24.11.12

ARVO PÄRT:
"Tabula rasa"

Aunque queramos ser conscientes de que la música clásica no es ni mucho menos una música muerta, el término encierra verdaderamente un doble juego que aparta a muchos compositores del consumidor, en especial del público joven. Y aunque la contemporánea sea más cercana en el tiempo, no lo tiene precisamente más fácil que aquella, siendo la propia calidad intrínseca de los músicos la que marque su éxito. Nombres como Glass, Nyman, Mertens, Bryars, Richter o Jenkins han encontrado un público joven en su acercamiento a músicas del mundo, música para películas o vanguardias de aceptación popular, pero otros como Pärt, Tavener o Górecki han tenido que labrarse el camino acudiendo a sus convicciones religiosas, lo que lejos de perjudicarles, les ha abierto las puertas del cielo en el panorama contemporáneo, del que ya son por méritos propios nombres ilustres bajo la denominación de 'minimalistas sacros'. Algunos críticos afirman sin embargo al respecto del estonio Arvo Pärt que su música no es reflejo de ninguna fe profunda, sólo es religiosa en apariencia, su inspiración es más cultural y estética. Pärt, nacido en 1935 en Paide, cerca de Tallin, es un creador de una música elemental, de moderna espiritualidad (lo que le acerca también a un nuevo público, buscador de alquimias sonoras en la frontera), cuyo mayor reconocimiento popular llegó con "Fratres", composición de 1977 que parece estar inspirada en el amor fraternal de los monjes medievales y comunidades cristianas en general ('hermanos'). Las primeras obras de Arvo Pärt son conocidas como 'obras de sufrimiento', al estar escritas en unas condiciones extremas de control religioso en la antigua Unión Soviética. Por ejemplo, la inclusión en su "Credo" de la frase 'Creo en Jesucristo' fue objeto de la censura estalinista, y tras la composición de un sinnúmero de bandas sonoras y un concienciudo estudio sobre polifonía europea, se instaló en Berlín tras adquirir la nacionalidad austriaca.
 
Pärt busca la hermosura en los juegos con los silencios o con las construcciones sencillas ("he descubierto que es suficiente una sola nota cuando está muy bien tocada"), y de ese interés o necesidad nació a mediados de los 70 el concepto de 'tintinnabula' (o tintineo), una técnica tonal tomada de los armónicos de las campanas, base de sus obras más conocidas. "For Alina" marcó un despertar en su conciencia musical, que encontró la recompensa del reconocimiento pleno por composiciones como las que vienen reunidas en este CD, "Fratres", "Cantus en memoria de Benjamin Britten" y "Tabula rasa". La excelsa compañía ECM lo editó en 1984, si bien se trata de creaciones anteriores a los 80. La extraordinaria humildad de este trabajo reluce desde la propia portada, en la que no es necesario un bello paisaje o un eficaz diseño fotográfico, sino que basta con encuadrar nombre del autor y el título, sin más florituras, la música suena y el oyente juzga, y la opinión suele ser sencillamente excepcional. El comienzo de "Fratres" es un estallido de espiritualidad, y la pieza completa, en sus más de diez minutos, parece evocar la propia eternidad a través de un humilde piano y de fogosas entradillas del violín, que en esta versión cuentan con la esplendorosa interpretación de dos músicos de renombre de ECM: Gidon Kremer y Keith Jarrett. Kremer, violinista letón de extenso repertorio (de Vivaldi a Piazzolla), es parte fundamental en el disco, no sólo por la emocionante interpretación de "Fratres" sino por su implicación en el corte que lo titula, mientras que Jarrett, considerado intérprete de jazz, demuestra su capacidad en este terreno, en el cual ha profundizado en numerosas ocasiones. Una segunda versión de "Fratres" se recoge en el álbum, en esta ocasión para los doce chelistas de la Berlin Philharmonic Orchestra, en una interpretación quejumbrosa, menos agradecida que la anterior, pero igual de firme y deliciosamente austera. "Cantus in memory of Benjamin Britten" es otra intensa, triste y gloriosa composición, un solemne panegírico para orquesta (la de Stuttgart en este caso), firme reflejo de la admiración del músico estonio hacia el inglés, fallecido en 1976 antes de poder llegar a conocerse, un lamento uniforme de una sola melodía que se repite mientras va cayendo hacia la fría tierra. Como se puede leer en el libreto, "Tabula rasa" tuvo mucho de sugerencia de Gidon Kremer (está dedicada y compuesta para él, que la interpretó por primera vez en Estonia en 1977), y en sus 26 minutos, dos violines, piano preparado (a cargo de Alfred Schnittke) y la orquesta de cámara lituana van y vienen en unas pocas melodías simples que interactúan con los silencios en un fervoroso juego minimalista acertado y agradable, por momentos misterioso (su segundo movimiento, "Silentium", adormecido, en el que cada cierto tiempo unas tímidas campanas -el piano preparado- parecen anunciar la llegada de algo inesperado) e incluso hipnótico (la sonoridad del violín en el primer movimiento, "Ludus"). Pärt no experimenta con la música como otros contemporáneos suyos, prefiere construir plegarias dotadas de misticismo, si bien lo que aquí nos encontramos es un trabajo digno de cualquier lugar, credo o condición, de cualidades excepcionales y abierto a cualquier interpretación, en el que es fácil quedar literalmente atrapado, seas oyente de música clásica, amante de la música sacra, devorador de cualquier corriente contenida en las nuevas músicas o, simplemente, melómano.
 
