28.12.11

CÉSAR FORNÉS:
"Retorno a la fantasía"

Música Sin-Fin era el nombre del sello discográfico independiente que Juan Alberto Arteche creó en 1989 para difundir la música de su grupo, Finis africae, y de otros artistas españoles que circulaban por caminos pedregosos y de difícil difusión como son los de la World Music y las reconocidas como Nuevas Músicas. En su estudio de grabación, conocido como 'El Agujero', y con el sentido de "experimentar con nuevos conceptos musicales", se grabaron la mayoría de las referencias del sello, como "Interface" de Zyklus, "Copa de veneno" de Clónicos, "Amazonia" de Finis africae o "Pangea" de Javier Paxariño, sus cuatro primeros lanzamientos. Mención aparte merecen los dos siguientes, que fueron grabados casi en su totalidad en los estudios de sus autores: un excepcional "Cautiva" de Alberto Iglesias, que Pedro Almodóvar rescató con muy buen ojo para su film "La piel que habito", y un disco intimista y aventurero, una pequeña joya de título "Retorno a la fantasía" creada y servida por el guitarrista César Fornés. Desde un punto de partida humilde pero tremendamente entusiasta, Fornés y Juan Alberto Arteche presentaron en 1992 esta encantadora obra que encajaría perfectamente en el catálogo de un sello especializado en músicos artesanos como Windham Hill, y cuyo mensaje está encerrado en la reseña que publicó la propia compañía: "Historias intensamente vividas por todas las personas que tienen un arco iris en algún rincón de su cabeza. Cuentos y leyendas caballerescas, observaciones y sensaciones de un entorno casi olvidado y utópico. Fábulas sonoras que te transportan a otro tiempo, a un tiempo feliz y aventurero de la infancia, donde todo es posible".

César fornés es un contador de cuentos, un músico auténtico cuyo reto es "llegar a hacer una música de la que estar orgulloso", y más allá, "llegar directamente al corazón". Con el tirón de las músicas instrumentales de finales de siglo tuvo su pequeño momento de gloria, suficiente para hacernos llegar este delicioso trabajo producido por Juan Alberto Arteche con la mujer de Fornés, Mora Amaro -que aparece en algunas de las imágenes promocionales del álbum-, como ingeniero de sonido. Nacido en 1952, comenzó a los 11 años a estudiar música, vocación heredada: "Mi padre era trompetista profesional, y muy bueno. Yo poco a poco me fui decantando por la guitarra, porque era un instrumento más íntimo, y más fácil". "Retorno a la fantasía" fue su primer trabajo en solitario, si bien tenía una gran experiencia en numerosos grupos de rock y jazz, en musicales como "Jesucristo superstar" o "Evita", y tocando para Camilo Sesto, Raphael, Miguel Ríos, José Luis Perales, Rocío Jurado y muchos más artistas españoles de primera fila. "Retorno a la fantasía" consta de dieciocho canciones, aunque muchas de ellas son de duraciones muy cortas, como pequeños experimentos que ilustran los poemas de César, esos escuetos textos que podemos leer en el libreto del álbum y que son inseparables de la propia música. Por ejemplo, el de "Muy adentro": "Aquellos botones de la camisa/ eran imposibles de abrochar,/ tanto,/ que me di cuenta que mi cuerpo/ quería decirme algo,/ pues yo/ mantenía con él un intercambio:/ yo le cuidaba lo mejor que podía,/ y él me avisaba cuando alguna bonita melodía/ estaba pasando por los alrededores". En un estilo sencillo ("he preferido la pureza de una ilusión sonora y no la complejidad de escalas y virtuosismos"), Fornés intenta escarbar en lo imaginario y devolvernos la fantasía perdida con el paso del tiempo, con aires medievales en los que no faltan caballeros, damas, palacios o bufones. "El molino de agua", haciendo honor al título del disco, es una fantasía para cuerdas, una oda musical tan simple como hermosa y bien ejecutada, el recuerdo de un tiempo pasado y feliz. Sin ir más lejos el segundo corte, "La promesa de una dama" -otra de las valiosas joyas de un trabajo de escucha entusiasta-, explora en la propia portada del disco, una viñeta de la histórica aventura gráfica "El príncipe valiente" de Harold Foster. Esas guitarras aventureras (Ovation, Martin, Contreras y Gibson) se detienen en paisajes, ciudades, pensamientos y leyendas, con la única ayuda de un emulador Proteus y del secuenciador Atari Notator. Una cierta ingenuidad se suple con técnica y astucia, encontrando con facilidad la melodía o el desarrollo adecuado a momentos más calmados ("Bochorno sobre el lago" -auténtico intimismo maravillosamente construido-, "El caballero andante"), meditabundos ("Los pensamientos de Güordek", "La casa de los sueños"), alegres ("Las andanzas de Yermín", "La carreta de cristal"), festivos incluso ("Carnaval en palacio"). "Todo es muy sencillo y a veces repetitivo, igual que la ola sigue a la ola... Yo cuando voy y vengo también puedo ser el mismo, pero la verdad es que eso no lo consigo".

