No es de extrañar que en un país tan inmensamente grande como Australia (el sexto más grande del mundo y por contra el de menor densidad de población por kilómetro cuadrado) haya una importante diversidad cultural. La colonización británica que desplazó a los aborígenes, auténticos pobladores autóctonos del país, provocó también que la cultura celta estuviera presente en esta tierra hasta nuestros días, e incluso que exista una categoría, la anglo-celta, que describa a la población descendiente de ciudadanos de Inglaterra, Irlanda, Escocia y Gales. En esta categoría se encuadraría la inmensa mayoría de la población australiana, y por supuesto el músico que nos ocupa, Michael Atkinson, un residente de la seca Ceduna, en el sur del país, que aprendió a tocar la guitarra por el aburrimiento en la escuela secundaria; tras una banda de gran éxito local, Redgum, estudió en el conservatorio de Adelaida. Michael deja claro su 'corazón gaélico' en el título de su segundo álbum, publicado en 1999 por White Cloud, el sello de otro músico de orígenes celtas, el inglés Jon Mark.
Tres años antes de "Gaelic Heart", White Cloud había editado "To the Shores of an Ancient Sea", un evocador primer trabajo -inspirado por el agua y la ausencia de ella- de este afamado compositor de bandas sonoras en su continente de origen (aunque ninguna de ellas sea relevante, consta en el libreto de "Gaelic Heart" que ha ganado varios premios en dicha categoría). El disco que nos ocupa es una obra más madurada y tematizada, que habla del espíritu y la mitología celta, y se nutre no sólo del momento de gracia de un talentoso compositor sino además de unas gloriosas interpretaciones de músicos practicamente desconocidos, australianos en su mayoría, de cuya profesionalidad se aprovecha nuestro protagonista. Dominado por sus raíces celtas -literalmente, obligado a responder al sentimiento nostálgico de las mismas-, e inspirado por "el pozo profundo del espíritu celta, donde se encuentran las raíces de todos los sueños, el romance y el anhelo de la civilización occidental", Atkinson desarrolla un estilo sinfónico muy acorde con las características fílmicas de sus partituras, de hecho algunos de los pasajes pueden recordar momentos de películas míticas como "Braveheart" o "Rob Roy", en especial los tres temas en los que colabora la Orquesta del Estado de Victoria, el bello comienzo de título "Morning of the World", la suite "Gaelic Heart" y la composición más destacada del disco, una lírica y embriagadora maravilla de título "Land of Gold", evocadora de paisajes gaélicos, en la que la flauta irlandesa desarrolla su melodía sobre arpa y orquesta, con la inmensa contribución del violín. Son esos tres instrumentos tan típicamente celtas, arpa, flauta y violín, los que mantienen una serena conversación en otro tema importante, "Danu Mother of the Celts", dedicado a la figura de la diosa celta Dana, lo que resalta los aires mitológicos de la obra. Una segunda característica del álbum es la utilización de la guitarra clásica en dos de las composiciones ("Curragh on the Loch" y "Legend of the Enchanted Lovers"), en un estilo folclórico muy similar al de la conocida "Cavatina" de otro gran compositor de música para cine, Stanley Myers. Dejando acabar su minutaje nos abandonamos ante un álbum imprescindible, pulcro y revestido de plácida hermosura en su calmado sinfonismo, sobre cuyo fondo comenta el propio Atkinson: "Sería poco humano ignorar el espíritu irresistible de la música celta, abunda en un rico sentido de la historia de la gente y llega mucho más atrás en el tiempo. Como músico, me resulta imposible no responder a su fuerte impulso melódico, e influencias emotivas". En cuanto a la calidad del sonido, "Gaelic Heart" se aprovecha de la masterización digital del genial músico neozelandés David Antony Clark en los estudios UCA, de su propiedad. La producción, como viene siendo habitual en White Cloud, corre a cargo del 'jefe', Jon Mark.
Nuestras antípodas suponen un enorme territorio de increíble riqueza, variedad y belleza. Músicos como Michael Atkinson consiguen trasladar esa exuberancia a la música, y como otros de sus colegas del sello White Cloud -David Antony Clark, Philip Riley o Jon Mark-, imprimen sus sensaciones en obras que lamentablemente gozan de escasa trascendencia (desde luego no tanta como la de sus compatriotas AC/DC o INXS), pero que a los que saben encontrarlas les acaban colmando generosamente, desde su humildad, de paz, armonía y bienestar. Ediciones Resistencia contribuyó a ello con el detalle de difundir y publicar en España sus propias ediciones de varios trabajos de White Cloud, entre ellos de este sosegado y evocador "Gaelic Heart", del que se ha dicho: "El arpa etérea, la voz y la elocuencia del violín y el silbido despiertan el corazón dormido del romance".
4 comentarios:
creo que eres un mariquita fayer
Yo más bien me tengo por un elegante crítico newagero, amigo desconocido, pero tu opinión es bienvenida igualmente, gracias por ese punto de vista.
Por cierto, llevo un tiempo de vacaciones y no sé cuándo podré actualizar el blog, espero que muy pronto. Prometo ponerme las pilas en la dura vuelta a la realidad.
Eres un crack Pepe!!! Soy el amigo "mariquita fayer". El comentario era para cerciorarme si estabas o no...¡Coño, que hace mucho que no actualizas nada!
Uff, acabo de llegar a casa tres semanas después de salir. Estoy agotado, pero lo peor es que ha habido problemas en mi ausencia y no sé si podré acceder a parte de los datos del disco duro, donde había dejado una crítica casi acabada (pensaba ponerla hoy) y otras comenzadas.
Me temo que no voy a poder solucionarlo en breve, así que si me voy a intentar currar alguna cosilla rápida y veremos qué pasa con lo que tenía por ahí.
Si lo logro será por meterme caña, 'mariquita fayer'.
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