26.10.20

DAVID ARKENSTONE:
"Quest of the dream warrior (Kyla's journey)"

Es indudable la atracción que la música instrumental genera entre una audiencia bastante amplia. Para que ese interés se convierta en obsesión, el paso siguiente es conseguir la chispa adecuada, el estilo idóneo para que el oyente vibre. Muchas bandas sonoras poseen un extraordinario componente épico que, fruto de una determinada sucesión de notas y acordes, conecta con la audiencia, consiguiendo que el público entre de lleno en la película en cuestión de segundos: 'Conan', 'Willow', 'Lady Halcón' o la saga de 'El señor de los anillos' son algunos de los films de fantasía épica o heroica que se aprovechaban (lo hacían gracias al talento de Basil Poledouris, James Horner, Andrew Powell y Howard Shore) de ese tipo de sones en concordancia con la temática de esas películas que han pasado a la historia y no nos cansamos de ver, pero algunos artistas no han necesitado del séptimo arte para desarrollar su propia música instrumental ambientada en mundos ignotos de aventuras de espada y brujería: el estadounidense David Arkenstone es uno de los músicos asociados a la etiqueta new age que mejor supo incorporar a su obra, especialmente en la última década del siglo pasado, este componente fantasioso que muchos oyentes demandaban.

Narada Productions apostó por Arkenstone, y éste respondió convirtiéndose en uno de los superventas de la compañía. "Citizen of time", su estupendo tercer trabajo (tras el pionero "Valley in the clouds" y la colaboración con Andrew White en "Island"), se posicionó merecidamente en el número 1 de las listas de new age del Billboard en julio de 1990, así como, al año siguiente, un "In the wake of the wind" que intentaba ser inspirado y grandilocuente, pero se plantaba en algo complaciente en su búsqueda de la melodía y el ambiente épico, sin acabar de epatar, a pesar de pequeñas joyas como "The southern cross". Fue entonces cuando David pensó en dar un paso adelante para potenciar la imagen asociada a su música a través de la literatura, y contactó con la escritora de novelas de fantasía Mercedes Lackey. Se dio la casualidad de que ella afirmó ser fan de la música de Arkenstone desde su primer álbum, que utilizaba en ocasiones durante su proceso de escritura, fomentando la entrada en sus mundos imaginativos. "La historia de David fue tan convincente que fue un honor poder contribuir de alguna manera a este proyecto", dijo. Cada canción de "Quest of the dream warrior" se asocia a pasajes del cuento que ambos se encargaron de crear juntos, 'The journey of Kyla', la historia de la joven Kyla, vidente de la ciudad de Darnaak, que viaja a través de un mundo mágico para encontrar a su padre, el gran guerrero Kylaar, desaparecido años atrás en su búsqueda para expulsar a la Sombra de la Gran Oscuridad de la Tierra. Publicado por Narada Artist Series en 1995, "Quest of the dream warrior (Kyla's journey)" es la segunda piedra de una trilogía que empezó con "In the wake of the wind" en 1991 y concluyó con "Return of the guardians" en 1996 (un trabajo agradable pero algo plano, en el que Arkenstone pierde la épica melódica para ganar en ambientación). En todas se recrea musicalmente una historia contenida en los cuadernillos, y en la última de ellas, de nuevo con la colaboración de Mercedes Lackey, se unen las andanzas de los protagonistas de las anteriores, Andolin y Kyla. Volviendo al disco que nos ocupa, "Prelude: Tallis the messenger" es el comienzo de la aventura, cuando una evocadora entradilla (la llegada de ese ángel mensajero llamado Tallis) abre paso a una canción de ritmo aguerrido en un estilo de rock sinfónico a lo The Alan Parsons Project. No han sido nunca las canciones un recurso especialmente asociado a Arkenstone, por lo que chocaba especialmente en el inicio del álbum ese tema vocal. Además, él mismo se encargó de la voz principal, con solvencia aunque realmente con falta del carisma de un verdadero vocalista. Más sinfónico que new age es también el atractivo corte ("Rhythms of vision") que recrea el sueño en el que Kyla ve a sus padres arrastrados por una terrible tempestad ("sigue el río hasta el mar, sigue tu corazón hasta tu destino, no mires atrás", le dice su madre), preludio de "The journeys begins: Kyla's ride" y su grata melodía cabalgante, aventurera, una de las pegadizas piezas características del Arkenstone épico, y tema principal de este trabajo. Kyla ya está en marcha en su viaje, acompañada del caballo Pavaan, la anciana Myrra y el curtido guerrero Elidor, que había luchado al lado de su padre. "The voice" es una nueva canción, más entrada que la anterior en un rock sinfónico característico de la época, con guitarra eléctrica penetrante en un clímax continuo. Tras casi caer por un acantilado, y en su merecido descanso, una tenue música despierta a Kyla y contempla la danza a la luz de la luna de "criaturas diminutas, aladas, delicadas y frágiles como flores de jazmín"; es "Dance of the maidens", una especie de oda, presa de una bella y poética gracia, otro corte destacado en el trabajo por su lírica y soñadora melodía, y el eficaz tratamiento orquestal, para el que formaron terna Leland Bond, David Arkenstone y el incipiente compositor de publicidad y bandas sonoras para cine, televisión y documentales (ganador de dos premios Emmy) Michael Whalen, que co-produce el álbum junto a David. A continuación, y tras el paso por la aldea de Shantaari y un encuentro con el joven comerciante Eycra, nuestros amigos llegaban al bosque mágico, nebuloso y con peligros acechantes; "The magic forest" es tal vez el más claro ejemplo del adornado estilo de new age épica con el sello del multiinstrumentista de Chicago, sencillo pero efectivo. El cuento prosigue cruzando un pantano siniestro hasta llegar al mar, donde ayudaban a un delfín que acabó convirtiéndose en una bella mujer, Eyera, la 'Reina del mar'. Es el periplo que conduce a una nueva canción, "Road to the sea", de menor impacto que las anteriores. Tras dejar a Myrra y sus monturas en la tierra de la oscuridad, Elidor y Kyla llegaban al lúgubre templo de Vaal, donde tras conseguir la Piedra de Vaal, Kyla se quedaba sola. La cadencia tintineante y el sugerente viento de "The temple of Vaal" recuerdan a algún momento orientalizante del memorable "Citizen of time", aunque notablemente inferior en importancia. Cadencias celestiales inauguran el penúltimo tema, "Wings of the shadow", de intensidad creciente hacia el sinfonismo del comienzo. Ahí, la Piedra de Vaal le ayuda a vencer a un enorme dragón y encontrar por fin a su padre. Aunque otra buena canción tal vez hubiera sido el final adecuado del viaje, el artista opta en "Homecoming" por un instrumental no excesivamente inspirado, aunque eficaz como cierre de la aventura, de este disco conceptual que no consiguió obtener una nominación al grammy como el anterior "In the wake of the wind", pero que elevó las prestaciones de Arkenstone gracias a la aportación de la escritora Mercedes Lackey.

