Es indudable la atracción que la música instrumental genera entre una audiencia bastante amplia. Para que ese interés se convierta en obsesión, el paso siguiente es conseguir la chispa adecuada, el estilo idóneo para que el oyente vibre. Muchas bandas sonoras poseen un extraordinario componente épico que, fruto de una determinada sucesión de notas y acordes, conecta con la audiencia, consiguiendo que el público entre de lleno en la película en cuestión de segundos: 'Conan', 'Willow', 'Lady Halcón' o la saga de 'El señor de los anillos' son algunos de los films de fantasía épica o heroica que se aprovechaban (lo hacían gracias al talento de Basil Poledouris, James Horner, Andrew Powell y Howard Shore) de ese tipo de sones en concordancia con la temática de esas películas que han pasado a la historia y no nos cansamos de ver, pero algunos artistas no han necesitado del séptimo arte para desarrollar su propia música instrumental ambientada en mundos ignotos de aventuras de espada y brujería: el estadounidense David Arkenstone es uno de los músicos asociados a la etiqueta new age que mejor supo incorporar a su obra, especialmente en la última década del siglo pasado, este componente fantasioso que muchos oyentes demandaban.
Narada Productions apostó por Arkenstone, y éste respondió convirtiéndose en uno de los superventas de la compañía. "Citizen of time", su estupendo tercer trabajo (tras el pionero "Valley in the clouds" y la colaboración con Andrew White en "Island"), se posicionó merecidamente en el número 1 de las listas de new age del Billboard en julio de 1990, así como, al año siguiente, un "In the wake of the wind" que intentaba ser inspirado y grandilocuente, pero se plantaba en algo complaciente en su búsqueda de la melodía y el ambiente épico, sin acabar de epatar, a pesar de pequeñas joyas como "The southern cross". Fue entonces cuando David pensó en dar un paso adelante para potenciar la imagen asociada a su música a través de la literatura, y contactó con la escritora de novelas de fantasía Mercedes Lackey. Se dio la casualidad de que ella afirmó ser fan de la música de Arkenstone desde su primer álbum, que utilizaba en ocasiones durante su proceso de escritura, fomentando la entrada en sus mundos imaginativos. "La historia de David fue tan convincente que fue un honor poder contribuir de alguna manera a este proyecto", dijo. Cada canción de "Quest of the dream warrior" se asocia a pasajes del cuento que ambos se encargaron de crear juntos, 'The journey of Kyla', la historia de la joven Kyla, vidente de la ciudad de Darnaak, que viaja a través de un mundo mágico para encontrar a su padre, el gran guerrero Kylaar, desaparecido años atrás en su búsqueda para expulsar a la Sombra de la Gran Oscuridad de la Tierra. Publicado por Narada Artist Series en 1995, "Quest of the dream warrior (Kyla's journey)" es la segunda piedra de una trilogía que empezó con "In the wake of the wind" en 1991 y concluyó con "Return of the guardians" en 1996 (un trabajo agradable pero algo plano, en el que Arkenstone pierde la épica melódica para ganar en ambientación). En todas se recrea musicalmente una historia contenida en los cuadernillos, y en la última de ellas, de nuevo con la colaboración de Mercedes Lackey, se unen las andanzas de los protagonistas de las anteriores, Andolin y Kyla. Volviendo al disco que nos ocupa, "Prelude: Tallis the messenger" es el comienzo de la aventura, cuando una evocadora entradilla (la llegada de ese ángel mensajero llamado Tallis) abre paso a una canción de ritmo aguerrido en un estilo de rock sinfónico a lo The Alan Parsons Project. No han sido nunca las canciones un recurso especialmente asociado a Arkenstone, por lo que chocaba especialmente en el inicio del álbum ese tema vocal. Además, él mismo se encargó de la voz principal, con solvencia aunque realmente con falta del carisma de un verdadero vocalista. Más sinfónico que new age es también el atractivo corte ("Rhythms of vision") que recrea el sueño en el que Kyla ve a sus padres arrastrados por una terrible tempestad ("sigue el río hasta el mar, sigue tu corazón hasta tu destino, no mires atrás", le dice su madre), preludio de "The journeys begins: Kyla's ride" y su grata