La carrera de César Fornés no fue nunca un camino de rosas, ni en su época trabajando para otros, donde cosechó alguna mala experiencia por el encorsetamiento que esto suponía y la falta de permisibilidad por parte de alguna estrella, ni por supuesto cuando dejó todo de golpe y tuvo que tocar en el metro de Madrid, si bien aprendió mucho y acabó dando clases en conservatorios. En cuanto a su estilo de música asegura: "Yo siempre he hecho fusión, y a raiz de que saliera Vollenweider he tenido que llamarlo new age porque, siendo español, jazz no molaba". Es el gran problema de las etiquetas, unido al sempiterno de la cerrazón del mercado español (definitiva la frase de Juan A. Arteche: "Me he pasado toda la vida intentando ser más o menos libre dentro de la música y siempre me he encontrado con el muro impenetrable de las compañías discográficas"). Con artistas como César Fornés, Alberto Iglesias o Javier Paxariño, Música Sin-Fin logró al menos ofrecer esa calidad que sólo unos pocos saben reconocer, pero que es ciertamente indiscutible e injustamente olvidada salvo en círculos muy recónditos. "Retorno a la fantasía" es una de esas sorpresas que merecen ser rescatadas del olvido, un guiño a la literatura épica, al cine de aventuras, a los sueños infantiles. En esa temática legendaria, y aunque la portada sea un homenaje a "El príncipe valiente", Fornés bien podría haber elegido algún grabado o cuadro de los que recuerdan a nuestro ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, retratado en este disco desde la cordura del guitarrista formado en el conservatorio y la locura del músico callejero.



14.12.11

WIM MERTENS:
"A Man of No Fortune and with a Name to Come"

En la música contemporánea de los últimos tiempos se han impuesto fácilmente, con el beneplácito de la crítica, obras por lo general de audición complicada para el gran público. No se pueden negar sus cualidades, pero sí admitir la dificultad para despertar interés y ampliar el número de seguidores. Otro tipo de compositores han intentado abrir las fronteras para facilitar su música, topándose así con el desprecio del sector más retrógrado de la crítica, pero accediendo a un mercado entusiasta como el de las nuevas músicas (con todo lo despectivo o atractivo que el nombre pueda conllevar), sin olvidar por ello sus convicciones y prioridades. El estirado compositor belga Wim Mertens es uno de los ejemplos más claros de ese acercamiento a estructuras más sencillas (cuidado, también es preciso investigar en sus series más complejas, intercaladas entre sus éxitos) que encuentran difícil acomodo en cuanto a su definición estilística. Una de las muchas líneas de actuación de este dinámico artista consiste en la interpretación en solitario utilizando solamente piano y voz, con la peculiaridad de cantar en falsete versos sin ningún tipo de significado. Así, diciendo prácticamente nada, Mertens dice realmente mucho, algo además distinto y único, directo y sincero. "A Man of No Fortune and with a Name to Come" fue su primera referencia de piano y voz, publicada por Les disques du Crépuscule en 1986 con una artística portada que refleja la soledad del intérprete.

