La tradición nos cuenta que un milladoiro es un montón de piedras acumuladas en los caminos, especialmente en el Camino de Santiago, aunque desde la época romana se ha perdido el significado de ese culto, que posiblemente provenga de la palabra 'humilladoiro' (humilladero) y sean como ofrendas de peregrinación, bien hacia el apóstol o bien, en la época romana, a determinados dioses de los caminos. Otros expertos afirman que se trataba de enterramientos, piedras amontonadas para cubrir el cuerpo de cadáveres que quedaban en el tránsito. Tal vez fuera la superstición la que hacía que los peregrinos del Camino de Santiago continuaran arrojando guijarros a los milladoiros que se encontraban, pero la tradición se mantuvo y el nombre se revitalizó también desde el campo de la música: en el momento en que Antón Seoane y Rodrigo Romaní necesitaban un nombre para el grupo de música tradicional gallega que acababan de formar a finales de los años 70, pensaron en que esos montones de piedras podrían reflejar perfectamente tanto la antigüedad de la música como el poder de la transmisión de esa información popular. Así, llamaron a su grupo Milladoiro en honor a esos "testigos silenciosos de una época en la que nos llegaron influencias y vibraciones de toda la Europa medieval".
Para fortuna del legado musical gallego, Romaní y Seoane publicaron "Milladoiro" (junto a Xosé V. Ferreirós) en 1978, primera piedra de la banda que iba a tomar ese nombre desde el año siguiente, ya con ellos tres además de Fernando Casal, Laura Quintillán y Moncho García en su formación primigenia. A todos ellos les unía la música tradicional gallega y el conocimiento ligero de los trabajos primarios de otros transmisores legendarios de tradiciones celtas como Alan Stivell, The Chieftains o Malicorne, sin olvidar otras figuras de la música gallega como Emilio Cao, pero tenían que fortalecer su unión, encontrar el tratamiento adecuado y un repertorio idóneo hurgando en cancioneros y poblados: "Cuando Milladoiro empezó su trabajo tuvo varias fuentes de documentación, una era la tradición oral, los viejos músicos que estaban todavía en activo y que mantenían una relación con parte de nosotros. De ahí recogimos los primeros temas acompañados de una literatura que estaba muy dejada de la mano de Dios". Sin estar seguros de la respuesta pública, empezaron a ensayar y forjaron "A Galicia de Maeloc", que fue publicado por el sello gallego Ruada en 1980. La portada es espectacular, una ilustración de Xosé María Piñeiro recreadora de leyendas con temática celta. Desde el principio este trabajo fue una apertura con sabor gallego a ese excitante mundo celta, con la polémica que ello conllevaba en una España en remodelación y con fiebres autonómicas. Solventando la sencillez de las melodías rescatadas, el folclore se teñía de actualidad con nuevos bríos y arreglos alegres y melódicos en forma de muñeiras, alalás o pasodobles tradicionales, y adaptaciones de dos piezas irlandesas, dos acercamientos a los celtas del norte, que no desposeían a la gran parte del disco de sus raíces gallegas, un disco que comienza con la "Danza De San Roque De Hio", una animada danza popular con poderío gaitero. También tradicionales gallegas son "Tecendo liño" (otra especie de danza, donde mandan en la melodía flautas y violines), "Danza de cariño" (con deliciosos aires medievales y un arpa que invita a pensar en Alan Stivell) y "Muñeira do areal", mientras que "Si bheag si mhor - John Ryan's Polka" es un tema que conjuga dos piezas irlandesas, una de O'Carolan y otra tradicional, de sonoridad mágica y profunda -donde no faltan las uilleann pipes y el tin whistle-, un gran acierto en el disco. En esta primera cara del plástico deja su sello en la composición Antón Seoane en los temas "A bruxa" (acordeón, zanfoña y la completa instrumentación se conjugan en una bella pieza cargada de sueños e ilusiones) y "Rosalía" (donde el clave marca la buscada antigüedad, y vientos y cuerdas aportan la esencia cantábrica más actual). El título "Alalá - Muiñeira - Jiga" no deja lugar a la duda sobre lo que contiene el arranque de la segunda cara, esos recuerdos de la tradición que continúan en "Danza de astureses" (una nueva danza de celebración en cuatro tiempos), "Pasodoble do berbes" (entretenida tonada donde las gaitas vuelven a resonar) o la delicada "Axeitame a polainiña", con un tema introductorio de Romaní. Es el mismo Rodrigo el compositor de "Ila vai o mar" (poética tonada donde el arpa y la zanfona se alzan por encima del romper de las olas), y coautor junto a Antón Seoane y Laura Quintillán del tema de cierre "Polcas (Da Arousa e do Tapal)". El grupo destaca en su web: "La primera vez que en la música gallega se emplean conjuntamente gaita gallega, ocarina, zanfona, arpa, clavecín, flautas, uillean pipe, etc. Fue el primer disco gallego que se editó en el mercado francés".
Para acceder más al componente puramente gallego que al celta, Milladoiro fue el nombre elegido para la banda tras desestimar, entre otros, el de Maeloc, que formaría parte de este su primer álbum. Maeloc era el nombre del obispo que comandaba la expedición celta que arribó a Galicia a mediados del siglo V huyendo de los combates en el sur de Inglaterra. Galicia era tan verde como su propia tierra, por lo que se adaptaron con facilidad y trajeron, entre otras costumbres, su propia música. Durante los 80 la importancia de Milladoiro fue creciendo y su nombre fue sinónimo de calidad, que exportaban desde Galicia a toda España y al mundo entero, hasta Estados Unidos o Japón. El tratamiento de la tradición gallega se realizó desde siempre con mucho amor y eso dignificó la figura del músico folclórico, que encontró un terreno abonado. Así, la situación de la música tradicional gallega -y la española en general- fue cambiando durante esa década hasta una aceptación total, que en los 90 tornó por momentos en devoción. Gran parte de la culpa fue suya, algo tuvieron sus discos, algo hicieron por pasear el nombre de lo gallego por el mundo, y aunque otros, con mucho mérito también, recogían el testigo y los frutos de ese trabajo, Milladoiro ha sido siempre un icono de la música gallega.
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3 comentarios:
Probablemente este álbum como "O berro seco" sean los de más difícil acceso para el público no ducho en la música gallega, de toda la discografía de Milladoiro. Pero son esenciales para entender tanto su evolución como su influencia en la expansión de la música tradicional gallega.
Sin Milladoiro no hubiese habido ni Luar na Lubre, ni Budiño, ni Carlos Núñez, ni Berrogüetto....
No sé si hubiesen existido esas bandas (supongo que sí, o esas o otras), pero desde luego, nada hubiese sido igual, amigo Jaimixx.
No creo que sean discos difíciles, son tan directos como para captar completamente la atención, creo que es más difícil empezar a escucharlos que luego mantener la escucha. Una vez metidos en su mundo, son suficientemente cortos y agradables como para dejarse llevar. Pero claro, siempre habrá quien no lo aguante, evidentemente XD
Este disco es uno de mis favoritos,junto a castellum honesti,geniales fue la época dorada de milladoiro,con éxito en todo el mundo incluido Japón o EEUU,tras la marcha de romaní,el grupo fue cuesta abajo es mi opinión aparte de ser un músico formidable tenía carisma,ahora son una sombra de lo que eran,los vi en directo en épica de romaní y sin el ,y no hay color,sin duda alguna uno de los más grandes de la música gallega
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