Como en toda la trilogía, y en otros trabajos de Arkenstone ("The celtic book of days", "The spirit of Olympia", "Eternal champion"), Kenn Backhaus fue el autor de los dibujos y mapas del disco, plasmando en ellos el afán viajero y aventurero de este ilustrador y pintor de Wisconsin. Arkenstone ejerce de multiinstrumentista tocando guitarras, sintetizadores, programaciones, flautas, piano, órgano Hammond y voces principales, encontrando ayuda de otros músicos en las voces complementarias, percusiones, violín, synclavier, bajo, flautas chinas, flauta dulce y otros sintetizadores, así como por supuesto en la orquesta, conducida por Michael Whalen, que complementa perfectamente la historia con sus profundos vientos y cuerdas, fusionando con pasión sinfónica lo acústico y lo electrónico en esta aventura de cielos misteriosos y aromas exóticos que reposa entre las obras más interesantes de este prolífico autor norteamericano, un artista que logró hacerse un nombre y una marca musical particular y reconocible en la música new age, que reclamaba la tecnología en la música como esa ayuda que ni Mozart ni Bach repudiarían de vivir en nuestros días. Y aunque se queda evidentemente muy lejos de ellos o de otros de sus ídolos, tan lejanos a su estilo, como Vaughan Williams o Aaron Copeland, vale la pena relajarse y divertirse de vez en cuando con algunas de sus obras más destacadas, como este cuento musicado titulado "Quest of the dream warrior".

