18.7.09

MICHAEL ATKINSON:
"Gaelic Heart"

No es de extrañar que en un país tan inmensamente grande como Australia (el sexto más grande del mundo y por contra el de menor densidad de población por kilómetro cuadrado) haya una importante diversidad cultural. La colonización británica que desplazó a los aborígenes, auténticos pobladores autóctonos del país, provocó también que la cultura celta estuviera presente en esta tierra hasta nuestros días, e incluso que exista una categoría, la anglo-celta, que describa a la población descendiente de ciudadanos de Inglaterra, Irlanda, Escocia y Gales. En esta categoría se encuadraría la inmensa mayoría de la población australiana, y por supuesto el músico que nos ocupa, Michael Atkinson, un residente de la seca Ceduna, en el sur del país, que aprendió a tocar la guitarra por el aburrimiento en la escuela secundaria; tras una banda de gran éxito local, Redgum, estudió en el conservatorio de Adelaida. Michael deja claro su 'corazón gaélico' en el título de su segundo álbum, publicado en 1999 por White Cloud, el sello de otro músico de orígenes celtas, el inglés Jon Mark.

Tres años antes de "Gaelic Heart", White Cloud había editado "To the Shores of an Ancient Sea", un evocador primer trabajo -inspirado por el agua y la ausencia de ella- de este afamado compositor de bandas sonoras en su continente de origen (aunque ninguna de ellas sea relevante, consta en el libreto de "Gaelic Heart" que ha ganado varios premios en dicha categoría). El disco que nos ocupa es una obra más madurada y tematizada, que habla del espíritu y la mitología celta, y se nutre no sólo del momento de gracia de un talentoso compositor sino además de unas gloriosas interpretaciones de músicos practicamente desconocidos, australianos en su mayoría, de cuya profesionalidad se aprovecha nuestro protagonista. Dominado por sus raíces celtas -literalmente, obligado a responder al sentimiento nostálgico de las mismas-, e inspirado por "el pozo profundo del espíritu celta, donde se encuentran las raíces de todos los sueños, el romance y el anhelo de la civilización occidental", Atkinson desarrolla un estilo sinfónico muy acorde con las características fílmicas de sus partituras, de hecho algunos de los pasajes pueden recordar momentos de películas míticas como "Braveheart" o "Rob Roy", en especial los tres temas en los que colabora la Orquesta del Estado de Victoria, el bello comienzo de título "Morning of the World", la suite "Gaelic Heart" y la composición más destacada del disco, una lírica y embriagadora maravilla de título "Land of Gold", evocadora de paisajes gaélicos, en la que la flauta irlandesa desarrolla su melodía sobre arpa y orquesta, con la inmensa contribución del violín. Son esos tres instrumentos tan típicamente celtas, arpa, flauta y violín, los que mantienen una serena conversación en otro tema importante, "Danu Mother of the Celts", dedicado a la figura de la diosa celta Dana, lo que resalta los aires mitológicos de la obra. Una segunda característica del álbum es la utilización de la guitarra clásica en dos de las composiciones ("Curragh on the Loch" y "Legend of the Enchanted Lovers"), en un estilo folclórico muy similar al de la conocida "Cavatina" de otro gran compositor de música para cine, Stanley Myers. Dejando acabar su minutaje nos abandonamos ante un álbum imprescindible, pulcro y revestido de plácida hermosura en su calmado sinfonismo, sobre cuyo fondo comenta el propio Atkinson: "Sería poco humano ignorar el espíritu irresistible de la música celta, abunda en un rico sentido de la historia de la gente y llega mucho más atrás en el tiempo. Como músico, me resulta imposible no responder a su fuerte impulso melódico, e influencias emotivas". En cuanto a la calidad del sonido, "Gaelic Heart" se aprovecha de la masterización digital del genial músico neozelandés David Antony Clark en los estudios UCA, de su propiedad. La producción, como viene siendo habitual en White Cloud, corre a cargo del 'jefe', Jon Mark. 


