf (percusión) y el propio Göttsching interpretando sintetizadores y más guitarras. En un paso previo, sin embargo, decidió ocuparse él mismo de todo el trabajo para álbum "New age on Earth", que vio la luz en 1976 por medio de Isadora Records, aún con el apelativo, en esa primera edición, de Ash Ra Tempel. Detalle importante fue la colaboración en este trabajo de Michael Hoenig, el ex-miembro de Tangerine Dream que había montado su propio estudio, llamado Aura Studio, y que realizó las mezclas finales de "New age on Earth", además de haberse embarcado con Göttsching en una posterior gira de presentación del disco por Francia que al final, y tras varias semanas de ensayos, fue lamentablemente cancelada, aunque ambos artistas aprovecharon para grabar, en esas sesiones, el sugestivo álbum "Early Water", que fue publicado bastantes años después, en 1995.

En una segunda edición publicada en 1977, "New age on Earth" fue el primer lanzamiento de Ashra (ya con ese nombre) en Virgin Records, la por entonces audaz compañía británica que tenía en sus filas a Mike Oldfield o Tangerine Dream. No hay que equivocarse con el título, la posteriormente popular música new age aún eran devaneos a los que Göttsching no acudía, intentando más bien expresar en este plástico sus ideas ambientales basadas especialmente en los teclados, sin mirar hacia filosofías alternativas sino explorando nuevos caminos. Grabado en el Studio Roma berlinés de Manuel, "New age on Earth" presenta cuatro composiciones en sus algo menos de 50 minutos: "Sunrain" es un comienzo efervescente, de rítmica cadencia repetitiva tomando buena nota de las directrices propuestas en "Inventions for electric guitar", prometiendo al oyente una fantasía cósmica de ensoñador ímpetu. Los siete minutos de la pieza no se hacen largos, en absoluto, y tanto las texturas de guitarra (Gibson SG) como los teclados (ARP Odyssey, Farfisa Syntorchestra, EMS Synthi A y EKO Computerhythm) son interpretados en todo el álbum por Göttsching, auténtico protagonista de una aventura que en su primera portada (la del sello francés Isadora) presentaba un diseño de Peter Butschkow, sustituida en la de Virgin por una del famoso estudio Cooke Key (Brian Cooke y Trevor Key), habituales del sello de Richard Branson desde el "Tubular bells" de Mike Oldfield. Más cósmico y relajante, teclados que vienen y van como un oleaje entre un burbujeo meditativo (en la onda de lo que unos años después hará Kitaro, admirador de Klaus Schulze pero a buen seguro oyente también de Ashra y Gottsching), es "Ocean of tenderness", tema largo y bien construido aunque, incluso en tan primordial etapa, suena a ya escuchado en la escuela berlinesa. Para desmarcarse, la guitarra dibuja en su parte final tímidas y confortantes florituras, que algunos ven cercanas a las de Mike Oldfield. Cerrando la cara A en el vinilo, "Deep distance" se sitúa melodiosa a medio camino entre las dos anteriores composiciones, una secuencia contenida y un teclado dulce se alían en una suerte de encantamiento danzarín, ampliado hasta la veintena de minutos (aquí solo son cinco) en el volumen 2 de las 'Private tapes' que el músico alemán publicó en 1996. La cara B del plástico estaba ocupada por un único corte de 22 minutos, algo absolutamente normal en aquella época, asombroso para las nuevas generaciones. Sin ser un hito en su discografía, esta suite titulada "Nightdust" deja buen sabor de boca, se abre cósmica, relajante, abrazando por igual a la ambientalidad espacial como a la electrónica un tanto oscura, recordando éxitos de Schulze como "Timewind". Así, lo amable de la cadencia se va tornando poco a poco en taimado, notas graves que exploran un espacio sonoro de apariencia apocalíptica. Aparece entonces el secuenciador para inducir otro clímax perturbador, mágico, tempestad tras la que, para concluir el disco, aparece una calma un tanto turbadora, psicodélica (con ecos de Pink Floyd), de teclados, efectos y guitarra, instrumento que vuelve a sonar autentico y poderoso en manos del teutón. Las tres piezas cortas del álbum formaron parte, en 1996, de la recopilación que Virgin publicó con el título de la primera de ellas: "Sunrain (The Virgin years)". 