"Toda mi música, incluso la instrumental, viene de una inspiración vocal", afirma Mertens. Así se puede entender mejor que engalane sus piezas con tan extraño canto, que aunque al principio pueda resultar chocante, incluso algo absurdo o histriónico, acaba atrapando, convenciendo y esperando más de esa manera tan peculiar de entender la música de piano, en la que lo popular y lo clásico se dan la mano. "A Man of No Fortune and with a Name to Come" fue grabado en dos días sin ningún tipo de manipulación adicional y estaba dedicado a su padre, Henri, que también era músico. Presenta por lo general una marcada emoción en seis piezas inspiradas, placenteras y de duraciones amplias, si bien su único 'single' se sale de la norma general al tratarse de un riff movido de menos de tres minutos, con un tratamiento vocal más intenso; "Hirose", así se titula, toma el nombre de una antigua novia japonesa de Wim, Rika Hirose, cuya única acreditación en su obra es de fotógrafa en "Educes me" y como vocalista en "If I Can", trabajos ambos de esta misma época. "Casting no Shadow" es un comienzo bonito y melódico, en el que la voz se presenta tímida al minuto y medio, intentando equilibrar la belleza clásica del instrumento con un toque personal y extravagante por lo distinto e inesperado; este inicio, además de sereno y hermoso es ciertamente largo (once minutos y medio), pero se trata de una de esas melodías que podrían ocupar sin temor una mayor extensión. Así lo hace "You See", única de las canciones en la que parece escucharse una frase con sentido (la que le da título), en un entorno de quince minutos alegres y desenfadados en los que también hay tiempo para una calma tensa. También tranquilas son "A Tiels Leis" (de melodía bella y sustanciosa, aunque de menos matices hasta su cambio de registro hacia la mitad de su extensión, que deja ver a un Mertens más exultante) y "Naviamente" (reposada, envolvente y plástica, cuya expresividad viene dada tanto en lo rotundo de las notas del piano como en la acongojante interpretación vocal). Es sin embargo el corte número cinco uno de los más acertados del álbum, un clásico en el repertorio de este enorme músico (de hecho se trata de una composición anterior, grabada con distinto tratamiento para el álbum "Vergessen"), de título "Multiple 12", en el que, él tendrá sus motivos, no utiliza la voz; de cadencia lenta y agradable, continúa con una cierta incertidumbre general sobre si el propósito del álbum se nutre de celebración o de duelo contenido. En su reedición de 2008, "A Man of No Fortune and with a Name to Come" incluía un anecdótico (su duración es inferior a un minuto) séptimo corte, "Noli me Tangere", que era en realidad cara B del single de "Hirose". El éxito de este trabajo y la creciente fama de Wim Mertens fueron motivo suficiente para acometer una larga gira que, aparte de pasar por España y demás países europeos, también llegó a Estados Unidos, en concreto a New York, Houston y Los Angeles; su éxito provocó la rápida respuesta de Windham Hill, que publicó dos recopilatorios del artista, "Close Cover" en 1986 y "Whisper Me" en 1988, si bien ninguno de los dos incluía canciones de "A Man of No Fortune and with a Name to Come". El film franco-belga "Between the Devil and the Deep Blue Sea", conocido en España como "Entre dos mares - Li", contó con este disco como banda sonora, y es es que al parecer su directora, Marion Hänsel, trabajó durante varios años en el guion mientras lo escuchaba compulsivamente; la BSO, que es el mismo disco con el mismo listado de temas, añade en su portada 'Basada en "A Man of No Fortune and with a Name to Come"'.

