22.2.07

TOMÁS SAN MIGUEL:
"Lezao"

Dentro de la gran variedad de instrumentos y útiles de percusión que nos podemos encontrar en la península ibérica, la txalaparta es uno de los más primitivos y místicos. De apariencia tosca y rudimentaria, consta de una serie de tablones de roble que se percuten con unas mazas, también de madera, denominadas maquilas, y que se toca entre dos personas, lo que hace de él un instrumento muy visual. El sonido ancestral que surge de sus entrañas pasó de ser reducto de las vascongadas a que, gracias al vitoriano Tomás San Miguel, trascendiera no sólo al resto de España sino practicamente a todo el planeta. El vehículo de esa expansión fue un espectacular disco titulado "Lezao", publicado en 1994 por el sello Nuevos Medios, discográfica que desapareció tras la muerte de su fundador, Mario Pacheco, tras cerca de 30 años luchando por la música española, especialmente por el mundo del joven flamenco.

Pianista y acordeonista de gran calidad, Tomás San Miguel siempre ha apostado por la integración de elementos ancestrales en las músicas actuales. Impactado por la rotundidad de este instrumento y por la leyenda que dice que los soldados romanos, al entrar por los valles de Euskadi, oían poderosos sonidos de madera que espantaban a sus caballos, quiso dedicar a la txalaparta su nueva fusión, dejando momentaneamente de lado sus proyectos más jazzísticos con el saxofonista Jorge Pardo. El resultado se convirtió de inmediato en uno de los discos españoles de folclore y nuevas músicas más impactantes y reconocidos en la década de los 90, tanto por su calidad intrínseca como por lo que supone para la música tradicional, en este caso la de Euskadi, ya que no sólo la txalaparta (interpretada en el disco por el grupo Gerla Beti) sino instrumentos de viento como el txistu o la alboka nos reciben en su obertura ("Obertura de Lezao"), anticipando el carácter ancestral de la obra y remontándonos a tiempos antiguos de trabajo artesanal: "Es el despertar de la madre Tierra, la naturaleza y sus elementos, agua, tierra, aire y fuego, que emergen a través de los sonidos de la música". El segundo corte va mucho más allá, "Síntomas" es un lujo para el oído, un ritmo acompasado mecido por la madera ("música de ritmo magnético, envuelta en una atmósfera de humo de chimenea en el paisaje de los últimos días del otoño") y adornado por las 'voces gregorianas' del Coro Samaniego (40 personas bajo la dirección de Aitor Saez de Cortázar) y por el grandioso saxo de Javier Paxariño, que acompaña toda la obra con sus flautas, saxos y demás instrumentos de viento, ofreciendo un auténtico recital y complementando a la perfección los teclados y acordeones de Tomás. Otro ilustre como Kepa Junkera hace también su aparición a la trikitixa y pandereta, en esta sucesión de temas compuestos por Tomás San Miguel. Danzas casi hipnóticas ("Aleación en danza", "Pléyades"), música festiva que nos acerca a campos y caseríos ("No tienes elección", "Maurizia" -sobre la que nos cuenta: "hay muchos músicos vascos que son labradores, gente de la tierra; para ellos, la música es una forma de expresar el calor y la alegría de sus seres. Maurizia, que ya se nos fué, nos dejó su memoria que alegra nuestras penas, con su voz, su pandereta y las canciones"-) y recuerdos camuflados en canciones ("El bertzolari", inspirado en una melodía tradicional, o ese gran momento íntimo que parece suponer "El nacimiento de Maritxu") se suceden en este pequeño universo de sensaciones de la tradición vasca, del que hay que destacar una melodía tradicional cuya armonía, nos dice, convoca a la entrega y seducción a la mujer: "Devociones", una de esas canciones casi perfectas que perviven en la memoria y son capaces de aletargar nuestros sentidos; en ella están presentes los elementos más decisivos del éxito de este disco, el piano de Tomás San Miguel, el penetrante saxo de Javier Paxariño, la txalaparta de Gerla Beti, las voces de corte tradicional (en este caso de Víctor de la Torre y Fernando Idíaquez) y una estética tan actual que sorprende por la paradoja (eterna en las Nuevas Músicas) de que algo tan antiguo pueda sonar tan moderno y decididamente atractivo. 

