26.7.24

PATRICK O'HEARN:
"So Flows the Current"

Patrick O'Hearn, músico y compositor estadounidense de trayectoria intachable en diversos frentes, no es un artista que se tomara descansos mientras la popularidad de las nuevas músicas (esas en las que despuntó en el sello Private Music, especialmente en los años ochenta) decrecía al mismo tiempo que las ventas. Cine y televisión han ocupado la mayor parte de sus proyectos, y a la vez ha seguido autopublicando sus trabajos más personales, presas de una rabia ambiental muy distinta a la que llenaba los primeros plásticos de este bajista, percusionista, teclista, programador, productor... en definitiva artista total, que también se ha sabido rodear de grandes amigos como Mark Isham, Peter Maunu, Alex Acuña o Terry Bozzio, entre otros. Huyendo un tanto del sentido melódico de sus obras más recordadas en el sello de Peter Baumann ("Ancient Dreams", "Rivers Gonna Rise", "Eldorado"), muchos críticos destacaron especialmente la personalidad y la profundidad de las texturas presentadas en obras posteriores, ya fuera de Private Music, como "Trust", "Beautiful World" o especialmente "So Flows the Current", excepcional trabajo publicado en el año 2001 por Paras Recordings en un principio, para ser enseguida rescatado y publicado por el sello del propio músico, Patrickohearn.com Music. 

