Entre brumas de otros tiempos, tal vez ecos de otra realidad, notablemente pacífica, el elegante pianista norteamericano Dustin O'Halloran ejerce de prestidigitador de las notas e inunda de fantasía los 40 minutos de un notable CD en el que la sensibilidad adquiere voz propia. "Piano solos" fue el debut en solitario de este autor afincado en Italia en aquella época, en la ebullente Berlín poco después, miembro junto a Sara Lov del grupo de pop alternativo Devics, y junto a Adam Wiltzie de A winged victory for the sullen, un delicioso cruce entre Tim Story, Johann Johannsson y Olafur Arnalds. El sello londinense Bella Union publicó "Piano solos" en 2004, algunos años antes de que otra de sus melodías, de parecido cortes ilustrara un anuncio televisivo para llevar su música a todos los públicos.
En "Piano solos", imágenes en blanco y negro parecen proyectarse en paredes imaginarias, en salones difuminados por el paso del tiempo, pero inundados de alegría y afán de conocimiento. El estilo de O'Halloran es más sencillo que el de muchos de los pianistas new age o minimalistas más conocidos, es mucho más sencillo, ni se detiene en la terrenalidad ni se recrea en la fastuosidad, es simplemente humilde. A pesar de no ser un grandísimo virtuoso, las manos de Dustin se mueven con firmeza por las teclas de su piano, consiguiendo rescatar de su memoria viejos momentos contemplados a través de un cristal empañado. La dulzura y melancolía de su música es dificilmente igualable, y va más allá de esa técnica aprendida en la infancia, aparcada y por fin recuperada. Este disco tiene el don de querer ser escuchado una y otra vez, pues consigue que afloren en el oyente sentimientos escondidos, esos mismos que la vida moderna obliga a ocultar bajo un escudo. De hecho las composiciones de "Piano solos" son tan personales que llegó a dudar sobre querer compartirlas, lo que afortunadamente acabó sucediendo. Lo que en otros pianistas es destreza o composición, en él es puro sentimiento, un pequeño éxtasis de emociones que no sólo entra por los oídos sino por cada uno de nuestros poros. Así llega a sorprender todavía más que su nombre no sea conocido y que estos tipos de música no lleguen a más gente. En una primera parte del trabajo exquisita, cualquiera de los cuatro primeros cortes ("Opus #12", "Opus #13", "Opus #9" o "Opus #14") podría haber sido un perfecto sencillo del álbum, dado su extraordinario nivel de belleza y pulcritud. Tal vez el último de ellos, "Opus #14", elección de la compañía, roce lo celestial, si bien en otro tipo de trabajo le hubiera ido fenomenalmente un viento, con el que acabaría por concretarse como un jubiloso clásico de las nuevas músicas. Grabado con un piano Sabel alemán de los años 30 restaurado, y fruto en gran medida de la improvisación ("prácticamente todas mis piezas comienzan a partir de la improvisación, y poco a poco toman forma con el tiempo"), "Piano solos" pasa de ser una apuesta personal de Dustin O'Halloran a una apuesta segura en cualquier discografía, pues impresiona la escucha de ese comienzo fantasmal, "Opus #12", y la etérea belleza de títulos como los antes destacados, así como "Opus #7" (con su aura fúnebre), "Opus #11" o "Fine", los comienzos del camino que poco después tomaría un Audi A5 para que la mayoría lo descubriese.
La alternatividad de Devics y Dustin O'Halloran parecen llamar al ninguneo de la crítica y las grandes discográficas. Sin embargo, parece indudable que de haber vivido en otra época, la música de Dustin O'Halloran (esa especie de música para otros tiempos) podría ser ahora estudiada y admirada como las obras de otros músicos contemporáneos, posiblemente encuadrado en el impresionismo, de hecho hay entre sus ídolos mucho del mundo clásico (Chopin, Bach), contemporáneo (Cage, Feldman, Part, Górecki, Reich, Glass) y bastante de Debussy o Satie. Dos años después llegó "Piano solos vol.2" y la inclusión de tres composiciones en la película de Sofía Coppola "Marie Antoinette" (una de ellas la maravillosa "Opus #23" de su segundo disco, donde nos podemos recrear en su ensoñadora poesía audiovisual). O'Halloran dinamita el espacio invisible que hay entre el oyente y la música, logrando una armoniosa simbiosis. Si te atrae a su mundo de fantasía... estás perdido.
