2.12.07

GAVIN BRYARS:
"The sinking of the Titanic"


La aleatoriedad en la música -uno de cuyos mayores ejemplos podría darse con el eterno John Cage- se puede lograr desde diferentes frentes, tanto en la ejecución de los músicos (permitiendo ciertas libertades), en las propias partituras (incluyendo elementos azarosos) o en la interacción con el público. En todo caso es importante no perder el control de la obra, de la idea que el autor pretende transmitir. Gavin Bryars, que había declarado que "la música, a diferencia de otras artes, es la más sociable porque depende de los intérpretes y del público", introdujo ciertos elementos aleatorios en su primera obra importante, "The sinking of the Titanic", pero Bryars había tenido anteriormente una importancia capital en la constitución de una de las agrupaciones más extrañas que la música clásica pudo ofrecer: la Portsmouth Sinfonia fue una orquesta fundada en 1970 en Portsmouth (Inglaterra), una especie de experimento artístico que permitía la inclusión en sus filas de músicos sin formación ni, por supuesto, experiencia, y que llegó a ver publicados varios singles (el primero fue su particular interpretación de "William Tell overture", de Rossini) y LP's. Curiosamente, esta agrupación cobró una cierta fama en los 70, incluso otros músicos posteriormente famosos llegaron a participar en la misma, como Michael Nyman -que emocionado entre el público de uno de sus primeros conciertos, pidió tocar tras el descanso un violonchelo que tenían de repuesto- o un Brian Eno que interpretó el clarinete -instrumento que no sabía tocar-, y produjo sus dos primeros discos, auténticos ejemplos de aleatoriedad en la música clásica.

Fue precisamente Brian Eno el músico visionario que fundó el mítico sello Obscure Records en 1975, y en tres años publicó diez discos de música contemporánea, ambiental y experimental, entre los que destacaron su propia obra "Discreet music", "Music from the Penguin Cafe" de la primaria Penguin Cafe Orchestra, "Decay music" de Michael Nyman o, como primera referencia del sello, "The sinking of the Titanic / Jesus' blood never failed me yet" de Gavin Bryars, uno de los artistas que mejor se acopla a la idea de 'reducción a lo esencial' que predica el minimalismo, un británico que podría jugar con un puñado de notas prácticamente hasta el infinito otorgando no sólo coherencia y continuidad estructural sino además una estupenda y atrayente calidez, y por supuesto calidad para el que sepa apreciar este otro lado de la música contemporánea. Más conocido que Bryars, el transatlántico Titanic se hundió al quinto día de su viaje inaugural, el 14 de abril de 1912. Una de las leyendas más sugerentes sobre su hundimiento es el hecho de que durante el mismo, los ocho miembros de su banda de música continuaron tocando en la popa, concretamente el himno episcopaliano "Autumn" (un dato no contrastado totalmente, que proviene de un superviviente, el operador inalámbrico Harold Bride). En esta tragicómica circunstancia y en ese himno se basa "The sinking of the Titanic", una obra viva -incluso periodística-, tanto como los datos y teorías que se han ido interpretando acerca del Titanic. La idea de reelaborar la pieza con el tiempo (concordante en cierto modo con el concepto de aleatoriedad en la música) es base en la música de Bryars, al menos en obras como ésta o como "Jesus' blood never failed me yet", concebidas como algo abierto, tanto como que desde su creación en 1969 ("The sinking of the Titanic" se originó como apoyo a una exposición de estudiantes de arte) ha contado con distintas interpretaciones en directo, y grabaciones diferentes en compañías como Obscure Records (la original, en 1975, reeditada posteriormente por EG Records, Venture, Virgin y GB Records -el sello de Bryars-), Les disques du crépuscule (en 1990, con una espléndida fotografía de portada), Touch Records (un directo de 2005 publicado en 2007, una edición limitada de 2000 copias), GB Records (un nuevo directo de 2012, publicado en 2014) y la que nos ocupa, la de Point Music en 1994 (sello de corrientes inclasificables apadrinado por un Philip Glass que además coproduce este trabajo junto a Kurt Munkacsi y Rory Johnston), con enorme cuidado no sólo en la cuestión musical sino además en lo que se refiere al diseño gráfico, si bien se puede criticar la difícil lectura del texto adjunto. Como curiosidad, y acorde con ese modernizado diseño, una edición japonesa del disco incluía un interesante corte remezclado por el músico electrónico Aphex Twin titulado "Raising the Titanic" (que fue publicado en CDsingle). Retornando a la obra íntegra, esta nueva reinterpretación incorpora un coro de niños (The Wenhaston Bys) y un cuarteto infantil femenino de cuerda en el que tocaban el chelo dos hijas del propio Gavin Bryars, Ziella y Orlanda, recordando que la tragedia afectó también a un buen número de niños, que crecieron marcados por el naufragio. En la música de Bryars viene claramente definido ese matiz depresivo que envuelve todo lo referente al Titanic, es una impresión del triste sino del barco y sus ocupantes, los mismos cuyas almas se esconden en la oscuridad de esa música sobria, decadente y sin embargo tristemente hermosa. Las violas (al mando de Alexander Balanescu, famoso por sus colaboraciones con Michael Nyman) y los violonchelos dominan la atmósfera, completada por el clarinete, el bajo, el coro y unas curiosas percusiones y sonidos de ambiente muy realistas. Sencilla, melosa y envolvente, la sutil melodía dibuja como una pátina de tristeza en el recuerdo del famoso barco, y buscando un lento acomodo, casi místico, en nuestras mentes, se desarrolla pausada con una innegable fuerza expresiva a lo largo de los 11 cortes de que consta el CD (uno de ellos, "The Titanic lament", fue publicado en el recopilatorio español "Música sin fronteras vol. II"), en los que muestra leves variaciones. Las cuerdas se muestran como vehículos del lamento en sus rasgados sones, y la lenta letanía es precisamente como un presagio del amargo final. Qué surrealista tuvo que ser, inmersos en la magnitud de la tragedia, que tanto supervivientes como víctimas escucharan, entre gritos y chapoteos, la solemnidad de esa pequeña y noble orquesta.