melodía cabalgante, aventurera, una de las pegadizas piezas características del Arkenstone épico, y tema principal de este trabajo. Kyla ya está en marcha en su viaje, acompañada del caballo Pavaan, la anciana Myrra y el curtido guerrero Elidor, que había luchado al lado de su padre. "The voice" es una nueva canción, más entrada que la anterior en un rock sinfónico característico de la época, con guitarra eléctrica penetrante en un clímax continuo. Tras casi caer por un acantilado, y en su merecido descanso, una tenue música despierta a Kyla y contempla la danza a la luz de la luna de "criaturas diminutas, aladas, delicadas y frágiles como flores de jazmín"; es "Dance of the maidens", una especie de oda, presa de una bella y poética gracia, otro corte destacado en el trabajo por su lírica y soñadora melodía, y el eficaz tratamiento orquestal, para el que formaron terna Leland Bond, David Arkenstone y el incipiente compositor de publicidad y bandas sonoras para cine, televisión y documentales (ganador de dos premios Emmy) Michael Whalen, que co-produce el álbum junto a David. A continuación, y tras el paso por la aldea de Shantaari y un encuentro con el joven comerciante Eycra, nuestros amigos llegaban al bosque mágico, nebuloso y con peligros acechantes; "The magic forest" es tal vez el más claro ejemplo del adornado estilo de new age épica con el sello del multiinstrumentista de Chicago, sencillo pero efectivo. El cuento prosigue cruzando un pantano siniestro hasta llegar al mar, donde ayudaban a un delfín que acabó convirtiéndose en una bella mujer, Eyera, la 'Reina del mar'. Es el periplo que conduce a una nueva canción, "Road to the sea", de menor impacto que las anteriores. Tras dejar a Myrra y sus monturas en la tierra de la oscuridad, Elidor y Kyla llegaban al lúgubre templo de Vaal, donde tras conseguir la Piedra de Vaal, Kyla se quedaba sola. La cadencia tintineante y el sugerente viento de "The temple of Vaal" recuerdan a algún momento orientalizante del memorable "Citizen of time", aunque notablemente inferior en importancia. Cadencias celestiales inauguran el penúltimo tema, "Wings of the shadow", de intensidad creciente hacia el sinfonismo del comienzo. Ahí, la Piedra de Vaal le ayuda a vencer a un enorme dragón y encontrar por fin a su padre. Aunque otra buena canción tal vez hubiera sido el final adecuado del viaje, el artista opta en "Homecoming" por un instrumental no excesivamente inspirado, aunque eficaz como cierre de la aventura, de este disco conceptual que no consiguió obtener una nominación al grammy como el anterior "In the wake of the wind", pero que elevó las prestaciones de Arkenstone gracias a la aportación de la escritora Mercedes Lackey.
Como en toda la trilogía, y en otros trabajos de Arkenstone ("The celtic book of days", "The spirit of Olympia", "Eternal champion"), Kenn Backhaus fue el autor de los dibujos y mapas del disco, plasmando en ellos el afán viajero y aventurero de este ilustrador y pintor de Wisconsin. Arkenstone ejerce de multiinstrumentista tocando guitarras, sintetizadores, programaciones, flautas, piano, órgano Hammond y voces principales, encontrando ayuda de otros músicos en las voces complementarias, percusiones, violín, synclavier, bajo, flautas chinas, flauta dulce y otros sintetizadores, así como por supuesto en la orquesta, conducida por Michael Whalen, que complementa perfectamente la historia con sus profundos vientos y cuerdas, fusionando con pasión sinfónica lo acústico y lo electrónico en esta aventura de cielos misteriosos y aromas exóticos que reposa entre las obras más interesantes de este prolífico autor norteamericano, un artista que logró hacerse un nombre y una marca musical particular y reconocible en la música new age, que reclamaba la tecnología en la música como esa ayuda que ni Mozart ni Bach repudiarían de vivir en nuestros días. Y aunque se queda evidentemente muy lejos de ellos o de otros de sus ídolos, tan lejanos a su estilo, como Vaughan Williams o Aaron Copeland, vale la pena relajarse y divertirse de vez en cuando con algunas de sus obras más destacadas, como este cuento musicado titulado "Quest of the dream warrior".
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