5.7.07

JAN GARBAREK & THE HILLIARD ENSEMBLE:
"Officium"

Crítica y público se han rendido en todo momento ante las cualidades del saxofonista noruego Jan Garbarek. Su estilo propio, de amplio espectro cultural (donde predominan sus raíces escandinavas), responde a la belleza de lo natural hasta alcanzar la pura magia en sus grabaciones. En 1992 declaraba su curiosidad por la electrónica aplicada a su música, pero sin embargo en 1994 realizaba una de las fusiones más extrañas en su obra, en claro contraste con aquellas declaraciones. La otra parte de la colaboración era el conjunto The Hilliard Ensemble, un cuarteto vocal británico dedicado a la interpretación de música antigua. Su especialidad, la música de las épocas medieval y renacentista, aunque también haya interpretado música contemporánea, de Arvo Pärt, John Cage, Gavin Bryars o Heinz Holliger, entre otros. A la lista se uniría ahora la curiosidad del nombre de Jan Garbarek.

El canto gregoriano estaba absolutamente de moda en aquella época, sólo hay que recordar la grabación del coro de monjes de Santo Domingo de Silos que alcanzó los primeros puestos de las listas de ventas en España y otros países, como por ejemplo los Estados Unidos. Tamaña sorpresa pudo ser el acicate de una nueva gama de expresiones musicales utilizando como lenguaje vocal el latín, tanto en el campo del jazz, como el folk o la más pura new age, uniéndose a los que siempre habían estado allí, los intérpretes de música antigua. Esta grabación, titulada "Officium", se sitúa en un territorio inexplorado entre ellas, y su mentor fue el conocido productor de ECM Manfred Eicher, el cual decidió superar ciertos prejuicios -por los cuales la descontextualización podría resultar desde malsonante hasta simplemente abominable- y desmarcarse en esta propuesta novedosa y ante todo atrevida y criticable por los puristas. Eicher propuso la unión y los músicos escogieron el repertorio, polifonía religiosa medieval donde destacaba profundamente "Parce mihi domine", del principal representante de la escuela polifonista andaluza, Cristóbal de Morales, que suena tres veces en el disco, destacando sobre interesantes anónimos checos, húngaros, ingleses y gregorianos. Es esa una entrada monumental a un crossover diferente, bendita fusión de jazz y música antigua que goza aquí de la calidad de sus dos vertientes, y fue la canción cuya difusión enganchó a miles de oyentes que no se hubieran interesado simplemente por la polifonía de la Hilliard o por el saxo de Garbarek, sino que fue su atractiva y novedosa reunión la que consiguió esa reacción anímica que Manfred Eicher buscaba, un placer auditivo que más allá de conseguir el conocimiento y admiración hacia los artistas, provoca además una maravillosa sensación de relax, como un bálsamo para el que busca una cura ante el estrés. Ciertamente, por momentos la música fluye, y el tiempo se detiene, cuando el saxo tiende en acompañamiento ambiental, para nada impetuoso, nos vemos sumergidos en océanos de paz de la talla de "Primo tempore". Otras piezas, como es el caso de "O salutaris hostia", parecen seguir la estela de "Parce mihi domine", y "Sanctus" o "Ave Maris stella" son también de parecida factura, se disfruta con sorpresa de unas resonancias mágicas, sonidos de una catedral abierta a un nuevo estilo, si bien el saxo y las grandes iglesias llevaban tiempo siendo importantes en la música de otro gran saxofonista proveniente del jazz como Paul Winter. Aunque este fabuloso conjunto vocal tenía ya una enorme experiencia a cappella, sin precisar acompañamiento instrumental, las voces y el saxo tienen a conjuntarse como si este último fuera un miembro más de ese coro británico. Esto se paladea especialmente en piezas como "Pulcherrima rosa". También se sabe mostrar danzarín sobre polifonías medievales como "Credo", demostrando su capacidad de adaptación a esta fusión tan extraña en su concepto como enriquecedora en su escucha.

Grabado en el monasterio austriaco de St. Gerold en septiembre del 93 (en una impresionante reafirmación de las características envolventes de la conjunción entre voces y atmósfera religiosa, "Officium" pudo disfrutarse también en vivo en numerosas iglesias en sucesivas giras) con la formación de la Hilliard de David James (contratenor), Rogers Covey-Crump (tenor), Steven Harrold (tenor) y John Potter (barítono), ECM publicó "Officium" en 1994 con una espectacular portada en blanco y negro, alcanzando enseguida importantes puestos en las listas de ventas y popularidad, especialmente en Europa, tratándose incluso de uno de los álbumes más vendidos del sello. En un contexto en el que nadie destacaba sobre nadie sino que las dos diferentes formas musicales se funden en una, lo conseguido fue doble, superar por parte de The Hilliard Ensemble el aislamiento de la vanguardia, y consolidar la seriedad del saxo de Garbarek, en estos tiempos en que parecía que se intentaban reescribir ciertas historias, a veces con acierto y otras no tanto. Esta lo fue, y su calidad y uniformidad la hace merecedora de este recuerdo, que se mantenía vivo por medio de otros dos discos de esta alabada reunión de estilos: "Mnemosyne" en 1999 y "Officium novum" en 2010.





2 comentarios:

Anónimo dijo...

Primero, felicidades por tu blog. Veo que tenemos unos gustos musicales muy similares.

Tuve la suerte de ver a Jan Garbarek y Hilliard Ensemble en el festival de Jazz de Vitoria hace ya un monton de años. El disco cumple, pero el directo fue brutal, lo recuerdo como uno de los mejores conciertos/experiencias de mi vida.

Fue en una iglesia y creo recordar que no usaron ningun micrófono, y sin embargo ellos con su voces y su saxo nos envolvieron de una manera brutal.
También creo que tuvieron que hacer un monton de bises (mas de 4) ya que eloquecimos y queriamos más.

A ver si reescucho el disco, pero no será tan mágico.

Pepe dijo...

Seanmagh, bienvenido a Solsticio, me alegra comprobar que hay mucha gente con la que coincido en gustos y en experiencias al respecto de las Nuevas Músicas, ya que parece que también acudimos a eventos similares.

Efectivamente no recuerdo que hubiera micrófonos en los conciertos de Garbarek y la Hilliard, pero entre sus generosas voces y la estupenda acústica de la que gozan los lugares sagrados, no se necesitaba más. No recuerdo cuántos bises hicieron en Veruela pero sí que fue un gran concierto.