Leslie Penning era un desconocido flautista que vivía relajada y felizmente en Leominster, en las cercanías de Kington (en el condado de Herefordshire, fronterizo con Gales) en la década de los años setenta. Un día llegó a la zona un joven autor que había cobrado una espectacular fama con su primera obra, y que había decidido huir del ruido de la gran ciudad y de la presión mediática. Leslie no había oído hablar sobre ese tal Mike Oldfield, pero le invitó a escuchar a su banda de música antigua, con la que actuaba en el restaurante Penrhos Court. Oldfield y Leslie comenzaron a improvisar juntos sencillas melodías populares con la guitarra y la flauta, además de algún instrumento esporádico adicional, como violín o zanfoña. Esta casualidad hizo que el anonimato de Penning se rompiera para siempre, al menos en cuanto al seguidor de la música de Oldfield, pues estos dos grandes instrumentistas iban a realizar una serie de colaboraciones que perduran, décadas después, en la memoria de los aficionados al folclore: un disco mítico como "Ommadawn", y sencillos tan importantes como "In Dulci Jubilo", "Portsmouth" o "Argiers", en cuyas portadas no apareció el nombre de Penning, sólo el del superventas Oldfield. Lamentable es conocer el dato de que esas tonadas antiguas -salvo la primera que les publicó Virgin Records, "In Dulci Jubilo"- iban a formar parte en principio de un disco en solitario del flautista, y que el proyecto fue rastreramente apartado para siempre en aquella primaria Virgin. Penning perdió muy pronto la paciencia y el interés de continuar colaborando con Oldfield, y se dedicó durante muchos años a proyectos más anónimos, colaboraciones con otros artistas, para teatro y para series de la BBC.
Penning, que definitivamente firma sus discos con el diminutivo de su nombre, Les, tuvo un cierto éxito con un sencillo publicado por Polydor en 1977 (el mismo año en que colaboró por última vez con Oldfield en el tema "Cuckoo Song", por fin con su nombre en la portada), de título "The British Grenadiers", una gran tonada, bailable y pegadiza, al estilo del muy conocido "Portsmouth". Se trata de una marcha tradicional del siglo XVII de las unidades militares británicas, aunque sin un origen claro, por lo que se suele considerar como una pieza tradicional. Poco después, ya en los años ochenta, "Willow Fair" y "Baskerville Down" fueron otros intentos de transmitir sus intereses musicales, pues suenan a tonadas antiguas, muy cercanas en sonoridad a algunos conocidos villancicos, y "Should Have Been Forever" (con voz) y "Merlins Welcome Home" son como un paseo por una aldea medieval. Tuvieron que pasar más de 20 años para que Les Penning lanzara su primer trabajo completo, "The Worldes Goodnyte", publicado en 2007 por KWIL, y actualmente muy difícil de encontrar. Imbuido de folclorismo y de la pastoralidad que respiraba Les Penning en su vida, no se queda en eso el flautista, y aunque las piezas de este trabajo no estén envueltas de la rotundidad melódica de aquellos "Portsmouth", "Argiers" o "In Dulci Jubilo", "The Worldes Goodnyte" posee un encanto ambiental y sinfónico que, en conjunto, pretende llegar más allá de aquellos temas cortos. ¿Pero cuál es el concepto sobre el que camina esta obra? Lo cuenta así, personalmente, el propio Les Penning: "El título es una forma del inglés antiguo que significa 'el fin del mundo', la escribí así para insinuar que el fin de todas las cosas ha preocupado a la humanidad durante mucho tiempo". Así pues, nos encontramos ante una mirada al fin de los tiempos, que comienza con lo que el autor define como una reflexión sobre lo que ha sido la civilización: una atmósfera nebulosa se puede respirar desde el comienzo de este tema que otorga el título al disco, donde la flauta parece venir desde muy lejos, como un eco de los tiempos, envuelta en un halo de mágica dulzura; el aporte melódico aparece, sin embargo, desde la mitad de la pieza, con una bella y pastoral tonada que envuelve todo de bondad, y que puede quedarse atrapada fácilmente en tu cabeza. Una aguerrida percusión da paso, en "A Dream of William Spike", a un más discreto, pero también enaltecedor, desfile de instrumentos de viento, una especie de larga despedida. "Y Rhos" es una visión hacia el pasado para poder contemplar el futuro, y se divide en dos partes, la primera totalmente ambiental, brumosa, la segunda con aires legendarios, donde una guitarra acompaña a lo que parece un salterio o un dulcimer, que repite unas sencillas notas evocadoras con la ayuda de voces y percusión, ya que, dice Penning, "el viaje no debe soportarse solo". De esta manera, en este disco le acompañan estos amigos: Brian Addis (guitarra acústica, bajo y tom tom), Bill Blair (teclados adicionales), Alan Crumpler (viola de gamba), Annie Furey (voces) y Tom Penning (carro); Les toca la flauta dulce en sus variedades tenor, treble (contralto), descant (soprano) y sopranino, salterio de arco, teclados, owl ocarina, cromormo (un curioso instrumento renacentista de viento madera con forma de bastón invertido), flauta, clarinete, mandolina, dulcimer