Como suele ser habitual en el mundillo clásico, otras compañías discográficas han grabado estas mismas piezas con importantes intérpretes y directores (EMI, Deutsche Grammophon, Naxos, Telarc), cada una con su propia personalidad, pero hay que acabar ensalzando la categoría de esta primera edición para ECM, el sello de Munich en el que Pärt nos ha legado sus obras desde los 80 dentro de su categoría ECM New Series, que recoge trabajos más clásicos que los del jazz con el que nació la compañía. Apostando por Pärt, ECM fue fundamental en el éxito de un músico que parecía 'fuera de sitio', pero que logró imponer su humilde espiritualidad en un momento de auge electrónico posiblemente cansino. Destacable es el hecho de que, con motivo del 75 aniversario del autor, fuera comercializada una edición especial de "Tabula rasa" que incluía el CD, partituras, fotografías, facsímiles y un extenso libro de tapa dura, una ocasión única para gozar plenamente de un álbum primordial de la música contemporánea, y de un músico de imagen desaliñada cuyas obras están por igual ancladas en un tiempo pasado como sugieren un tiempo futuro.



11.11.12

NEVER BEEN THERE:
"Ambience"

Entre los muchos instrumentos musicales con los que nos deleitan los grandes virtuosos de las nuevas músicas, piano y guitarra son sin duda los más utilizados, tanto en solitario como bien secundados por otras cuerdas, vientos y percusiones de todo tipo y procedencia. Sin embargo el exotismo de ciertos instrumentos menos habituales puede captar nuestra atención en mayor medida, si son utilizados con coherencia y en un entorno instrumental adecuado e inspirado. Rudi Zapf es un alemán que ha basado su producción musical en el dulcimer, un instrumento de cuerda percutida originario de oriente, parecido al salterio, que también hemos podido admirar por ejemplo en determinadas composiciones de Dead Can Dance y de Lisa Gerrard en solitario. Su sonido desprende una especial aura de antigüedad y ha llegado hasta nuestros días de varias maneras en la música folclórica europea (sin ir más lejos, y aparte de la cítara o el címbalo, en Aragón se sigue tocando el chicotén). Zapf, especializado en el conocido como 'hammered dulcimer' (percutido con pequeños martillos sobre una caja de resonancia trapezoidal), e instruido también en el acordeón desde pequeño, desarrolló en Alemania una curiosa carrera en la que, entre otros palos musicales, ahondó en el cabaret. Más allá de ciertas grabaciones de música clásica, en 1986 fundó junto al guitarrista Wolfgang Neumann el grupo Never Been There.
 
