MARTYN BENNETT:
"Martyn Bennett"

La mezcla de tradición y academicismo, y una búsqueda particular en el jazz fusión fueron los ingredientes para, previa compra de un teclado, un secuenciador y un sampler, la creación en tan sólo siete días de un álbum tan impactante como "Martyn Bennett". En este luminoso trabajo se disfruta por igual de la tradición escocesa, presente de manera bastante potente en cada corte del disco, y de la electrónica de DJ, que deambula con sus ritmos, tan bailables como los del folk, por cada rincón, engalanando con sus jóvenes texturas las ya de por sí atractivas canciones: "A menudo me gustaría poder repetir esa energía ahora, pero era la energía del momento, una energía de ser desconocido, una energía con ninguna expectativa, y una energía de estar enamorado". Lo viejo y lo nuevo se hermanan y conviven en un mundo propio, que nombres como el suyo o como Paul Mounsey han sabido convertir en referencia, ejerciendo de gurús de las nuevas tendencias electrónicas aplicadas a la música celta. Este emocionante álbum comienza con un minuto y medio de aflautada introducción atmosférica, pero enseguida el cambio de ritmo conduce a esta pieza de título "Swallowtail" y al sentido último de la música de Martyn Bennett, la fusión de la cultura antigua (se trata de melodías tradicionales irlandesas que le descubrió el flautista Cathal McConnel) con la vida moderna, donde la percusión es la que marca la diferencia, en un tratamiento más agresivo de lo normal para un resultado poderoso y muy atractivo. Influenciado por otra banda irlandesa, la Bothy Band, voces y sonidos atrevidos en "Erin" anticipan la inventiva del trabajo, introduciendo conceptos urbanos en el folclore tradicional, con lo que más allá de modernizar, engalana las piezas y las viste para el consumo actual, donde ciertas melodías pueden considerarse algo aburridas o, al menos, repetidas sin cambios perceptibles hasta la saciedad, lo que las ancla en un ajado pasado. Es en cortes como ese (y realmente en la totalidad del disco) en los que se agradece realmente la capacidad y el ingenio de este malogrado artista que supo captar una nueva dimensión y posibilidades a la música escocesa. Ritmos bailables continúan su seguro despliegue en canciones destacadas como "Cuillin" (compuesta por Martyn, con sorprendente clímax de guitarra eléctrica en su primera parte) o la excepcional "3 sheeps 2 the wind" (poseedora de una magia que va más allá de denominaciones y encasillamientos), mientras que un comienzo funky y acompañamiento jazzístico caracteriza a "Deoch an dorus", en otra demostración de adaptación a ritmos ajenos, como el acercamiento al hip hop de "Floret silva undique" (arreglo del poema del escocés Hamish Henderson) o incluso a tendencias más modernas en la histórica "Jacobite bebop", en la que por momentos parece sonar el violín eléctrico de Ed-Alleyne Johnson (en absoluto, es Martyn en una faceta más cercana al rock sinfónico) en un fenomenal despliegue de fuerza. Para finalizar, "Steam" desvela el carácter bromista de este multiinstrumentista que, tras un devaneo con el swing, concluye la pieza con un relajante sonido de lo que parece una pequeña caída de agua, si bien Bennett lo define como "un paseo por el parque y orinar en el estanque de los patos"; difícil de creer, pues el alivio se extiende durante más de veinte minutos. Grabado y mezclado en marzo de 1995, Eclectic Records publicó el disco en 1996 con Stuart Hamilton como ingeniero y la producción (textual) de madres, padres, hermanos, amigos, primos, amantes, limones, abejas, árboles, menta, montañas, lluvia, sol, amor, dolor, nacimiento, vida, muerte, Dios, Buddha, espíritus, hierba, energía, esperanza.
Aun formando parte de la misma familia que tantas bandas y músicos de origen y acabado celta, Martyn Bennett suena distinto, el tratamiento otorgado, el uso de las voces y la manera de acometer los ritmos le hace estar un paso por delante de la mayoría de sus coetáneos y acrecenta el interés hacia su música, que no pierde ni un ápice de la identidad escocesa. Importantes personajes de la escena celta o la world music como Donald Shaw o Peter Gabriel lamentaron profundamente la muerte de un Bennett que hablaba de su dolencia como de una prueba espiritual. Ese espíritu persiste sin duda en su legado, en discos como "Martyn Bennett", "Bothy culture", "Glen lyon" (cantado por su madre, Margaret) o "Grit", fruto a partes iguales de la rabia y de la tecnología. Grandiosos detalles y un conjunto asombroso acaban por rendirnos ante esta figura esencial del cambio de siglo celta, que recordaremos con veneración y con la misma actitud burlona con la que abre y cierra canciones como "Deoch and Dorus".
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