Después de un comienzo inmejorable como músico en solitario en los 70 y de una siguiente década de altibajos culminada con una obra maestra, "Amarok", los 90 eran una incertidumbre para un Mike Oldfield ya maduro. Una nueva generación de seguidores iban a descubrir al británico con la segunda y tercera entregas de "Tubular bells" y un nuevo acercamiento, éste más facilón que el gran "Ommadawn", a la cultura celta titulado "Voyager", pero entre medio este multiinstrumentista iba a soprendernos con un disco futurista y tecnológico, un anticipo de sus futuros devaneos con la realidad virtual y los juegos para ordenador, bien acogido por la crítica aunque controvertido entre sus seguidores más recalcitrantes, "The songs of distant Earth". Bajo ese sugerente título se enmascaraba la musicación de una novela del recientemente fallecido escritor de ciencia ficción Arthur C.Clark, el padre de "2001: Una odisea del espacio", una de las películas favoritas de Mike Oldfield. El británico se planteó este trabajo como una banda sonora (de hecho se habló de un proyecto para llevar la novela al cine), e incluso mantuvo largas conversaciones con el escritor en su retiro en Sri Lanka, para lograr la composición y grabación de una música sugerente y evocadora, a pesar del arrinconamiento de los instrumentos tradicionales en favor de una tecnología (samplers, ordenadores y sintetizadores) de la que recelaba sólo unos años atrás, aunque bien es cierto que las guitarras suenan de cuando en cuando en todo su esplendor en este trabajo publicado por Warner Music en 1994.
Moviéndose entre la genialidad y la arrogancia, "The songs of distant Earth" pretende ser una obra adelantada por la inclusión de un corte interactivo en exclusiva para Mac (si bien hace mucho que Oldfield se une a carros que ya están en marcha, esta situación sí que fue realmente 'anticipada', sin embargo la elección resultó algo errónea para sus intereses, ya que la batalla estaba siendo ganada, al menos en cantidad, por el PC). Esta obra presentaba las nuevas ideas del de Reading, que no eran más que las mismas de antaño (aunque sin la rebeldía y esa chispa de inspiración y originalidad que generaron obras maestras) pero con otra envoltura adaptada al final de siglo. La situación, aparte de extraña era un tanto rudimentaria, pues había que saltarse la primera pista del CD en esta primera edición para no escuchar un incómodo pitido. La solución llegó enseguida en forma de nueva edición con diferente portada (extraída del avanzado video-clip de "Let there be light") y CD-Rom track escondido. "The songs of distant Earth" demuestra la capacidad de Oldfield para conducir una obra conceptual veinte años después de "Tubular bells", controlando cada aspecto de la misma, los momentos clave, las pausas, los ambientes, las conexiones... todo con la ayuda (por última vez) de un Tom Newman cuya bajada del carro supuso unos años de posterior desconcierto, musical y emocionalmente. Refinado, en cierto modo místico ("con mi música busco escapar a otro mundo"), Oldfield intentó aunar su natural grandilocuencia con una efectista espiritualidad en este trabajo en el que las voces, dado su musical título, iban a tener gran importancia, pero más que en base a vocalistas conocidos, por medio de una 'caja negra' que recogía voces de todo el mundo, las cuales, en una intensa labor de estudio, iban a ser remezcladas para que Oldfield consiguiera de paso esa idea de globalización, de conjunción de la sabiduría de un planeta Tierra que, víctima de la muerte de nuestro sol, desaparece sin remedio. Como anticipo de la obra, un recuerdo del mismo a través de cantos de ballenas, del fragmento del Génesis recitado por el astronauta Bill Anders desde el Apollo 8 y el sorprendente y poético primer single, "Let there be light". Oldfield pasa sin complejos del lirismo y la sorprendente carga emotiva de "Supernova" a la pomposidad de "Magellan", mezclando emoción con espectacularidad sin entrar, como sucederá en discos posteriores, en experimentaciones por caminos ajenos y sinuosos. Muy al contrario, parece que su sonido se acople perfectamente a la novela (o quizás al revés), y la búsqueda le hace descubrir situaciones tan atrevidas y notables como la prodigiosa simpleza del hilo conductor de "Only time will tell" o el efecto sedante que con guitarra y voz pretende (y logra) provocar "Crystal clear". No tan novedoso pero sí bien resuelto es el uso del latín junto a voces tribales y un fondo tecnológico en "Hibernaculum" (buscando ese sonido que tan buen resultado ha dado a grupos como Enigma o Deep Forest) y más permisible aún es el autoplagio de "Tubular world", idea manida pero relativamente aceptable por lo bien construída, tanto como la vaporosa ambientalidad de "The sunken forest" o el resumen de la obra (recurso tipico en los discos de Oldfield de la época) de título "Ascension", donde la guitarra parece recuperar viejas sensaciones. Aunque sea este un álbum difícil de plasmar en directo, en la gira 'Then and now' que llevó a Mike Oldfield en 1999 por toda Europa, se incluyeron varias composiciones de "The songs of distant Earth", concretamente "In the beginning", "Let there be light", "Supernova" y "Crystal clear".
