28.7.06

PATRICK O'HEARN:
"Rivers Gonna Rise"

mediados de los 80 un treintañero Patrick O'Hearn (Los Angeles, 1954) tenía ya una interesante trayectoria en el mundo de la música. Había tocado el bajo dos años y medio para el gran Frank Zappa y posteriormente en dos grupos, Group 87 (donde coincidió con el trompetista Mark Isham y el guitarrista Peter Maunu) y el más conocido, Missing Persons (junto al batería Terry Bozzio y el guitarrista Warren Cuccurullo, aunque su techno-pop de plástico estaba basado especialmente en la imagen de la vocalista y esposa de Terry, Dale Bozzio). También había destacado como músico de sesión, especialmente en el mundo del jazz, antes de comenzar una interesante carrera en solitario en el sello de Peter Baumann, Private Music, donde echó mano no sólo de su feroz inventiva sino de esos amigos que iba dejando atrás. Ahí demostró ser un maestro creando atmósferas y utilizando los ritmos, centrándose en la composición y los arreglos más que en la improvisación jazzística en la que había crecido. Baumann y O’Hearn se conocieron en 1984, cuando este último aún militaba en Missing Persons y cuando el ex-Tangerine Dream ya estaba masticando su visión de un sello de música instrumental de calidad para adultos exigentes, lo que enseguida se convertiría en Private Music. Ambos congeniaron y O’Hearn envió al productor alemán unas maquetas que, a pesar de ciertas dudas iniciales del bajista, acabaron convirtiéndose en "Ancient Dreams", su debut en Private Music y segunda referencia del sello. "Con Zappa toqué el bajo, pero Frank me permitió pasar las tardes en su casa, donde tenía un arsenal de sintetizadores. Tengo que reconocerlo: fue gracias a su laboratorio secreto que me adentré en la música electrónica". Eso y una cierta admiración por Brian Eno, acabaron de originar el giro estilístico definitivo del artista. En busca de la alquimia perfecta con la que lograr un sonido misterioso de ambientes oscuros y ritmos animados, a este prometedor inicio (incluso Zappa le dio su visto bueno) le siguió el completo "Between Two Worlds" (álbum nominado al Grammy), pero O'Hearn siguió investigando infatigable hasta llegar a la magia definitiva, la que nos encontrábamos en este trabajo publicado por Private Music en 1988, "Rivers Gonna Rise".

