19.8.23

NIGHTNOISE:
"A Different Shore"

La banda Nightnoise, paradigma de la renovación de la música tradicional irlandesa en los ochenta y los noventa, se sorprendía de que la industria del disco descubriera en ellos a un grupo para ser lanzado con la fuerza que lo hicieron, especialmente en los años noventa. En España se hicieron tremendamente populares, pero claro, sólo hay que descubrir su música. Lo que se oye y lo que se escucha en sus trabajos son fuentes de energía moderadamente desbordante, que no sólo hacían palidecer a gran parte de la producción folclórica de su entorno, sino que el resultado rebosaba humildad y carisma. La gente encontró en ellos la alternativa a lo de siempre, un nuevo camino hacia la excelencia, y la conexión fue total. El sello de Nightnoise no sólo era identificable, sino que conectaba lo de antes con lo de ahora sin necesidad de recurrir a una instrumentación modernizada. "Los sonidos más elementales están cambiando para hacerse más sofisticados", decía Mícheál Ó Domhnaill sobre la llegada de la electrónica a la tradición, que según cómo fuera encauzada podía tomarse como una afrenta. Fue sin embargo en los pueblos y aldeas irlandesas donde se seguía hablando en gaélico, donde Mícheál y los suyos acapararon ideas y melodías, el caldo de cultivo de Nightnoise y todas sus ramificaciones. Aun así, no se consideraban abanderados del folclore de su país ni nada parecido, ellos sólo hacían su trabajo, lo que les gustaba. Y el público descubrió que lo hacían de maravilla, tanto cuando fueran dos los componentes del grupo (Mícheál y Billy Oskay, en su primer plástico, "Nightnoise"), como siendo cuatro, en sus ligeras variaciones (las llegadas de Tríona Ní Dhomhnaill, Brian Dunning y Johnny Cunningham). 

