Con extrema convicción afirmaba Brendan Perry, hace de ello bastantes años, que las canciones de Dead Can Dance son como sueños que fluyen. A veces toman la forma de descansos placenteros, en otras ocasiones de pesadillas salidas de los cuadros de El Bosco, y en este caso que nos ocupa son caminos placenteros que conectan las leyendas griegas con la poesía irlandesa. Lejos de todo y cerca de nada, ajenos a modas o cifras de nuestro mundo insomne, en el paraíso de sueños de este inclasificable dúo destaca siempre una cuidada y surrealista iconografía, por lo general en tonos sombríos, que es lo que nos recibe en las portadas de muchos de sus discos: desde la máscara ritual de Papúa (con la que expresaban en su primer trabajo la esencia del grupo, lo animado a partir de lo inanimado) hasta la genial e impactante instantánea del fotógrafo marroquí Touhami Ennadre que nos recibe en "Into the labyrinth", el completo trabajo que les abrió definitivamente la puerta del merecido reconocimiento mundial.
Posiblemente el éxito de esta banda tan inusual se deba al desencasillamiento de la envoltura convencional de pop y rock, adaptando, dentro de un corsé esencialmente vocal y una estética gótica (no en vano el sello inglés que les acogió al emigrar de Australia fue el oscuro 4AD), una fusión de estilos metida de lleno en un viaje por las culturas de medio mundo, enriqueciendo notablemente una propuesta única y -aunque muchos lo hayan intentado- dificilmente igualable. Por si fuera poco, el complemento entre los dos miembros del grupo, Lisa Gerrard y Brendan Perry, era semejante a un puzzle en el que la imagen resultante es de una atemporal fantasmalidad. Y fue así a pesar de que en 1993, año de la publicación de "Into the labyrinth", hacía ya tiempo que estos dos personajes grababan por separado tras comprender que la libertad creativa entre ellos era esencial para nutrir de contrastes su obra (y merced además a unos pareceres diferentes respecto al camino a seguir por el grupo). En sus investigaciones separadas, Brendan se imbuye de poesía irlandesa mientras Lisa lo hace del folclore, y el detalle perfecto, la melodía atrayente, la percusión adecuada, son elementos comunes que acaban de encontrar cuando se reunen para grabar en la vieja iglesia de Quivvy, propiedad de Brendan en Irlanda. De hecho, en esta nueva reunión, iban a interpretar ellos mismos por vez primera todos los instrumentos del álbum. Escuchar trabajos como "Into the labyrinth" es una introducción en un mundo propio pero a la vez en una universalidad, "Yulunga (Spirit dance)" es el primer contacto con esa tribalidad tan característica del grupo (de hecho, es un término aborigen australiano), y evidencia al menos dos cosas: la importancia y calidad de las percusiones en una producción de lujo, y que la voz de Lisa ha evolucionado hasta alcanzar una plenitud que ella misma no puede definir sino comparándola con la grandeza de un poema perfecto, cantando -como confiesa en el video-álbum "Towards the whitin"- sin que un lenguaje le atrape, más bien creando ella misma el lenguaje que se adapta a su voz, usándola como un instrumento más. Lo hace a capella en "The wind that shakes the barley", de manera misteriosa en "Towards the within" o imitando las sonoridades vocales de la europa del este en "Saldek" o incluso más orientales en "The spider's stratagem", para despedir su gran actuación con "Emmeleia" (la danza griega de la tragedia), otra pequeña delicia a capella a dúo con Perry. Sin embargo hay que admitir que, en el conjunto del álbum, las apariciones de Brendan Perry parecen ir un poco más allá que las de Lisa, ya que sus cuatro canciones son de lo mejor del mismo: "The carnival is over", "Tell me about the forest (You once called home)" y en especial "The ubiquitous Mr. Lovegrove" (un lamento por el amor perdido y la inminencia de la muerte) y "How fortunate the man with none" (musicación de un poema del dramaturgo alemán Bertol Brecht dotado de una espectacular solemnidad). Usados de manera inteligente, los fondos electrónicos no trasgreden el espíritu ancestral (tribal, medieval, bárdico...) de la genuina esencia de Dead Can Dance, esa donde los muertos pueden bailar. "Into the labyrinth" recogía en su edición de vinilo dos cortes más que ya habían sido recogidos en el recopilatorio "A passage in time", unos "Bird" y "Spirit" que no aportaban nada especial al conjunto. Curiosamente, este mismo año 1993 apareció un CDsingle que, con el diseño gráfico que caracteriza este trabajo, recogía una canción antigua, del álbum "The serpent's egg": "The host of Seraphim" es ese glorioso tema, revitalizado por su inclusión en la banda sonora de la película "Baraka", que contaba con "Yulunga" como acompañamiento. Como segundo y tercer sencillo del álbum, "The ubiquitous Mr. Lovegrove" y "The carnival is over". En 2016 una nueva portada (algo estrictamente innecesario, dada la enorme belleza de la original) ilustró una nueva edición del álbum.
