En la amplia carrera musical del canadiense Bill Douglas, el final de la década de los 80 marcó el comienzo de su trayectoria más cercana a la conocida como música new age. La publicación de su trabajo "Jewel lake" por parte del sello Hearts of Space supuso que rock, jazz o música clásica (sus anteriores 'modos de vida') se convirtieran en influencias esenciales para inaugurar una ecléctica forma de componer y grabar, ya que en su versátil inspiración entraron de lleno la música celta de sus antepasados, las músicas del mundo y la música coral, originando un extraño crossover muy bien cohesionado. El resultado se benefició extraordinariamente de la sensibilidad y alegría de su autor, este teclista y fagotista natural de Ontario que abrazó el budismo no sólo como religión sino como una forma de vida a través de la cual ofrecer a sus oyentes todo un mundo de sentimientos. La continuación del soberbio "Jewel lake" fue otra colorida y estupenda obra de similares características, titulada "Cantilena", y publicada en 1990 también por Hearts of Space.
En el propio título del nuevo álbum se atisbaba otra de las influencias de este compositor, la poesía, ya que una definición de 'cantilena' es "copla, composición poética breve, generalmente para ser cantada" (en el libreto traducido del disco -editado en España por Lyricon, de la compañía Sonifolk- se define también como "melodía vocal o instrumental de cualidades muy líricas y cantables"). "En los años 80 y 90, mi amor por la poesía inglesa floreció. Mis favoritos fueron Yeats, Shakespeare, William Blake, Shelley, Keats, Coleridge y Dylan Thomas", confesaba el canadiense- En discos posteriores Bill Douglas manifestará un exacerbado romanticismo centrado en ese profundo aprecio y admiración que profesaba a esos grandes maestros de la poesía, y mientras tanto, en "Cantilena", el tributo de Douglas es a William Butler Yeats, presente por su poema "The lake isle of innisfree", cantado de manera melodiosamente perfecta por Jane Grimes -que ya colaboró en "Jewel Lake" en una canción de parecida factura, "Deep peace"-, constituyendo una de las cumbres de calmada belleza del álbum, como ya lo fuera una primera aproximación instrumental en aquel primer disco, titulada simplemente "Innisfree". El músico habla así de su proceso de composición: "Leí el poema varias veces hasta que surgió un ritmo natural para las palabras que funcionaría bien en un entorno musical similar a una canción popular. Luego canté las palabras hasta que surgió una melodía que me conmovió y realzó la belleza de las palabras y me satisfizo formalmente". Una de las escasas diferencias entre los dos primeros trabajos de Bill Douglas es la presencia en "Cantilena" de un instrumento básico para Bill, del que extrañamente prescindió en "Jewel lake", el clarinete (en aquel trabajo utilizó prioritariamente el oboe). Y aunque uno de los grandes amigos de Bill Douglas sea el virtuoso clarinetista Richard Stoltzman, es Bill Jackson el que aquí lo ejecuta de manera melosa y también brillante, formando junto al fagot (que interpreta el propio Douglas) un dúo impactante en cuanto a los vientos, aunque sólo coincidan en el último y vaporoso tema, "Child". El teclado, simplemente hermoso y, cómo no, poético, es el complemento ideal (incluso el piano casi en solitario, como en "Tara"), junto a las percusiones (Geoff Johns y John Galm) y otra instrumentación algo más esporádica; por ejemplo las flautas (a cargo de Anne Stackpole) asoman en las melodías típicamente celtas, una de las maravillosas reminiscencias del autor, que plasma en cada uno de sus trabajos (aquí el propio comienzo del álbum se le adjudica a la danza irlandesa, altiva y pegadiza, de título "Diamond dance", y otra pieza animada, también afortunada es "Leap!"), y no tan amable, pero siempre poderoso y agradecido, también se puede escuchar el violonchelo de David Lockington (en esa poesía de evanescencias antiguas que es "Earth prayer" o en la emotiva "Elegy (for dad)" -dedicada a su padre, Les Douglas, fallecido unos meses antes de la publicación del álbum-).
Dice Douglas que su música es una combinación de alegría y tristeza. De esta manera vuelve a mostrar en "Cantilena" estas dos facetas de forma alterna, las rítmicas y animadas danzas celtas que invitan al baile ("Diamond dance", "Leap!"), con los temas más dulces y tranquilos, baladas que emanan una atrayente melancolía ("Love song" -delicada muestra de música de los sueños, que "se gestó en un seminario budista durante el cual los acordes llegaron a mi mente y no pude dejar de pensar el ellos"- o "Sacred wood" con la compañía del fagot, y "Farther than the stars" o "Earth prayer" con la del clarinete -en las que la ambientalidad nos envuelve-). Inspirado por la naturaleza y apasionado por la vida y la música, es precisamente en estos dos primeros discos publicados por Heart of Space (su mandamás, Stephen Hill, colabora en la co-producción y diseño de la portada) donde comienza su flirteo con la musicoterapia, disciplina curativa en la que seguirá alcanzando altas cotas con los años. Los beneficiados de su labor somos todos los que disfrutamos con su música.