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14.10.20

RODRIGO LEAO & VOX ENSEMBLE:
"Theatrum"

Sea por la búsqueda de un sonido propio o por intereses vanguardistas y neoclasicos, el caso es que el cambio ejecutado por el portugués Rodrigo Leão en su carrera en solitario desde que abandonó la banda que ayudó a fundar, Madredeus, se iba notando cada vez más radical, dejando totalmente de lado el folclore luso para sumergirse en un mundo que unía lo contemporáneo con lo antiguo, un delicioso experimento cuyo punto culminante estaba constituido por voces corales en latín que conspiraban con una instrumentación moderna. El encuentro era una fusión deliciosa, perfecta técnicamente y excitante en sus arreglos, un crossover parecido al que en estos mismos años presentaba Karl Jenkins con su grupo Adiemus, o algunas otras propuestas menores que se aprovecharon de estos tiempos de gran tirón mediático y por supuesto comercial, de la conocida como música new age, enorme cajón desastre en el que cabían perfectamente obras como estas, paradigma de la apertura y la valentía de los nuevos caminos de una época maravillosa para las músicas distintas y para esos artistas que, como Rodrigo, tenían dentro una particular vena artística que acabó explotando.

Leão había sorprendido muy gratamente con su ópera prima en 1993, un excitante "Ave mundi luminar" al que siguió un delicioso EP titulado "Mysterium", imprescindible también en su discografía. El paso siguiente lo publicó CBS/Sony en 1996 con el título de "Theatrum", y Rodrigo mantenía en él las ideas de su obra en solitario pero evolucionadas hacia terrenos más minimalistas y enlazando las piezas del álbum en una especie de suite teatral sin momentos de desperdicio. En efecto, "Theatrum" continúa en esa línea abierta en "Ave mundi luminar" de modernización de lo antiguo, la utilización de cantos en latín sobre bases rápidas, repetitivas, junto a otras más calmadas, de estilo camerístico. Más o menos original (el latín ya había sido utilizado en los últimos años en las nuevas músicas - Enigma, Enya- y seguía siendo un recurso lógico en la música sacra y contemporánea), el crossover de Leão no es complicado pero porta una intensidad muy hipnótica que lo convierte en un producto efectivo, aunque en la repetición de la fórmula se pierde el efecto sorpresa, por eso "Theatrum" no es de las obras más recordadas de Rodrigo (por el gran público, tal vez no por el fan), por eso y porque este disco contiene grandes composiciones, pero no un "Ave mundi" que quede definitivamente en la conciencia del oyente. Nos encontramos sin embargo ante un grandísimo trabajo, muy estudiado, en el que predomina el conjunto, la especial sensación de estar escuchando una obra compacta y especial, un teatro milenario que se abre al público desde un escenario global, y que fue compuesta en gran parte en la localidad de Ericeira, cercana a Lisboa, donde 'fabricó' un buen número de composiciones entre las que sobrevivieron once para este trabajo: "In memoriam" es una misteriosa entradilla con un aspecto muy serio, a la que van accediendo, alternados, compases muy rítmicos. El aspecto conjunto se intentaría acercar, con reservas, al de obras corales tipo "Carmina Burana". De repente, el movimiento lo inunda todo, emergiendo de cuerdas y teclados con un aire orientalizante; la altiva cadencia de "Odium" no sólo provoca actividad sino que accede a rincones ocultos de una manera hipnótica. La voz femenina de "Nulla vita" frena la locura en esta pequeña pieza mecida por el completo conjunto, una calma que no es sino un mero descanso del ajetreo general, que de nuevo torna a oriental, serpenteante, en "Dies irae", otra acertada melodía que sigue sorprendiendo en un álbum que ya se antoja muy completo. "O corredor" es la pieza de apariencia más sinfónica y menos alocada hasta el momento, manteniendo un altísimo nivel. Algunas de las composiciones tienen el aspecto de canciones, aunque fusionadas al estilo antiguo, con algo de folclórico y una conducción instrumental potente. Es el caso de "Solitarium", en la que también luce el oboe. Sin respiro, llega otro de los temas importantes y chocantes del trabajo; con varios cambios de ritmo, coro y una estupenda melodia de viento, "Locus secretus" es una pieza que remonta, si cabe, el interés de un álbum del que no se espera final, y en el que aún hay sorpresas, como "Contra mundum", otra de las mejores composiciones, la vuelta del sonido oriental, dinámico, una soberbia puesta en escena para este teatro imaginario. Por si fuera poco, al final retoma la estupenda melodía de viento de "Locus secretus" para potenciar un clímax apasionante. Y en este sorprendente tramo final, no podía faltar una pieza intimista, "Ruínas", que es la melancólica culminación de la admiración hacia Rodrigo y su propuesta diferente y atrevida. El piano conduce, las cuerdas arropan, juntos enamoran, y ya es difícil aventurarse a decir en cada nueva pieza que es de las mejores del álbum. El disco tiene que ir terminando, y lo hace con "Solve me lucto", tema de aspecto más eclesiástico que pagano (por primera vez en un álbum que parece ser una celebración del teatro de la vida), y con el largo lamento "O novo mundo" (que contó con una 'edit versión' en el recopilatorio "O mundo" del artista luso), en ese mismo camino, posiblemente menos interesante que el de los demás cortes. Aparte de Leão con sus teclados, el eficaz 'vox ensemble' estaba formado en esa época por Margarida Araujo (viola), Teresa Rombo (violonchelo), Antonio Martelo (violín), Nuno Rodrigues (oboe y corno inglés), y las voces de Ana Sacramento, Joao Sebastian y Ana Quintans, formación que le acompañó en las presentaciones en vivo del álbum, y que variaba respecto a la de "Ave mundi luminar" y "Mysterium", de los cuales sólo permanecían Margarida Araújo y Nuno Rodrigues, valorando especialmente las ausencias del violonchelista y arreglista Francisco Ribeiro y del productor de aquellos, António Pinheiro da Silva, siendo "Theatrum" una coproducción de Rodrigo Leão, Paulo Abelho y Tiago Lopes. Otros músicos que aquí colaboran son José Manuel David (trompa), Rini Luyki (acordeón), Paulo Marinho (sevina), Paulo Abelho y Tiago Lopes (percusiones), Nuno Gracio (voz) y otras voces del Coro Ricercare. El corte inicial del álbum, "In memoriam", fue regrabado junto al Coro de Cámara de la Escuela Superior de Música y la Sinfonieta de Lisboa, para un CD extra que acompañaba a la reedición de "Ave mundi luminar" en 2010.