Posiblemente el éxito de esta banda tan inusual se deba al desencasillamiento de la envoltura convencional de pop y rock, adaptando, dentro de un corsé esencialmente vocal y una estética gótica (no en vano el sello inglés que les acogió al emigrar de Australia fue el oscuro 4AD), una fusión de estilos metida de lleno en un viaje por las culturas de medio mundo, enriqueciendo notablemente una propuesta única y -aunque muchos lo hayan intentado- dificilmente igualable. Por si fuera poco, el complemento entre los dos miembros del grupo, Lisa Gerrard y Brendan Perry, era semejante a un puzzle en el que la imagen resultante es de una atemporal fantasmalidad. Y fue así a pesar de que en 1993, año de la publicación de "Into the labyrinth", hacía ya tiempo que estos dos personajes grababan por separado tras comprender que la libertad creativa entre ellos era esencial para nutrir de contrastes su obra (y merced además a unos pareceres diferentes respecto al camino a seguir por el grupo). En sus investigaciones separadas, Brendan se imbuye de poesía irlandesa mientras Lisa lo hace del folclore, y el detalle perfecto, la melodía atrayente, la percusión adecuada, son elementos comunes que acaban de encontrar cuando se reunen para grabar en la vieja iglesia de Quivvy, propiedad de Brendan en Irlanda. De hecho, en esta nueva reunión, iban a interpretar ellos mismos por vez primera todos los instrumentos del álbum. Escuchar trabajos como "Into the labyrinth" es una introducción en un mundo propio pero a la vez en una universalidad, "Yulunga (Spirit dance)" es el primer contacto con esa tribalidad tan característica del grupo (de hecho, es un término aborigen australiano), y evidencia al menos dos cosas: la importancia y calidad de las percusiones en una producción de lujo, y que la voz de Lisa ha evolucionado hasta alcanzar una plenitud que ella misma no puede definir sino comparándola con la grandeza de un poema perfecto, cantando -como confiesa en el video-álbum "Towards the whitin"- sin que un lenguaje le atrape, más bien creando ella misma el lenguaje que se adapta a su voz, usándola como un instrumento más. Lo hace a capella en "The wind that shakes the barley", de manera misteriosa en "Towards the within" o imitando las sonoridades vocales de la europa del este en "Saldek" o incluso más orientales en "The spider's stratagem", para despedir su gran actuación con "Emmeleia" (la danza griega de la tragedia), otra pequeña delicia a capella a dúo con Perry. Sin embargo hay que admitir que, en el conjunto del álbum, las apariciones de Brendan Perry parecen ir un poco más allá que las de Lisa, ya que sus cuatro canciones son de lo mejor del mismo: "The carnival is over", "Tell me about the forest (You once called home)" y en especial "The ubiquitous Mr. Lovegrove" (un lamento por el amor perdido y la inminencia de la muerte) y "How fortunate the man with none" (musicación de un poema del dramaturgo alemán Bertol Brecht dotado de una espectacular solemnidad). Usados de manera inteligente, los fondos electrónicos no trasgreden el espíritu ancestral (tribal, medieval, bárdico...) de la genuina esencia de Dead Can Dance, esa donde los muertos pueden bailar. "Into the labyrinth" recogía en su edición de vinilo dos cortes más que ya habían sido recogidos en el recopilatorio "A passage in time", unos "Bird" y "Spirit" que no aportaban nada especial al conjunto. Curiosamente, este mismo año 1993 apareció un CDsingle que, con el diseño gráfico que caracteriza este trabajo, recogía una canción antigua, del álbum "The serpent's egg": "The host of Seraphim" es ese glorioso tema, revitalizado por su inclusión en la banda sonora de la película "Baraka", que contaba con "Yulunga" como acompañamiento. Como segundo y tercer sencillo del álbum, "The ubiquitous Mr. Lovegrove" y "The carnival is over". En 2016 una nueva portada (algo estrictamente innecesario, dada la enorme belleza de la original) ilustró una nueva edición del álbum.