Nuestras antípodas suponen un enorme territorio de increíble riqueza, variedad y belleza. Músicos como Michael Atkinson consiguen trasladar esa exuberancia a la música, y como otros de sus colegas del sello White Cloud -David Antony Clark, Philip Riley o Jon Mark-, imprimen sus sensaciones en obras que lamentablemente gozan de escasa trascendencia (desde luego no tanta como la de sus compatriotas AC/DC o INXS), pero que a los que saben encontrarlas les acaban colmando generosamente, desde su humildad, de paz, armonía y bienestar. Ediciones Resistencia contribuyó a ello con el detalle de difundir y publicar en España sus propias ediciones de varios trabajos de White Cloud, entre ellos de este sosegado y evocador "Gaelic Heart", del que se ha dicho: "El arpa etérea, la voz y la elocuencia del violín y el silbido despiertan el corazón dormido del romance".





11.7.09

CLANNAD:
"Magical Ring"

Desde un punto de vista actual, se puede decir que para muchos Clannad es el grupo de los hermanos y tíos de Enya, tal es la importancia y magnitud de esta artista irlandesa desde que a finales de los 80 publicara "The Celts" y "Watermark". Por contra, a principios de esa década y durante toda la anterior, Clannad era una formación inquieta, belicosa y en continua alza en Irlanda por su revitalización de la música tradicional del escarpado condado de Donegal. Fue tras ganar un prestigioso concurso en 1970 cuando Clannad se formó definitivamente como banda y pudo grabar sus primeros álbumes, en los que abordaban de manera algo inocente canciones tradicionales del folclore irlandés, tanto en inglés como en gaélico, algunas de las cuales hemos escuchado posteriormente interpretadas por otros artistas con sus toques personales, como "Siobhan Ni Dhuibhir" (colosal la versión del supergrupo Relativity), la conocida "Brian Boru's March" (inolvidable en manos de James Galway, por ejemplo), "Dulaman" (por Altan o Anúna) o "Morning Dew" (numerosas las versiones de este gran tema folclórico pero en ningún modo celta desde que lo compusiera el canadiense Bonnie Dobson en 1962). Acertados en sus tratamientos vocales e instrumentales, Pól, Ciarán y Máire Brennan, junto a Noel y Padraig Duggan formaban este grupo (un auténtico 'clan', como queda evidente) que tuvo el don de la oportunidad y se forjó un nombre en la escena irlandesa, si bien su mayor éxito llegó en el momento en que abrieron las puertas a nuevas influencias (pop, rock, jazz) y a una mejor producción. Su mayor hito, melodía conocida de sobras, se titulaba "Theme from Harry's Game".

Compuesta por Pól y Ciarán para una conocida serie de televisión -e incluida años más tarde en la banda sonora del conocido film 'Juego de patriotas'-, "Theme from Harry's Game" era una pieza sencilla, de sonoridad atmosférica y un trabajo vocal de enorme intensidad; fueron sin duda esos coros y la voz de Máire Brennan los que provocaron el éxito (sigue siendo el único número 1 en las listas de singles del Reino Unido cantado en gaélico irlandés) y el posterior fichaje por RCA, despegue definitivo de un grupo que comenzó a experimentar con nuevos sonidos. "Magical Ring" fue de hecho su primera clara incursión en el pop con tintes irlandeses, si bien en este trabajo sólo se atisba esa querencia (especialmente en temas como "I See Red", o la instrumentación por momentos roquera de "Thíos Fá'n Chósta"). Como dijo años más tarde Máire, "algo del anterior sonido Clannad se quedó en el camino", y de hecho, una vez fuera de su contexto natural, donde eran unos consumados intérpretes y difusores de una tradición vocal ancestral y maravillosa, la fusión con nuevas formas musicales y conceptos modernos tropezó con una capacidad atractiva pero limitada, de tal forma que, dándolo todo en los primeros discos de la nueva etapa, hubo un importante bajón de calidad que acabó con la marcha de Pól. "Magical ring" y "Macalla" quedan como dos discos de escucha obligada, si bien podemos considerar al primero como el gran álbum del grupo. 1983 fue su año de publicación por parte de RCA, y sus intenciones vocales deslumbran por la voz de Máire, hermosa y de difícil confusión, que provoca que sólo una de las composiciones sea instrumental, la melodía de O'Carolan "The Fairy Queen", que aún porta todo el espíritu celta especialmente por el protagonismo del arpa. Enseguida nos encontramos con una cierta dicotomía entre la profunda emoción que emerge de la sinceridad de acervo tradicional de "Theme from Harry's Game" o la evocadora balada "Coinleach Glas an Fhómhair" -que de hecho es un rescate del álbum "Clannad II"-, y la clara intención comercial, aunque con personalidad y respeto, de "Thíos Fá'n Chósta", que cierra el disco en gaélico pero con el contraste que significa unir la voz sensual y conectada con la tradición de Maire con una música digna de bandas de rock sinfónico. En un término medio, un puñado de bellas canciones -alternando tradicionales y propias- con calidad en su propósito folclórico, sensualidad y sobriedad instrumental y un personal tratamiento de las voces, como en "Seachrán Charn Tsiail", "I See Red" o la excepción de la voz masculina en "Tower Hill"; son estas últimas un par de buenas canciones cantadas en inglés, de hecho "I See Red" fue el segundo sencillo del álbum, destinado a las radios por su producción popera pero aún accesible para todo tipo de público. "Newgrange" es una animosa pieza sobre ese importante monumento funerario irlandés, en cuya letra se habla del anillo mágico del título del álbum. En su modernización de la cultura celta, hay que reconocer grandes méritos en el álbum: sólo un peldaño por detrás de "Theme from Harry's Game" podemos encontrar otras dos joyas, por parte de los hermanos Brennan la danzarina y muy gratificante "Passing Time", y del repertorio tradicional la sobria y sincera "Tá' mé Mo Shui".

