12.2.08

LOREENA McKENNITT:
"The visit"


veces el encanto, la poesía de un disco puede paladearse desde la propia portada del mismo. Las pistas que nos daba la de "The visit", el álbum que la canadiense Loreena McKennitt publicó en 1991, eran etéreas, misteriosas y tremendamente interesantes: esa puerta que la temerosa dama -la propia Loreena- debe franquear, es sin duda una recreación de esa visita ('the visit') que para nuestra pelirroja es el impulso creador, "algo que surge de por sí, no dominado ni poseído, sino más bien esperado, para lo que no se está preparado". Una edición posterior cambió la portada por una imagen más difusa aunque igual de fantasmal. Si esta impresionante artista -que ya se estaba forjando una figura mítica en el panorama de las músicas del mundo- se preocupara menos por detalles como ese (hay que mencionar que, aunque distribuído por Warner Music, es su propio sello, Quinland Road, el que publica los discos), posiblemente la portada más idónea hubiera sido la pintura "The lady of Shalott", que basada en el poema del inglés Lord Tennyson realizó el pintor prerafaelista John William Waterhouse. Pero esa maravillosa canción, la más recordada de este trabajo, no debe acaparar todo el interés del mismo.

Centrada de nuevo en el mundo celta, los alicientes de esta mujer concienciada con los derechos humanos ("Breaking the silence", impresionante canción de su anterior trabajo, "Parallel dreams", es un tributo a Amnistía Internacional) se amplian y comienzan su viaje por otras culturas. Aunque apasionada con la música celta de los 70 (Alan Stivell es una referencia obligada, y de hecho en las portadas de "Elemental" y "Parallel dreams", así como en la contraportada de este "The visit", aparece un arpa celta -su instrumento primario-), es en una exhibición de artefactos celtas en Venecia en 1991 cuando se imbuye totalmente en la historia de este pueblo, del que comenzó a seguir sus huellas por el mundo y acabó descubriendo los lugares comunes que, inexplicablemente, pertenecen a culturas distintas de oriente a occidente. De hecho, con sus investigaciones en el mundo de la cultura celta y el lento desplazamiento de este pueblo hacia las islas británicas desde la antigüedad, Loreena abrió una puerta al pasado y encontró una manera de mimetizar su manera de entender la música con el folclore de esos pueblos lejanos y exóticos. En "The visit" aplica esa idea a la música e inaugura un estilo que evoluciona los de sus tres primeros discos, una visión multicultural -centrada en el mundo celta- en la que temas vocales e instrumentales conviven de manera fascinante, si bien su increible voz, que sabe ser tan profunda como cálida, no deja de acaparar el protagonismo. Lo hace en un primer sencillo de excepción (con lanzamiento en single CDsingle, y su propio videoclip), la gozosa y pegadiza "All souls night" -inspirada en las fogatas que para despedir a los muertos encienden los pueblos celtas, pero que coincide con la tradición japonesa-, donde entre sus sones medievales, y aun así probadamente comerciales, ya se atisba la variada instrumentación del disco, o en la cara B de ese single, la delicada "Bonny Portmore", delicioso arreglo de un tema tradicional de claro corte celta, con el comienzo de gaita irlandesa a cargo de Patrick Hutchinson, que repite en un disco de Loreena. También se escucha esa gaita en la vibrante "The old ways", y la completa instrumentación brilla asimismo en la sentida "Courtyard lullaby" y en la grave interpretación del gran clásico celta "Greensleeves", pero cuando parece pararse el tiempo es en la indispensable "The lady of Shalott", segundo sencillo del álbum, musicación del mencionado poema de Lord Tennyson, donde Loreena despliega toda su magia y atracción; pieza fundamental en sus directos, el recurso del eterno estribillo (una característica de ciertas composiciones bárdicas de la pelirroja, ya intuida en piezas anteriores como "Annachie Gordon" y continuada posteriormente) realza durante más de diez minutos la magia de instrumentos como arpa o acordeón, proponiendo al oyente unirse mentalmente a una canción sobresaliente. El presunto estatismo, la ausencia de variaciones en la melodía repetitiva, supone que la más mínima de ellas provoque un efecto aún mayor y más gozoso, en un resultado ilustre. Continuando con el álbum, las instrumentales no se quedan atrás, "Between the shadows" es una rítmica pieza de nuevo aire medieval con el brillo del violín, "Cymbeline" toma su nombre de una obra tardía de William Shakespeare ambientada en el pueblo celta (en ella destaca especialmente un curioso -por desubicado, pero bien integrado- sitar, cuyo sonido oriental cierra el álbum) y "Tango to Evora" está inspirada en dicha ciudad monumental del sur de Portugal, país en el que fueron tomadas las fotografías del libreto y que también inspiró la ya mencionada "Courtyard lullaby".