Fue en 1995, dos años después del afortunado "Shadow of Time", cuando la compañía californiana Windham Hill siguió publicando fielmente al conjunto irlandés con toque escocés. Sin presiones y sin ideas previas, la evolución, la planificación de cada disco, era algo vivo, se iba creando en la fructífera reunión de estos cuatro genios. Una poética cubierta (fotografía de Jonathan Williams) presentaba el nuevo fruto, titulado "A Different Shore", epígrafe que no parece tener un significado especial. Mícheál Ó Domhnaill (guitarra, flauta irlandesa, sintetizador, voz), Tríona Ní Dhomhnaill (piano, voz, flauta irlandesa, acordeón, sintetizador), Johnny Cunningham (violín, voz) y Brian Dunning (varios tipos de flautas, acordeón, voz) eran los cuatro protagonistas y miembros del grupo, que grabaron el trabajo en los White Horse Studios de Portland (Oregon). Mícheál dijo textualmente de este trabajo: "Es la grabación mas grandiosa y de mas exuberante sonoridad que jamás hayamos realizado". Su ingeniero de sonido fue Dan Fitzgerald, con el que el grupo conectaba especialmente. Música acústica con acento celta, la definían en Windham Hill, pero a esa definición le faltan sabores, le falta un toque de clasicismo, le falta un suave asomo de jazz y le falta sobre todo expresar el amor por la patria lejana, la familia y las tradiciones. Decía Mícheál: "En nuestra casa siempre había música. A todas horas. Era algo que se respiraba. Al margen de la música popular, mi padre dirigía un coro, y mi madre mantenía una clara preferencia por todo aquello que fuera clásico". Más que destacar en los trabajos de la banda, el bueno de Mícheál conseguía hacer aún mejores músicos a los demás miembros del grupo, con los que poseía una compenetración sencillamente única, no en vano se trataban de su propia hermana, de un violinista con el que había compartido muchas grabaciones y conciertos, y de un afable flautista de trato fácil. Rutilantes tanto en grupo como por separado, todos ellos se conjuntaban enormemente en el escenario, ofreciendo en sus deseadas giras pequeños espectáculos gloriosos e inolvidables. Y sus discos eran acontecimientos esperados, como este "A Different Shore" que se abre con "Call of the Child", bellísimo comienzo animado por la flauta (no en vano se trata de una composición de Brian Dunning) y marcado por el especialísimo ritmo primario de Mícheál a la guitarra, majestuoso en su simplicidad, tal vez la verdadera protagonista de la pieza a pesar de lo pegadizo del viento, pues conecta con Irlanda sin saber cómo ni por qué. El violín de Johnny aporta una segunda voz a la melodía, como un dúo celestial para una pieza maravillosa con lo más básico, pero con la poco habitual maestría de encauzar cada instrumento, cada influencia, para lograr la magia que desprende toda composición de Nigjtnoise. Aires marciales muy típicos del grupo inician a continuación "For Eamonn", un pequeño himno dedicado al hermano mayor de los Ó Domhnaill. De nuevo es el viento el que toma entonces el rumbo melódico con su habitual dulzura y asequibilidad. El final condensa ambas vertientes de manera maravillosa. Mícheál es el autor de la pieza. En "Falling Apples" aparece Tríona con el piano y su característica magia vocal, sencilla y gozosa, en una canción si bien no tan afortunada como otras de álbumes anteriores, realmente deliciosa, sin síntomas de agotamiento por su parte. Tríona la compuso cuando, en su casa de Portland, escuchó un ruido que no pudo identificar, hasta que descubrió que eran manzanas cayendo de un árbol, lo que conecta con otros sonidos que acaban trayéndonos ciertos recuerdos o asociaciones. Desde el origen del grupo, lo instrumental primaba en el total de cada álbum, pero el tiempo les hizo ver la importancia de colocar pequeñas joyas vocales, aumentando estas su importancia a cada paso que daban. Sin embargo, sólo una de las diez composiciones de "A Different Shore", esa "Falling Apples", va acompañada de la particular voz de Tríona. De nuevo aparece Dunning con una pegadiza tonada de esplendoroso ritmo, "The Busker on the Bridge", donde prima el conjunto y se escuchan instrumentos inusuales junto a un pequeño y divertido tramo a cappella que nos recuerda a otros tiempos de la banda. Un gran pieza. Más adelante, "Clouds go By" será la última muestra del flautista en este disco, una nueva muestra de alegría con aroma folclórico. En "Morning in Madrid" aparece Johnny Cunningham con una suave y aterciopelada delicia de tintes clásicos en la que por fin entra en escena el violín de manera protagonista, como no podía ser menos. Johhny la compuso después de un concierto en Madrid, cuando le llevaron a la taberna Elisa, un sitio de referencia para lo tradicional y lo celta, por donde han pasado también La Musgaña (que conocieron a Johhny esa noche, tras la que colaboraría con ellos), Capercaillie, Kepa Junkera, Carlos Núñez o Hevia. Como segunda muestra de Johnny en el disco, "A Different Shore" es un un placido paseo por la orilla, que titula el trabajo. Tríona vuelve a firmar el que tal vez sea, por ahora, el corte menos vistoso entre tanta belleza, "Another Wee Niece" aunque posee la innegable clase de su autora, que retorna en "Mind the Dresser" con otra hermosa tonada introducida por su soñador piano, que tal vez no es un sencillo destacado en un disco de Nightnoise, pero tan firme y altiva que seria importante para cualquier otro grupo. "Shuan" es una fenomenal pieza para concluir, reflexiva y plena del sonido Nightnoise. Es la guinda que aporta el enorme talento de un Micheál O'Dohmnaill que sólo tiene dos muestras en este trabajo en el que las autorías están muy repartidas. Poseedora de una cierta tristeza, a la larga se puede ver como un adiós sin saber que ciertamente lo iba a ser, y es que "A Different Shore" fue el último álbum de Nightnoise en estudio, pero no su última referencia: dos años después, "The White Horse Sessions" fue una suerte de despedida no premeditada que recogía doce pistas seleccionadas grabadas en vivo, nueve de ellas en los White Horse Studios (en un concierto privado para una cincuentena de familiares y amigos en marzo de 1996 en Portland), y tres en Málaga en un concierto de la gira de 1995. Dejando atrás Portland, ellos ya habían vuelto a vivir a Irlanda, a Dublín, y no deja de ser curioso que la vuelta a casa acabara con el grupo, como si fuera la añoranza por la tierra (que les había hecho alcanzar la excelencia, destilando sinceridad y hermosura) lo que les mantuviera unidos. Además, Nightnoise siempre fue un conjunto dispuesto a complementar discos recopilatorios de diversas temáticas en Windham Hill, aportando un marchamo de calidad importante y adaptándose como el agua al recipiente que tocaba en cada ocasión. Villancicos, interpretaciones de música impresionista, renacentista, barroca, ambiental o puramente celta, fueron algunas de sus aportaciones a compilaciones como "A Winter's Solstice" -con la excelente "Nollaig"-, "The Impressionists" -con la maravillosa "Sicilienne"-, "The Bach Variations" -la "Bouree"- o "On a Starry Night" -"Suantrai", cantada de manera hermosísima por Tríona-. Esas pequeñas delicias que bien podían haber conformaado un disco propio continuaron hasta 2002, con la sustitución en 1998 de Johhny Cunningham por el violinista irlandés John Fitzpatrick, que debutó en directo en la gira de 1997. A partir de ahí, y aunque Míchéal dijera en alguna ocasión que había un firme propósito de reagrupación, Nightnoise simplemente dejó de existir, como también desaparecieron Johnny en 2003, Mícheál en 2006 (momento en el que los antiguos miembros de The Bothy Band se volvieron a reunir el 24 de mayo de 2007 en un concierto tributo, 'A Gig for Mícheál') y Brian en 2022. 

