19.2.25

THE CHIEFTAINS:
"The Long Black Veil"

Cuando el grupo folclórico irlandés The Chieftains llevaban a sus espaldas más de treinta años de actividad, fue el momento en el que creyeron necesitar un acicate, una ayuda para alcanzar nuevas metas en la reivindicación de las raíces de su música. Así, en 1995 dieron un fabuloso paso adelante en su ya de por sí enorme popularidad, involucrando en su camino a grandes figuras de la industria. No es que The Chieftains, que años atrás rechazaron alguna propuesta similar, necesitaran reivindicar su talento, ni que se les hubiera acabado la inspiración o el seguimiento popular, pero bien es cierto que los tiempos estaban cambiando y era necesario aprovechar sus muchas amistades (muchos de ellos debían algún favor a Paddy y los suyos) para volver a desmarcarse de la competencia. La idea, atrevida, acabo resultando una apuesta segura, tanto en un nivel de calidad (figuras de máxima garantía se acercaron a grabar con la banda irlandesa) como de atracción popular (jóvenes y público despistado pudieron volver la mirada hacia este trabajo sólo porque sus ídolos de otros estilos pusieron su granito de arena). Hasta la crítica les abrió las puertas, lo que no siempre es fácil con los 'productos collage', haciendo que valiera la pena el esfuerzo realizado para reunir a esos invitados de calidad y conseguir con ellos un sonido unificado, sin petulancias ni desvíos excesivos del rumbo popular. Siete estudios entre Dublín, Nueva York y Los Ángeles acogieron las grabaciones de las 13 canciones de este trabajo titulado "The Long Black Veil", publicado por RCA en 1995 con dos portadas muy diferentes, la sobria de los Estados Unidos y Canadá, casi tétrica, y otra más elegante y colorida en el resto del mundo.

