23.2.18

GAVIN BRYARS:
"Jesus' blood never failed me yet"

Es evidente que algunos ejemplos del minimalismo más extremo son difíciles de escuchar, requiriendo una cierta preparación o declaración de intenciones, una particular atención en la que se acepta, definitivamente, el sistema de reducción y repetición que implica este estilo tan exitoso y extendido a finales del siglo XX. Se suele decir que el impacto del minimalismo se cobra desde una perspectiva intuitiva, mientras que con las piezas más formales se toma mayor consciencia de lo que se escucha o se espera escuchar. Aunque él considerara su música más lenta y emotiva que el patrón general del minimalismo, y siguiendo en cierto modo los pasos de Steve Reich, que ya en los 60 había experimentado con frases grabadas en viejas casetes en "It's gonna rain" o "Come out", el inquieto músico inglés Gavin Bryars supo intuir, precisamente, las posibilidades que le ofrecía una grabación que, junto a Alan Power, realizaron para una película sobre personas sin hogar en las cercanías de la estación de Waterloo en Londres. Varias personas borrachas irrumpían en la misma, pero destacaba especialmente la letanía de un viejo mendigo que estaba sobrio, una estrofa que decía así: 'Jesus' blood never failed me yet / Never failed me yet / Jesus' blood never failed me yet / There's one thing I know / For he loves me so'.

Trabajando en su casa, Bryars notó que el canto del mendigo anónimo resultaba estar en sintonía con su piano, y empezó a improvisar un sencillo acompañamiento; experimentando con el bucle, este fue escuchado accidentalmente por una clase de bellas artes, algunos de cuyos alumnos resultaron impactados, lo que convenció definitivamente a Bryars a creer en la fuerza de esa milagrosa estrofa que algo o alguien había puesto en su camino, una 'señal' que fue convenientemente depurada hasta convertirse en una obra de culto ("esto me convenció del poder emocional de la música y de las posibilidades ofrecidas por la adición de un simple -aunque iba evolucionando poco a poco- acompañamiento orquestal, que respetaba la nobleza del vagabundo y su fe"). Su primera grabación se produjo en 1975 (tres años después de su presentación en directo) en el mítico sello de músicas experimentales de Brian Eno, Obscure Records, junto a la otra gran partitura de Bryars, "The sinking of the Titanic", ambas producidas por el propio Eno. Aquella primera versión de "Jesus' blood never failed me yet", en la que interpreta el órgano Michael Nyman, comienza con la voz en solitario, las cuerdas entran tranquilamente, arropando la letanía, y van cobrando impetuosidad en un desarrollo sin cambios pero emocionante durante 25 maravillosos minutos, y no pasaron desapercibidos para algunos músicos que posteriormente admitieron su devoción a la obra, como Tom Waits o Philip Glass. Glass fue, de hecho, el que propuso a Gavin revisitar la partitura dos décadas después ("siempre pensaba que era un trabajo poco explorado", dijo el de Baltimore) para su inclusión en el sello que apadrinaba, Point Music; Waits se enteró, por estar en contacto con Bryars por otros proyectos, y confesó su admiración (textualmente, su disco favorito de toda la vida), así que ambos pensaron en que su inclusión podría complementar el canto del mendigo en la nueva versión, un disco que se amplió hasta los 75 minutos de duración, y que fue publicado en 1993. Favoreciendo sin duda el sinfonismo, pero incrementando a su vez la dificultad de su escucha completa, hay que hacer constar que el trabajo no presenta silencios entre cortes, se trata de un todo de una hora y cuarto con la eterna cancioncilla protagonista por bandera, motivo principal sobre el que flotan las demás disposiciones orquestales, que por orden de aparición son: 'Cuarteto de cuerda', 'Low strings', 'No strings', 'Full strings', 'Tom Waits with full strings' y 'Tom Waits with high strings'. De todas ellas es la primera la más completa y amena, con la imperceptibilidad del cambio mínimo presente en toda su extensión, y la que se asemeja más a la original, a pesar de no contar con la misma gama de instrumentos. "Si alguien me dice que una música es aburrida, le aconsejaría que la escuchara cinco minutos más", decía Bryars, y es una frase muy apropiada para esta partitura de eterno loop cantado toscamente. Una vez dentro de la pieza, es toda una experiencia notar cómo va creciendo, cómo va cobrando fuerza e intensidad con extraordinaria sencillez, pasando el tiempo sin apenas darnos cuenta. Como suele ser habitual, este minimalismo tan sutil produce un estado latente en un oyente que puede sucumbir a un cierto sopor, si bien más por la belleza y carácter hipnótico de lo escuchado que por su monotonía. La adición, muy poco a poco, de nuevos elementos orquestales, es el principal vehículo del estilo del compositor inglés, a lo que también hay que sumar la repetición y el cambio imperceptible, como disgregado por el viento, en el elemento vocal, protagonista principal de esta curiosa historia, más en la garganta del vagabundo anónimo que en la presencia de Tom Waits, otra de las curiosidades de la obra, la aparición del mítico cantante californiano al final de la misma, un intérprete de voz rota que casa con la premisa de esta enorme pieza en la que se conjugan lo deprimente y lo altivo. Es necesario destacar la cuidada estética del producto de Point Music, las poderosas fotografías de portada y contraportada, la tipografía y el diseño gráfico, elementos que acrecentan el intangible carácter hipnótico de la música. Además, se publicaron también varios CDsingles con extractos remezclados (en uno de ellos incluso se incluía un coro, aparte de la voz original y de la de Waits), si bien en cuatro minutos no es posible entender las intenciones de este desasosegante producto.

Un año antes de que Point Music publicara este trabajo, Elektra Nonesuch había puesto a la venta la excelsa 'Tercera sinfonía' de Henryk Górecki; curiosamente, ambas fueron nuevas versiones de obras escritas muchos años antes, pero la de Bryars, a pesar de su interés, de sus buenas críticas, de mantener una cierta fama con el tiempo, y de estar nominada al premio Mercury (premio anual al mejor álbum musical del Reino Unido o Irlanda, que ese año ganó la banda Suede), no llegó en absoluto al éxito de ventas de la gran partitura del polaco. El de Bryars, además, a pesar de incluir la estrofa sobre Jesucristo, no era un disco pseudoreligioso como aquella 'Sinfonía de las lamentaciones', pero sí verdaderamente emotivo: "Mi música siempre se ha referido a algún asunto que tuviera algún objeto, especialmente si ese objeto tiene las raíces en algo emotivo, no en algo abstracto". Es especialmente obvio en "Jesus' blood never failed me yet", donde el mendigo, que es el verdadero protagonista de la pieza, no sólo no canta especialmente bien sino que además está cercano a la muerte, tanto que de hecho, falleció antes de poder ver publicada la obra. Es la suya una voz noble y sincera, que puede llegar a emocionar, en este trabajo de esquiva lindeza pero notable embrujo. No es de extrañar que Eno, Waits, Glass y otros se enamoraran de esta obra, pues es turbadora en exceso, una autentica joya de la escena vanguardista y contemporánea del siglo XX.

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