La 'generación perdida' fue el nombre con el que se conoció a una serie de escritores norteamericanos residentes en Europa en los años 20 del pasado siglo. Tal vez los más conocidos de todos ellos fueran John Dos Passos, Francis Scott Fitzgerald, John Steinbeck y Ernest Hemingway, sin embargo para nosotros es destacable la influencia de otro de ellos, Ezra Pound, en la obra de Wim Mertens, en especial en los títulos de muchas de sus composiciones, como el del trabajo que nos ocupa, "A Man of No Fortune and with a Name to Come", perteneciente a su 'Canto I'. Pound fue clave en una cierta revolución poética de su época con el empleo del verso libre en composiciones largas, del mismo modo que Mertens capitaneó su propia revolución vocal en la música contemporánea con sus extravagantes composiciones para piano y voz, trabajos llenos de vida y energía intercalados entre otros en conjunto, sinfónicos, o complicados juegos vanguardistas. Mertens, junto a Michael Nyman y Philip Glass, capitanea otra generación, pero no 'perdida', sino populosa y reconocida, la de los minimalistas del último cuarto del siglo XX. Bravo por Wim y por compartir con el mundo sus múltiples expresiones de talento.

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2.12.11

STEVE ROACH & KEVIN BRAHENY:
"Western spaces"

La soledad y el silencio de los desiertos o los mares son amigos de la inspiración de muchos músicos ambientales y cósmicos, siendo habitual el hecho de que grandes nombres de la música electrónica más atmosférica establezcan su residencia en pequeñas ciudades o pueblos alejados de las grandes ciudades. Es así como artistas como Steve Roach -que en un determinado momento de su carrera decidió mudarse al desierto de Sonora, cerca de la ciudad de Tucson, en el estado de Arizona- conectan con una realidad que se nos escapa a la mayoría, un mundo natural enlazado a la conciencia mágica y antigua del planeta Tierra. Roach, que creció al sur de California, muy cerca de esos estímulos enfrentados como son el desierto y el océano, siempre ha intentado acceder a lo que él llama 'el santuario de los sonidos primordiales', y sus primeros intentos los publicó en Fortuna Records, una pequeña compañía creada por Ethan Edgecombe en California. Celestial Harmonies, una de las grandes compañías en el floreciente mercado de las nuevas músicas, comenzó a distribuir el catálogo de Fortuna Records a mediados de los 80, con lo que artistas como David Parsons, Patrick Ball, William Aura o el propio Steve Roach se vieron beneficiados.