Never Been There utilizó ese mismo apelativo para titular su primer disco, un trabajo agradable aunque un tanto vacío, pero eso sí, con un final apoteósico, una composición maravillosa de título "Galapagos" que enganchaba sin remedio y que fue incluida en numerosos recopilatorios, entre ellos el primer volumen de "Música sin fronteras". Para su segundo trabajo, el dúo de Munich se convierte en trío al incorporar en portada el nombre de un Thomas Simmerl que ya colaboró en el primer disco y que, además de colaborar en la composición, ejerce de co-productor junto a Zapf y Neumann. "Ambience", cuya cubierta es un extraño y fantasioso collage sobre viajes exóticos, presenta un desarrollo parecido a "Never Been There", es decir, influencias folclóricas y jazzísticas que ahondan en culturas de puntos dispares del planeta, pero en un entorno más completo y animado, especialmente acertado en las melodías y los ambientes, presentando mejores intenciones ya desde el primer tema, "Watersong", en el que no se sabe muy bien de dónde, tras un comienzo apaciguado, surge una melodía que engancha irremediablemente y que desemboca en un pequeño clímax intenso y colorido. Ya se adivina aquí que una buena percusión va a acompañar a los instrumentistas principales, a cargo del mencionado Simmerl. La esencia folclórica (de aroma sureño) se acrecenta enseguida en un corte muy movido de título "Cousin butterfly", así como en una de las mejores composiciones del álbum, "Rondo Madeira", un viaje a dicha isla portuguesa para el cual la música se viste de fiesta, de cuerdas alegres, de un ritmo bailable muy cercano al smooth jazz con revestimiento de músicas del mundo de algunos populares artistas del sello norteamericano Windham Hill. Otro viaje exótico, algo más lejano pero también de idioma portugués, "Mozambique", revela una muestra de ritmo cálido pero no tan acertada al no arropar la base rítmica con una melodía atrayente. La enorme personalidad del dulcimer le permite afrontar en solitario el buen comienzo de "Transsylvania express", otra buena composición de carácter viajero que se acaba perdiendo un poco en su incierto desarrollo, siendo más atractivo su protagonismo y más completo el conjunto en "B'Irish melody", gratísima melodía, de los mejores ejemplos del trabajo, que gana en intensidad conforme avanza la pieza. Ambientalidad de placidez algo jazzera ("Herbes de Provence", una de las canciones más radiadas del álbum, aunque no necesariamente de las mejores, o "Donisl waltz") y una interesante experimentalidad ("Just kiddin'", como un acertado juego infantil con cuerdas divertidas, voces y sonidos de animales, que puede recordar a las divertidas extravagancias de la Penguin Cafe Orchestra) conducen hasta "Arrival", un fin del viaje vistoso, melancólico pero alegre, suave pero intenso, en especial en un final potente, que nos provoca ganas de volver a viajar con este grupo. No deja de resultar curioso que, en una banda que parece ser creación de Rudi Zapf (y en la que destaca mayoritariamente su dulcimer), Wolfgang Neumann no sólo no es mera comparsa sino que de hecho la mayoría de las composiciones llevan su firma. Además, la guitarra también es elemento destacado en "Cousin butterfly" (en un estilo folclórico), en la excelente "Rondo Madeira" y sobre todo en la idílica "Arrival". Dichas guitarras son interpretadas por Neumann (acústica), Lars Kurz (eléctrica), Ulrich Bassenge (steel guitar), Roman Bunka (oud) y Peter Christel (bajo), mientras que otros instrumentos corren a cargo de Andreas Schätzle (sintetizador) y el trío protagonista, con Simmerl a la batería, Zapf al dulcimer y un acordeón que no destaca especialmente (algo más, por ejemplo, en la bohemia "Herbes de Provence") y Neumann a la guitarra acústica y teclados.
 
"Ambience" fue publicado por VeraBra Records en 1989, pero Never Been There no han destacado precisamente por la fidelidad de una discográfica. Así, "Never Been There" había sido publicado en 1987 por Intuition Records (realmente ambas compañías habían sido creadas por Vera Brandes), y Extra Records publicó en 1995 "Third out of three", tercer álbum del grupo, de difícil localización, mientras que la compañía Pantaleon fue la que lanzó en 1998 "Weggefährten", un 'unplugged' con varias canciones de la banda y otros temas inéditos que los dos artistas principales publicaron como dúo con sus nombres, Rudi Zapf & Wolfgang Neumann. Como instrumento de sonido atrayente y novedoso, el dulcimer aparece en varias de las portadas de los discos de Rudi Zapf, como "Festliche Hackbrettmusik", donde interpretaba temas clásicos con ese peculiar instrumento. También lo vemos en los álbumes de de Never Been There, por ejemplo el primero presenta dos portadas distintas, una bajo una inversión de los colores (la alemana, firmada originalmente por Zapf & Neumann) y una segunda, más interesante, con tonos solarizados (en la edición americana de Capitol Records, cubierta que se parece sospechosamente a la de un disco un año posterior del propio Zapf en colaboración con la también guitarrista Ingrid Westermeier, "Hammer dolce", donde versioneaban temas clásicos y de jazz). El dulcimer también se aprecia en la portada del antes mencionado "Weggefährten", y es que este curioso instrumento posee una especial capacidad de enganche que contribuyó a la popularidad de una música inspirada en la tradición no sólo del país de estos artistas, Alemania, sino de otros rincones del mundo, muchos de los cuales visitaron en sus giras, por Europa y norte de Africa. Aunque esta intercultural banda se llame 'nunca he estado allí', desde 1986 intentaron acercar esos lugares lejanos a su público, y en su discografía han logrado momentos sumamente atractivos, varios de los cuales vienen recogidos en este álbum de título "Ambience" que, aunque fuera publicado originalmente en 1989, contó con una edición española a cargo de GASA en 1990.