15.1.18

JORGE REYES Y ANTONIO ZEPEDA:
"A la izquierda del colibrí"

Chac Mool fue una banda inovadora en el México de los años 80, un conjunto que fusionó el rock progresivo (King Crimson, Pink Floyd o Jethro Tull fueron algunas de sus influencias) y su instrumentación típica, con elementos prehispánicos de la cultura mexicana, originando una especie de aguerrido folk progresivo. Parte importante del mismo fue el flautista uruapense Jorge Reyes, un músico inquieto desde muy joven, que completó su formación (en músicas tradicionales, jazz, electrónica o clásica) en Alemania, el Tíbet y la India, llegando su nombre posteriormente a prácticamente cualquier rincón del mundo, merced a su paso adelante hacia lo que algunos calificaron como 'nueva música ritual', una excitante fusión de sus influencias -principalmente rock y electrónica- con la herencia de su pueblo, el folclore prehispánico. Con su nueva inventiva y un complicado Korg MS 20 como primer sintetizador, recreando escenas olvidadas, Reyes se convirtió en un chamán de tiempos pasados, un poderoso etnomúsico enamorado de su cultura primitiva, paisajes, costumbres y ritos que acabaron participando en su original obra, un extraordinario legado que comenzó cuando, tras desencantarse con el camino que -obligados por la discográfica- estaban tomando, abandonó Chac Mool.

Una característica extraordinaria en la trayectoria de este músico, y de otros grupos mexicanos de la época, fue la capacidad de evolucionar mirando hacia atrás, de hacer música nueva y avanzada utilizando no solo las posibilidades electrónicas sino rescatando a su vez instrumentos antiguos, en una apabullante fusión de siglos y de historias. Ese concepto de vuelta a la raíz fue clave en la trayectoria de Jorge Reyes, y tras su poderoso primer álbum en solitario en 1983, el autoproducido "Ek-Tunkul" (aún con una musicalidad propia del rock sinfónico), se alió con Antonio Zepeda en 1986 para crear, también autoproducido pero ya con la distribución de Philips, una obra mágica y absorbente como "A la izquierda del colibrí". Zepeda, especialista en instrumentación prehispánica y pionero en la publicación de climáticos álbumes de este género ("Templo mayor", 1982), complementó con su instrumentación antigua (ocarinas, cántaros, silbatos, tubos, rascadores, flautas, tambores, caparazón de tortuga...) la electrónica, guitarras y flautas de Reyes. El resultado es sugerente hasta límites insospechados, ya sea en uno u otro espacio temporal, en las recreaciones precolombinas o en las ambientaciones electrónicas, o más bien en una eficaz unión de ambas. "A la izquierda del colibrí" se abre con el apasionante corte titulado "Caña", que con el subtítulo de 'Ce acatl' se refiere a un personaje histórico del México antiguo; el comienzo tenebroso se suaviza con la entrada de la percusión, enérgica y entusiasta, para acabar fundiendo de manera brutal rastros sinfónicos y tendencias electrónicas con la música prehispánica. El ritmo es contagioso, surgen de la nada coros de ritos arcaicos -voces de ambos músicos-, y la flauta se alza majestuosa en un cálido clímax final. En el tema que da título al disco, "A la izquierda del colibrí", se suaviza la carga electrónica para colonizar un nicho etnomusical, una pieza loca y maravillosa cuya declamación y coro son absolutamente tétricos, haciendo visual el rito del sacrificio, con tintes de rock sinfónico en un acabado excepcional, adictivo; la narración, a cargo del actor Alejandro Camacho, es de un texto de Jorge Reyes que comienza así: 'Estoy tan acostumbrado a estar vivo, que ni cuenta me di cuando me volví zopilote. Cuando vuelo no tengo miedo, nadie me ha podido alcanzar. En la casa del colibrí no se ha escuchado la última palabra'; también incluye un texto en náhuatl, la lengua nativa con mayor número de hablantes en México. "El hacedor de lluvia" es una demostración percusiva de alto nivel con añadido de flauta étnica, para seguir retrocediendo en el tiempo. "Wawaki" presenta un suave trance muy ligado a la Tierra, conducido por la flauta y aderezado por percusión folclórica y sonidos naturales, mientras que "Lejos te llevas el espejo de tu rostro" es un ejemplo ceremonial, como un tema puente hacia un final algo más esotérico llamado "Managua", de mantos de teclados y una secuencia repetitiva en una nueva onda sinfónica que marcan un final que se eleva a las alturas. La parafernalia de Reyes, aparte de flautas, ocarina y guitarra -en Chac Mool tocó también guitarra eléctrica, aunque le faltaba un trozo de dedo, lo que le limitaba un poco- incluía sintetizadores y secuenciadores Yamaha, Korg y Roland. Como sucedía en "Ek-Tunkul" y continuará en futuros trabajos, la portada original (existe una segunda versión) es una pequeña obra de arte de Hugo López González, que en este caso presentaba a los dos músicos, con sus instrumentos, acercándose a antiguas ruinas mayas. En 2001, una nueva versión de la canción que da título al álbum, "A la izquierda del colibrí (Remake '98)" fue incluida en el recopilatorio de la carrera de Jorge Reyes "El camino del jaguar".

Más allá de las modas musicales y de cualquier estereotipo existente sobre la música mexicana, son imprescindibles artistas como Jorge Reyes para marcar nuevos caminos y encontrar expresiones profundas, auténticas, de sus propias raíces. No hay que olvidarse de Antonio Zepeda en esa búsqueda, y juntos, Jorge y Antonio, elaboraron un fascinante cuaderno de esencias antiguas prehispánicas parcialmente modernizadas. Hasta los temas más ambientales como "El hacedor de lluvia" o "Lejos te llevas el espejo de tu rostro" (las dos colaboraciones en la composición de Antonio Zepeda), presentan un enorme interés en su notable pulcritud. Los sonidos selváticos se funden con la magia de los instrumentos autóctonos para deslumbrar en piezas serenas como "Wawaki". Representan estas tres últimas un parón en la dinámica inicial del disco, un vendaval con influencias de bandas electrónicas como Tangerine Dream, con su sorprendente rugido sinfónico, retomado en la pieza final. Hay que tener en cuenta, sin embargo, lo que Jorge Reyes denominaba una evolución a la inversa, es decir, los grupos y artistas electrónicos europeos acudían a lo étnico como complemento de su labor con sintetizadores y secuenciadores, mientras que él acudía a esa electrónica como complemento de su tarea étnica. El conjunto es afortunado, limpio y estimulante, un sonido espectacular que atrapa a quien lo escucha, ritmos y ambientes que Jorge continuaría ofreciendo a lo largo de su carrera.



2 comentarios:

Jaime dijo...

El mejor tema con diferencia es el primero, es flipante como avanza, recuerdo que le pedi la cinta a quien me lo puso, pero el resto bajaba de nivel. También es verdad que si lo escuchara entero ahora....

Pepe dijo...

Pues escuchalo ya mismo, los dos primeros cortes son maravillosos, intrépidos, adictivos... El resto no está tan mal, se deja escuchar.