"Cuando grabé 'Ancient Dreams', no estaba seguro de que a alguien le interesara. Mis amigos músicos lo disfrutaron, pero ¿alguien más? Era tal la belleza de aquellos días, que nada me podría haber importado menos, aunque fue muy bien recibido por los fans y la industria por igual". O’Hearn vivía en Los Angeles pero trabajaba para una compañía con sede en Nueva York. Tras el inesperado éxito de una música nueva, estimulante, afianzado por el hecho de las nuevas tecnologías de grabación digital (eran los inicios comerciales del Compact Disc), su casa se convirtió en un estudio de grabación, para lo cual incluso tuvo que realizar cambios estructurales en la misma. En el universo de Patrick O'Hearn la atmósfera estaba dominada por las percusiones -electrónicas y acústicas-, los teclados y por un inmenso bajo -todos ellos interpretados por él mismo, aunque éste último sea su instrumento básico, con el que mejor expresa sus emociones-, con la ayuda de sus amigos de Group 87 y Missing Persons: la trompeta de Mark Isham, las guitarras de Peter Maunu y Warren Cuccurullo, y las percusiones adicionales de Terry Bozzio y John Valen, bajo la producción del propio O'Hearn. En estas condiciones, con la experiencia de muchos años, la confianza de una compañía de discos joven y en alza, y la ayuda de estos extraordinarios músicos, sólo se podía cocer una obra maestra, y "Rivers Gonna Rise" lo fue, por su frescura, su iluminación y su homogeneidad, además de una chispa de creatividad por la cual O'Hearn pasó de ser un buen músico a un artista primordial durante bastante años. El disco comienza con uno de los clásicos de las Nuevas Músicas, un pequeño y bailable hit titulado "Homeward Bound", pleno de gracilidad y ritmo contagioso cercano a tendencias más comerciales, un título que no pasa nunca de moda. Pero es esa una característica básica en esta época de O'Hearn, sus melodías ambientales eludían la oscuridad anterior para buscar -y de hecho encontrar- la complicidad del oyente, logrando auténticos éxitos como la mencionada "Homeward Bound" o una monumental "April Fool", otra de esas manidas sintonías televisivas (en España fue utilizada en un conocido espacio deportivo de Canal+), prodigio de imaginación, una chispa burlona (el ‘april fool’ anglosajón es nuestro día de los inocentes y se celebra cada 1 de abril) y un acabado soberbio a la par acústico y electrónico, de los que lamentablemente ya no se estilan. No menos agraciadas son "The Stroll" (una pequeña orgía de sonidos y movimientos), la fresca melodía de "Acadia" o la completísima -segundo sencillo del álbum- "Reunion" (Acadia y Reunion son colonias francesas, si bien kilométricamente muy distantes), mientras que Mark Isham deja huella con su inconfundible trompeta en otras composiciones impagables y alentadoras como "Glory for Tomorrow" o “A Brief Repose”. El bajo es un instrumento que Patrick nunca ha dejado de tocar (fundiéndolo con su nuevo camino de una manera especial) a pesar de su creciente interés por los instrumentos electrónicos en los 70, como se ha dicho antes influido especialmente por Frank Zappa ("en 1978 comencé a coleccionar algunos y en poco tiempo me fascinó y me sumergió en la creación de música electrónica"). Aquí se yergue como solista principal en "Forgiveness", y "Portobello Locks" es un marcado final para un álbum completísimo. Afortunadamente, O'Hearn parecía haberse cortado esa extravagante melena ochentera que lucía en la contraportada de "Between Two Worlds" -aunque mantenía un horrible tupé-, para una imagen más sofisticada y elegante, acorde con la época.

Entre trabajo y trabajo para Private Music, Patrick O'Hearn aceptó varias ofertas para componer algunas bandas sonoras, en especial -por su carácter más comercial y publicación en CD- las de 'Crying Freeman', 'White Sands' o, como curiosidad, la última temporada de la conocida serie televisiva Falcon Crest, para la cual versionó la conocida sintonía original del estadounidense de ascendencia italiana Bill Conti, dándole un acabado un poco más moderno. Evidentemente, el trabajo en solitario de O'Hearn ha evolucionado por caminos más atrevidos, derivando con los años en una ambientalidad cada vez más profunda y buscadamente anticomercial, hasta el punto de encontrarnos con un artista recordado y muy admirado, un punto de referencia de la generación que cambió el panorama de las Nuevas Músicas en los años ochenta.







24.7.06

WILLIAM ACKERMAN:
"In Search of the Turtle's Navel"

La historia de la creación del sello Windham Hill es parte fundamental en la definición de la etiqueta new age music, y en consecuencia de mucho de lo que se puede denominar nueva música instrumental contemporánea, en este caso enfocada especialmente al entorno acústico americano. William Ackerman era un carpintero de origen alemán que vivía en 1975 en Palo Alto (California), y destacaba entre sus amigos por ser un gran guitarrista amateur, que amenizaba muchas de sus reuniones. Como una especie de apuesta y ante la presión de éstos, se comprometió a confeccionar un disco si dichos colegas le conseguían que 60 personas pagaran cinco dólares por él... ¡antes de grabarlo! De esta forma tan aparentemente banal surgió Windham Hill Records, con un prensaje de 500 copias de su primera referencia, "In Search of the Turtle's Navel", que poco a poco, entre el boca a boca y una distribución bastante casera en radios y periódicos, acabaron resultando escasas. Durante los siguientes meses Will Ackerman y su esposa (y futura presidenta de Windham Hill), Anne Robinson, compaginaron sus trabajos con la tarea de sacar adelante a la compañía, logrando finalmente entre los dos no sólo eso, sino conseguir los fichajes de músicos de una calidad impresionante, y popularizar una música para la que la prestigiosa revista Billboard tuvo que buscar una denominación ante su creciente expectación, naciendo así la etiqueta New Age Music.

