Por el Madrid en transformación de los años 50 correteaba un chaval de padres franceses al que le gustaba especialmente aprender a tocar la guitarra flamenca. Se llamaba Hughes de Courson y, aunque a los 17 años volvió a Francia, de esta larga estancia en blanco y negro en la capital española se llevó el idioma (le gusta que le llamen Hugo) y la semilla de la música, si bien su familia, de antecedentes militares, no estuviera totalmente de acuerdo con ese camino. Muchos años más tarde, tras varias bandas efímeras, muchas producciones y algún que otro éxito en la sombra, Hughes ha seguido siendo bastante desconocido por estas tierras, salvo por los buscadores de productos distintos y atrevidos en el ámbito de las músicas del mundo. Concretamente, combinadas con el clasicismo, unas fusiones elegantes y muy bien realizadas que en los años que rodearon a la llegada del tercer milenio encontraron diferentes cauces, entre los que se deslizaron nombres tan importantes como los de Bach, Mozart o Vivaldi.
Hughes formó la banda folclórica Malicorne en los años 70 cuando ese tipo de música estaba incluso mal visto, pero sembraron una semilla que otros retomaron posteriormente (el movimiento folclórico llegó a ser muy importante en la Francia de los 70 y los 80, aunque no necesariamente reivindicativo). El galo suele contar divertido la anécdota de la primera visita del grupo a España en un momento de cierta transición y pequeñas libertades, cuando Franco estaba en el hospital, cerca de su final. En la radio se anunció que iba a tocar el grupo Malicorne, pero la pronunciación del mismo -muy parecida a la palabra 'maricón'- creó una cierta confusión, y en ese periodo de gran excitación y libertinaje, mucha gente acudió a ver lo que pensaban que era, más que una banda de música folk francesa, una orquesta de músicos gays. Años después de aquello, este todoterreno se unió al proyecto 'Lambarena', que es el nombre de una ciudad de Gabón situada a 250 kilómetros de Libreville, la capital de ese país africano. Allí se encuentra el Hospital Albert Schweitzer, fundado en 1913 por ese no tan conocido médico franco-alemán, creyente y amante de la música (fue también un famoso organista), Premio Nobel de la Paz en 1952 por su labor misionera en África. Su pasión por la música de Johann Sebastian Bach originó este proyecto multicultural concebido por Mariella Berthéas y la fundación 'L'espace Afrique', que pensaron para su realización en Hughes de Courson en la concepción más clasicista y en el músico de Gabón Pierre Akendengué para aportar el tono étnico del país africano. Guitarrista invidente y contrario a las ideas del gobierno de su país (lo que le llevó a exiliarse en Francia, donde había estudiado en su juventud), Akendengué poseía una amplia discografía desde los 70, que ha continuado hasta la actualidad. Courson lo cuenta así: "Estuve con Pierre Akendengué en la selva viendo a los pigmeos y, como era blanco, escucharon música clásica y me llamaban Monsieur Bach. Creían que yo era Bach (...) Empecé a hacer 'Lambarena' por un sponsor que quería honrar la memoria del doctor Albert Schweitzer, que es un médico francés que a principios del siglo XX hizo un hospital en la selva mucho antes que las ONGs actuales. Para sacar dinero para el hospital hizo conciertos en Londres, Nueva York, París... Era un tío muy generoso, pero muy elegante, siempre iba en pajarita por la selva. Y por casualidad, el único músico africano que conoció era a Pierre Akendengué. Fue uno de los primeros en hacer discos de world music antes de que se empezase a conocer". Este cruce entre la música de Gabón y las Pasiones de Bach fue grabado en París y publicado en una primera edición por Celluloid Records en 1993 y con gran pomposidad en 1995 por Sony Classical, tras las negativas iniciales de otras compañías, como Virgin, WEA o la propia Sony. El diseño gráfico es excepcional, con gran cantidad de datos para el interesado en lenguajes, etnias, orígenes, o en la propia vida de Albert Schweitzer. La coexistencia de los dos extremos musicales es pacífica, paritaria, sus instrumentos casan con asombro sin olvidarse de sus propias identidades y dan lugar a una de las fusiones más bellas y sólidas de la música contemporánea. "Cantate 147" es un canto cortísimo que al final del disco será desarrollado, un preludio para la explosión que viene a continuación, emocionante fusión titulada "Sankanda + Lasset uns den nicht zerteilen", grandísimo tema (tradicional cantado en lengua obamba en su primera parte, perteneciente a la 'Pasión según San Juan, BWV 245' de Bach la segunda) que