"Una de las cosas que aprendí trabajando con John Cage es que estaba en contra de los discos, y es que la gente confunde lo que es un proceso con lo que es un producto"; por ejemplo, la demostración de que esta obra es claramente un proceso abierto es que hay diferencias tan grandes entre el momento en que se compuso y las versiones de los añlos 90, como que se ha encontrado el propio barco. Antes o después de ese rescate, dejarse mecer por cualquier versión de este clásico de la música contemporánea es una experiencia gratificante y placentera, que despliega una tormenta de emociones, la pieza fluye sin estridencias, es también como un buen ejemplo de música ambiental, de la que Eno acuñó el termino años después (de hecho, como productor de aquella primera versión, bien podría haberse inspirado en ella para su "Ambient 1"). "The sinking of the Titanic" constituye un homenaje y un documento desgarrador del final del lujoso transatlántico, una obra hermosa y trágica a partes iguales, que en su simplificación de las formas se disfruta lentamente (una sóla melodía desarrollada durante una hora) y puede llegar a enganchar, si bien muchos la pueden encontrar aburrida, incluso soporífera. Como decía José Ramon Pardo sobre Gavin Bryars: "Escuchar un disco suyo es un ejercicio de voluntad que suele verse recompensado con una experiencia gratificante". Por tanto, olvidaos de Leonardo di Caprio, incluso de la estupenda banda sonora de James Horner para la película de James Cameron, y naufragad con Gavin Bryars.





7 comentarios:

Pepe dijo...

Llevaba tiempo queriendo conseguir esta edición de Point Music, al parecer descatalogada por estos lares, así que tengo que agradecer desde aquí a Miguel (Sapo) que me la trajera recientemente de Nueva York (ni más ni menos).

Paco Fox dijo...

La verdad es que este minimalismo extremo no me interesa casi nada, pues no encuentro ningún interés en ir descubriendo mínimas variaciones en una misma melodía. Con todo, el disco minimalista más bestia que he escuchado (por si hay algún fan del género por ahí) es 'L'Egipto prima delle Sabbie' de Franco Battiato, en la que el buen narigudo se dedica a tocar un mismo acorde (¿de arpa?) durante veinte minutos. Sí, escucharlo es toda una experiencia.

Pepe dijo...

Este se deja escuchar muy fácilmente, sobre todo porque la melodía es sencilla y agradable. Lo peor son esos discos sin melodía o con ruidos incomprensibles que se amparan en la vanguardia o en la experimentación; hace poco intenté escuchar sin mucho éxito uno de Terry Riley (que me dejó el mismo amiguete que me ha traído éste de NY) y me pareció infumable.

A Battiato se le perdona todo.

Anónimo dijo...

Sólo encontré el disco en una tienda de mala muerte del Bronx. Allí encontré también uno de Luis Mariano que me faltaba para completar la colección.

alonsii dijo...

Si, si bryars y luis mariano, nocilla con pan con tomate, je,je. Del minimalismo creo que lo importante es cómo nos acercamos a la escucha. En un post sobre music for 18 musicians de Reich, decía que es como tumbarte y ver pasar nubes, que parecen que no cambien pero después de 10 minutos no tienen nada que ver. Pero esta claro, tumbarse a mirar nubes, quiza resulte aburrido en el mundo que vivimos.

PD. Por una vez me adelanté, pepe, porque este disco lo posteé hace unos meses! ;P

Pepe dijo...

Vaya, no sabía que ya habías hablado de este disco (veo que otra edición, pero da lo mismo). Un punto para tí.
Me encanta la idea de las nubes, se asocia perfectamente lo que la gente puede escuchar en discos como éste, y no me parece aburrido mirar nubes durante un buen rato.

Pepe dijo...

Como curiosidad, hace poco vi la película de "Los Simpsons" y al principio, en la escena en la que toca el grupo del insoportable Pete Doherty, suena la melodía de "Autumn" mientras el escenario se hunde como el Titanic.