En "Piano solos", imágenes en blanco y negro parecen proyectarse en paredes imaginarias, en salones difuminados por el paso del tiempo, pero inundados de alegría y afán de conocimiento. El estilo de O'Halloran es más sencillo que el de muchos de los pianistas new age o minimalistas más conocidos, es mucho más sencillo, ni se detiene en la terrenalidad ni se recrea en la fastuosidad, es simplemente humilde. A pesar de no ser un grandísimo virtuoso, las manos de Dustin se mueven con firmeza por las teclas de su piano, consiguiendo rescatar de su memoria viejos momentos contemplados a través de un cristal empañado. La dulzura y melancolía de su música es dificilmente igualable, y va más allá de esa técnica aprendida en la infancia, aparcada y por fin recuperada. Este disco tiene el don de querer ser escuchado una y otra vez, pues consigue que afloren en el oyente sentimientos escondidos, esos mismos que la vida moderna obliga a ocultar bajo un escudo. De hecho las composiciones de "Piano solos" son tan personales que llegó a dudar sobre querer compartirlas, lo que afortunadamente acabó sucediendo. Lo que en otros pianistas es destreza o composición, en él es puro sentimiento, un pequeño éxtasis de emociones que no sólo entra por los oídos sino por cada uno de nuestros poros. Así llega a sorprender todavía más que su nombre no sea conocido y que estos tipos de música no lleguen a más gente. En una primera parte del trabajo exquisita, cualquiera de los cuatro primeros cortes ("Opus #12", "Opus #13", "Opus #9" o "Opus #14") podría haber sido un perfecto sencillo del álbum, dado su extraordinario nivel de belleza y pulcritud. Tal vez el último de ellos, "Opus #14", elección de la compañía, roce lo celestial, si bien en otro tipo de trabajo le hubiera ido fenomenalmente un viento, con el que acabaría por concretarse como un jubiloso clásico de las nuevas músicas. Grabado con un piano Sabel alemán de los años 30 restaurado, y fruto en gran medida de la improvisación ("prácticamente todas mis piezas comienzan a partir de la improvisación, y poco a poco toman forma con el tiempo"), "Piano solos" pasa de ser una apuesta personal de Dustin O'Halloran a una apuesta segura en cualquier discografía, pues impresiona la escucha de ese comienzo fantasmal, "Opus #12", y la etérea belleza de títulos como los antes destacados, así como "Opus #7" (con su aura fúnebre), "Opus #11" o "Fine", los comienzos del camino que poco después tomaría un Audi A5 para que la mayoría lo descubriese.
La alternatividad de Devics y Dustin O'Halloran parecen llamar al ninguneo de la crítica y las grandes discográficas. Sin embargo, parece indudable que de haber vivido en otra época, la música de Dustin O'Halloran (esa especie de música para otros tiempos) podría ser ahora estudiada y admirada como las obras de otros músicos contemporáneos, posiblemente encuadrado en el impresionismo, de hecho hay entre sus ídolos mucho del mundo clásico (Chopin, Bach), contemporáneo (Cage, Feldman, Part, Górecki, Reich, Glass) y bastante de Debussy o Satie. Dos años después llegó "Piano solos vol.2" y la inclusión de tres composiciones en la película de Sofía Coppola "Marie Antoinette" (una de ellas la maravillosa "Opus #23" de su segundo disco, donde nos podemos recrear en su ensoñadora poesía audiovisual). O'Halloran dinamita el espacio invisible que hay entre el oyente y la música, logrando una armoniosa simbiosis. Si te atrae a su mundo de fantasía... estás perdido.
2 comentarios:
Recordaba el anuncio y me parece espléndido, así que me voy a hacer enseguida con el disco.
Gracias por el redescubrimiento.
Es de los discos que más ganas tenía de comentar, lo aconsejo de verás.
Aunque a muchos puedan parecerles simples solos de piano a mí me llegan más adentro. A por ellos.
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