"Orobroy"
Visto de lejos, parece que el flamenco esté exclusivamente reservado en cuanto a su realización por gente de etnia gitana y localización andaluza, pues sólo ellos logran otorgar el sentimiento adecuado y gozan de una innegable tradición, es decir, que lo llevan en la sangre. El disfrute puede generalizarse más si se logra una adaptación, una valiente fusión de este estilo con otras líneas musicales que, lejos de corromper la esencia del flamenco, lo complementan y contribuyen a una necesaria expansión. Según los puristas, es un desastre para este tipo de música. Para muchos otros, el flamenco gana así en matices, personalidad, y llega a un mayor segmento de mercado. Como para hablar de flamenco y saber admirarlo y comprenderlo hay otros caminos, me voy a centrar aquí en esa maravillosa fusión que con el clasicismo realizó uno de esos personajes que no sólo hacen de su vida el flamenco merced a sus antecedentes familiares sino que lo acogen con valentía y apertura de miras para así disfrute del que, como yo mismo, no sabe, puede o quiere, entender la auténtica alma del flamenco: David Peña Dorantes, hijo de Pedro Peña, sobrino de El Lebrijano y nieto de La Perrata -hermana del gran Perrate de Utrera-. "Orobroy" es un paseo por la vida de David Peña en nueve composiciones (una de las cuales, "Abuela Perrata", la compuso a los doce años), fruto conjunto y equilibrado de su propia tradición y de sus estudios en el conservatorio. Dorantes demuestra que el piano puede sonar tan genuinamente flamenco como la guitarra, instrumento del cual no presenta ni una sola nota. Además del piano, la carga melódica la desarrollan eficazmente violines, violas, violonchelos y contrabajos, apareciendo como tercer grupo de instrumentación esencial la percusión, tan típicamente flamenca como tablas, cajón o palmas, junto a pandereta, bongo, cencerro o batería (destaca la aportación de un nombre tan ilustre como Tino di Geraldo).
La timidez natural de Dorantes se evidencia si comprobamos que es a solas con su piano cuando más disfruta expresándose ("Oleaítas, mare"), o cuando éste se presenta semidesnudo, con el arropo de las percusiones en "Ventanales" y "Gañanía", o con un acompañamiento tan auténtico como la voz de su padre, Paco Peña, en "Silencio de patriarca". Sin embargo son las cuerdas las que diferencian definitivamente el trabajo y lo elevan a una categoría superior, entre el flamenco y la música de cámara, por lo que el oyente no amante del flamenco más puro le van a convencer especialmente los cinco temas que restan por comentar: "Semblanzas de un río" como maravillosa y sorprendente introducción entre contemporánea y folclórica, a ritmo frenético por la orilla de un río nada tranquilo; "Abuela Perrata", emotiva composición dedicada a su abuela, donde violonchelo y violín arrancan gran parte del protagonismo al piano; "Gallardó", rítmica canción de melodía pegadiza y evocación salsera. Para finalizar este recorrido, y como ejemplos de momentos sublimes del disco en cuanto a su intención de llevar el flamenco más allá de su camino natural, dotados además de una sorprendente emotividad, tenemos el tema que titula al trabajo, "Orobroy", una belleza de difícil descripción cantada en caló por un coro de niñas gitanas, y la preciosa "Nana de los luceros", cantada por la tía de Dorantes, Inés Bacán. Y como mucho de este trabajo es familiar, es el hermano de David, Pedro María Peña, el que dirige y realiza la producción del disco para EMI-Ódeón. La publicación corrió a cargo de Chrysalis en 1998.