Ese folk de guitarra tan genuinamente americano que los amigos de Will Ackerman escuchaban en los setenta ha pasado a la historia como uno de los sonidos míticos de la música instrumental, y no sólo por ser el detonante de una 'nueva era' musical sino también por contar con una calidad fuera de toda duda. De hecho Scott Saxon, el dueño de los estudios Mantra de San Mateo, California, en los que Ackerman grabó "In Search of the Turtle's Navel", decidió con muy buen ojo no cobrarle dicha grabación y participar en su elaboración, con lo que acabó convirtiéndose en el productor, ingeniero y mezclador de los dos primeros discos de nuestro admirado guitarrista. El sonido de guitarra de Will Ackerman no es espectacular, no destaca por su originalidad, más bien por su buscada simplicidad, (él mismo dice que, escuchándolo varias décadas después, se sorprende ante un disco sencillo pero sincero, y sorprendente por su propia inocencia, que es lo que hace que se mantenga fresco y adictivo en la actualidad) pero tiene algo que lo diferencia de los demás guitarristas, una especial espiritualidad que no ha sido totalmente reconocida por lo recóndito de su estilo y el mal nombre que acompaña al movimiento 'new age' entre la crítica. Sin embargo no había nacido aún esa etiqueta en los setenta, y son grandes maestros de la guitarra folk americana los que influenciaron a Ackerman en este su primer álbum: John Fahey (en "What the Buzzard Told Suzanne"), Leo Kottke (en "The Pink Chiffon Tricycle Queen" y "Second Great Tortion Bar Overland of West Townshend, Vermont, Jose Pepsi Attending") y Robbie Basho (en "Ely"). En el primer trabajo de este virtuoso y de la compañía Windham Hill, publicado en 1976 con piezas compuestas entre 1970 y 1974, podemos encontrar auténticas joyas a las cuerdas con cierto aire de country que no hay que dejar escapar, en especial en las canciones influidas por Kottke, destacando ese comienzo completo y animado de título "The Pink Chiffon Tricycle Queen" -con ella se puede uno imaginar aquellas reuniones de amigos en las que Ackerman tañía su guitarra despreocupado, sin saber lo que se le venia encima-, y una "Second Great Tortion Bar Overland of West Townshend, Vermont, Jose Pepsi Attending" muy destacable, aun sin ser de las canciones emblemáticas del álbum. En la escucha del disco enseguida aparecen títulos tan importantes en la memoria de las nuevas músicas como la sensual "Ely" (preciosa y reflexiva tonada inspirada por la catedral de Ely, en Inglaterra), la romántica "Barbara's Song" (con un tono más serio, Will despliega una melodía contundente y maravillosa, "una canción de amor y sus sufrimientos miserables", decía) o la admirada y repetida hasta la saciedad en samplers "Windham Mary" (dedicada a Mary Folsom, una de las fundadoras del Windham Hill Inn, en Vermont), una de las creaciones maestras de este fenomenal artista, de grandísima calidad en su composición e interpretación, capaz por sí sola de cambiar la perspectiva de cualquier oyente y caer rendido a los pies de Ackerman. Más calmada es la influencia de Fahey ("What the Buzzard Told Suzanne"), o la interior "Dance for the Death of a Bird", basada en la música japonesa de koto -instrumento de madera de trece cuerdas-, pero en esta selección de temas que Ackerman había compuesto desde 1970, ante todo deslumbra el corte más conocido y poderoso del disco, con el que más se puede entender el auge de Windham Hill, la mítica y prodigiosa "Processional", sin duda una de las piezas clave de la música del siglo XX, un momento emocionante a las seis cuerdas y un regalo para cualquier amante de la música, que iba a ser reinventada en discos posteriores, y se iba a convertir en punto fundamental en los conciertos de su autor. Will hablaba así de humilde y taxativo sobre la grabación de "In Search of the Turtle's Navel" veinte años después: "Grabé un sencillo registro de guitarra solista en Mantra Studios en San Mateo, California, con un tipo llamado Scott Saxon. Creo que todo el proyecto tuvo lugar en tres sesiones de dos horas. Es imposible describir la inocencia de la experiencia".