sirvió para popularizar el álbum en las emisoras destinadas a este tipo de músicas, y que no se libró, incluso, de algún que otro remix de dudoso gusto. No dejan indiferente estas dos tonadas, en las que podemos rememorar el ambiente del primigenio Hospital fundado por Schwaitzer en Lambarena. Los coros africanos son de una emocionante sonoridad y armonía (Pierre es un maestro con las voces femeninas), y se funden de manera subyugante con los cantos occidentales, como podemos disfrutar en "Mayingo + Fugue sur Mayingo", en lengua bantú myene; para su grabación diez conjuntos étnicos de Gabón escogidos por Pierre Akendengué viajaron a París y dejaron su sello junto a los músicos argentinos Osvaldo Caló y Tomás Gubitsch, y los percusionistas Sami Ateba y Nana Vasconcelos, colaborador de Courson y de Akendengué desde los años 70. Monumental es precisamente la percusión que conduce "Herr, unser herrscher" (también arreglo de Hughes de Courson sobre un tema de la 'Pasión según San Juan, BWV 245'), así como la de "Mabo maboe + Gigue de la quatrieme suite en mi bémol majeur pour violoncelle" (xilófono de Antoine Mba-Nguema, violonchelo de Vincent Segall), donde de nuevo la introducción -como sucede en muchas de las piezas del álbum- es un tradicional gabonés arreglado por Akendengué. "Bombe + Ruht wohl, ihr heiligen gebeine" incluye otra hermosa y barroca melodía de la 'Pasión según San Juan, BWV 245' con aderezo de percusión africana, pero fue "Pepa nzac gnon ma + Prélude de la partita pour violon N°3" el segundo de los cortes destacados del trabajo para su radiodifusión, presa de una excepcional vitalidad en las voces indígenas y en la interpretación del violín de Hervé Cavelier. Se alcanza así la mitad de la obra, que continúa por idénticos caminos de excelencia en los arreglos de estos dos grandes músicos tan alejados culturalmente pero perfectamente integrados por el lenguaje universal de la música. El camino, por ejemplo, se desplaza por momentos hacia ambos extremos con una alocada sensibilidad en "Mamoudo na sakka baya boudouma ngombi + Prélude N°14 BWV 883", es profundamente occidental en "Agnus dei" o "Was mir behagt, ist nur die muntre jagd", africano en "Ikoukou", y nuevamente mixto en "Okoukoue + Cantate 147". En "Inongo + Invention á 3 en ré majeur BWV 789" se escucha junto al órgano de Osvaldo Caló una sorprendente interpretación de Yvon Kassa al arco musical, palo de madera flexible, con un cordón tenso de extremo a extremo, generalmente de metal, que derivó como instrumento tras ser sencillamente un arco para cazar. Para concluir llega celestialmente a nuestros oídos, más reconocible que al principio del disco, la famosa "Cantate 147, Jésus que ma joie demeure". "Lambarena (Bach to Africa)", que nos deja preguntas sin respuesta acerca de dónde están las fronteras musicales o cómo podemos decidir lo que es superior o inferior, fue interpretado en directo en el Festival de Marsella.
Autodidacta, especializado en folclore (no se centró en la música clásica hasta bien entrada la cuarentena) y enfrentado continuamente a los músicos clásicos puros, Hughes de Courson afirma que le llaman loco en cada paso que da, venda o no venda, sea popular o no. A este músico galo le interesaba más la gente que la música, y disfrutó enormemente de un proyecto del que pensaba vender unos pocos miles de discos. El éxito, sin embargo, fue mucho mayor, y las 300.000 copias vendidas le abrieron las puertas para sus nuevas ideas, que consistieron en fusionar Mozart con Egipto ("Mozart in Egypt"), Vivaldi con la música irlandesa ("O' stravaganza"), lo medieval con la modernidad ("Lux obscura") o un proyecto titulado "Songs of innocence" centrado en las músicas infantiles del mundo, que sólo tuvo un cierto éxito en España gracias a la canción de Tomás Gubitsch "Toma que toma". Ninguno de estos caminos superó a "Lambarena", donde Hughes de Courson y Pierre Akendengué fundían dos concepciones musicales totalmente distintas, voces negras con operísticas, percusión africana con instrumentos orquestales, la esencia del Bach que amaba Schweitzer con el folclore de Gabón donde instaló su Hospital. El resultado de este ambicioso proyecto es sorprendente, incluso edificante, pues nos descubre una historia tan interesante como poco conocida, la del médico y filántropo Albert Schweitzer.
1 comentario:
Gracias por su comentario en torno a esta grabación maravillosa de fusionar los ritmos africanos con la musica de Bach en merecido homenaje al "médico de la Selva" Albert Schweitzer.
David De los Reyes
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