"Western spaces" es un ejemplo soberano de lo expuesto en el párrafo anterior. En colaboración con el también sintesista estadounidense Kevin Braheny, que ya había trabajado con Roach en el meditativo "Structures from silence", este disco es toda una celebración de las sensaciones que produce la inmensidad desértica en el espíritu humano. Linda Kohanov, escritora, crítica musical y a la sazón esposa de Steve Roach, explica maravillosamente en el libreto del disco cómo, a tu alrededor, florecen sonidos y sensaciones milenarios provenientes del propio comienzo de los tiempos, y perdido en paisajes infinitos, desolados, con capacidad para matar en cuestión de horas, se acaba sintiendo una especial fuerza, renovación y finalmente gratitud, para concluir que ya nunca vuelves a ser el mismo. Roach también describía así sus sensaciones: "Desde mis más lejanos recuerdos siempre he estado atraído por el desierto. Adoro el carácter expansivo, el calor intenso, el hecho de poder ver y en mi caso oir el interior del acto dramático de la fuerza creativa a todo tu alrededor en las primeras formaciones rocosas, montañas, cañones, etc...". Eso es precisamente lo que podemos encontrar en "Western spaces", no asistimos a una demostración de calidez o alegría ni a una fiesta de ritmos pegadizos, sino a invocaciones de tonos místicos, relajantes y atrapativas, cuyas justas duraciones no llaman al posible aburrimiento sino a pequeños y prudentes momentos de éxtasis. Junto a los inevitables instantes de relajación, otros pueden calificarse a la vez de poderosos ("In the heat of Venus"), verdaderos ritos electrónicos de bucles místicos, huyendo de la serenidad, para acabar activando al oyente, atrapado en un juego de raíz y desconcierto. Por momentos parecemos asistir a una sinfonía electrónica con toques étnicos ("Desert walkabout"), en otras ocasiones -y al hilo con el afán globalizador de un Braheny que también interpreta flautas de pan, kalimba y percusiones acústicas, y que gusta de incorporar sonidos de instrumentos de viento como el violonchelo en su sintetizador- parece invadirnos una melancolía de formas orientales ("Desert prayer"). Pero es en el propio comienzo del álbum donde nos topamos con la muestra más evidente de esa arqueología sonora buscada por el firmante de la pieza, Steve Roach; con su impetuoso clímax constante, "The breathing stone" resalta más su énfasis anímico y poderío rítmico que otros temas de sus primeros trabajos repletos de momentos secuenciados que suben y bajan en ciclos inconstantes, y refuerza esa sensación, maravillosamente atrapativa, de encontrarse entre dos mundos. El concepto y la producción de este disco (en el que no hay que dejar de mencionar la colaboración de otro sintesista, Thom Brennan) corre a cargo de Steve Roach, pero su historia es más movida que la propia música electrónica contemporánea -así la denominaban sus autores- que presenta: "Western spaces" tuvo una primera edición en CD firmada por Steve Roach, Kevin Braheny y Richard Burmer en 1987 en el sello alemán Innovative Communication (un subsello de esta compañía, Chameleon Records, publicó poco antes la cassette), con dos canciones distintas creadas por Richard Burmer, "A story from the rain" y la excepcional "Across the view", pieza mítica de la electrónica estadounidense más amable. Ese mismo año Fortuna Records se encargó de la reedición aquí glosada, con portada y diseño general diferente, y la firma de Steve Roach y Kevin Braheny, dada la ausencia en la misma de Richard Burmer y pertinente sustitución de los temas de Burmer por otros dos nuevos de Roach, si bien la composición que cierra el disco en ambas versiones, titulada propiamente "Western spaces", sigue siendo de autoría conjunta de Roach, Braheny y Burmer. Por último, Innovative Communication incorporó una nueva reedición en 1989, con otra portada (ya son tres distintas) y los temas originales, incluído un "Across the view" que parece tener su propia historia.

La música puede producir sentimientos evocativos. Acrecentado por su título y su portada, lo que podemos escuchar en este álbum puede ayudarnos a imaginar, incluso a sentir, amplios territorios desérticos, aunque para entender la inmensidad de un desierto o el misterioso encanto de una cueva profunda hay una necesidad de estar ahí, en el terreno, donde los cinco sentidos son capaces de asimilar espacio, luz, temperatura y demás factores. Si permanecemos cómodamente en nuestros hogares, la sugestión del epígrafe "Western spaces" y de su propia portada, puede ser la ayuda definitiva para confundir a nuestra imaginación, no deja de ser cierto que determinadas atmósferas provocadas por sugerentes notas elongadas de sintetizadores, percusiones rítmicas o acompasadas, sosegados efectos de sonido y ciertos acompañamientos de cuerdas o instrumentos de siempre, en una adecuación a la ambientalidad imperante, pueden lograr una conexión casi mística con la Madre Tierra, estimulando en nuestras mentes la comparación de esos paisajes sonoros con estimulantes espacios naturales. Las hipnóticas cadencias de la electrónica de estos músicos norteamericanos consiguen en gran parte de este trabajo que sintamos el calor y la esencia de los desiertos del suroeste estadounidense, recreando para nosotros vistas que hacen pensar en el principio de los tiempos, y que tendrán una especie de continuación en 1989 en el álbum de planteamiento similar "Desert solitaire", de Steve Roach y Kevin Braheny junto a Michael Stearns.