A pesar de su imagen sofisticada, concesión a la nueva compañía discográfica, Clannad seguía siendo un grupo accesible, unos poéticos contadores de historias que actuaban como eslabón entre el folk y el pop/rock, pero que acabaron perdiéndose en su búsqueda con los años de un nuevo "Theme from Harry's Game". Por momentos la discografía del conjunto parece sonreir ante las eficientes reediciones de sus trabajos. Sin embargo, sigue siendo la prueba de un tiempo pasado, la evidencia de la ausencia actual de un grupo que tuvo su momento de gloria en el nuevo impulso de la música celta, y que logró hacer cálido el idioma gaélico fuera de su contexto. En la actualidad, la encantadora Moya Brennan (así hace llamarse ahora Máire, al estilo del cambio de Eithne a Enya) sigue deslumbrando con su voz en solitario, y "Theme from Harry's Game" ha entrado en la historia de la radio en España como la inolvidable cabecera durante muchos años del legendario programa de Ramón Trecet en Radio 3 'Diálogos 3'.









2.7.09

STOMU YAMASHTA:
"Sea & sky"

A mediados de los 70, en pleno apogeo de la electrónica mezclada con psicodelia, el prolífico Klaus Schulze -sin duda, uno de los grandes de la época- grabó un interesante disco de rock sinfónico junto a grandes instrumentistas como Steve Winwood, Al Di Meola y Michael Shrieve. Un pilar de ese grupo de nombre Go, era el percusionista y sintesista japonés Stomu Yamashta, que alcanzó así su mayor éxito con una música que se acercaba por igual al rock de Pink Floyd (escuchad "Crossing the line") como al jazz de Weather Report, al sonido Canterbury o a la propia experimentalidad electrónica de Klaus Schulze. Desde sus inicios como percusionista en Japón, y gracias a su formación musical en Estados Unidos e Inglaterra, Yamashta ha deambulado por numerosos caminos estilísticos, como colaboraciones en discos de música contemporánea, trabajos únicamente de percusión, jazz experimental, bandas sonoras, o en un estilo electrónico que es el que más nos interesa aquí, el de un trabajo publicado en 1984 por la compañía alemana Kuckuck (y distribuido en norteamérica por su filial, Celestial Harmonies) titulado "Sea & Sky".
Esa ambigüedad estilística de Stomu Yamashta es el preludio de una grata sorpresa, un disco ambiental, imaginativo y con multitud de estímulos auditivos. Ecos adormecidos de un sinfonismo impresionista y de otros músicos más contemporáneos (por ejemplo, su compatriota Takemitsu) se entremezclan con música meditativa y con vagos rumores de un posible futuro post-apocalíptico (retazos de música para cine, como del Jerry Goldsmith de "El planeta de los simios" o "Alien"). Pero más que un futuro, se puede apostar a que el germen de "Sea & sky" es un pasado remoto, una visión musical de la creación del mundo, cuyo lema viene recogido en la extraña conjunción de los títulos de los ocho temas: "Un fotón apareció y tocó! Ah... Tiempo para ver, para conocer". Original en su comunión de formas orquestales y electrónicas occidentales con espiritualidad oriental, la música que Yamashta presenta en este disco, como resultado de su temática, ahonda en una particular concepción del espacio-tiempo musical, donde no sólo los instrumentos musicales, sino los sonidos naturales y los silencios, tienen su protagonismo. Los invitados: La Muse Orchestra dirigida por Paul Buckmaster, Stomu Yamashta, Takashi Kokubo y Sen Izumi a los sintetizadores, y el propio Yamashta a la percusión.
