20.11.18

STEPHAN MICUS:
"Wings over water"

La de Manfred Eicher es una historia parecida a la de Richard Branson con Virgin Records o a la de Wesley Van Linda y John Morey con Narada Productions, ya que unos años antes de fundar ECM Records, Eicher había comenzado un negocio de venta por correo de discos de jazz, llamado Jazz by Post (JAPO). Al contrario que los ejemplos anteriores, este avispado hombre de negocios se convirtió también en productor de muchas de las referencias de su compañía, gracias a sus conocimientos musicales como bajista. A la par que ECM, JAPO también actuó como sello de jazz hasta los 80, y en sus filas tuvo acogida uno de los músicos más universales que podemos conocer, un Stephan Micus que conoció a Eicher en 1975 en Nueva York, aunque no fue hasta un año después cuando decidió publicarle "Implosions", tras una efímera relación con Caroline Records (filial de Virgin) que dio origen a "Archaic concerts". "Implosions" y "Till the end of time" fueron los dos primeros trabajos de Micus en JAPO Records, y estaban producidos por Manfred Eicher, si bien a partir de entonces la labor de producción iba a correr a cargo del propio Stephan. Tras la publicación de "Koan" iba a llegar una de sus primeras muestras de genialidad, una hermosa obra titulada "Wings over water", revelada al mundo en 1982.

Alemán de nacimiento, Stephan iba a convertirse con el tiempo en un ciudadano del mundo. Afincado durante las vacaciones con sus padres en Ibiza, se manifestó desde muy joven como un contumaz viajero, pero antes de conocer a fondo varios países, pisar cada continente y enamorarse especialmente de oriente, viajó a Granada a los catorce años para estudiar guitarra flamenca, un estilo que, decía, "es ya una mezcla de música árabe, africana y europea". Al poco tiempo, con el dinero que ganó trapicheando con productos hechos a mano en Marruecos que vendía en Ibiza, viajó a la India para aprender sitar durante tres años. Era evidente la inquietud del muchacho, que no se quedó sólo en las cuerdas, adoptando más bien la capacidad de tocar con desparpajo un completo universo de instrumentos de muchos otros países que visitaba. Micus siempre sorprende y encandila con ese arsenal de instrumentos del mundo y una música que, bebiendo en cierta cantidad de las impresiones que sus viajes por el globo le han transmitido, es absolutamente personal y tiene vida propia. Se puede decir que este veterano artista es un investigador musical, un etnomusicólogo que, en 1982 ya poseía algo de ese aspecto de ermitaño, de viajero errante en busca de raíces musicales. En "Wings ove water", Micus encontraba chispas de vida en maderas, cuerdas y barro cocido, ya que la percusión del álbum está ejecutada con macetas. Cada instrumento tiene su momento y su protagonismo. Juntos, enarbolan un canto admirable. Como muchos otros de sus trabajos en esta época, los cortes de "Wings over water" no presentan títulos sino su numeración (de la parte 1 a la parte 6), pues el artista entiende los discos como una entidad. Así, "Part 1" presenta un continuo y espiritual clímax, sumamente elegante y atractivo, que inspira una paz humilde y sincera, un objetivo conseguido por medio de un gran calor e intensidad en la interpretación de la elevadora melodía de ney (flauta oriental hecha de caña) sobre un repetitivo y pasional fondo de guitarra acústica, dos instrumentos con los que se basta para deleitar. Una gran pieza, posiblemente de las diez mejores en la discografía del alemán. "Part 2" es una interesante salmodia con el toque exacto de ritmo, muy intimista y natural; es precisamente una percusión mas abierta y primitiva la que nos recibe y llena la pieza, que tiene a la voz como meditativo acompañante, dos elementos opuestos (lo rítmico de las macetas y lo espiritual de la voz) que Stephan logra conjuntar, añadiendo además un poco audible sarangui (primitivo violín indio). Las seis cuerdas se alzan hermosas como protagonistas de la mágica "Part 3", 13 minutos que pasan como un suspiro, en los que Micus se reivindica como el poeta de la naturaleza por antonomasia. La guitarra española, auténtica, serenísima, brota del interior del artista derrochando amor y humildad, dos cualidades que le acompañan en su periplo por el mundo; conforme avanza la pieza, de corte clásico y carácter meditativo, te envuelve poco a poco, va cobrando vigor sin perder la honestidad, para retornar a la calma interior en los minutos finales. "Part 4" es sencillisima y relajante, casi ínfimo corte de flauta -ney de nuevo- de estilo ceremonial, que parece comunicarse con el propio viento. "Part 5" es una construcción algo inconsistente pero dinámica, una pieza muy terrenal en la que el protagonismo viene marcado al comienzo por la batiente percusión de atisbos primitivos, y enseguida por el ney, que va tomando posesión del espacio, explayándose, para coactuar ambas en un final fragoroso. Por último, en "Part 6" hay una gran interpretación de guitarra española, con pasión andaluza, en un tono clásico sin dejar de lado la parte enraizada en la tierra, enredándose en un baile de cítara con ecos mediterráneos, para consumirse junto a una relajante flauta, que esta vez es un suling (flauta indonesia de bambú). La clave de este trabajo es la conexión natural y espiritual, el sentimiento impregnado en cada corte y la viveza de los utensilios musicales utilizados, es fácil entrar en una suerte de trance conforme avanzan los desarrollos de varias de las piezas del disco (el magnético fondo de cuerdas de la primera parte, la voz elevadora de la segunda sobre el ritmo percusivo in crescendo, la profunda guitarra de la tercera o la mencionada pasión de la sexta).