Paddy Moloney contaba que su locura por la gaita proviene de una lejana época en la que su tío la tocaba en la cocina de una casa a la que su familia iba a pasar las vacaciones. Eso fue en los recordados años 40. Años después, Paddy fundó The Chieftains, y a vez tocaba en la banda Ceoltóirí Cualanm, de Sean O'Riada. The Chieftains crecieron enormemente con los años, consiguiendo aclamaciones populares con una serie de miembros poco cambiantes. Fue desde 1978, cuando llegó Matt Molloy (proveniente de la Bothy Band), que la formación se estabilizó y se unieron totalmente. Los músicos de este trabajo fueron concretamente Martin Fay (violín), Seán Keane (violín), Kevin Conneff (voz, bodhrán), Matt Molloy (flauta), Paddy Moloney (flauta irlandesa, gaita irlandesa) y Derek Bell (arpa, teclados, tiompán -una especie de dulcimer-). En cuanto a los invitados, son tantos los nombres implicados que deslumbra su propia mención, gente como Mick Jagger, Sting, Sinéad O'Connor, Van Morrison, Tom Jones, Mark Knopfler, Ry Cooder o Marianne Faithfull. Se echan de menos nombres como Bono o como Mike Oldfield (amigo de Paddy desde los setenta), y otros como Pearl Jam, Jerry García o Bob Dylan no pudieron completar su colaboración por problemas de última hora. Con tan larga lista de amigos y de estudios en los que hubo que grabar las canciones, la producción tuvo mucho trabajo por delante, pero el recuerdo a la larga es fabuloso. La canción de inicio es todo un acierto, alegre, directa, pegadiza incluso, bien interpretada por un cantante de éxito como Sting: "Mo Ghile Mear (Our Hero)" es una danza irlandesa, una especie de marcha lenta que adaptó Dónal Ó Liatháin a principios de la década de 1970 a partir de un aire tradicional, con una letra que originalmente estaba escrita en honor al príncipe Charles Stewart, aunque este tipo de melodías han corrido por distintos caminos, siendo muy difícil concretar sus cauces concretos. Así, como muchas otras tonadas, suele encontrarse con más de un título. Fue uno de los sencillos del disco, y consiguió aumentar su popularidad. Mick Jagger es una nueva ayuda de excepción, y consigue mimetizarse con la pieza que titula el disco (y también sencillo del mismo), "The Long Black Veil", adoptando un tono country sin altibajos. Efectivamente, el origen de esta balada está en los músicos country Danny Dill y Marijohn Wilkin, y el título parece provenir de la leyenda de una misteriosa mujer con velo que visitaba regularmente la tumba del mítico actor Rodolfo Valentino. Muchos artistas han realizado versiones propias, entre ellos Bob Dylan, Bruce Hornsby o Bruce Springsteen. A continuación es la irlandesa Sinéad O'Connor la que pone su excepcional garganta al servicio del grupo, en la melódica y enaltecedora balada "The Foggy Dew" (escrita para conmemorar el Alzamiento de Pascua de 1916 contra el Reino Unido), que no por ya conocida se hace aburrida, capturando de la tradición una intensidad brutal, a la que contribuyen instrumentalmente Ry Cooder y nuestro compatriota Carlos Núñez con su gaita gallega, antes de hacerse tremendamente famoso con su primer disco en solitario. Más adelante en el álbum, Sinéad vuelve a contribuir en otra de las canciones más versionadas del mismo, "He Moved Through the Fair". Otro irlandés de relumbrón, Van Morrison, canta a continuación la animada "Have I Told You Lately That I Love You?", una balada del propio Morrison, incluida originalmente en su álbum "Avalon Sunset", que también fue sencillo destacado, logrando además el premio Grammy a la mejor colaboración pop con voces en 1996. El percusionista de los Chieftains Kevin Conneff firma la animada y bailable "Changing your Demeanour", una danza con banjo y acordeón, que no tiene nada que envidiar a los tradicionales del disco. Otro de ellos es precisamente el que le sigue, "The Lily of the West", interpretada por Mark Knopfler, un drama amoroso que cruzó el charco como balada callejera inglesa o 'broadside', y es tomada también por una canción folclórica estadounidense, pues allí la popularizaron grandes figuras como Joan Baez o Bob Dylan. El norirlandés Paul Brady cantaba otra tonada muy similar ("The Lakes of Pontchartrain"), y Knopfler prefirió usar ese tratamiento, invitando de hecho a Brady a participar en el tema. Otra delicada balada del trabajo es "Coast of Malabar", con la voz y la interpretación adicional de Ry Cooder; Paddy hablaba así sobre Cooder y este tema de origen tradicional: "Ry es un genio que 've' la música, no importa de qué tipo de música se trate. Cuando íbamos a grabar 'Malabar' le pedí una noche que la cantara a cappella, en el estilo tradicional, y que se titulase "The Maid from Malabar"; le sugerí mi idea de un hombre joven viajando por islas lejanas y paradisíacas, enamorándose de una joven del lugar y teniendo que volver. En un principio Ry tuvo dificultades para meterse en el rito de la canción. Yo quería que no sólo tocara sino que cantara, porque su voz sale del corazón, que es algo que me gusta mucho, esas voces que no son perfectas pero que salen de dentro, la música tradicional sabe mucho de eso. Bueno, al final le di la idea del ritmo del calipso y le encantó". Sólo dos instrumentales se escuchan en el disco, "Dunmore Lassies" (tradicional lento, de nuevo con la ayuda de Ry Cooder a la guitarra acústica y slide, y con protagonismo de la flauta irlandesa de Paddy Moloney) y "Ferny Hill" (un reel, creación exclusiva de Matt Molloy y Seán Keane para el álbum). Otras gargantas inconfundibles hacen su aparición en la parte final de la obra (ambas con la ayuda del acordeón de Martin O'Connor), Marianne Faithfull interpreta otro tradicional, "Love Is Teasin'", y Tom Jones, en unos años de recuperación sorprendente de popularidad, hace suyo el tema country de Pee Wee King y Redd Stewart "Tennessee Waltz / Tennessee Mazurka" (en memoria de Frank Zappa, grabada en su residencia de Los Ángeles poco antes de su muerte). El disco acaba de forma absolutamente festiva con un último tema tradicional, "The Rocky Road to Dublin", con The Chieftains y The Rolling Stones en armonía, y el detalle de unos acordes intercalados del riff de "(I Can't Get No) Satisfaction" entre bromas y risas; así lo define Moloney en el libreto del álbum: "Quizás la más disfrutable de todas nuestras sesiones de grabación. Fue más una improvisación que algo que habíamos planeado. Hubo un momento en que pensé que tenía el control. Claramente no era así. Cada vez que intentaba terminar la sesión, la canción seguía y seguía, mientras nuestros amigos en el estudio se levantaban para bailar".