Las músicas profundas, estudiadas -como las de este disco-, suelen tener mil máscaras que hay que destapar con las escuchas. Más allá de metáforas, la espectacular portada de este trabajo está adornada por doce máscaras de teatro griegas, trágicas en su mayoría, esas mismas que se asocian al dios Dionisio. Como extasiado por su influjo, Leão se muestra arrebatado en esta suite llena de fuerza y elementos diversos que pasan por varios mundos, clásicos y modernos, en una comunión explosiva que sin embargo, en su ausencia de elementos fáciles de absorber, resulta difícil de difundir y a veces de saber valorar: "hay discos con música más densa, otros con música más ligera. Recuerdo mi segundo trabajo, 'Theatrum', en el que un gran amigo de la infancia me llamó para decirme que había escuchado las tres primeras canciones y estaba devastado, casi deprimido, porque era un disco más pesado". En ese momento, aun así, lo calificó como el disco con el que más y mejor se identificaba. Aún tardaría Rodrigo unos años en alcanzar el gran éxito al acercarse a sus otras influencias, más comerciales (pop, bossa nova, fado) en su gran trabajo "Cinema", aunque el paso anterior también fuera especialmente destacable, un "Alma mater" con momentos bellísimos, melancólicos, en el que el músico portugués se soltó definitivamente de la lengua muerta que le había acompañado en sus primeros pasos en solitario -salvo por el propio título del álbum- para deshacerse en una gracia instrumental melancólica con dos canciones, en portugués y en español, que eran ya un anticipo de ese lógico éxito futuro.

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5.10.20

MARTYN BENNETT:
"Grit"

Son muchos los músicos que con mayor o menor trascendencia, han fusionado hábilmente las tradiciones de sus ancestros con la moderna tecnología. En la que conocemos como música celta, la música tradicional de las islas británicas y otros territorios cercanos y afines, la renovación implicaba romper con muchos convencionalismos y acarreaba no pocas críticas y miradas negativas, aunque las nuevas generaciones demandaran un cambio en cuanto a las viejas fórmulas, respetuosas y de calidad extraordinaria, pero ancladas en formas arcaicas y decididamente repetidas y aburridas en estos nuevos tiempos. El avance se dio poco a poco, pero contó con golpes de calidad innata y de ubicaciones muy dispersas, como los de Paul Mounsey, Ashley MacIsaac, Shooglenifty, Talitha MacKenzie, Martin Swan o Martyn Bennett, un escocés nacido realmente en Terranova (Canadá) al que una fatal enfermedad no permitió culminar su grandiosa proyección, pero que en sus 33 años de vida ofreció al mundo una discografía abierta, atrevida y gozosa, que sigue siendo gratamente recordada y difícilmente igualada a pesar del paso del tiempo. Además de los numerosos homenajes (el importante festival de Glasgow Celtic Connections, le dedicó un día para su recuerdo), conciertos conmemorativos, fondos de ayuda para músicos jóvenes y otros premios con su nombre, libros (su madre, Margaret Bennett, escribió 'It's not the time you have...' en 2006), recopilatorios y recuerdos hacia su figura, se llegó a escribir también un espectáculo teatral basado en su historia, 'Grit: The Martyn Bennett Story', que contó con un gran éxito y que habla claramente de su trascendencia popular.