"Wings over water" es un trabajo intenso, sin titubeos, con un delicioso trasfondo esotérico (se respira especialmente en el primer corte), una instrumentación estudiada, profunda pero no pomposa, y una serenidad inmutable, que acompaña especialmente las notas de las inspiradas guitarras (acústica o española) en una búsqueda espiritual, relajante, con la ayuda de las flautas (ney y suling), percusiones (macetas), sarangui, cítara y voz. Stephan Micus ejecuta bellos y serenos pasajes de lo que podríamos llamar pomposamente 'música transfolclórica contemporánea', el sonido de las cuerdas es de todas partes en general y de ninguna en particular, conformando la poética y particular visión del alemán de la música del mundo. Flotando, en su mundo propio, alejado de endiosamientos y de los dictados de la fama, Stephan es de los que aprenden y nos hacen aprender en cada paso dado, él no pretende ser más que cada instrumento, que cada nota que desprende de sus entrañas, sino que siempre son las maderas, los metales, las cuerdas o las voces los elementos importantes en las grabaciones, de ahí su glorioso anonimato, que le permite ser admirado y respetado por una minoría encantada que reconoce su marchamo, su marca de agua, en cada nueva armonía, por ejemplo en las seis espléndidas composiciones de estas 'Alas sobre el agua'.

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5.11.18

KITARO:
"Tunhuang"

La Ruta de la Seda no era una ruta real, sino el romántico nombre que el geógrafo y geólogo alemán Ferdinand Freiherr von Richthofen, otorgó en el siglo XIX (en 1877 exactamente) a una serie de caminos mongoles para los comerciantes que transitaban entre Asia y Europa. Por esta ruta, activa desde el siglo I antes de Cristo, no sólo se movió el comercio sino también el conocimiento y las culturas de los pueblos implicados. Dos televisiones unieron sus esfuerzos en 1980 para realizar un íntegro y digno documental sobre esta ruta, la japonesa NHK y la china CCTV, con el resultado de doce capítulos, que fueron completados por una segunda parte de dieciocho capítulos más en 1983 (la primera parte fue rodada en territorio chino y la segunda fuera de China). Tal esfuerzo merecía una música a la altura de las imágenes, y Kitaro no decepcionó en absoluto, más bien se fusionó totalmente con la historia y creó una obra maestra de la música para televisión (fue premiada en Japón con el premio Galaxy) y de la música instrumental en general, un gran número de composiciones que han sido recogidas en cuatro excepcionales volúmenes, de los cuales el primero es el más representativo. No desmerecen sin embargo los demás, con temas tan importantes en la obra de Kitaro como "Caravansary" (en el cuarto, "India" -también conocido como "Ten-Jiku"-) o "Silver moon" (en el segundo, aunque se trate sencilamente del tema principal de la serie con un tratamiento más lento), y varios de una inspirada tercera parte, que se puede adquirir bajo el título "Sik road III", "Tonko" o el más común, "Tunhuang". 