El flamenco es una música viva que como tal no ha sido ajena a numerosas tendencias (ahí tenemos a Pata Negra, Ketama, Enrique Morente, El Cigala, Chambao, Ojos de brujo, Martirio, Chano Domínguez...), originando el flamenco fusión, que junto al 'nuevo flamenco' con el que llevan tiempo triunfando Vicente Amigo, Jorge Pardo, Estrella Morente, José Mercé o Ginesa Ortega, popularizan notablemente este tipo de música y la dotan de una calidad con aires modernos, los mismos que intenta acercar David Peña Dorantes a esta música de siempre llamada flamenco, que no puede verse libre de evolucionar con el tiempo, el mismo que ha contribuído a realzar su mito y ha visto nacer a sus grandes figuras. "Orobroy", que en caló significa 'pensamiento', es un muy buen disco para ese público abierto a nuevas formas de expresión, que considera difícil y fuera de su entendimiento la pureza en su grado más extremo. Junto a su educación de conservatorio, Dorantes absorbió el espíritu flamenco familiar, en un evidente orgullo de raza, cuya culminación es el texto de la canción "Orobroy": "Cuando escucho la vieja voz de mi sangre, que canta y llora recordando pasados siglos de horror, siento a Dios que perfuma mi alma, y en el mundo voy sembrando rosas en vez de dolor".
La timidez natural de Dorantes se evidencia si comprobamos que es a solas con su piano cuando más disfruta expresándose ("Oleaítas, mare"), o cuando éste se presenta semidesnudo, con el arropo de las percusiones en "Ventanales" y "Gañanía", o con un acompañamiento tan auténtico como la voz de su padre, Paco Peña, en "Silencio de patriarca". Sin embargo son las cuerdas las que diferencian definitivamente el trabajo y lo elevan a una categoría superior, entre el flamenco y la música de cámara, por lo que el oyente no amante del flamenco más puro le van a convencer especialmente los cinco temas que restan por comentar: "Semblanzas de un río" como maravillosa y sorprendente introducción entre contemporánea y folclórica, a ritmo frenético por la orilla de un río nada tranquilo; "Abuela Perrata", emotiva composición dedicada a su abuela, donde violonchelo y violín arrancan gran parte del protagonismo al piano; "Gallardó", rítmica canción de melodía pegadiza y evocación salsera. Para finalizar este recorrido, y como ejemplos de momentos sublimes del disco en cuanto a su intención de llevar el flamenco más allá de su camino natural, dotados además de una sorprendente emotividad, tenemos el tema que titula al trabajo, "Orobroy", una belleza de difícil descripción cantada en caló por un coro de niñas gitanas, y la preciosa "Nana de los luceros", cantada por la tía de Dorantes, Inés Bacán. Y como mucho de este trabajo es familiar, es el hermano de David, Pedro María Peña, el que dirige y realiza la producción del disco para EMI-Ódeón. La publicación corrió a cargo de Chrysalis en 1998.
El flamenco es una música viva que como tal no ha sido ajena a numerosas tendencias (ahí tenemos a Pata Negra, Ketama, Enrique Morente, El Cigala, Chambao, Ojos de brujo, Martirio, Chano Domínguez...), originando el flamenco fusión, que junto al 'nuevo flamenco' con el que llevan tiempo triunfando Vicente Amigo, Jorge Pardo, Estrella Morente, José Mercé o Ginesa Ortega, popularizan notablemente este tipo de música y la dotan de una calidad con aires modernos, los mismos que intenta acercar David Peña Dorantes a esta música de siempre llamada flamenco, que no puede verse libre de evolucionar con el tiempo, el mismo que ha contribuído a realzar su mito y ha visto nacer a sus grandes figuras. "Orobroy", que en caló significa 'pensamiento', es un muy buen disco para ese público abierto a nuevas formas de expresión, que considera difícil y fuera de su entendimiento la pureza en su grado más extremo. Junto a su educación de conservatorio, Dorantes absorbió el espíritu flamenco familiar, en un evidente orgullo de raza, cuya culminación es el texto de la canción "Orobroy": "Cuando escucho la vieja voz de mi sangre, que canta y llora recordando pasados siglos de horror, siento a Dios que perfuma mi alma, y en el mundo voy sembrando rosas en vez de dolor".
No hay comentarios:
Publicar un comentario