Calificado como uno de los 25 álbumes ambientales más influyentes, "New age on Earth" es más atrayente como conjunto y como culminación de un concepto musical, que destacable por algunas de sus composiciones, aunque estas son evolucionadas y presentan melodías y ambientes de cierta belleza, que van ganando fuerza con las escuchas. Tal vez se echen de menos guitarras más contundentes -como las del grandísimo "Inventions for electric guitar"-, o acercamientos a un rock o psicodelia que condujeran al trabajo hacia una ligera comercialidad, pero se pueden disfrutar perfectamente en cualquier momento sus pequeños contrastes y atmósferas espaciales, devaneos cálidos y sensuales en contraposición a otras maquinalidades de la época, logrando un sonido limpio y auténtico, otro buen disco en el camino de un Manuel Göttsching que destacaba en la escena electrónica alemana, ese movimiento conocido popularmente como krautrock que asombraba al mundo entero y llegó a influir a futuros artistas electrónicos.

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3.9.21

NICHOLAS GUNN:
"The sacred fire"

La evocación del sonido de la flauta ha sido siempre bien aprovechada por una serie de artistas de música instrumental que, asociados a la new age, al rock sinfónico, a la música para televisión o documentales, o incluso a la vanguardia, han llegado a alcanzar una gama de sonidos en varias direcciones (tanto de una manera avanzada como hacia la tradición más pura) que han engrandecido el uso de este glorioso instrumento en sus trabajos. Sencillamente, la flauta y los vientos de sonido dulce son un adorno excepcional, no cansan fácilmente si se utilizan con mesura, y su uso e influencia en el mundillo de las nuevas músicas de los 90 parecía no tener fin, aunque casi siempre por detrás de los grandes, piano y guitarra. Por supuesto, no faltaron los que los utilizaron como instrumento principal en su carrera: Nicholas Gunn es uno de esos intérpretes que supo aprovechar su uso en un fenomenal comienzo de sus pasos en solitario cuando, habiendo alcanzado un estado de forma notable de interpretación, fichó por Real Music para publicar "Afternoon in Sedona". El ritmo, la melodía y el ambiente desértico se conjugaban en un estupendo trabajo, que tuvo su continuación en "The sacred fire", la obra que marcó el despegue definitivo del nombre de Nicholas Gunn a nivel mundial.