La ciudad china de Dunhuang (especialmente conocida por las Cuevas de Mogao) fue importante en la antigua Ruta de la Seda, y da nombre a este álbum publicado en 1981 -un año después que las dos primeros entregas- por Canyon Records, con la distribución fuera de Japón, según los países, de Polydor, Gramavision o Kuckuck, que además optó por un cambio radical de portada (una pintura china sobre seda del siglo XVI), en vez de la preciosa ilustración de Shusei Nagaoka (que en los 70 y 80 trabajó con grupos como Earth, Wind and Fire, Deep Purple o la ELO, y que con Kitaro ya había colaborado en "Oasis"). Domo Records lo reeditó digitalmente en 1996. "Tunhuang" es un trabajo muy natural, que comienza con trinos de pájaros en "Lord of the wind", los silbantes teclados parecen emanar de la propia tierra como géiseres infinitos, un efecto natural de colosal atmósfera ascendente con el que Kitaro presenta en este nuevo viaje por la Ruta de la Seda sus colosales credenciales, las de un músico célebre, consumado, y en un estado de forma apoteósico. Su estilo, en discos como éste, ha sido denominado como pictórico, pues si cerramos los ojos parece recrear los paisajes de aquellos milenarios caminos de comerciantes. Con "Fata Morgana" aparece el primer gran momento del disco, un fondo melódico cíclico y burbujeante, un ambiente majestuoso al que teclados aflautados le aportan un mágico y elevador encanto, un encantamiento realmente, hechizo que se mantiene durante todo el álbum, del que "Sacred journey I" es otro claro ejemplo de calma, bondad y dulzura, con un fondo de imágenes paradisíacas; los matices de celestiales teclados de este tema (también conocido como "Pilgrimage" en algunas edicines del álbum) son otro clásico de este compositor, paisajes exóticos que también reclaman movimiento. De este modo, en "Lord of the sand" entra en escena el ritmo, por medio de unos contundentes tambores; sones orientales de sitar otorgan un aspecto viajero a este planeador vuelo tan grato y absolutamente mágico como enérgico, uno de los puntos álgidos de este gran trabajo. "Tunhuang" es calmada y melódica, de una energía espiritual culminada por un oleaje sintético, mientras que "Free flight" es más relajante incluso, por su tonada creciente en cámara lenta. En el futuro recopilatorio "Ten Years", esta pieza será ligeramente recreada (y recortado su títuo a "Flight") para lograr una mayor contundencia. "Mandala" presenta un fondo burbujeante con arremetidas de silbantes teclados característicos del nipón, un clímax celestial plagado de sonidos casi cósmicos que sin embargo casan perfectamente con las imágenes de la ruta de la seda. "Tao" se mantiene en el tono general, Kitaro no se deja llevar por estridencias ni cambios de registro, pero sabe mantener su impronta a lo largo de los muchos volúmenes de la banda sonora sin perder calidad ni interés. Para culminar esta tercera entrega, la segunda parte de 'Sacred journey' (o también "Pilgrimage II") mantiene su preciosista melodía, pero terrenalizando la sideralidad de la primera, logrando un impresionante clímax de asombrosa conjunción entre lo mundano y lo celestial; la entrada de la batería y un arranque de épica ayudan a conformar un final verdaderamente espectacular en este completísimo trabajo, con su continuo despliegue de efectos, viajes astrales, ambientes nebulosos y melodías elevadoras, que encandilan y atrapan en su dulce encanto. Con él y su espíritu cósmico, viajamos a otros mundos que, como dijo Paul Eduard, están en este, dada la presencia de un componente terrenal en sus ambientes, con sus modulaciones y timbres de difícil ubicación, entre cuerdas y vientos. Producido de nuevo por Taka Nanri, Kitaro emplea en este disco él mismo numerosos instrumentos: sintetizadores Roland, Prophet y Moog, guitarra acústia, sitar, santur (instrumento de cuerda percutida), tabla, percusiones, mellotron, arpa irlandesa, violín, campanas y quena (flauta de caña), dejando un breve espacio al violín de Yasuo Kojima.

Como los maneki-nekos, esas figuritas que mueven sus manos sin cesar arriba y abajo en restaurantes y tiendas orientales, parece que esta pequeña maravilla nos dé la bienvenida invitándonos a entrar en una cultura distinta pero hospitalaria y muy agradable en todas sus manifestaciones vitales, entre ellas una música que puede alcanzar cotas extraordinarias de lirismo y pacífica belleza. Fondos etéreos, espumosos y campanilleantes inundan esta banda sonora, de una esencia natural tan profunda como su acabado cósmico, como ya sucediera en anteriores entregas de la saga 'Silk road' y, en definitiva, en casi toda la discografía de este músico maravilloso, exótico y esencial que se llama Kitaro, y que busca en su música la sencillez, más allá de su grandilocuencia se respira en su obra una extraordinaria concordia con los elementos, que puede beneficiar al oyente: "Yo pretendo crear música que alivie esa guerra que muchos tienen en su interior". Aún más, es comúnmente aceptado que existen sonidos sanadores, vibraciones de armónicos cuya energía sónica puede ejercer en ciertas situaciones una milagrosa influencia sobre ciertas dolencias físicas, paliando el dolor, facilitando la mejoría o ayudando, incluso, a la curación. No es Kitaro un musicoterapeuta ni un curandero, evidentemente, pero sus atmósferas planeadoras parecen en ocasiones tener ciertos efectos balsámicos en el espíritu, por lo tupido y sedoso, pero a la par enérgico y vital, de sus vuelos.

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