"In Search of the Turtle's Navel" contó con otros dos títulos en las primeras ediciones del mismo, comenzó llamándose simplemente "Turtle's Navel" en las maquetas, pasando a "The Search for the Turtle's Navel" en su primera edición en Windham Hill, con una portada de fondo negro y tipografía muy del oeste (carpeta desplegable y una canción, "Woman She Raids", que desapareció en la reedición). Dicha portada se suavizó en las nuevas ediciones, mantuvo la imagen de esa niñita que es realmente Eleanor, la hermana de Will, pero con gran cantidad de color blanco y el tipo de letra más sencillo. Como única nota discordante, la compañía alemana Pastels publicó una edición en 1978 con cambio total de portada e incluso de canciones. La artesanía de este trabajo era el espíritu original de la compañía, pero también es destacable el aire inocente, cómico incluso, en algunos títulos y explicaciones ("Second Great Tortion Bar Overland of West Townshend, Vermont, Jose Pepsi Attending", "Slow Motion Roast Beef Restaurant Seduction"), si bien se encuadra en una adecuada madurez general por la que los cortes más inspirados se presentan en una sorprendente, atractiva y genuina cara A en la que Will Ackerman hace fácil lo difícil con su guitarra folk. El propio título del álbum, 'En busca del ombligo de la tortuga', da fe de esa genuina comicidad, e influyó en el primer logotipo de Windham Hill, ni más ni menos que una tortuga buscándose el ombligo, sustituido muy pronto por el ya clásico bosque rayado con una enorme luna de fondo, creado por Jay Durgan. Es conveniente rescatar a la mínima ocasión los discos de este guitarrista que se hizo a sí mismo llamado William Ackerman, en especial, y con gran añoranza, "In Search of the Turtle's Navel", un vendaval folclórico de soberana maestría, un disco seminal donde los haya.





21.7.06

MIKE OLDFIELD:
"Amarok"

"'Amarok' es un disco hecho simplemente por el placer de la música", dijo en cierta ocasión Mike Oldfield sobre este soberano y poco valorado álbum (sin duda, uno de los discos más infravalorados de la historia de la música) publicado por Virgin Records en 1990. Su mitificación es tal entre los seguidores del multiinstrumentista británico que sobre él se han llegado a plantear cuestiones como "¿La pieza más importante de la música instrumental en la historia de la música moderna?" (Peter Evans en el nº5 del magazine Dark Star). Puede parecer una cuestión algo exagerada, especialmente proveniendo de la cabeza de un músico que había firmado, en los 70, sinfonías rock tan sublimes como "Tubular bells", "Hergest Ridge" o "Ommadawn", en una época en la que Oldfield se ganó a pulso no sólo la admiración,  sino el derecho a ser escuchado. Sin embargo tal vez se trate este del disco con el que Oldfield, que siempre se ha encontrado más cómodo en el estudio que sobre el escenario, más ha disfrutado en su elaboración, y eso se nota en la frescura del resultado final, todo en él -creación, difusión, intenciones- fue irreverencia pura, sus 60 minutos sin parón presentaban la belleza del caos, un aluvión de ideas sin igual en una obra detallista como ninguna, que difícilmente pasará de moda. En definitiva, se puede amar u odiar "Amarok", pero desde luego se trata de un trabajo que no deja indiferente a nadie.

