30.6.11

LOREENA McKENNITT:
"Parallel dreams"

Muchos músicos, cansados de las contínuas negativas de las compañías de discos, reticentes a publicar según qué estilos musicales, o simplemente creyentes de que la autoproducción es el mejor cámino para expresarse sin cortapisas, fundan sus propios sellos discográficos. En cuanto a las nuevas músicas, Essence Records (Chris Spheeris), Seventh Wave (Suzanne Ciani) o Living Music (Paul Winter) son sólo algunos ejemplos de un variado elenco de nombres, entre los que también destaca la canadiense Loreena McKennitt, que fundó Quinlan Road en 1985 para publicar su primer trabajo, "Elemental", demostración de una elegante busqueda en la más pura tradición celta, donde esta arpista (multiinstrumentista, realmente, si bien el arpa fue una especie de icono en esta primera época) pelirroja interpretaba inmortales canciones con sencillos pero efectivos arreglos y la ventaja que en todo momento le otorgaba su maravillosa y característica voz, de sabor añejo y poso profundo, que volvía a destacar dos años después en un compendio de canciones navideñas titulado "To drive the cold winter away". El siguiente paso de una evidente evolución (basada en concienzudos estudios) se iba a publicar en 1987 bajo el poético título de "Parallel dreams".

Excepcional arreglista y poseedora de una gran sensibilidad para crear la música que acompañaba a historias tradicionales o poemas inmortales, Loreena fue consciente de que también tenía que dar el salto en el apartado de las letras de las canciones. El resultado fue más que correcto, fue sencillamente espectacular, la canadiense se comenzó a mostrar como una consumada letrista, gracias en buena medida a su investigación en mitos, leyendas y costumbres de los mundos celtas. En "Parallel dreams" nos encontramos con historias de amor (tan profundas como la de "Annachie Gordon"), reflejos de una época difícil (la pobreza en las calles se puede palpar en "Dicken's Dublin") o anhelos de libertad ("Breaking the silence" es una auténtico himno a favor de los derechos humanos), en ocho composiciones de las cuales solamente dos son instrumentales, y que ahondando en el título de 'sueños paralelos' poseen como nexo común "el ansiado viaje en busca del amor, la libertad y la integración", es decir, la búsqueda de realizar los sueños. "Samain night" es un comienzo placentero, un arrullo que se corresponde con la fiesta celta del 'Samhain', que corresponde con la festividad cristiana del día de Todos los Santos o con el Halloween pagano. "Moon cradle" es una deliciosa nana cuya letra corresponde al único poeta irlandés referido en el trabajo, un Padraic Colum que también fue 'utilizado' en "Elemental", concretamente en la letra de una de sus mejores canciones, "She moved through the fair". Los sueños de los primeros celtas arribados a norteamérica son evocados en "Huron 'Beltane' fire dance" (Beltane era una antigua festividad celta situada el 1 de mayo), instrumental que fusiona alguna supuesta danza del fuego nativa (del pueblo hurón o wyandot) en unión a instrumentos celtas. Aun cuando esta primera parte del disco es mágica y atrayente, comienzan aquí los momentos posiblemente más recordados, cuatro composiciones que se salen de los parámetros normales: "Annachie Gordon" (una calmada historia de amor de origen tradicional que ciertamente nos traslada a otros paisajes y costumbres, convirtiéndose de inmediato en una de las canciones más destacadas del álbum), "Standing stones" (otra tragedia amorosa, algo más rítmica, de letra tradicional y una completísima instrumentación que incluye la única gaita irlandesa que suena en el disco, interpretada por Patrick Hutchinson), "Dicken's Dublin (The palace)" (entrañable y conmovedor corte con letra y música de Loreena, guiada por la voz de un niño que no tiene nada y su sueño es encontrar un hogar -"Tal vez pueda encontrar un lugar que pueda llamar casa / Tal vez pueda encontrar un hogar que pueda llamar mío"-) y "Breaking the silence", posiblemente el momento más rotundo y sentido del trabajo, una pieza magistral dedicada a Amnistía Internacional donde Loreena entrega su alma al estar dedicada a una causa tan meritoria como la lucha por los derechos humanos en cualquier parte del mundo. Su meditativa entrada conduce hacia un éxtasis vocal portador de una llama de esperanza, acunado por una guitarra mediterránea, percusiones, teclados y un suave sonido aflautado que aporta el poso celta. "Ancient pines", compuesto como tema principal del documental canadiense 'Goddess remembered', concluye de bella manera instrumental el álbum, pero la huella que nos deja "Breaking the silence" perdura una vez llegado dicho final, y encumbra a esta elegante autora como una sublime cantautora celta, que da el salto en la composición de manera excepcional (en "Elemental" todas las canciones menos una eran tradicionales, mientras que en "Parallel dreams" todas menos dos son composiciones propias de Loreena).