Aun tomándose sus licencias respecto a la novela de Clark (la creación del mundo, el lamento por Atlantis, el mundo tubular), hay que reconocer que Oldfield consiguió realizar un trabajo luminoso e ilusionante, con determinados momentos de cierta emoción ("Supernova", "Lament for Atlantis") y un acabado que mantiene su frescura con el paso del tiempo. Además del bloque incluído en el disco, "The spectral army", "The song of the boat men" y "Indian lake" fueron otras tres canciones en la misma línea, pero incluídas en diversos CDsingles del mismo, junto a horribles versiones remezcladas de "Let there be light" o del tema "Moonshine" de "Tubular bells II". En esta década Oldfield retomó el camino del éxito popular, y especialmente tuvo un gran idilio con España, ya que al anterior número 1 con "Tubular bells II" se le unió el de este trabajo de sonido avanzado. No es "The songs of distant Earth" una obra acomodaticia sino una trabajada (de una labor de estudio impresionante), majestuosa, fastuosa incluso, recreación de un posible futuro de la vida lejos de la Tierra, un momento que ahora imaginamos con más facilidad y sin tanto temor gracias a dos genios en sus respectivas artes: Arthur C. Clark y Mike Oldfield.
Moviéndose entre la genialidad y la arrogancia, "The songs of distant Earth" pretende ser una obra adelantada por la inclusión de un corte interactivo en exclusiva para Mac (si bien hace mucho que Oldfield se une a carros que ya están en marcha, esta situación sí que fue realmente 'anticipada', sin embargo la elección resultó algo errónea para sus intereses, ya que la batalla estaba siendo ganada, al menos en cantidad, por el PC). Esta obra presentaba las nuevas ideas del de Reading, que no eran más que las mismas de antaño (aunque sin la rebeldía y esa chispa de inspiración y originalidad que generaron obras maestras) pero con otra envoltura adaptada al final de siglo. La situación, aparte de extraña era un tanto rudimentaria, pues había que saltarse la primera pista del CD en esta primera edición para no escuchar un incómodo pitido. La solución llegó enseguida en forma de nueva edición con diferente portada (extraída del avanzado video-clip de "Let there be light") y CD-Rom track escondido. "The songs of distant Earth" demuestra la capacidad de Oldfield para conducir una obra conceptual veinte años después de "Tubular bells", controlando cada aspecto de la misma, los momentos clave, las pausas, los ambientes, las conexiones... todo con la ayuda (por última vez) de un Tom Newman cuya bajada del carro supuso unos años de posterior desconcierto, musical y emocionalmente. Refinado, en cierto modo místico ("con mi música busco escapar a otro mundo"), Oldfield intentó aunar su natural grandilocuencia con una efectista espiritualidad en este trabajo en el que las voces, dado su musical título, iban a tener gran importancia, pero más que en base a vocalistas conocidos, por medio de una 'caja negra' que recogía voces de todo el mundo, las cuales, en una intensa labor de estudio, iban a ser remezcladas para que Oldfield consiguiera de paso esa idea de globalización, de conjunción de la sabiduría de un planeta Tierra que, víctima de la muerte de nuestro sol, desaparece sin remedio. Como anticipo de la obra, un recuerdo del mismo a través de cantos de ballenas, del fragmento del Génesis recitado por el astronauta Bill Anders desde el Apollo 8 y el sorprendente y poético primer single, "Let there be light". Oldfield pasa sin complejos del lirismo y la sorprendente carga emotiva de "Supernova" a la pomposidad de "Magellan", mezclando emoción con espectacularidad sin entrar, como sucederá en discos posteriores, en experimentaciones por caminos ajenos y sinuosos. Muy al contrario, parece que su sonido se acople perfectamente a la novela (o quizás al revés), y la búsqueda le hace descubrir situaciones tan atrevidas y notables como la prodigiosa simpleza del hilo conductor de "Only time will tell" o el efecto sedante que con guitarra y voz pretende (y logra) provocar "Crystal clear". No tan novedoso pero sí bien resuelto es el uso del latín junto a voces tribales y un fondo tecnológico en "Hibernaculum" (buscando ese sonido que tan buen resultado ha dado a grupos como Enigma o Deep Forest) y más permisible aún es el autoplagio de "Tubular world", idea manida pero relativamente aceptable por lo bien construída, tanto como la vaporosa ambientalidad de "The sunken forest" o el resumen de la obra (recurso tipico en los discos de Oldfield de la época) de título "Ascension", donde la guitarra parece recuperar viejas sensaciones. Aunque sea este un álbum difícil de plasmar en directo, en la gira 'Then and now' que llevó a Mike Oldfield en 1999 por toda Europa, se incluyeron varias composiciones de "The songs of distant Earth", concretamente "In the beginning", "Let there be light", "Supernova" y "Crystal clear".
Aun tomándose sus licencias respecto a la novela de Clark (la creación del mundo, el lamento por Atlantis, el mundo tubular), hay que reconocer que Oldfield consiguió realizar un trabajo luminoso e ilusionante, con determinados momentos de cierta emoción ("Supernova", "Lament for Atlantis") y un acabado que mantiene su frescura con el paso del tiempo. Además del bloque incluído en el disco, "The spectral army", "The song of the boat men" y "Indian lake" fueron otras tres canciones en la misma línea, pero incluídas en diversos CDsingles del mismo, junto a horribles versiones remezcladas de "Let there be light" o del tema "Moonshine" de "Tubular bells II". En esta década Oldfield retomó el camino del éxito popular, y especialmente tuvo un gran idilio con España, ya que al anterior número 1 con "Tubular bells II" se le unió el de este trabajo de sonido avanzado. No es "The songs of distant Earth" una obra acomodaticia sino una trabajada (de una labor de estudio impresionante), majestuosa, fastuosa incluso, recreación de un posible futuro de la vida lejos de la Tierra, un momento que ahora imaginamos con más facilidad y sin tanto temor gracias a dos genios en sus respectivas artes: Arthur C. Clark y Mike Oldfield.
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