"Con cada nueva composición seguimos emocionándonos unos a otros", decía Mícheál, en eso consistía la inmensurable cohesión de la banda, en algo tan sencillo como otorgar el sentimiento a cada canción, en las que lo popular se conjugaba con lo académico y se presentaba con gran fuerza y poder de convicción, de tal forma que por momentos es difícil discernir en qué realidad nos encontramos, si en nuestro convulso mundo o en la particular e inteligente imaginería musical de estos gloriosos músicos que consiguieron encontrar la manera de conectar con un gran sector de público surgido de varios mundillos musicales a través de un puñado de álbumes de sublime encanto y eterna magia, como este "A Different Shore" en el que optaban por la alegría sin disimulos, desconocedores de su condición postrera. Saber cual hubiera sido la evolución de Nightnoise sin la desaparición de casi todos sus miembros, sus siguientes pasos discográficos, no es difícil, lo más seguro es que hubiesen reforzado su propio sonido (quién con más derecho que ellos?) con prosperas melodías de fiel arraigo irlandés, acompañadas por un sutil acercamiento por igual al jazz y al mundo clásico. La voz seguiría siendo parte fundamental de su discurso melancólico, y la electrónica difícilmente entraría en escena. Nada nuevo en realidad, pero seguramente habría que decir 'gracias a Dios', la mayoría de sus oyentes no querrían cambiar ni una coma de su forma de expresión, de la elegancia de su interpretación, o del aroma a las raíces que impregnaba sus trabajos, con esa belleza tan natural y profunda que es prácticamente imposible definir con palabras. Lo que tampoco faltaría, sin ninguna duda, serían la luminosidad y el aplomo que la mera presencia de estos monstruos del folclore celta imprimían a su directo, compases taciturnos de una época que no hay que olvidar. No es que escuchándoles se alcance la felicidad, pero desde luego sus cálidas notas ayudaban mucho a lograrla.

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7.8.23

MICHAEL GETTEL:
"Return"

A finales de los años ochenta, en el gran momento del movimiento new age, el piano se convirtió en un instrumento adalid de esa filosofía que en su rama musical era natural y relajante. Entre otros nombres de enorme fama y calidad, el de Michael Gettel fue uno de los más destacados, merced a una estimulante capacidad melódica, que se acoplaba perfectamente con ciertas ideas paisajísticas que el pianista de Seattle tenía muy estructuradas entre sus recuerdos. Tras dos grandes trabajos publicados en Miramar Recordings, "San Juan Suite" e "Intricate Balance", Gettel dio un paso lógico en sus pretensiones, concretamente fichar por una de las grandes compañías de la new age estadounidense, Narada Productions, aunque su primera aproximación al sello de Milwaukee se publicó en su filial Sona Gaia en 1990 (realmente hubo un primer prensaje de demostración de este disco en 1989 en Sounding Records, el sello del propio Gettel). Por el camino, Michael tuvo que realizar cesiones, como revestir su música de otros sonidos tan recurrentes como vientos y percusiones, si bien su utilización, que ya había llegado en su segundo plástico, "Intricate Balance", es mucho más agradable y meticulosa que en sus posteriores vinilos, logrando así un acercamiento al sonido primigenio, una especie de retorno al camino del éxito que el pianista tituló precisamente así, "Return".