De nuevo, como en "Elemental", encontramos a Loreena McKennitt y un arpa (majestuosas ambas) en la portada, si bien esta vez con un diseño más elaborado que en su primer disco, demostrativo de la pretendida evolución en el contexto de la autora y su trabajo, que a pesar de todo aún conserva el dulce sabor de lo artesano. Aunque enseguida iba a sustituir los idílicos paisajes irlandeses por itinerarios del resto de los mundos celtas (y del viaje de dicho pueblo por varios continentes), en "Parallel dreams" se sigue sintiendo el fulgor de la tradición más sincera, auténtica alma celta pero además estéticamente irreprochable, bajo la producción de la propia compositora, y con otro enorme paso adelante en la instrumentación, que aunque sigue siendo sencilla y folclórica, se nutre de enormes guitarras (a destacar la primera colaboración de su 'fiel' Brian Hughes), violines (Oliver Schroer), violonchelo (George Koller), mandolina (David Woodhead), además de buenas percusiones (con otro nombre que continuará con ella durante bastante años, Rick Lazar), pequeñas contribuciones de la gaita o la tabla, y los instrumentos propios de la McKennitt: arpa, teclados, texturas sintéticas, ukelín, bodhrán, y por supuesto esa turbadora voz tan especial, que hace de "Parallel dreams" un disco para soñar despiertos.





15.6.11

YAS-KAZ:
"Shinran/Shiroi michi"

Los artistas orientales muestran por lo general en sus trabajos una especial armonía y sensibilidad. Músicos como Kitaro o Himekami han encontrado a través de esa vía (sin desdeñar una poderosa fuerza interior) un enorme éxito en la caótica sociedad occidental. Yasukazu Sato, más conocido como Yas-Kaz, es otro de esos artesanos del sentimiento del sonido, en esta ocasión a través de la percusión. Según él, con su música pretende aliviar las tensiones de la sociedad tecnológica viajando a través de la conciencia, y escuchando sus trabajos hay que admitir que en ocasiones logra crear esa burbuja de aislamiento tan necesaria en determinados momentos. Nacido en 1951 en la prefectura de Miyagi, obtiene el título de percusionista en 1974, y una década después comienza una frenética actividad que le lleva, durante los 80, a publicar disco por año, amén de numerosas representaciones, colaboraciones (con Ryuichi Skamoto o Himekami) y eventos en directo, en solitario, con diversos amigos (japoneses o estadounidenses, como el saxofonista Wayne Shorter) o acompañando a grupos de danza como Sankai-Juku o Gnun Jathi. Es en 1987 cuando el director de cine Rentaro Mikuni le encarga la banda sonora de la película "Path to purity" (El sendero de la pureza), que llegó a ser ese año premio del jurado en Cannes, y en la cual destacaba su onírica partitura.

"Path to purity", que era la historia del monje budista Shinran, se benefició de esta maravillosa música que se comercializó ese mismo año 1987 a través de Pony Canyon, y que contó con una necesaria edición española traducida, de título japonés "Shinran/Shiroi michi", gracias a Lyricon, división de Sonifolk. La entrada del disco es realmente maravillosa, "Mizugiwani furu yuki - Asa no tema" ("Nevando al borde del agua - El tema de Asa") presenta una hermosa melodía melancólica que emana suaves reminiscencias orientales de corte clásico, sin duda la mejor pieza del disco junto al final del mismo, aunque el interior no desmerece en absoluto la fama de este percusionista que demuestra sus extraordinarias dotes en ese arte en animadas composiciones plagadas de tambores y efectos (incluso vocales) como las ceremoniales "Hourai no sakebi" ("El clamor de Hourai") o "Gengong". Sabe sin embargo el artista dejar que otros instrumentos de viento o cuerda cobren su merecido protagonismo. "Gekichu geki" ("Teatro en el teatro") representa un extraordinario momento inquietante de ambiente terrenal reforzado con un misterioso saxo y una percusión discreta pero continua junto a un piano que se asienta en estilos más cercanos al jazz, el mismo del que parece emanar el siguiente corte, "Kieyuku asiato" ("Huellas que desaparecen"), aunque más animado y con fondo electrónico en conjunción con una percusión colorida; el resultado, frenético, llega a asemejarse a alguna sintonía de serie estadounidense de 'prime time'. El instante más folclórico del álbum llega con "Uite sizunde, sizunde uite - Cyouban asobi" ("Flota y se hunde, se hunde y flota"), marcadamente oriental no sólo por un coro de niños cantando en japonés sino por el corto protagonismo del violín eléctrico, del que surge un auténtico lamento. Es sin embargo "Shiroi michi" ("Camino blanco") el momento más majestuoso del final del trabajo, una pieza de ritmo lento y emocionante al violín (instrumento cuya especial sonoridad destaca en el álbum), aunque con diversas entradas y salidas, colofón de un trabajo cuya esencia japonesa aumenta su interés en occidente, y en el que conviven, amén de la percusión de Yas-Kaz y el mencionado violín eléctrico de Masatsugu Shinozaki, piano, sintetizador, saxo, arpa y oboe. La portada del disco, de una evidente y poética belleza nipona, anticipa un mundo de tradiciones y profunda melancolía proveniente del país del sol naciente.

A través de una extraordinaria sensibilidad y capacidad de empatía, Yas-Kaz gusta de inmiscuirse en terrenos ajenos y asimilarlos sintiendo el sonido, incluso hablando con él y buscando sus conexiones con el ser humano o lo que hay dentro de él ("mi ambición es hacer un viaje a través de la conciencia"). Meditativo en general, salvo momentos más turbadores, "Shinran/Shiroi michi" es un trabajo muy sólido, que consigue la comunión con el oyente en varios momentos mágicos. Las fascinantes atmósferas abstractas presentadas en anteriores trabajos se conjugan con las imágenes propuestas por el cineasta Rentaro Mikuni en su premiado drama histórico-religioso "Path to purity", para acabar disfrutando de un resultado exultante, donde poder encontrar la luz dentro de las sombras.