Las estrellas del rock colaboraron en el disco sin ningún problema, adaptándose a las canciones como los grandes músicos que son. De hecho, Moloney parecía tener un gran recuerdo de este trabajo y afirmaba que "muchas de las canciones del disco 'The Long Black Veil', que es como una gran fiesta, surgieron de forma espontánea". Efectivamente, "The Long Black Veil" marcó un verdadero hito en el tiempo de vida del grupo, decía de nuevo Paddy: "Hacer grande y famosa la música irlandesa implica también poder hacer experimentos como este, aunque hubo momentos de terribles dudas; con los Rolling Stones, por ejemplo, todo fue muy alocado". El éxito fue inmediato, alcanzando el disco de oro en Estados Unidos y Australia, plata en el Reino Unido y doble platino en Irlanda. En España el disco alcanzó el número 10 en 1995, estando 17 semanas en la lista y sonando mucho en la radio, por su calidad y por el buen ojo y estrategia de la compañía. El principal proyecto de The Chieftains fue siempre consolidar el lugar que la música irlandesa consiguió alcanzar en el mundo de la música. En el mundo, sin más, dado lo grande de su nombre y de su fama durante su larga trayectoria. Con su apoyo y con su recuerdo (ahora que sus miembros más icónicos han pasado a ser un maravilloso recuerdo), muchos otros han querido seguir sus pasos, y siempre hay jóvenes que continúan ese camino de revitalización de su folclore.

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6.2.25

IMA GALGUÉN:
"Regreso al espíritu"

Aunque gozó de unos años de expansión popular, el de Ima Galguén es un nombre bastante desconocido a nivel general en España, salvo posiblemente en las Canarias, su comunidad de origen, y concretamente en su isla, La Palma. Tampoco el verdadero nombre de esta compositora y cantante, María del Carmen González, dará más pistas a la mayoría. Son esas pequeñas injusticias de la industria, que apuesta desde siempre por otro tipo de músicas más modernizadas, que aunque puedan contener visos folclóricos (hubo una clara tendencia en este sentido en ciertos momentos de los años noventa), se orientan claramente al pop, al rock, a lo latino o a estilos que los veteranos no saben ni siquiera distinguir o incluso escribir. De este modo, un inmenso tanto por ciento de la población no ha podido, querido o sabido escuchar una música agraciada, la de Ima Galguén, que parte de la tierra y del corazón, con una voz presa de la nobleza de lo auténtico, una poesía primorosa y sin artificios, y con una instrumentación rica y variada. El fruto es exquisito y respondió al nombre, en 1997, de "Regreso al espíritu", primera referencia de la cantante en solitario, publicada por Estudios La Palma, con reediciones en Digipalma, Knife Music (en 1999), Wind Records (en Taiwan, 2000) y D. R. Global Entertaiment (en México, 2000, con cambio radical de portada).

