14.6.20

VANGELIS:
"Chariots of fire"

La calurosa costa del golfo pagasético, lindante al mar Egeo, concretamente la antigua ciudad de Agria, acogió en los primeros días de la primavera de 1943 la llegada al mundo de un niño que, años más tarde, revolucionaría la música instrumental electrónica. Pero además de esa vena artística que no tardaría en pronunciarse, Evangelos Odyssey Papathanasiou, más conocido como Vangelis, destacó también de pequeño en el atletismo (como su padre, Ulysses), llegando a ser un gran sprinter juvenil. No es de extrañar entonces que, años más tarde, inmerso plenamente en el negocio musical y tras una década, los convulsos 70, de creciente fama, acogiera una extraordinaria inspiración para poner música a un film de sorpresivo éxito, cuya temática se centraba en el mundo del atletismo, una película británica titulada 'Chariots of Fire' ('Carros de fuego' en España) que, contra todo pronóstico, ganó cuatro premios Oscar en 1981 (mejor película, vestuario, música y guion), salpicando su triunfo a la gloriosa banda sonora, una apuesta atrevida por huir de los tratamientos orquestales de las películas de época, para ofrecer sin embargo un acabado de música electrónica de sintetizador. Mucho que ver tuvo, seguramente, el productor del film, el londinense David Puttnam, por cuyas películas han desfilado con éxito otros nombres tan importantes como Giorgio Moroder ('Midnight Express'), Mark Knopfler ('Local Hero'), Mike Oldfield ('The Killing Fields') o Ennio Morricone ('The Mission'). Que la música, o al menos el tema principal, sea más recordada que la propia película, demuestra que la idea fue un auténtico éxito.

'Chariots of Fire' es la historia real de los atletas británicos que se prepararon para competir en los Juegos Olímpicos de París 1924, con el especial protagonismo de Harold Abrahams y Eric Liddell, judío el primero, cristiano evangélico el segundo, de distintas clases sociales, caracteres y visiones vitales. Tal historia necesitaba ser refrendada por una música vital, dinámica, como la del grandioso tema principal, "Titles" ("Chariots of Fire (Main Theme)" en el single), y es que, aun siendo una película alabada y oscarizada, este largometraje se recuerda principalmente por su música (ahí está el gran mérito del artista, lograr una identificación sobresaliente basado en música sin palabras), y por esa escena mítica de la carrera en la playa, que todos podemos silbar. La historia pudo haber sido distinta, ya que la idea original del director, Hugh Hudson, era utilizar la maravillosa "L'enfant" (también de Vangelis, del álbum "Opera Sauvage") para la secuencia inicial, pero afortunadamente cambió de opinión y el teclista griego compuso una de sus piezas más recordadas, partiendo eso sí de una secuencia de fondo muy similar a la de "L'enfant", posiblemente para contentar al realizador británico. También se nutre la banda sonora, sin embargo, de intensos lazos románticos y recuerdos de otra época, como los que afloran en la reflexiva "Five Circles". Sugerente y delicado es el tema dedicado a Abraham ("Abraham's Theme"), que parece precursor de evocativos vuelos futuros (en "Blade Runner"), mientras que el de Eric ("Eric's Theme") tiene aspecto de himno, reforzando las ideas cristianas del atleta y misionero. Ambos intentan definir a sus respectivos personajes, con los que la música consigue un estupendo simbolismo en su identificación temática. "100 Metres" es pura crudeza descriptiva (muy bien conseguida), donde se pueden distinguir los elementos electrónicos utilizados por el griego. Por su aparición en la película, y la importancia que cobra al otorgarle uno de sus versos el propio título al film, en el álbum también se publicó un tema no compuesto por Vangelis, concretamente el importante himno (un poema de William Blake) "Jerusalem", interpretado por el Coro Ambrosiano, dirigido por John McCarthy. La larga suite que toma el titulo del film ("Chariots of Fire") y ocupaba la cara B del vinilo comienza melancólica, accediendo de tal modo a las notas de "Titles" y "Abraham' Theme"; el cambio de registro le sienta bien a la principal, de la que ejecuta varias variaciones, dejando claro su papel preponderante en el soundtrack; Vangelis retoma entonces la otra gran pieza, "Eric's Theme", en un par de momentos, antes de acometer los últimos cinco minutos de la suite, combinando sabiamente luminosos teclados con una sugerente ambientalidad. La enorme repercusión de su tema principal y su capacidad de enganche y tarareo tal vez, curiosamente, le hiciera un flaco favor al resto del disco, repleto de otros momentos inolvidables pero escasamente recordados por la abrumadora posesividad del leitmotiv, que se apodera en solitario del recuerdo musical del film. Sin embargo, "Abraham's Theme" o "Eric's Theme" son otras grandes composiciones que también han sido utilizadas vivamente en radio y televisión (especialmente la segunda), y poblado recopilatorios. En cuanto a su utilización en la película, aunque fuera un notable éxito de ventas y ganara el premio más importante del año, el Oscar (que no pudo ir a recoger personalmente), la música podría haber tenido un protagonismo aún mayor. Aun así, el tema principal luce notablemente, con esa escena de inicio en la playa, que se retoma al final del film. No suena otra música del griego (sí coros escolares y religiosos, vestigios de aquella época y ambientación) hasta la aparición del escocés Eric Liddell, pero se trata de "Hymn", del álbum antes comentado "Opera Sauvage". Harold Abrahams, el otro personaje principal (Liddell y Abrahams ganaron, respectivamente, las carreras de 400 y 100 metros en esos JJOO de 1924 en París), es presentado anteriormente, en su llegada a Cambridge, pero su propio tema ("Abraham's Theme") tardará en llegar en la película, y se escuchará especialmente maravilloso anteriormente y durante la carrera de los 100 metros. Antes de la misma, "100 Metres" refleja perfectamente la tensión del momento. Unos pocos compases del tema de Eric ("Eric's Theme"), se dejan escuchar durante una carrera de 400 metros en Francia, apareciendo por supuesto también en su carrera de 400 metros. Otras músicas no recogidas en el álbum (tal vez por su componente más enérgico), también se escuchan en la película, como la que muestra el entrenamiento de los atletas norteamericanos, pero el disco quiso ceñirse a momentos más concretos y personajes, así como realizar esa especie de suite improvisada que ocupaba a cara B del plástico. Vangelis competía en la ceremonia de los Oscars con Alex North ('El dragón del lago de fuego'), Dave Grusin ('En el estanque dorado'), Randy Newman ('Ragtime') y, como partitura más conocida, la de John Williams para 'En busca del arca perdida'. Merecido más o menos, el griego se llevó el galardón, que favoreció notablemente las ventas del disco. Tres décadas después, en 2012, Decca publicó "Chariots of Fire: The Play", la música para la adaptación teatral de 'Carros de fuego', para la que Vangelis utilizaba algunas de las composiciones de aquel, además de otras nuevas. La nota negativa de la banda sonora fue la denuncia por la que el músico Stavros Logarides acusaba a Vangelis de haber plagiado en el tema principal de la película una sucesión de notas de su composición "City of Violets"; tras el juicio no sólo se desestimó la demanda sino que se demostró que el propio Vangelis ya había utilizado esas notas con anterioridad, en la canción "Wake Up" de su anterior grupo, Aphrodite's Child, curiosamente en una época en la que Logarides estuvo grabando en los estudios Nemo.