Con "Lezao" Tomás san Miguel inauguró una trilogía que tuvo continuación en "Ten" y "Dan txa". La asimilación de sus raíces (aunque tardía, ya que fue con 30 años cumplidos cuando descubrió la txalaparta en el caserío de Lezao) dió lugar a este lenguaje musical tan auténtico y mágico, tanto que el sello Narada se fijó en él y distribuyó "Lezao" en Estados Unidos con portada distinta y gran éxito de crítica. Este músico casi anónimo, autor entre otras sintonías de las de Radio Nacional de España y creador de pequeñas maravillas como "Vida en catedrales" (con Jorge Pardo), tuvo su gran momento merced a un instrumento tan primitivo como auténtico, ese mismo que hace varias décadas recuperaran del olvido unos ancianos en una sidrería de Guipúzcoa y que, en su evolución, también fuera reverenciado por Joxan Goikoetxea y Juan Mari Beltrán en su disco de 1993 "Egurraren orpotik dator...", cuya sugerente traducción es "Desde las entrañas de la madera...". Tomás seguirá buscando y evolucionando en su trabajo, pero aquella obra titulada "Lezao" fue más que un acercamiento a su cultura, fue una auténtica fusión con su propia esencia.



7 comentarios:

Anónimo dijo...

Aaaaaaaaaaaah, este disco me parece magistral. Es maravilloso de principio a fin. Las secuelas las escuché por encima y no me llamaron la atención, la verdad.
Para mí, podría ser uno de esos de "llevarse a una isla desierta" xDD

Anónimo dijo...

No olvidemos que el diseño del disco corre a cargo de Javier Romero, a partir de un reportaje fotográfico de Alberto González de Aguirre.

Pepe dijo...

Buen dato, Pepito, el diseño y la portada están bastante bien, aunque Narada decidió cambiarlos y presentar el disco a su estilo, como podéis ver aquí: http://www.tomassanmiguel.com/fotos_cds/lezao%20narada_.jpg

En cuanto a lo de la isla desierta, amigo warren, qué difícil sería decidir unos pocos títulos, algún día habrá que hacer una buena encuesta al respecto.

Anónimo dijo...

La leche con la portada de Narada, es horrorosa. Con lo bonita que es la otra...


Sobre la isla... Sí que sería difícil, pero yo tengo algunos muy claros, como Dead Can Dance o las leyendas celtas de los Danna :)

Pepe dijo...

Sí, "A celtic tale" es tan imprescindible que me sorprendo a mí mismo por no haberlo criticado aún en este blog. No tardará. En cuanto a los DCD también apareceran pronto, aunque me parece que no soy tan fan como tú, quizás es que tengo que escucharlos más y mejor, pero como suelo decir, hay tanta música y tan poco tiempo...

Anónimo dijo...

Sin duda se trata de uno de mis discos de cabecera. Como decís por aquí arriba, "Ten" y "dan_txa" no están a la altura, sobre todo este último y eso que yo tenía muchas esperanzas puestas en esa colaboración con Marlon Klein de Dissidenten.

Anónimo dijo...

Es el mejor de la trilogía. Supuso un antes y después para la Txalaparta y la música vasca. Disco de una gran perfección, ayudado por sus amigos (¡Que suerte tener amigos como esos!), mezcla lo formal con lo festivo... lo perfecto con lo aparentemente perfecto, lo hipnótico con lo espontáneo. Fruto de un enorme trabajo. Disco muy extenso (73 min) y muy intenso (algo difícil). El mejor momento creativo de San Miguel