Alimentado por la experiencia, la fe cristiana y el amor, "Return" es un disco sólido y maduro. Gettel evoluciona desde el propio planteamiento, y aunque el piano en solitario sea más evocador y emocionante, se deja llevar con solvencia, de tal modo que los paisajes que antes describía ahora los pinta con una gama de colores ampliada por la incorporación de nuevos instrumentos en su repertorio, pero sin olvidarse de sus giros vertiginosos característicos. Así, con piano, vientos, marcada percusión, alguna guitarra y otros invitados, "Return" encuentra otras salidas, en un todo muy alegre y equilibrado que deja muy buen sabor de boca. "Returning" es una muy bella melodía para abrir boca, con la cadencia rítmica del piano ayudado por una suave percusión (Keith Ewer se encarga de esta faceta en todo el trabajo, como ya hizo en el anterior), y la ayuda imprescindible del saxo soprano en la parte melódica, a cargo de Richard Wagner, un eficiente colaborador de muchos artistas de Narada. La génesis de esta pieza de inicio es el cálido recuerdo de un viaje familiar a la Costa Este para visitar a los abuelos. Podemos confirmar en "Avalon Rising" que "Return" es una celebración de la vida, por su alegría al más puro estilo del Paul Winter Consort. No hay que olvidar que tanto "San Juan Suite" como "Intricate Balance" eran también dos discos inspirados en la belleza natural de esos parajes que Gettel conocía muy bien, pero la incorporación de otra instrumentación, especialmente vientos, o concretamente el violín de Gary Haggerty en esta pieza, acrecenta el ansia de vivir la belleza en todo su esplendor. No por ello dejan de interesar esas relucientes melodías de piano en solitario que tanto nos atrajeron en sus inicios, pero será al final del disco cuando Michael vuelva brevemente a esa faceta. Otra de las composiciones destacadas, de desarrollo tranquilo e igual de preciosista y colorida, es "Through the Heartland", música positiva que condensa en cinco pensativos minutos paisajes y recuerdos, y que se beneficia de la presencia del siempre lírico oboe, en esta ocasión de Michael Miller, que repite también colaboración. "The Fullness of Time" consigue una nueva atmósfera melancólica en la curiosa comunión del piano con violín, armónica y acordeón, un efecto como del oeste de los Estados Unidos, el área de influencia del autor, que pronto dedicará todo un álbum al rojizo paisaje del estado de Colorado. La novedad en la siguiente pieza, la magistral "The Holy Lands", es el comienzo con la guitarra clásica de Jeff Woistman, que le otorga un pequeño aroma de antigüedad, combinada con una cierta electrónica de sintetizador, un detalle que la música del pianista puede llegar a agradecer puntualmente; tanto esta composición como "Flight" son otras dos inspiradas melodías con oboe y cuerno inglés la primera, con saxo soprano la segunda, ambas con la ayuda de percusión, bajo, sintetizador y piano. Las dos destilan una gran hermosura y ayudan a que este trabajo sea una puerta abierta a la ternura, al romanticismo y, como dice Michael Gettel en el libreto del disco, un retorno al mismo lugar de antaño. En el tramo final de un álbum que no decae en ningún momento, aparece en "Son of Heaven" la tormenta, sonidos naturales que poblaban su primer disco, el piano se alza repetitivo con la influencia de la literatura histórica y la mitología celta, como ya sucediera en "Avalon Rising". La percusión es fuerte, vibrante, y oboe y cuerno inglés efectúan una oración al hijo del cielo. El conjunto es fabuloso, y ese posible agradecimiento por la llegada de la lluvia se convierte en una ofrenda musical también para nosotros. Para terminar, "Home" es el solo de piano esperado, ese as en la manga que Michael guardaba para más fieles seguidores, pequeña esencia de sus habilidades con las teclas, que el artista grabó una medianoche en una 'primera toma', profundamente inspirado por los recuerdos de una casa en la que se reunía la familia cuando él era pequeño. "Home" no es sino una reinterpretación del tema de inicio, "Returning", como una especie de vuelta a Colorado después de las vacaciones en Seattle. Sencillamente emocionante, "Return" es un colofón majestuoso para un músico nada lejano en esa época a los más grandes del llamado piano folk (léase George Winston), con el que se agotan los adjetivos, y es que los tres primeros de Michael Gettel son como un espectáculo natural del que no querrías salir, un paisaje sublime, una enorme y ruidosa catarata, un vasto cielo azul.

"La esencia de la buena música instrumental es que debería conseguir involucrar emocionalmente y evocar un sentimiento", decía Gettel. En "Return", en cuya portada aparece el músico con su hijo en un paisaje rural muy evocador, lo vuelve a conseguir, pues este trabajo es una pequeña joya olvidada. Es una mente abierta de par en par al mundo, una nueva expansión a otros territorios melódicos y armónicos de un teclista fabuloso en un gran momento creativo. Lamentablemente el camino a recorrer en esta faceta de ensemble, seguramente más obligada por las demandas de la compañía y el mercado que por su propio interés, quemó un poco la creatividad de un fabuloso pianista en solitario, destacado entre la mayoría de este género, que se convirtió a partir de aquí en un músico más de la nómina de Narada. No es que "Places in Time", "Skywatching", "The Key" o "The Art of Nature" fueran malos trabajos, todos tenían grandes momentos, pero se redujo la originalidad, la intensidad, en definitiva la maravilla que surgía en sus comienzos de la soledad de su piano, esas inmensas atmosferas que deslumbran en obras tan completas como "San Juan Suite", que en "Return", como ya ocurrió en "Intricate Balance", tiene un digno sucesor.

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