Desde que viera la luz "Os dias da Madredeus" en 1988, una nueva corriente de modernidad se instauró en determinados movimientos musicales portugueses, si bien con un respeto adecuado a la hermosa tradición de este país ibérico. Los propios Madredeus fueron la avanzadilla de esta pequeña revolución, de la que Sétima Legião, Rodrigo Leão (que había dado el salto de Sétima Legião a Madredeus, y que decidió investigar en solitario a partir de entonces con un tremendo acierto), Julio Pereira, V Imperio o Amélia Muge fueron nombres destacados. Y, por supuesto, no nos podemos olvidar de una joven, nacida en Montijo -muy cerca de Lisboa- en 1969, que quiso demostrar que era algo más que una sencilla fadista, y que había alcanzado el octavo lugar representando a Portugal en el festival de Eurovision de 1991, y el quinto en el festival de la OTI de ese mismo año. Dulce Pontes era el nombre de esta completa vocalista, que también había estudiado danza contemporánea y piano en el Conservatorio de Lisboa.
Un año después de aquellos festivales de la canción, Dulce Pontes publicó un primer disco en plan cantante melódica, de corte pop, desaprovechando en cierto modo sus extraordinarias dotes vocales. "Lusitania" era su título, y contenía aquella canción de Eurovision, "Lusitana paixão". Fue en 1993 cuando PE en un principio y Movieplay Portuguesa después, publicaron "Lágrimas", una afortunada revisión de un puñado de temas tradicionales y de grandes artistas portugueses como José Afonso y Amalia Rodrigues entre otros. El resultado es un impoluto estudio de la cultura musical portuguesa del siglo XX, remarcado además por una excelente producción de Guilherme Inês (que además interpreta teclados y viola) y por supuesto la fantástica voz de Dulce ('dulcísima', sin duda), que se alza por encima de la cuidada instrumentación, en la que destaca la sempiterna guitarra portuguesa (a cargo de Paulo Jorge), las violas y la participación de la Orquesta Sinfónica de Lisboa. Dulce explica en el libreto que el trabajo fue tomando forma durante un año de gestación, con el interés de redescubrir sus raíces musicales y contribuir a su perduración, un interés que cumplió con creces esta joven luchadora que, lejos de estar atrapada en el universo fadista, adorna esa tradición lusitana con influencias mediterráneas, africanas (no en vano Afonso estuvo muy relacionado con Africa) o árabes, consiguiendo universalizar su sonido y hacerlo asequible a casi todo tipo de situaciones. Fundamental fue su encuentro con Guillerme Inês, excepcional productor con el que ya había coincido en la época de musicales y trabajos en televisión, sobre el que la cantante contaba: "Los dos sintonizamos muy bien, tenemos gustos parecidos y, además, él tiene mucha paciencia. También participó María Joáo Castanheira. Fue una labor de equipo". El repertorio de "Lágrimas", si bien dominado por ese mítico cantante y activista que fue José Afonso, hurga también en la música popular y en otros músicos bastante desconocidos para nosotros. La excepción podría ser Amália Rodrigues, la célebre fadista fallecida en 1999 que, como Dulce (lo que le ha valido a ésta el título de sucesora), fue conocida y reconocida también más allá de las fronteras de su país. De su repertorio son dos de las canciones más emocionantes del disco, en especial por la interpretación, magistral y en vivo (en el estudio): "Estranha forma de vida" y la excepcional y triste "Lágrima", indispensable joya de las músicas del mundo de todos los tiempos. De Afonso nos encontramos con cinco temas, de los que cabría destacar "Que amor não me engana" y "Se voaras mais ao perto", pero no hay que olvidar "Os indios da meia paria", que cierra el disco con alegría, y su incursión en el terreno popular portugués y gallego ("As sete mulheres do minho" y "Achégate a mim Maruxa"). La popular "Laurindinha" y otros compositores portugueses (Frederico De Freitas, Júlio Dantas, Linhares Barbosa) completan el disco de forma más que gratificante ("Povo que lavas no rio", "Novo fado da severa", "Zanguei-me com o meu amor"), pero antes de culminar no hay que dejar de detenerse en la canción estrella del trabajo (al menos por su radiodifusión y repercusión, si bien también por su belleza y calidad), una composición de Federico de Brito y Ferrer Trindade titulada "Canção do mar" que muchos sabrían tararear por su extraordinaria facilidad de enganche (ha sido incluida en películas y versionada por numerosas cantantes), y que abrió el camino del éxito internacional a Dulce Pontes, un éxito más que merecido que ha refrendado con sus siguientes entregas, lo que además de nuestra admiración le ha valido un respeto, un nombre y una sucesión de premios y de colaboraciones, entre las que destaca la de Ennio Morricone. De hecho fue este compositor italiano el que posibilitó un nuevo éxito de la Pontes, una canción titulada "A brisa do coraçao" (incluida en la película 'Sostiene Pereira'), que tituló su siguiente trabajo en 1995, un disco doble grabado en directo en Oporto, con un repertorio basado principalmente en "Lágrimas", y que incluía tanto en directo como en la versión de estudio, esa fabulosa canción, "A brisa do coração".
Dulce contemplaba la danza como una profesión, pero mientras estudiaba esta disciplina, dice, "respondí a un anuncio del periódico en el que se solicitaban jóvenes cantantes sin saber muy bien de qué se trataba. Resulta que buscaban a alguien para sustituir a la cantante de una comedia musical y al final me eligieron a mí. En ocho días mí vida cambió de golpe". Tal vez el mundo perdiera de esta manera una nueva figura de la danza clásica o contemporánea, pero la música ganó sin duda una diva reconocida y carismática, así como canciones tan emblemáticas como "Lágrima", "A brisa do coração" o esa "Canção do mar" (subtitulada internacionalmente como 'Song of the sea') que Dulce Pontes escuchó a los 7 años en la voz del brasileño Agostinho dos Santos, sintiendo un profundo impacto y un cariño que, afirma, continúa embriagándola cada vez que la interpreta. En el libreto de "Lágrimas" Dulce Pontes desea a todos los oyentes que la audición de este disco les produzca tanto placer como el que a ella misma le había producido grabarlo, pero sin duda es más clarificador un apartado titulado 'La familia', toda una declaración de intenciones en la que nombra como padre a Zeca Afonso, madre a Amália Rodrigues, abuelo al folclore portugués y primos al folclore búlgaro y la música árabe.
2 comentarios:
Es cierto que es muy destacable como han cuidado los portugueses la mezcla entre tradición y modernidad. los resultados son sublimes.
Es cierto, aunque en España no hay que envidiar nada (bueno, quizás alguna voz sublime como las de Pontes o Salgueiro), tenemos músicos y discos maravillosos que han sabido hurgar en nuestras raíces.
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