Escuchar esos primeros discos de O'Hearn, participar en su juego arcano, era como entrar en otro mundo, una tierra de fantasía original en los años ochenta por su uso ambiental de la tecnología de la época, emulando sonidos que también podíamos escuchar en los trabajos de Jean-Michel Jarre, Tim Story o el propio Mark Isham, nada mal para un joven que creció escuchando jazz y música clásica, y que posteriormente tocó en grupos como Missing Persons, Group 87, o con el inclasificable Frank Zappa. Precisamente la categorización de su sonido fue amplia y ambigua, pero él siempre se ha adscrito sin pudor entre la new age y la música ambiental, citando entre sus influencias (o al menos entre sus escuchas escogidas) a Brian Eno, Jon Hassell, Daniel Lanois, Mark Isham, Peter Maunu, Steve Roach, Robert Rich o Michael Stearns entre otros, nombres que marcaron un devenir creativo sin igual en este tipo de música. En "So Flows the Current" quiso regresar, al menos en parte, a los tiempos en los que las grabaciones eran más humanas, sin MIDI ni secuenciador, donde los músicos y los instrumentos jugaran entre ellos en vivo en el estudio, sin dejar de lado un acabado maestro, como buen productor avanzado que siempre ha sido el propio O'Hearn: "Micrófonos y actuación en vivo, la ausencia de secuenciador y samples estuvo a la orden del día y todos lo pasamos bien". De este modo, no fue este un álbum fácil o de grabación rápida, el propio autor cuenta que tomó mucho más tiempo para realizarse que cualquier álbum anterior, lo cual daba pistas de que podía tomar una cierta importancia en su discografía, e incorporar temáticas íntimas y profundas: "Es una buena combinación de ideas y estados de ánimo, y creo que muestra madurez con respecto a mis discos anteriores. No es material moderno y vanguardista, cualquiera que esperara eso se sentiría decepcionado. Es simplemente el álbum particular que necesitaba hacerse en el momento en que se hizo". El inicio ambiental de sintetizador, misterioso, incluso hechizante, se ve acompañado de golpe por las notas de una guitarra protagonista cuya lenta melodía, muy española, retorna a las texturas enigmáticas de "Indigo", aunque con un tono más afable, cambiando la búsqueda arcana por la bonhomía de un agradable día de pesca en un lugar, como dice tan acertadamente el título, encantador para estar ("A Lovely Place to Be"). De hecho, es fácil de imaginar a O'Hearn con su familia en el fabuloso paisaje que ilustra la portada y el interior del álbum; tanto es así que dichas fotos son propias del músico y el niño que aparece en la cubierta es su propio hijo: "Es una foto de mi hijo que tomé hace varios años en una cascada cerca de nuestra casa. Ha crecido mucho desde el momento en que se tomó esta fotografía. A veces me siento junto a este arroyo para relajarme y, a menudo, me pierdo en el concepto del tiempo mientras veo pasar el agua. El título para mí es una metáfora del crecimiento y los ciclos de la vida". Más animado y de apariencia más elaborada, es el tema que da ese pensativo título, "So Flows the Current", con la dosis justa de electrónica y de cuerdas que bailan al son de un ritmo cercano a la faceta instrumental del pop convencional. No es fácil elegir entre esas caras que presenta el músico en su trayectoria, pues todas son consistentes y tremendamente placenteras. De hecho, es "The Cold Sea's Embrace" el tema más sorprendente e incluso distintivo del álbum, una profunda atmósfera con un violonchelo que atrapa por su sentimiento, aunque deja con ganas de una mayor duración. Es esa una gran característica del álbum, la explosiva combinación de acústica y electrónica (más que en otros de sus trabajos) que supone una enorme evolución y aseguran una escucha profunda y un pensamiento convencido acerca de la especial inspiración de la obra y del trabajo aportado en la grabación de la misma. Volviendo a cierto tipo de notas luminosas de teclado típicas en este autor, inquietante es la bruma que las envuelve en "Panning the Sands", que porta un aura de grandiosidad en su melodía resonante y arrebatadora, de nuevo cercana a trabajos más cercanos en el tiempo como "Indigo". En el punto medio del álbum se sitúa "Beyond this Moment", fabulosa en su aporte de cuerdas (la guitarra que mantiene el extraordinario ritmo por el que circula la pieza y un nuevo chelo lloroso) junto a la electrónica (los sutiles efectos y esa melodía de pocas notas acuosas y cautivadoras), de nuevo una pieza maravillosa de un álbum sorprendente por cómo Patrick O'Hearn renueva en el concepto de lo electroacústico la inspiración, la calidad ambiental, con toda la esencia enigmática de su música. Difícil es mantener la calidad tras media hora de excelencia como la escuchada hasta aquí. Patrick lo sigue intentando para acabar de conformar un trabajo exquisito, que continúa por caminos más cercanos a los que circulaba en los últimos años junto a Steve Roach, un sintesista que no está presente físicamente en el disco pero sí por medio de su estimulante concepto 'desértico', incluso trascendental, de la música: en "Along the Waterfront" cuerdas y teclas se entrelazan en otra ágil composición con carácter ambiental y una extraña pero atractiva carga melódica de guitarra; "Northwest Passage" es una atmósfera aventurera, con algo de intriga en su ritmo constante, una intriga que se acrecenta en la árida "Like So Much Lost Time", llegando al misterio más acechante en su sabia utilización del sonido de los teclados como una tupida red de la que sólo se pueden escapar unos pocos sonidos coherentes, si bien agonizantes; enlazada con la anterior, llega la luz en el tema final, "Traveler's Rest", con unas cuerdas metálicas cercanas al country, que desarrollan su placentera melodía junto a otras guitarras, teclados y percusiones. La naturaleza de los sonidos que te envuelven en este trabajo es verdaderamente exuberante, y los músicos implicados en el mismo son Peter Maunu (guitarra acústica, eléctrica y de cuerdas de acero), David Torn (guitarra en "So Flows the Currrent"), Robin Tolleson (percusiones, batería), Pat Johnston (violonchelo en "The Cold Sea's Embrace") y un Patrick O'Hearn que interpreta bajo acústico y eléctrico, piano, percusiones, violonchelo, flauta, sintetizador y efectos electrónicos. En alguna entrevista posterior al álbum, Patrick hablaba sobre una versión con sonido envolvente de esta obra, un proyecto que se publicó en 2006 con el título de "The So Flows Sessions", no tan orgánico y especial como el original, pero con algo de sus intenciones. 

Creador de atmósferas sublimes en varios trabajos pioneros de la new age en el sello Private Music, Patrick O'Hearn podía haber agotado su universo sonoro original como lo hicieron otros músicos de los añorados años ochenta. No fue así, de hecho en absoluto dejaba de ser interesante su evolución, pues si bien posiblemente careciera de los planteamientos ambientales oscuros y atrevidos de "Ancient Dreams" o melódicos de "River Gonna Rise", profundizaba en otros sonidos acústicos que siempre habían estado presentes en su obra (él es esencialmente un bajista que utiliza posteriormente la electrónica en su beneficio) o guardados en recónditos escondites de su mente, como una especie de introspección auditiva propia que, incrementando la interacción con cuerdas y percusiones pero a su vez optando por una entrada a ciertas ambientalidades desérticas deudoras de su encuentro con Steve Roach, originaron un álbum de tal calidad que, más de tres lustros después de su primer plástico, pocos se esperaban. A partir de "So Flows the Current", sin embargo, el autor decidió iniciar un camino más relajante, una evolución hacia el ambiente puro que, tras un álbum puente, "Beautiful World", que aún portaba algunas piezas con atmósferas oscuras y ritmos rutilantes, trabajando la parte melódica desde la opacidad que tan nubilosamente impregnaba sus discos de antaño, derivó en trabajos perfectamente disfrutables en su capacidad de abstracción como "Slow Time", "Glaciation" o "Transitions".