El mismo Vangelis que en la década anterior había puesto muy alto el listón de la música para documentales, lo hacía ahora en el género cinematográfico. Sea o no su mejor banda sonora (la de 'Blade Runner' tiene un lugar especial entre sus seguidores y el público en general), una gloriosa combinación de factores (agasajo de la película, un soberbio tema central de un compositor en estado de gracia, una compañía avispada que enseguida puso a la venta el disco, un momento en el que la industria de la música vendía numerosos ejemplares) hicieron de este trabajo un pequeño fenómeno, y de su canción principal una melodía recurrente, carismática, que tuvo su importante recuerdo -con el protagonismo del actor Rowan Atkinson, el conocido Mr. Bean- en la ceremonia de inauguración de los JJOO de Londres 2012. Vangelis, sin embargo, seguía huyendo de unos directos que le hubieran proporcionado más fama y beneficios. Aun así, las ventas del álbum fueron cuantiosas, en España alcanzó el número 10 en las listas de ventas, permaneciendo en ellas 20 semanas en 1982, y 2 semanas más en 1983. En 1984 alcanzó el disco de platino. El sencillo también se vendió mucho, llegando al número 18, con 7 semanas en listas. Otros países acogieron con entusiasmo esta banda sonora, que a pesar de no contar con canciones supo escalar en sus listas de éxitos, alcanzando entre otros el número 5 en el Reino Unido, el 5 en Australia, el 2 en Canadá (triple platino) o el 1 en las listas del Billboard estadounidense, donde llegaron a venderse más de un millón de ejemplares. Pero más allá de ventas, lo que no se puede negar es que este soundtrack, y especialmente su tema principal, se han convertido en algo mítico, y concretamente en una especie de patrimonio deportivo de la humanidad, en un recurrente himno de las olimpiadas o de eventos deportivos en general. Y lo seguirá siendo, porque suena tan fresco y maravilloso como el primer día.

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