La historia de "Amarok" surgió mucho antes de su publicación, ya que recogía influencias y sonidos de, prácticamente, toda la carrera de Mike Oldfield (incluso en demos anteriores a "Tubular bells" se pueden escuchar fragmentos recuperados en "Amarok"), si bien resulta evidente encontrar bastantes similitudes con otro de sus trabajos más admirados, "Ommadawn", publicado quince años atrás. Después de una década, la de los 80, de presión por parte de Virgin Records para vender más y más discos, y componer hits vocales exitosos como "Moonlight shadow", Oldfield decidió hacer 'su disco', demostrando que era una roca ante sus exigencias (I'm a rock = Amarok): como desquite ante su jefe, Richard Branson, la confusión melódica de "Amarok" no proporcionaba ningún single claro a la compañía (sólo algunos extractos se publicaron como samplers promocionales, y como cara B de los sencillos de su siguiente disco, "Heaven's open"), a pesar de contener momentos de un nivel altísimo, grandiosos retales entrelazados y aderezados con todo tipo de sonidos extraños, mensajes ocultos y subidas y bajadas de volumen. Aun así, y vislumbrando sus posibilidades, Virgin intentó titular al disco "Tubular bells 2", pero Oldfield se negó en redondo, obteniendo de este modo una nula campaña de promoción y unas ventas muy bajas para lo que él consideraba como "una de las mejoras cosas que he hecho nunca". Su enfado derivó en demostración de sus posibilidades de composición, uso del estudio e interpretación: Oldfield toca un sinnúmero de instrumentos y aparatos extraños -juguetes, zapatos, aspiradora, martillo, silbato...- a excepción de varios elementos que ya estaban presentes en "Ommadawn", como los tambores africanos de Jabula, la gaita de Paddy Moloney, y las voces de Clodagh Simonds y Bridget St. John; además, William Murray escribe el cuento del libreto y Tom Newman regresa a la co-producción, mientras que la cómica escocesa Janet Brown imita la voz de Margaret Thatcher. Oldfield se salta las reglas a cada paso, a cada minuto, y como si fuera un joven insolente -evidentemente ya no lo era-, va elaborando una pegajosa tela de cuyo desconcierto, curiosamente, es difícil despegarse, un vigoroso cuaderno de notas ensambladas con sapiencia en un todo adictivo que bien puede parecer una obra privada para el fan, distinta, fresca, prodigiosa, imbuida de bendita locura, un homenaje de Oldfield a sus seguidores cuyo único problema -aparte de la difícil radiodifusión- podría ser que está tan infestado de melodías que no te puedes identificar con ninguna en particular. En esta metonimia de la obra de Oldfield se respira frescura desde la propia cubierta -homenaje evidente a la de "Ommadawn"-, y una originalidad que comienza en la advertencia médica de la contraportada ("esta grabación puede ser peligrosa para la salud de los mentecatos 'oreja de trapo'"), hasta el último minuto de un disco que nunca se ha interpretado en directo -sería un espectáculo grandioso pero casi imposible de realizar- y que es conveniente escuchar de un tirón, sin interrupciones, y abiertos a todo. Aún así tranquilo, si aún no lo has escuchado, es de asegurar que prácticamente todo el mundo ha exclamado un '¿pero ésto que es?' tras su primera audición. Y no te engañes, unas cuantas décadas después... seguimos pensando lo mismo!!!


Si realizamos un tamizado musical, bastantes álbumes de Oldfield podrían situarse entre los mejores del rock instrumental. No es una suerte de aforismo, es una realidad contrastada, aunque el fenómeno no se extienda al mayor de los mercados, y también el más retroalimentado, el norteamericano. No iba a ser "Amarok" el disco que derribara esa barrera, ni tan siquiera iba a contar con espectaculares ventas en Europa, pero si atendemos a la crítica popular, y más concretamente a la de los grandes seguidores del propio artista, se trata de uno de sus trabajos más originales, respetados y reverenciados, incluso por encima -para muchos- de algunas de sus obras más aplaudidas y recordadas de los 70. 'Lo nuevo de Mike Oldfield es más Oldfield que nunca', decía una de las escasas publicidades que realizó Virgin Records, y algo tenía de razón, Mike debería repetir de cuando en cuando esas sensaciones que le llevaron a crear una obra tan loca y atrevida, volverían a disfrutarlo él mismo y su público. Peter Evans acababa su artículo arriba mencionado con esta frase lapidaria: "Es una pena que pocas personas conozcan la riqueza que da al oyente el álbum instrumental más genial de la historia de la música moderna. No sería extraño que dentro de cientos de años este álbum pudiera tener la aclamación que hoy se da a trabajos del siglo XVII o XVIII. Es una pena que no estaré allí para decir... ¡os lo dije!".