Decía Lisa que el silencio era la esencia de su música. Durante muchos años (hasta la segunda década del siglo XXI) ese silencio parecía definitivo, provocando que sólo los respectivos trabajos en solitario de Lisa Gerrard y Brendan Perry (numerosos los de aquella, escasos los de éste), saciaran parcialmente el interés de sus numerosos seguidores, ya que la calidad de esa unión alquímica entre ambos es dificilmente repetible, una sensación mágica, posiblemente una simple ilusión que, al menos por unos instantes, enmascara la cotidianeidad, la alienación a la que estamos sometidos. Aunque sea dentro de esa bola de cristal, muchos kilómetros más allá de cualquier frontera, tenemos esta válvula de escape llamada Dead Can Dance a la que acudimos sin remedio, como en un viaje imaginario, cada poco tiempo.
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9 comentarios:
Después de un minucioso estudio, STULTIFER te otorga el prestigioso galardón al MEJOR BLOG DEL DÍA en No sin mi cámara por los contenidos y matices. Visitanos y comenta con nosotros. Saludos cordiales.
Y yo siempre detrá de Stultifer mirando los blogs que recomienda...! Se pueden oir las canciones aquí o las tiene que buscar uno ya por su cuenta? Voy a ver.
bezos.
Bonita iniciativa, amigo, y por supuesto muchas gracias por la elección.
En cuanto a la música, me limito a comentarla, dejo la búsqueda para los que no tenéis límites en la red.
Uno de mis grupos favoritos y uno de mis discos favoritos. Obra maestra irrepetible, joya de la música contemporánea, con una calidad exquisita, un estilo inconfundible y un sonido mágico.
Un saludo.
Tenía olvidado este disco, y mira que me gustaba... Esta tarde de domingo lluviosa puede ser un buen momento para rescatarlo.
Un abrazo.
El primer disco del grupo que compré, y lo tengo de importación, antes de que lo editara en España Sonifolk.
Todavía me acuerdo la que le dio a Ramón Trecet con este disco :DDDDD.
Ah, ¡qué tiempos!
Vuestros comentarios demuestran que este es uno de los discos más importantes de los 90 en este tipo de música, y que era imprescindible esta reseña.
Cuanto más lo escuchas más gusta!!
Yo tuve la suerte de verlos en directo en Madrid en el Monumental y resultaba sorprendente el público tan amplio que tenían.
Por ejemplo, a mi lado había un matrimonio de unos 60 años (+-5) y en la fila de delante unos 6 ó 7 jóvenes (bueno, en aquel entonces, seguro que mayores que yo, pero por poco) góticos de gala (mucho negro y blanco, mucho encaje). Había heavies, punks, yupies enchaquetados... Jamás he visto gente tan dispar en un mismo concierto.
Yo tengo ese recuerdo de disparidad estética en el concierto de Hedningarna. Desgraciadamente no he podido disfrutar en vivo de los DCD... por ahora???
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