Nicholas Gunn publicó cinco trabajos en Real Music, el sello de ese gran personaje de la más pura música new age que es el inglés Terence Yallop, golfista en su juventud, pionero de la alimentación natural y de la espiritualidad, promotor de conciertos y creador de la compañía que ayudó a despegar a Nicholas, aunque tuvo que ser el sorpresivo éxito de la primera edición, autoproducida, de "Afternoon in Sedona", lo que condujera definitivamente al flautista al sello de Sausalito (California). Su segundo disco, publicado en 1994, fue "The sacred fire", su mejor aportación a Real Music, un trabajo bellísimo que da el salto del buen gusto a la excelencia y que, con el marchamo de lo auténtico y de lo ligado a las raíces de la Madre Tierra, no dejará indiferente al buscador de la melodía epatante y del ambiente natural. Nacido en el Reino Unido, donde estudió en la prestigiosa Royal Academy of Music, Gunn encontró el éxito en los Estados Unidos en lo que él define como una progresión natural que le llevó a interesarse por una música instrumental melódica de carácter relajante que posteriormente evolucionó, pero no encontró los caminos del jazz o del clasicismo, sino del pop o incluso de la música dance. Fue sin embargo con un estilo new age muy asociado a la world music con el que se ganó un nombre entre los aficionados, gracias especialmente a su dominio de la flauta, aunque Nicholas es un multiartista que produce sus trabajos y también interpreta en ellos piano, sintetizadores y muchas de las sugerentes percusiones que en estos primeros discos eran de un marcado carácter tribal, asociadas al desértico oeste estadounidense. El tramo inicial de "The sacred fire" es notable, fabuloso, comenzando con la sutileza y maestría folclórica de la deslumbrante "Earth story", la pieza más célebre del plástico y posiblemente la más conocida en la historia de este músico. El guitarrista acústico Zavier le acompaña en ese pequeño hit y en otras de las composiciones, como la maravillosa "Painted desert", rebosante de alegría melancólica, o acompañando a las impresiones naturales de "Tale of two lovers", de gran belleza y melodiosidad. "Equinox" parece un homenaje a los recuerdos escondidos de la infancia, a la felicidad de esas vivencias despreocupadas, cuando no se piensa que algún día las responsabilidades propias de la edad van a romper esa magia que Nicholas sabe transmitir en sus notas, en esta ocasión, como en "I still remember" (romántica, azucarada pero sin llegar a empalagar) o "Ruby forest" (nueva pieza melódica y sugerente) con su propia instrumentación en solitario. "Odessa" es otro asomo al folclore, rítmico y con la voz de Cassandra Sheard, pero Gunn acierta más con ese estilo en la propia "The sacred fire", pieza interior inaugurada por vientos indígenas y con el cántico del propio Nicholas, otra muestra de delicadeza en la que el violonchelo de la intérprete clásica Sachi McHenry aporta un enorme sentimiento. Otra pieza fabulosa en un trabajo que desborda emoción. La inspiración parece no terminar en el tramo medio del álbum, pues acto seguido llega "A place in my heart", dominada por una fuerte percusión y acompañada también por la guitarra del poco conocido Zavier, que repite en la titulada "Baile para la luna" (en español), nueva fiesta folclórica que parece acercar su vertiente norteamericana a un sonido más latino, incluso mediterráneo, efectivo aunque no especialmente original. También se desliza un guiño al castellano en el recitado de Michelle Wilkie en el siguiente corte, "She walks in beauty", cuyo fuerte ritmo no le resta un cierto carácter relajante. Viola, chelo y oboe ilustran otra pieza romántica, "Midnight hour", accediendo a un tramo final en el que tal vez el disco empieza a hacerse un poco largo, con los nuevos asomos indígenas de "Waking hour" y "From heaven to earth" -con el violín de Karen Briggs, conocida por acompañar a Yanni en sus discos y conciertos-, y un ritual para acabar (textualmente, "Ritual"), ritmo elevado -percusión de Auzzie L. Sheard III- con ambiente y voz femenina de fondo -Claudia McCance-. Las cualidades folclóricas de la flauta no son en absoluto descuidadas, como en su álbum debut, aunque Nicholas se asoma en "The sacred fire" a otras vertientes, en gran medida gracias al aporte de las cuerdas, que desvelan un espíritu inquieto. El conjunto es, por lo tanto, variado y entretenido, y es un símbolo, según su autor, de "fuerza, romance, poder y sensualidad, un fiel reflejo de la vida".

Natural Wonders y Nature Company fueron exitosas cadenas estadounidenses de tiendas de regalos y productos relacionados con la naturaleza, que merced a su constante hilo musical, obtenían también importantes ventas de música new age. Nicholas Gunn fue uno de los artistas que se beneficiaron de esta circunstancia, consiguiendo alcanzar con "The sacred fire" el top 10 en las listas de new age del prestigioso Billboard. A partir de aquí, y apartando en cierto modo esos prometedores inicios, Nicholas Gunn empezó a sonar demasiado igual, un tanto complaciente con su publico y con un estilo de música que necesitaba evolucionar, por lo que, antes de diluirse definitivamente, este flautista que aun sigue publicando discos de su música pacífica y relajante, encontró su evolución en la música electrónica (con el apodo de Limelght) y en la creación de canciones con vocalista, fuera de la instrumentalidad que le caracterizaba como superventas de la cotizada música new age a principios de los 90.

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