En el propio título del nuevo álbum se atisbaba otra de las influencias de este compositor, la poesía, ya que una definición de 'cantilena' es "copla, composición poética breve, generalmente para ser cantada" (en el libreto traducido del disco -editado en España por Lyricon, de la compañía Sonifolk- se define también como "melodía vocal o instrumental de cualidades muy líricas y cantables"). "En los años 80 y 90, mi amor por la poesía inglesa floreció. Mis favoritos fueron Yeats, Shakespeare, William Blake, Shelley, Keats, Coleridge y Dylan Thomas", confesaba el canadiense- En discos posteriores Bill Douglas manifestará un exacerbado romanticismo centrado en ese profundo aprecio y admiración que profesaba a esos grandes maestros de la poesía, y mientras tanto, en "Cantilena", el tributo de Douglas es a William Butler Yeats, presente por su poema "The lake isle of innisfree", cantado de manera melodiosamente perfecta por Jane Grimes -que ya colaboró en "Jewel Lake" en una canción de parecida factura, "Deep peace"-, constituyendo una de las cumbres de calmada belleza del álbum, como ya lo fuera una primera aproximación instrumental en aquel primer disco, titulada simplemente "Innisfree". El músico habla así de su proceso de composición: "Leí el poema varias veces hasta que surgió un ritmo natural para las palabras que funcionaría bien en un entorno musical similar a una canción popular. Luego canté las palabras hasta que surgió una melodía que me conmovió y realzó la belleza de las palabras y me satisfizo formalmente". Una de las escasas diferencias entre los dos primeros trabajos de Bill Douglas es la presencia en "Cantilena" de un instrumento básico para Bill, del que extrañamente prescindió en "Jewel lake", el clarinete (en aquel trabajo utilizó prioritariamente el oboe). Y aunque uno de los grandes amigos de Bill Douglas sea el virtuoso clarinetista Richard Stoltzman, es Bill Jackson el que aquí lo ejecuta de manera melosa y también brillante, formando junto al fagot (que interpreta el propio Douglas) un dúo impactante en cuanto a los vientos, aunque sólo coincidan en el último y vaporoso tema, "Child". El teclado, simplemente hermoso y, cómo no, poético, es el complemento ideal (incluso el piano casi en solitario, como en "Tara"), junto a las percusiones (Geoff Johns y John Galm) y otra instrumentación algo más esporádica; por ejemplo las flautas (a cargo de Anne Stackpole) asoman en las melodías típicamente celtas, una de las maravillosas reminiscencias del autor, que plasma en cada uno de sus trabajos (aquí el propio comienzo del álbum se le adjudica a la danza irlandesa, altiva y pegadiza, de título "Diamond dance", y otra pieza animada, también afortunada es "Leap!"), y no tan amable, pero siempre poderoso y agradecido, también se puede escuchar el violonchelo de David Lockington (en esa poesía de evanescencias antiguas que es "Earth prayer" o en la emotiva "Elegy (for dad)" -dedicada a su padre, Les Douglas, fallecido unos meses antes de la publicación del álbum-).
Dice Douglas que su música es una combinación de alegría y tristeza. De esta manera vuelve a mostrar en "Cantilena" estas dos facetas de forma alterna, las rítmicas y animadas danzas celtas que invitan al baile ("Diamond dance", "Leap!"), con los temas más dulces y tranquilos, baladas que emanan una atrayente melancolía ("Love song" -delicada muestra de música de los sueños, que "se gestó en un seminario budista durante el cual los acordes llegaron a mi mente y no pude dejar de pensar el ellos"- o "Sacred wood" con la compañía del fagot, y "Farther than the stars" o "Earth prayer" con la del clarinete -en las que la ambientalidad nos envuelve-). Inspirado por la naturaleza y apasionado por la vida y la música, es precisamente en estos dos primeros discos publicados por Heart of Space (su mandamás, Stephen Hill, colabora en la co-producción y diseño de la portada) donde comienza su flirteo con la musicoterapia, disciplina curativa en la que seguirá alcanzando altas cotas con los años. Los beneficiados de su labor somos todos los que disfrutamos con su música.
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4 comentarios:
Como me gustan estos dos primeros discos de Bill Douglas,y Cantilena incluso mas que Jewel.
Por cierto,hace mucho que no se nada de él.
Bueno, en su web oficial se pueden ver las novedades, pero no hay gran cosa, lo último que grabó fue un disco junto a otros tres músicos titulado "Sky", que no estaba mal pero sin llegar al nivel de lo aquí comentado.
En cuanto a estos dos primeros trabajos para Hearts of Space, a mí me gusta un poco más "Jewel lake", pero sus estructuras son tan parecidas y hay tanto nivel en ambos que es como si habláramos de un solo disco.
Yo tuve la suerte de verlo en directo en el Monumental de Madrid, hace ya como que diez u once años, y sigue siendo el concierto más divertido al que he asistido. Me encanta este disco.
Yo también disfruté de su directo en la gira de Kaleidoscope, hace bastantes años. Como bien dices, muy divertido, una gozada.
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