Muchos fueron los méritos de Martyn Bennett para contar con ese respeto y aclamación póstumos, una incidencia que ya tuvo en vida desde que publicó su primer trabajo, "Martyn Bennett", un grandísimo debut cuya insolencia iba más allá de colocar su propio nombre como título. Enérgico y atrevido en sus fusiones de gaitas o violines con programaciones y samples, en su segundo álbum, "Bothy culture", continuó forjando su imagen transgresora (a la que acompañaban unas largas rastas) al dibujar ritmos propios de la cultura rave o del trip-hop en los reels de antaño. O tal vez fuera al revés, lo tradicional se apoderaba de la tecnología, ese era el engaño del conocido como 'el flautista del techno'. Su siguiente paso, "Hardland", era atrevido y ruidoso, pero con coherencia, aunque su profusión de samples vocales de antaño se hacía demasiado rocambolesca. Fue en este momento cuando se le diagnosticó linfoma de Hodgkin, el comienzo de una larga sucesión de quimioterapias y operaciones, que limitaron sus apariciones públicas y su productividad. Aun así, publicó en 2002 "Glen lyon (A song cycle)", directamente, y según sus palabras, una vuelta a lo básico, una modernización de canciones antiguas pero sin excesos tecnológicos, con la voz de su madre, Margaret Bennett, lo que hacía de este proyecto algo vital y hermoso, un puñado de canciones transmitidas familiarmente que el artista quería preservar. Buena idea, gran realización, y un resultado excelente que, sin desentonar, tal vez no alcance las cotas de modernidad de sus trabajos más abiertos a ritmos y voces de ahora. Como su última obra, "Grit", publicada en 2003 en el importante sello Real World (relanzada en 2014 como parte de la colección Real World Gold, con dos bonus tracks), un álbum algo diferente a los anteriores ya que, dada las dificultades que le imponía la enfermedad para tocar sus instrumentos de siempre, tuvo que esforzarse especialmente en el estudio utilizando material de archivo, con un manejo fabuloso de las mezclas y los samples, entre los que no faltan voces de antaño, cuerdas, gaitas y percusiones modernas. Peter Gabriel lo recordaba así: "Martyn Bennett logró cruzar las raíces de la música escocesa con ritmos contemporáneos, sin perder alma ni pasión. Era una persona maravillosa con quien trabajar, cuya tranquila determinación lo llevó por un camino totalmente original. Lo extrañaremos". "Grit", contaba el autor en el cuadernillo del álbum, "es una historia de las personas y las canciones con las que crecí, y lo más importante, son sus voces, tradiciones y la inspiración que han dado para que se transmitan a la siguiente generación (...) Prácticamente todas las canciones y la narrativa se extrajeron de discos de vinilo o de grabaciones originales de cinta de un cuarto de pulgada, cuyas fuentes se grabaron principalmente a partir de 1950". Dedicado al poeta y gran coleccionista de música popular Hamish Henderson, este álbum es un continuo hallazgo, que comienza con "Move", un explosivo despliegue de voces y sonidos bien ensamblados que bien podrían haber pertenecido al exitoso "Play" del emergente Moby, dado su carácter urbano, su esencia drum'n'bass y lo bien realizado de un conjunto que no guarda relación aparente con lo más tradicional de la mente de su autor, a pesar del sampleado de flauta ney de Amir Shahzar (con el East-West Ensemble) y la voz romaní de Sheila Stewart, acervo de los gitanos o viajeros escoceses que continúa en un más calmado y folclórico segundo corte, "The blackbird", cantado en esta ocasión por Lizzie Higgins. Bennett utiliza estas antiguas canciones, de instrumentación básica -en ocasiones incluso a cappella- y las engalana con sus nuevos sonidos, que no contrastan necesariamente con la temática, pues esta canción habla de una muchacha embarazada que se queda sola tras el abandono de su novio, lo cual puede ser de actualidad en cualquier época y lugar. La madre de Lizzie, Jeannie Robertson ("una figura de culto clandestina durante el resurgimiento del folk de la década de 1960", añade Martyn), se escucha así mismo en el corte "Ale house". El cronista en que se convierte el músico frustrado en este trabajo continúa su viaje, parando en "Chanter" en las Hébridas Exteriores (dándole su toque muy personal a la tonada de gaita "Mrs MacLeoad of Raasay", en esta ocasión con la cantante de la isla de Lewis Mairi Morrison) o llegando hasta Francia en "Nae regrets", merced al pequeño muestreo de la voz de Edith Piaf (en "No regrets", versión en inglés de la popular "Non, je ne regrette rien"), que se une a la de Annie Watkins en una espectacular fiesta rave con la música del propio Martyn. En "Liberation", otra de las canciones especiales del álbum, se añade a la mezcla la religión, pues escuchamos un salmo protestante en gaélico (cantado por Murdina y Effie MacDonald) junto a la especial garganta del rapsoda Michael Marra. No es baladí la inclusión de este salmo en un momento en el que este joven músico había perdido totalmente la fe ("no moriré, sino que viviré y declararé las obras del Señor. El Señor me ha castigado duramente, pero no me ha entregado a la muerte"). También sonoridades religiosas calmadas presenta "Why" -una elegía realmente-, con fragmentos de una conversación con el bardo de Skye Calum 'Ruadh' Nicholson y de la canción "Mo Ruin Geal Og" interpretada por Flora MacNeil. Martyn se casó con Kirsten Bennett en febrero de 2002 en casa de su madre, y el tema "Wedding" es una improvisación entre ambos contrayentes (Kirsten al piano y Martyn a la viola) que recrea aquella ceremonia, junto a elementos ajenos como un curso de profesores en gaélico y una vieja canción de Miss Russell-Fergusson. Extraña (aún más que el resto del disco), con voces distorsionadas, empieza "Rant", la animada historia de un contrabandista de buenas intenciones (una especie de Robin Hood que robaba a los ricos para dárselo a los pobres) rescatada de un archivo con la voz atípica pero auténtica de Jimmy MacBeath, todo un personaje de la cultura escocesa. Otro individuo excepcional en la misma era Davie Stewart, que utiliza Martyn para acabar el álbum: Stewart fue un 'viajero', un músico ambulante que recorría toda Escocia cantando y tocando el melodeón (acordeón diatónico) en pueblos, ferias y festivales; "Storyteller" es, como su nombre indica, una narración de la historia 'Daughter Doris' (recogida en la colección 'Scottish traditional tales', grabada por Hamish Henderson para la Escuela de Estudios Escoceses de la Universidad de Edimburgo), pero nuestro músico la adorna excepcionalmente con varios fragmentos musicales, entre ellos las voces de The Musicians of The Nile, que habían grabado para Real World. En la búsqueda de Bennett no hay injerencia, los campos de la música moderna son tan suyos como joven inquieto, como lo es la música tradicional por su pasado. Juntos, el folclore y el techno, la música de pub y la de club, conforman un producto espectacular, una conexión con las raíces, obra de un músico adelantado a un tiempo que no pudo disfrutar.