El resultado es otro disco redondo de Loreena McKennitt, en el que cinco de los nueve temas son composiciones propias: "All Souls Night", "Between the Shadows", "Tango to Evora", "Courtyard Lullaby" y "The Old Ways", letras que hablan de viejas tradiciones que continúan en la actualidad y de esas sombras del pasado que permanecen en aquellos lugares de los que deciden no irse jamás. Encargándose ella misma de voces, arpa, acordeón, bodhran y teclados, en este trabajo se hace acompañar del imprescindible Brian Hughes (guitarras y balalaika) y otros músicos que venían siendo habituales, como George Koller (violín, cello, tamboura, bajo y sitar), Patrick Hutchinson (gaita), Hugh Marsh (violín) y Rick Lazar (percusión), uniéndose otros nombres como Anne Bourne (cello), Tom Hazlett (bajo) y Al Cross (tambores). El gran momento de Loreena coincidió con una época álgida de la música celta, pero su enorme calidad y lo diferente de su estilo globalizador ha posibilitado que, pasada esa nueva fiebre celta (estos fenómenos suelen repetirse cada cierto tiempo), ella continúe en un lugar de excepción. "The visit" se sitúa solamente en un nivel superficial de conocimiento en cuanto al origen y mestizaje de la cultura celta, una investigación que va a llevar a Loreena prácticamente por todo el mundo en sucesivos trabajos. Mientras, y aunque no fuera el principal objetivo de nuestra arpista, las millonarias ventas originadas por la distribución de Warner Music eran absolutamente merecidas.

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10 comentarios:

Lucía dijo...

En mi modesta opinión es el mejor disco de Loreena. Le tengo además un cariño especial porque coincidió con un momento muy dulce de mi vida.
Un abrazo.

Pepe dijo...

A mí también me parece su mejor trabajo, aunque eso en una carrera tan buena como la suya es muy subjetivo. Por lo menos parece no bajar el nivel (aunque con el tiempo que se toma entre disco y disco...).

Anónimo dijo...

Posiblemente sea su trabajo más equilibrado en su vertiente más celta, aunque como mejor trabajo yo pondría al Parallel Dreams.

Por cierto... ¡Qué directo que tiene y qué pedazos de músicos la acompañan!

Pepe dijo...

Hace mucho que vi a Loreena en directo y desde entonces no he acudido a sus conciertos, pero el de La Alhambra tuvo que ser fenomenal, qué suerte los de Granada.

En la gira que vi (la de "The mask and mirror") no sólo iba acompañada de la guitarra de Brian Hugues o el violín de Hugh Marsh, sino que en el grupo estaba Caroline Lavelle al chelo.

Como demostración de su buen sonido en directo está el CD grabado en París y Toronto.

Anónimo dijo...

Me sumo a la opinión de los que creen que éste es su mejor disco. Además, fue el primero que escuché de ella, algo que siempre resulta especial. Pero es que le quedó precioso, desde la primera excelente canción, pasando por el clásico de la dama de Shalott y terminando por la que, a mi juicio, es la mejor composición de toda su carrera: "The old ways". Es un tema magistral que recrea un encuentro mágico entre dos seres de tiempos distintos, una historia de amor imposible narrada de forma etérea y musicada delicadamente en mi menor. Con esa percusión obsesiva del comienzo y el final que recrea el romper de las olas, ese piano dulce que introduce la narración, y la aguda y poderosa voz de Loreena en el estribillo; todo un derroche de sensibilidad que sigue poniendo la carne de gallina.

"Las viejas formas se han perdido", dijiste mientras te alejabas. Y me pregunte por qué.

Pepe dijo...

¿Qué decir, amigo Christian? Por ejemplo... ¿para cuando tu blog?

Un abrazo, nos vemos en la siguiente chocolatada (espero que sea antes que el concierto de Mertens).

Anónimo dijo...

Buf... Me puede la vagancia, pero se aceptan sugerencias para el blog en la próxima visita al Montesol (ya les he hecho un pedido de doscientos churros).
Y recordemos que tendremos a Mertens en zgz y a Battiato en Logroño por las mismas fechas de mayo. ¿Qué más puedo pedir...? Salve, jefe.

Anónimo dijo...

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Roberto dijo...

Fantástica revisión para una obra monumental, quizá en mi opinión, la más equilibrada de todos sus trabajos. Su música te atrapa y te transporta a esos lugares místicos de los que canta. Me resulta difícil tal vez ser objetivo dado que es el primer álbum que escuche de ella y que por tanto se quedó grabado para siempre en mi ADN musical. Una maravilla.