22.1.09

RAY LYNCH:
"Nothing above my shoulders but the evening"

Si en algo, aparte de lo puramente musical, destacan los discos de Ray Lynch, es en lo original y extrañamente poético de sus títulos, provenientes de las obras y enseñanzas del gurú Sri Da Avabhasa, y utilizados con permiso de la comunidad religiosa conocida como 'The free daist communion'. Esto expresa notablemente la profunda espiritualidad que rige la vida y la forma de componer de este músico norteamericano, un artista fundamental en el auge de la new age, un estilo al que sin duda se puede aplicar perfectamente su etérea música. Después de extasiar al público con "The sky of mind" ('El cielo de la mente'), "Deep breakfast" ('Desayuno profundo') y "No blue thing" ('Cosa no azul'), llegó en 1993 de la mano de Windham Hill "Nothing above my shoulders but the evening" ('Nada sobre mis hombros excepto la tarde'), donde volvíamos a encontrarnos con esas composiciones alegres y desenfadadas que delatan a un corazón abierto y vital, poseedoras por encima de todo de un sublime carácter, posiblemente único, y consecuentes con un misticismo que no desvirtúa la afabilidad del contenido.

Generalmente se considera a "Nothing above my shoulders but the evening" inferior a los dos trabajos anteriores de Ray Lynch, tal vez sea verdad y, cuanto menos, no encontremos en él melodías tan conocidas por su utilización en radios y televisiones como las que poblaban esos reconocidos álbumes. Aún así, estamos ante un disco grato, estupendo, con tal vez un mayor componente neoclásico, pleno de romanticismo, para el cual el adjetivo a usar pasaría de 'mágico' a 'onírico'. Lynch destacaba la dificultad de grabación del álbum y la satisfacción de lo conseguido, que marcó para él un punto y aparte en su carrera, sin que los siguientes renglones hayan llegado aún a escribirse varias décadas después. Así, la guitarra clásica que aprendió a dominar de joven en Barcelona hace su aparición estelar en el primer corte del disco, "Over easy", posiblemente el más cercano a sus canciones más conocidas de discos anteriores por su esencia juguetona y de sintonía. Es sin embargo el componente espiritual el que domina este álbum y abruma en cortes como "Her knees deep in your mind" -donde destaca el oboe- o "Passion song" -donde hace su aparición el inmenso violín del virtuoso Daniel Kobialka-, envueltas en una maraña de clasicismo en combinación con místicos teclados, delatando la atemporalidad de la buena música. El siguiente corte es caso aparte, pues es imposible no maravillarse con "Ivory", una delicada y exuberante composición que hará las delicias de cualquiera que la escuche, una pequeña joya auténticamente imprescindible, que llega muy adentro y que delata las influencias clásicas que inspiran a Lynch a la hora de crear. "Ivory" es sin duda una de las grandes composiciones del norteamericano, a la altura de las más difundidas de sus trabajos superventas. Las tres canciones restantes prolongan sin duda esa sensación de bienestar que proporcionan los discos de Ray Lynch, y lo hacen en base a influencias españolas por lo delator de los títulos "The vanished gardens of Córdoba" o "Mesquite". En definitiva es esta una obra madurada por los anteriores éxitos de Lynch, muy sólida en su estructura e interpretación, y en el que el impulso acústico le puede al de la tecnología, desnivelando la balanza con mayor énfasis que antaño: "Yo encuentro los sintetizadores muy útiles y eficaces para ciertos tipos de sonidos y en ocasiones he producido canciones puramente electrónicas ('Celestial Soda Pop', por ejemplo), pero en general, mis obras implican una combinación de elementos acústicos y sintetizados (...) En los últimos años he utilizado instrumentos cada vez más acústicos (normalmente ayudado por los miembros de la Orquesta de San Francisco). De hecho, en "Nothing above my shoulders but the evening" el elemento acústico se convirtió en dominante". Acostumbrados como estamos a que muchos músicos de esta índole se dejen llevar por la electrónica hasta esconder buenas ideas, usurpando parte de su genio, Ray Lynch es de los que salen triunfando en el juego de aparatos y melodías, en un magistral 'saber hacer' en el estudio. No en vano, Ray se formó en el campo clásico y en instrumentos tan tradicionales como la guitarra o el piano, así que no es extrañar encontrarse con unos apabullantes arreglos para orquesta, logrando un sonido elevador, en ocasiones místico (el oyente puede verse reflejado en la atrayente portada del trabajo), en combinación con la tecnología del estudio de Lynch, que en los 80 y 90 supo sacar partido de una parafernalia que hoy nos podría resultar rudimentaria y obsoleta.