Aunque Ima firma el trabajo, es importante reconocer que "Regreso al espíritu" es el fruto de su colaboración con el poeta orensano (afincado en La Palma) Ramón Araujo, coautor y coproductor de las canciones del disco. Araujo ya había colaborado en el anterior proyecto de Ima junto a Jorge Guerra, denominado Carmen y Jorge, en el que ofrecían canciones infantiles. "Regreso al espíritu" es, pues, un proyecto conjunto entre Ramón Araujo y María del Carmen González, para el cual la vocalista adopta su nuevo nombre, Galguén, que es el nombre antiguo con que se conocía el norte de la isla de La Palma. Con esa poesía en las letras, ella canta a lugares que existen en esa parte de la isla y que, escuchado el disco, apetece conocer. "Canto de fe" nos abre la puerta a un folclore fresco, salpicado por las olas. La voz de Ima seduce como si de una nana se tratara, pero no adormece, hipnotiza. El acompañamiento instrumental parece celta (la pieza comienza con una hermosa flauta), aunque se decanta hacia lugares más cercanos, y se acaba casi sin darnos cuenta, dando paso a una de las canciones importantes del disco (no en vano ella adoptó ese apellido), "Galguén", un aire de aspecto más animado que deja entrever sin embargo un lamento, una canción ecológica de instrumentación sencilla (destaca el violín de Gonzalo Cabrera) que llega muy dentro: 'Bosque de Galguén, mil dragos al pie del ocaso. Bosque de Galguén, mil dragos me dicen el último adiós. Que el tiempo nos traiga el olvido y borre los pasos perdidos, aquí en Galguén'. Compilaciones como "Naciones celtas II" o "Discópolis 5000" portaron con orgullo esta canción entre sus pistas. De nuevo la entradilla celta (ese violín junto al laúd y las guitarras) nos transporta lejos de España en "Casa en el valle", pero el acento de Ima sigue siendo canario, y es que "La casa en el valle" es la música del pueblo, de su pueblo, con temática costumbrista. En canciones como "Háblame", Ima parece seguir la estela de una Loreena McKennitt primaria, una cantante que junto a otras como Enya, Claire Pelletier o Savina Yannatou, forma parte de sus influencias, que también llegan a los verdores celtas de Galicia por medio de Uxia, Rosa Cedrón o Emilio Cao. Que los mágicos paisajes de La Palma son la mejor de las inspiraciones, se vuelve a demostrar en "Bujarén", nombre de una fuente y una playa del nororeste de la isla; aquí es una instrumentación más autóctona y también mediterránea la que parece dominar, en otra pieza destacada, intensa y emocionante: 'El bosque de tabaibas sobrevive en la ladera. Sobre el acantilado un ave se transforma en luz. ¡Cómo gime el mar abajo en Bujarén!'. Gran momento del disco este, pues otra gran canción suena a continuación, la titulada "La zarza", tema con entradilla de piano y magia en su interior, una pequeña joya en el disco con la poesía de Ramón Araujo impresa en su letra, que se pregunta quién dibujó en la roca el meandro y la espiral, y siente su presencia entre las sombras; "La zarza" fue incluido en 1998 por el sello Putumayo en su recopilatorio "Women of Spirit". "La galga" es otro canto folclórico elevado hacia el viento, con animado final danzarín. La quena andina abre "Dama", otra bella canción con el folclore por bandera, mientras que una guitarra muy templada acompaña "Al borde del sendero". Otras bellas canciones con efluvios populares como "Regreso al hogar", "Llueve" o "Mar de la alegría" completan el trabajo (que en las primeras ediciones porta un tema eliminado posteriormente, "Llamaré"), hacia cuyo final nos encontramos con una composición muy personal, la única compuesta exclusivamente por la vocalista, "Silencio azul", con una instrumentación deliciosa donde afloran guitarras y violín, y una letra que dice así: 'Donde el silencio es azul y el Norte es igual al Sur, donde el aire es de cristal y el viento es la soledad, busco mi sombra perdida en el río de la vida, busco la senda olvidada, confundida con la nada (...) Pero siempre aflora, de la nada, una ilusión, una melodía, un verso, una canción. Siempre se oye el eco del latir del corazón vibra en lo más hondo la presencia de mi yo'. Acompañando a Ima, Rodrigo Melgar interpreta la flauta y la quena, Gonzalo Cabrera el violín, Juan Carlos P. Brito la guitarra y Oswaldo Bethencourt se encarga de laúd, guitarra eléctrica y acústica y los arreglos MIDI. Como ya se ha comentado, el sonido resultante se recrea, a pesar de sus numerosas influencias, en un tipo de sonido de corte celta en gran parte de las piezas, fuertemente influenciadas por ese paisaje de La Palma: "Es una señal de identidad, un punto de partida y al mismo tiempo de regreso. La isla no tiene límites gracias al horizonte que la habita".

Oscar García escribía esto en la contraportada del álbum: "Si San Borondón, la Non Trubada, es la isla mágica por excelencia, el espíritu evanescente del mar de las Canarias, espejismo de una oculta realidad, Ima, su hermana ínsula, se presenta como el mayor misterio. Ángel tutelar, puerta y llave a la vez, Ima es un sueño destinado a hacerse realidad por los renacidos hijos de la Atlántida. Ella espera, como la Esfinge, y sólo a quien responda a sus preguntas abrirá su verde corazón". Esta poética alabanza es fiel a lo que el disco refleja y a las emociones que su escucha suscita, un cordial hechizo en su música, una tierna nostalgia en sus letras, un pequeño y dulce universo que se nutre de la solidez de la tierra, de la fuerza del viento y de la tenacidad de un enclave rodeado por las aguas. A pesar de no conseguir derribar del todo la barrera del anonimato musical más allá de las islas afortunadas, "Regreso al Espíritu" es solamente el primer peldaño en la carrera de una Ima Galguén que ha continuado ofreciendo sus discos (en el segundo, "Abismo arriba", una de las canciones se titula "Regreso a Galguén"), siempre recomendables, por medio de su propio sello, Galguén Producciones. Los que se adentren en su mundo disfrutarán y se embelesarán con la nostalgia de su sonido puro, con su límpida sencillez.