"A photon" es el comienzo de todo, la partícula primordial, y como tal la composición es misteriosa, alquímica, con un aire pulp algo retro pero muy efectivo, de intensidad creciente hasta llegar a un sugerente clímax final. La obra se va 'creando' como el propio mundo y la manera de expresar ese proceso es una gradual pacificación de la propia música, en un largo puente que va de lo inquietante y fantasmal a lo ordenado y melódico. Este primer tema y todo el trabajo en general se beneficia de una estupenda percusión de variado origen, como no podía ser menos en un ínclito percusionista como Yamashta. En "Appeared" es donde se llega al momento más enigmático, donde más cabe la comparación con ciertas bandas sonoras amelódicas como 'El planeta de los simios'; la genial obra de Goldsmith impactó por conseguir expresar el sentimiento de desconcierto y peligro de aquellos astronautas que se encontraron con un tiempo y lugar equivocados, mientras que aquí acompañamos a un espacio extraño cuya creación se intenta expresar mediante sonidos atonales y confusos. Dicha confusión desemboca sin embargo en la composición posiblemente más comercial del trabajo, "And", donde parece acompañarnos una extraña intención melódica (y algo psicodélica) contraria a esa cierta disonancia dominante hasta el momento. El sublime fondo burbujeante que acompaña toda la pieza se queda solo como puente hacia "Touched!", el tema más orquestal y puramente neoclásico del álbum, aunque se acabe rematando con un acompañamiento electrónico en su parte final, deudora de sueños orientales. "Ah..." es claramente ambiental, cuajado de sonidos naturales y electrónicos, mientras que "Time", que comienza como una sinfonía electrónica, se acaba fusionando con la orquesta en una forma de expresión tremendamente visual, de gran esplendor y atractivos detalles. Merece la pena fundirse con ella y acabar salpicado por las olas que conducen a "To see". Se confirma que esta particular creación del mundo provoca un ambiente más puro, composiciones más paisajísticas, lejos de la entropía inicial. Sin embargo "To know", tema de cierre, se permite remitirnos por momentos a pasajes que combinan aquella confusión con la cobrada belleza, en una cruenta lucha semejante a la de un volcán cuyo magma pugna por salir a la superficie. La victoria, representada por un final sinfónico, es de la belleza y la armonía natural.
No hay que dejar caer en el olvido la excepcional ilustración de portada, obra del gran diseñador Saul Bass, autor de carteles de películas tan legendarios como los de "Vértigo", "West side story" o "Anatomía de un asesinato", y de títulos de crédito para directores como Hitchcock, Kubrick, Ridley Scott o Scorsese. Con ese niño que camina hacia un enorme sol rojo de cabecera, más de uno apostaría por la influencia de "2001: Una odisea en el espacio", pero fuera de más referencias, lo que sí nos podemos encontrar aquí es un trabajo maravilloso y efectista de un músico que, aunque poco conocido, se prodigó bastante en las tres últimas décadas del siglo pasado, y aunque en su carrera se puedan encontrar obras muy difíciles, de verdad, ésta vale la pena escucharla.