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3.7.24

MANUEL GOTTSCHING:
"E2-E4"

A mediados de los fértiles años ochenta, la música disco, el dance y otros estilos de música electrónica de baile como house o garage, dominaban la escena de discotecas y clubes. Paradise Garage en Nueva York, fue uno de esos clubes nocturnos que marcaron tendencia, y fue allí donde despuntó un DJ como Larry Levan. Este pinchadiscos solía acabar sus sesiones con un tema hipnótico, en el que bucles electrónicos y guitarras desbocadas originaban un éxtasis final en el público. Concebida muy lejos de los Estados Unidos, pocos conocían esa pieza hasta que Levan la hizo popular (otro mito, su amigo David Mancuso, también la utilizaba convencido de su poder), si bien enseguida fue recogida por otros nombres importantes del techno como Carl Craig o Derrick May. Esa grabación de cerca de una hora de duración se titulaba "E2-E4", creación del músico berlinés Manuel Göttsching en solitario, en una febril improvisación en su estudio en 1981, aunque la publicación del plástico tuviera lugar en 1984 en el sello de Klaus Schulze, Inteam GmbH, en una demostración de que la escena cósmico-psicodélica alemana se retroalimentaba eficazmente. Con el tiempo, han surgido reediciones del álbum en distintos sellos como Racket Records (que editó la primera versión en CD en 1990), Spalax, DA Music, MG ART, Arcangelo, Belle Antique y otras. Una de las grandes anécdotas que rodean el trabajo fue el éxito que, con el título "Sueño Latino" y modificada notablemente en su desarrollo, cosechó en Europa la versión que el grupo de italo house Sueño Latino realizó en 1989, a la que el propio Göttsching acabó añadiendo su guitarra en la conocida como "Sueño Latino (Winter Versión)". 