Martyn tenía la música en su casa, su padre, Ian Knight, era un músico galés, y su madre, Margaret Bennett, una cantante, escritora y folclorista de la escocesa isla de Skye. Ambos se separaron a los seis años del pequeño, que se trasladó a Escocia con su madre, donde comenzó a recibir clases de gaita escocesa, y estudió violín y piano en la Escuela de Música de Edimburgo y en el conservatorio en Glasgow, donde conoció a su futura esposa, Kirsten Thomson. Ellos padecieron el declive de este gran artista, que poco antes de su muerte, totalmente frustrado, destruyó algo tan valioso para un músico como son sus instrumentos: "Me estaba frustrando cada vez más por no poder tocar estos instrumentos como siempre los había tocado y un día rompí todo en un ataque ciego de rabia. Lo hice con mucha frialdad en ese momento, pero después entré en shock por días y días, estaba tan horrorizado por lo que había hecho que ni siquiera podía hablar con nadie. Fue como asesinar a mi familia". A pesar de fallecer poco más de un año después de la publicación de "Grit", Martyn consideró este trabajo como un triunfo de su lucha para continuar trabajando. Aparte de innovador y multitud de calificativos en ese sentido, muchos califican la trayectoria musical de Martyn Bennett como emocionante, y no sólo por su amargo final, sino por cómo vivía y trataba la música de sus ancestros. "Lo siguiente es que alguien venga y lo haga mejor que yo", decía, pero para eso tal vez tengan que pasar muchos años.

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