Estudioso de la música antigua, Lynch tocaba el laud, y tras sus estudios de guitarra se incorporó como laudista en el neoyorquino Renaissance Quartet. El estilo con el que ha pasado a la historia de las nuevas músicas fue, sin embargo, más moderno y atrevido, aunque manteniendo sus conocimientos clásicos, que en "Nothing above my shoulders but the evening" destacan profundamente. La frase del título del álbum viene a expresar la humildad desde la que se expresa Lynch; para él la palabra 'éxito' no responde a acumulación de fama y riqueza sino a poder trabajar en lo que le gusta y ser respetado por ello, así como hacer feliz a la gente, por lo que se consideraba un privilegiado. La suerte no le sonrió, sin embargo, cuando perdió su hogar y posesiones, incluido el estudio de grabación casero, en unos importantes incendios que asolaron el californiano condado de Lake, por lo que su regreso a los éxitos musicales es realmente dificultoso; de hecho, desde hace unos años, se puede colaborar con su causa a través de la plataforma GoFundMe. Afortunados como somos por haber tenido la oportunidad de conocer su obra, le deseamos desde aquí una pronta recuperación.

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8 comentarios:

Anónimo dijo...

Has escuchado a Pascal Comelade??

Anónimo dijo...

Creo que Lynch hizo la música de un antiguo videojuego de la Spectrum. Pero no sé si me estoy confundiendo. No obstante, me jugaría los pies a que es así.

Anónimo dijo...

http://es.youtube.com/watch?v=3WFMWR_HAfk&feature=related

Pepe dijo...

Espectacular ese video que nos has propuesto. No eres el primero que me recomienda a Comelade, y aun asi he de reconocer que no he buceado mucho en su musica. Lo poco que he oido me obliga a reparar ese error, pues me parece un experimentador del sonido con mucha clase.

Petete, me alegro de volver a verte por aqui. Este disco de Ray Lynch no es tan 'game boy' (como dices tu) como los anteriores, tiene retazos neoclasicos muy interesantes. Intentalo.

Neil Parsons dijo...

Para mí, aquel programa de TVE "Música N.A." de Ramón Trecet y Lara López fue el punto de partida para conocer la música de Ray Lynch. Aún hoy me sigue encandilando, tanto éste como sus demás discos, si bien "The Sky of Mind" tiene un tono más melancólico y más relajante, sobre todo los temas "The Temple" y "Green is Here", composiciones en forma de cánon que no tienen por qué parecer repetitivos.

Pepe dijo...

Música N.A., tengo algunos programas grabados pero no sabes la de tiempo que llevo intentando conseguir los demás (cosa imposible por ahora), era un lujo de programa aunque con un maltrato horario impresionante.

Anónimo dijo...

Creo que Ray Lynch está muy sobrevalorado. Me gusta su música, aunque creo que su éxito radica en que fue muy oportuna su aparición a principios de los ochenta interaccionando las secuencias digitales del yamaha dx7 y los sintes analógicos, y en menor medida, con los instrumentos clásicos.

Pepe dijo...

El momento, como dices, fue el idóneo (y me huelo que si no vuelve es porque está desubicado, que se le ha pasado ese 'momento'), pero hay que saber construir melodías tan suculentas con los medios de la época. Para mí no estuvo sobrevalorado, de hecho este disco que aquí comento no obtuvo grandes críticas que recuerde. De todos modos él mismo se encarga de que no se le recuerde.