20.7.06

RELATIVITY:
"Gathering Pace"

En 
un continuo proceso de evolución y renovación, la música celta (como cualquier otra disciplina artística) ha visto con los años emerger nuevas figuras, desaparecer otras importantes, y ha sufrido la aparición y la eclosión de nuevos y viejos valores y formas de expresión, en concordancia con el devenir de los tiempos. Relativity es un ejemplo ilustre con el que valorar estas afirmaciones y circunstancias, ya que se trató de un conjunto que, partiendo de una profunda tradición, consiguió que su música sonara de un tiempo actual sin necesidad de recurrir a más efectos que las voces e instrumentos de siempre, con la única incorporación 'extraña' de un elemental sintetizador o una guitarra eléctrica que aportan un pequeño asomo a la música rock. En este grupo convivían dos formas hermanas de concebir la música celta, desde la tradición irlandesa y desde la escocesa. Emplear el término 'hermano' no tiene desperdicio, pues esta maravillosa banda estaba compuesta por dos parejas fraternales de excepción, por la vertiente escocesa los Cunningham (Phil y Johnny) y por la irlandesa los Ó Domhnaill (Mícheál y Tríona). Silly Wizard y The Bothy Band fueron los nombres de los dos míticos grupos en los que, dejando aparte importantísimos álbumes en solitario o en colaboración con primeras figuras, habían militado estos personajes, y así continuarían durante más años, sin acompañamiento o con formaciones espectaculares como Nightnoise, en la que años después volverán a coincidir Mícheál, Tríona y Johnny.