apalache, Shaw whistle, trompa, percusiones y voces. Un todoterreno que además se encarga de la ingeniería y la producción del álbum, que continúa con "The Well at Sancreed", una penetrante atmósfera con el recitado de Les y una angelical voz femenina de fondo, misteriosa, como profundo y misterioso es el pozo de Sancreed, una construcción sagrada de la época precristiana, que estuvo enterrado entre la maleza y su recuerdo se perdió hasta finales del siglo XIX, cuando se encontró junto a los restos de una antigua capilla. "Starlight Timewatch" es el siguiente paso, y Penning comenta lo siguiente sobre esta calmada y muy agradable composición pastoral dominada por las flautas: "Debe parecer una eternidad, allí solo, sabiendo que la eternidad contiene cambios tan colosales. Sin embargo, justo cuando llega, se ve extrañamente como debió ser, justo al principio." La atmósfera de "The Ice Land" es al principio fría y solitaria, como la tierra cubierta de nieve que, sin embargo -seguimos leyendo en las notas interiores- emergió verde y creciente, lo que permite al autor instaurar una parte final cálida y optimista, aunque no hay que olvidar que "el hielo regresará pronto por última vez y preservará en su corazón los últimos vestigios de la humanidad." Una percusión revoltosa ameniza ese divertido baile antiguo que es "Dance to the Great Plain", símbolo de la esperanza que acompaña el viaje nómada de los últimos vestigios humanos: "Desde sus hogares dispersos por la tierra, la gente, sin tener alternativa, emprende el viaje de pleno verano. Lo hicieron entonces. Lo hacen ahora." También bailable es "First Journey Home", donde a los vientos se añaden unas acertadas cuerdas, en un todo alegre porque "hay un lugar adonde ir, un lugar donde otros están, por un tiempo. Donde los fantasmas del futuro se yerguen orgullosos en la tierra. Pero los fantasmas del futuro pertenecen a otro planeta, en otra galaxia, donde, toscamente tallados en las montañas, gigantescos bloques de piedra se yerguen en majestuosa disposición sobre la hierba azul profundo." La esperanza está muy lejos de este planeta moribundo, y con esa sentencia se alcanza el final del viaje, un "Earthworkings" algo confuso en su inicio, más medieval y sinfónico desde la encantadora entrada de la flauta, la trompa, cuerdas (con un toque renacentista), teclados y demás instrumentación, y con un interludio con sonidos de ambiente, esos trabajos en la tierra del título, cuando el pueblo itinerante ha encontrado un lugar donde esperar el final, tal vez en Cornualles, ese condado de la punta suroeste de Inglaterra, que culmina en lo que allí llaman 'Land's End', el equivalente al 'Finisterre' español. Allí acudió Les Penning en busca de inspiración, y sin duda la encontró, pues "The Worldes Goodnyte" es una obra de audición muy disfrutable, con tonadas pegadizas, ambientes que atrapan y reminiscencias medievales y renacentistas; de hecho en la última de las composiciones, Les menciona en las notas interiores a la dupla de compositores renacentistas ingleses Orlando Gibbons y Thomas Weelkes, y al primero de ellos vuelve a referirse en los comentarios que muy amablemente me hizo llegar: "Todo el álbum es un viaje a otra época, con reminiscencias de otro tiempo y de 'The Cries of London', ecos de Orlando Gibbons que conducen a la puerta crujiente de la eternidad. Eso era lo que pensaba cuando la escribí." "The Cries of London" es una de las majestuosas piezas corales polifónicas de Orlando Gibbons.
Que nadie piense que en "The Worldes Goodnyte" se va a encontrar una especie de "Ommadawn" sin guitarras eléctricas ni percusión africana, Les Penning publicó el disco que quería publicar, sin influencias de su época anterior, y lo construyó con el corazón abierto para un público entendido y encantado de celebrar obras pequeñas pero deliciosas, como esta de portada algo infantil (un dibujo de Annie Furey) pero muy representativa de la idea del autor. Aunque envuelta de ese hilo temático, una reflexión sobre la civilización humana y su espera del fin del mundo, realmente esta obra se puede escuchar como un conjunto de danzas de aspecto antiguo con aderezos ambientales y ecos de leyendas celtas. La iluminación espiritual que aparentemente encontró este eficaz flautista en su viaje a Cornualles, originó por fin un CD de larga duración de un artista que apenas se había prodigado en cuanto a la música grabada, circunstancia corregida en los últimos años gracias a Robert Reed, una especie de Mike Oldfield del nuevo siglo con el que Penning ha grabado en Tigermoth Records no sólo aquellos antiguos y exitosos sencillos de los setenta con la tecnología de grabación actual (incluso los que llegó a grabar con Mike Oldfield en 1976 en The Manor Mobile, parte de los cuales habían permanecido ocultos), sino también villancicos y nuevas composiciones, demostrando que nunca es tarde para dar a conocer su fabulosa sensibilidad y una capacidad bien entrenada para interpretar todo tipo de flautas y otros instrumentos de viento.

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