Manuel escribió un texto explicativo para este trabajo, que titulaba 'Al principio fue el título, y luego vino la música...'; en él hablaba sobre sus inicios en la informática en los años setenta y los primitivos lenguajes de programación, así como que en la rutilante aparición de la saga 'Star Wars' en el panorama fílmico, lo que más le chocó fue el parecido del nombre del pequeño robot R2D2 con una jugada de ajedrez, juego que le fascinaba, lo que le llevó a intentar desarrollar un juego de ajedrez tridimensional. 'E2-E4' es una referencia al movimiento de apertura más común en el ajedrez, de ahí la portada del trabajo: "Pensé que sería un título ideal para una pieza de música electrónica (...) la primera pieza lanzada bajo mi propio nombre. Ahora todo lo que necesitaba era la música... Mi colección de sintetizadores, secuenciadores, computadoras de ritmo y teclados había ido creciendo constantemente desde 1975. En mi estudio, todo estaba encendido día y noche para que pudiera empezar cuando quisiera. Incluso llevé todo este material conmigo a conciertos en los que tocaba, por ejemplo, en desfiles de moda". El 12 de diciembre de 1981, tras regresar de una larga gira con Klaus Schulze, improvisó en su estudio de Berlín, el Studio Roma, un concierto sólo para él, sin multipistas ni repeticiones, pero tras haber presionado el botón de grabar: "La música fluía en total equilibrio e incluso después de escucharla una y otra vez no pude distinguir ningún defecto o ruptura. Ni siquiera hubo ninguno de los fallos técnicos habituales, como crujidos, interrupciones, distorsión o cambios bruscos de nivel. Nada era demasiado ruidoso ni demasiado silencioso. A lo largo de los años, había realizado muchas grabaciones de sesiones en mi estudio, pero ninguna de ellas había producido un resultado tan perfecto y completo durante esta duración y amplitud. Lo encontré casi extraño". El problema fue tomárselo en serio, por el mero hecho de haber sido escrito, tocado y producido en el transcurso de una noche, como una novela enfermiza firmada por Mary Shelley: "Escuché la cinta una y otra vez. Ciertamente era un juego, pero muy bueno. No tuve otra opción que intentarlo. Y de todos modos, ya tenía un gran título". Manuel se encontró con el escaso interés de su discográfica, Virgin Records, que había mutado de un sello independiente de música diferente -en sus propias palabras- a un negocio floreciente con éxitos en las listas: "¿Una pieza que consta de dos acordes y 60 minutos? ¿Qué podrían hacer con eso? Ni siquiera cabía en un disco (los CD aún estaban en etapa de desarrollo)". Fue Richard Branson, tras un encuentro en su casa flotante, el que le animó a continuar con su sueño en otra dirección, y así, como él matiza, comenzó el juego. Göttsching ya planteaba en su primer álbum en solitario, "Inventions for Electric Guitar", una serie de cadencias minimalistas con guitarra eléctrica, altamente rítmicas en gran parte, cuya sustancia radicaba principalmente en dejarse atrapar. En el vol. 1 de "The Private Tapes" podemos escuchar otro tema rescatado de finales de los 70, "Eloquentes Wiesel", a medio camino entre sus invenciones para guitarra y patrones mas bailables, repetitivos, de larga duración. El músico alemán sólo tuvo que enfatizar para este proyecto aquella fórmula exitosa, la de la repetición, llevada hasta el límite y utilizando un ritmo mucho más activo, basado no en las guitarras sino en los teclados, que comienza maquinal y va tomando calor, personalidad, acabando por encontrar vida propia, incluso. Unos sistemáticos golpes metálicos agudos son el contrapunto perfecto al ritmo y, en su banalidad, tienen gran parte del éxito del tema; son además un elemento especialmente enaltecedor en esta sinfonía para las pistas de baile. La ayuda para vencer una posible laxitud acude a la media hora, insuflándole alma por medio de la guitarra, en un alarde de desenfadada improvisación más propia del jazz que de la música electrónica de baile, muy amena y bien acoplada en la obra. Aunque la música no tenga parón y en su carácter minimalista el conjunto se mueva como un fuerte oleaje, Manuel aportó nueve títulos a esta sinfonía electrónica que comienza con "Ruhige Nervosität"; en cada uno aparecen sutiles variaciones que se van afirmando conforme avanza la pieza, añadidos de electrónica ("Gemäßigter Aufbruch", "...Und Mittelspiel", "Ehrenvoller Kampf"), la mencionada guitarra que parece planear sobre ella ("Ansatz", "Damen-Eleganza", "Hoheit Weicht (Nicht Ohne Schwung...)", "...Und Souveränität"), cambios de rumbo o de actitud sobre ese ritmo constante primigenio que nunca abandona la obra (y que concluye con "Remis"), esa base bailable con destellos de funk, un ritmo ladino, un lujurioso clímax que algún crítico definió como 'un río de house sedante', y que, en su hipnótica repetición, cautiva sin remedio y produce una especie de trance en el oyente.

Si aceptamos como validos los discursos minimalistas de Steve Reich o Philip Glass, hay que saber valorar también en su justa medida esta propuesta avanzada y profundamente rítmica, tal vez una lógica evolución del minimalismo hacia las pistas de baile. Un proyecto original, novedoso a comienzos de los ochenta, y pionero en el traslado de la música repetitiva del salón de casa o sala de conciertos clásicos a las discotecas y clubes. De este modo, el de esta obra de Manuel Göttsching es un desarrollo atrevido y, eso sí, bien realizado y producido. Atrevido por presentar una misma base melódica, un mantra electrónico expandido durante casi 60 minutos. Bien realizado y producido -a pesar de tratarse de una improvisación- por la cantidad de derivaciones, ritmos, melodías e instrumentos que planean por encima de dicha base y la completan, incluidas unas fabulosas guitarras. Prohibido para los acólitos de la new age meditativa, "E2-E4" es sin embargo un trabajo estimulante y adictivo, cargado de energía positiva, para los que buscan nuevas tendencias, principalmente ritmos bailables y excitantes para disfrutar de una hora de frenesí non-stop. Si la cabeza y las manos de Manuel Göttsching no hubieran estado en gracia, este trabajo hubiera resultado un completo desastre pretencioso y aburrido. Hablamos sin embargo de una referencia para muchos artistas de disco, house y techno desde los años ochenta del siglo XX hasta la actualidad, si bien a Göttsching -que falleció en 2022, más de cuatro décadas después de su creación- no le interesaba creerse pionero de nada, sólo hacía lo que le gustaba. Los que no lo conocen deberían darle una oportunidad, pues aunque bastante maquinal, su rabia minimalista posee grandes cualidades musicales más allá de etiquetas y denominaciones.

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