Buscando nuevas y mejores oportunidades, los Ó Domhnaill habían emigrado a los Estados Unidos en 1980, concretamente a Portland (estado de Oregon). Aunque con Nightnoise, unos años después, sintiera la necesidad de escribir e interpretar canciones propias, originales, distintas de la tradición (si bien dotadas de un significativo encanto celta), Mícheál no pudo por momentos desembarazarse de lo que había supuesto su vida hasta entonces, y con Relativity no sólo supo retomar esas tonadas tradicionales, sino además interpretarlas junto a su hermana Tríona y a esos dos monstruos escoceses que eran los hermanos Cunningham. Tras un estupendo disco homónimo de debut en 1986 (una delicia que estableció las bases de su sonido), un año después, en 1987, llegó "Gathering Pace" también de la mano de Green Linnet Records, con el que dieron una nueva vuelta de tuerca basada en gran medida en una sublime producción a cargo de los propios miembros del grupo. John Cunningham aporta su violín, Phil Cunningham acordeón, flautas y sintetizadores, Mícheál Ó Domhnaill las guitarras y Tríona Ní Dhomhnaill clavinet (un clavicordio electrónico), sintetizadores y voz, con la contribución en este último apartado de los otros tres miembros, logrando cotas de un lirismo sorprendente que los dos hermanos Ó Domhnaill mantendrán en los varias veces mencionados y siempre recordados Nightnoise. Este grupo bien pudo significar un paso adelante en la evolución de la música folk de las naciones celtas, y "Gathering Pace" en particular es un disco elegante y casi perfecto, en el que se podría destacar cada uno de los temas, tanto las canciones como los instrumentales. Todos sus miembros se encontraban en estado de gracia compositivo: Phil maravillaba, al mando de su esplendoroso acordeón, con los ritmos acertados y contagiosos que abrían el trabajo, la barndance, polka y jigas "Blackwell Court / Highland Laddies / Gillies' Taxis / The Double Rise", para regresar con otros reels de su autoría cerca del final ("The Monday Morning / Cutting A Slide / Robert The Minnow / Hogties’"). Johnny también aportaba tunas animadas como "Miss Tara MacAdam / The First Train to Kyle" (la segunda está dedicada al embelesador trayecto del primer tren que bien de mañana parte hacia Kyle of Lochalsh, muy cerca de la escocesa isla de Skye), pero especialmente nos legaba una joya tan abrumadora como "When she Sleeps" (monumental composición plena de amor, auténtica y enternecedora, dedicada a su esposa Karin). Tríona y su voz nos deleitaban con su típico toque personal en "Gathering Pace" (cálida canción que anticipaba futuros éxitos en Nightnoise, y que Tríona compuso a los doce años, no sólo rescatándola para esta ocasión sino además dándole título al disco), y Mícheál ayudaba en todos los terrenos con su guitarra rítmica, esa que marcaba el paso a cada momento. Para complementar un todo privilegiado, el cuarteto no se olvidó de arreglar temas tradicionales con gran acierto: "Rosc Catha na Mumhan" es una espectacular marcha con letra del poeta irlandés Piaras Mac Gearailt, en la que sorprende el uso de la guitarra eléctrica sobre las voces grandiosamente conjuntadas de los dos Ó Domhnaill, sin duda un tema en el que se evidencia el paso adelante respecto al anterior disco; "Má Théid Tú Ún Aonaigh" es un bonito recuerdo de la niñez de estos mismos hermanos, puesto que su padre solía cantarla en casa; "Said Johnny to Molly" encandila con la voz de Tríona en solitario, y destaca especialmente la deliciosa "Siún ni Dhuibhir", una de esas canciones interpretadas de nuevo a dúo por los hermanos Ó Domhnaill con tal vehemencia que son capaces de erizar el vello, cuyos arreglos son a su vez magistrales, acercando la tradición a sones que podrían conectar con otras audiencias (mejora notablemente en instrumentación y modernidad a otras versiones, como la de Clannad en su álbum de 1973 "Clannad", o la de Alan Stivell un año antes en "Chemins de Terre" -donde traducía el nombre a "Susy Mac Guire"-), resultando uno de los cortes más fácilmente recordados del álbum. Aunque fuera publicada por Green Linnet, y siendo algunos miembros de la banda parte activa de Windham Hill, esta canción fue incluida en la recopilación de Narada "Celtic Odyssey". Todos los tradicionales mencionados hasta aquí fueron cantados en gaélico irlandés, pero el gaélico escocés también encontró su pequeño hueco por medio del evocador tradicional que cierra el disco, "A Rìbhinn óg Bheil Cuimhn'agad", fundido junto al impresionante aire lento de Phil Cunnigham "Ceol Anna", otra de las piezas inolvidables del trabajo, con un comienzo de acordeón magistral.

Relativity se gestó cuando Phil Cunningham, en una visita a los Estados Unidos, habló firmemente con los hermanos Ó Domhnaill sobre la necesidad de grabar algo juntos a la mínima ocasión en que estos viajaran a Europa. "Gathering Pace" fue grabado en Edimburgo, y fue la última referencia de Relativity, es fácil de imaginar que la distancia kilométrica que separaba a sus miembros, así como sus apretadas agendas, fueron circunstancias que imposibilitaron nuevas reuniones, especialmente con Phil Cunningham, ya que Johnny se unió al grupo Nightnoise del 93 al 97. Adelantándose a su tiempo y anticipando propuestas musicales de marcado cariz tradicional en envoltorio actual, este supergrupo no sólo elaboró dos discos maravillosos y atemporales sino además un sonido propio y de referencia obligada en sucesivas generaciones. "Siún ni Dhuibhir", "Rosc Catha na Mumhan", "When she Sleeps", "Ceol Anna" o la conjunción de reels que abre el disco son sólo unos pocos ejemplos de maestría componiendo y ejecutando música celta de manera vocal o instrumental. Relativity es sin duda una banda irrepetible, tanto que lamentablemente es imposible una nueva reunión, ya que mientras Tríona y Phil continúan sus pasos musicales, Mícheál Ó Domhnaill y Johnny Cunningham descansan en paz en su Irlanda y Escocia natales, las tierras que amaron y a las que ensalzaron con su música.