En 1995 William Orbit había desempeñado multitud de funciones laborales, tanto dentro como fuera del negocio musical. Desde 1980 fue un artista visual junto a Hamish Bowles, editor de la revista Vogue en Estados Unidos. Tras una serie de álbumes de escasa repercusión, Orbit creó Guerilla Studios, estudio independiente donde inició su eficaz labor como productor. Ubicado en diferentes lugares durante los años, fue en el norte de Londres, en Crouch End, donde William grabó las primeras y más importantes entregas de su serie Strange Cargo (la trilogía inicial porta momentos de gran fulgor), así como la versión primaria de "Pieces in a modern style", una reconstrucción muy de finales de siglo de piezas clásicas publicada bajo el nombre de The Electric Chamber en 1995 por su propio sello, N-GRAM Recordings- Eso fue tres años antes de la edición de una de sus producciones más reconocidas, la del "Ray of light" de Madonna, con la que el incansable William ganó dos premios Grammy y elevó definitivamente su cotización.
No fue sencilla sin embargo la comercialización del primario "Pieces in a modern style", varias cosas pasaron desde que Orbit comenzara a dar forma a su universo de clásicos en clave de ambiente, hasta que vio la definitiva publicación -en tirada masiva y correcta distribución- de sus ideas. Lo principal, la marcha atrás del proyecto seminal, que había sido ya publicado en 1995 por el mencionado grupo ficticio The Electric Chamber, por la negativa del compositor estonio Arvo Pärt a que sus piezas "Cantus" y "Fratres" fueran utilizadas por el productor británico, tanto en el disco como en el concierto de presentación. Retirado de la circulación, tuvo que pasar un lustro para escuchar la completa edición definitiva, pues aunque Maverick -el sello fundado por Madonna- publicara una edición promocional del álbum en 1999, fue WEA Records la que se encargó definitivamente de su puesta a la venta en el año 2000, con cambios significativos en su listado de pistas. ¿Qué diferenciaba este disco de aquellos terribles trabajos de versiones de sintetizador que poblaron el mercado, con nulo sentimiento, durante la década de los 90? Esencialmente, la calidad del ejecutante, que aseguraba un tipo de sonido a la altura de las circunstancias, y una serie de tratamientos distinguidos y plenos de interés, desde el respeto y la admiración, puesto que la jugada de versionar clásicos puede resultar ruinosa si no se trata adecuadamente (puede acabar sonando igual que el original, sin aportar nada especial o ser una excesiva deconstrucción sin relación alguna). Orbit consigue imprimir un sello añejo a sus creaciones, y en este caso a sus recreaciones, sinfonías ambientales de producción impoluta, algunas de las piezas más memorables de los siglos XIX y XX que fueron situadas de golpe entre el ambient de Brian Eno y lo retro de las deliciosas versiones de sintetizador Moog de Tomita. Para la notación, contó con la ayuda de Damian le Gassick ("él puede leer música pero yo no"). William mantuvo al "Adagio for strings" de Samuel Barber como recibimiento del disco en las dos ediciones del mismo, y de hecho se trató de su primer sencillo, aunque la versión radiodifundida y con videoclip fue el remix realizado por el DJ holandés Ferry Corsten. Barber podría estar orgulloso de la emoción con la que Orbit inunda su inmortal pieza, los acordes se elevan hacia las alturas y el tratamiento sintético envuelve al oyente con elegancia, mitigando un poco la sensación de escuchar la denominada como 'obra clásica más triste'. Otra de las piezas originales es "Ogive Number 1" de Erik Satie, aunque se trata realmente de la versión de la segunda de estas ojivas que el francés publicó originalmente en 1889. Acorde con su medievalismo inspirado en el canto eclesiástico, el arreglo es más bien efectista, buscando posiblemente la sonoridad de un órgano en la melodía principal. Entre medio, el productor inglés rescató para la nueva edición una pieza para piano (o arpa) del ya fallecido en esa época John Cage, "In a landscape". La adaptación libre encandila y alegra el espíritu tras la sublime tristeza de Barber. Otras tres son las piezas que se mantienen de la compilación original: "Pavane pour une infante defunte" es una extraordinaria partitura para piano de Maurice Ravel con la que William juega desde los ritmos y las texturas -aunque suaviza su aporte rítmico en la segunda edición-, abordando una deconstrucción que supuso el segundo sencillo del álbum, en una versión recortada -esta vez realizada por el propio Orbit- bastante más urbana en las percusiones que la del álbum, con su correspondiente videoclip. Las otras dos composiciones que derivaban de 5 años atrás son las dos muestras en el disco del polaco Henryk Górecki, las etéreas y muy disfrutables en su enfermiza belleza "Piece in the old style 1" y "Piece in the old style 3". Otras cinco fueron las novedades del álbum: "Cavalleria rusticana" es la obra más conocida del italiano Pietro Mascagni, un pequeño deleite escrito para ópera, que Orbit conduce hacia un terreno retro muy vaporoso, con un cierto toque circense. No queda muy lejos la juguetona melodía de "L'inverno" de otro italiano, Antonio Vivaldi, aunque tal vez el ser tan conocido le resta algo de interés. Dos compositores clásicos alemanes restan por comentar, de Georg Friedrich Händel -nacionalizado inglés, realmente- es "Xerxes", tratado de manera más ambiental, mientras que dos son los cortes rescatados de la mente de Ludwig van Beethoven, un modernizado "Triple concerto" y el cuarteto de cuerda "Opus 132", que cierra el álbum de manera relajante y atmosférica. No hay que olvidarse de aquellas partituras que Arvo Pärt impidió, afortunadamente a destiempo, que fueran comercializadas, la atrevida modernización de "Cantus" y especialmente "Fratres", que mantiene en vilo con su profundo y misterioso tono sagrado que anticipa futuras propuestas post minimalistas. La versión de esta pieza inmortal es maravillosa, intensa, descarnada. En "Pieces in a modern style", Orbit exploraba un sonido más liquido que en otros de sus proyectos, que luego trasladaría a trabajos como "Hello waveforms" o "Strange cargo 4", Orbit sabía con qué material estaba tratando, deconstruye las piezas con un ágil tono electrónico, ambiental en la mayoría de las ocasiones, e introduce en las mismas un alto componente respetuoso y un tono melancólico que no portaba, por ejemplo, la versión que pocos años después hizo DJ Tiesto del "Adagio" de Barber. Algunos críticos definieron este trabajo como "un asombroso y extraño puente entre el pop y la música clásica", y Orbit no engañaba en el titulo, lo que aquí podemos disfrutar son piezas clásicas en un estilo moderno, posiblemente inaceptables en su mayoría bajo el punto de vista académico, pero poseedoras algunas de ellas de auténticos encantamientos auditivos en bellos requiebros atmosféricos, de aspecto sintético y retro en ocasiones, que pueden atraer a nuevos oyentes al mundo clásico o al menos hacia una instrumentalidad no necesariamente orientada a las pistas de baile o a las corrientes más tristemente machaconas de la música moderna. De hecho, la dificultad de que los jóvenes se acerquen a la música clásica hace de obras como estas un meritorio intento de primaria incursión en unas melodías que, aunque modernizadas, dejan constancia del acerbo milenario a uno y otro lado del planeta. No es tan fácil de observar el guiño que efectúa Orbit con esa palabra, moderno, pues su propia definición ha quedado posiblemente obsoleta, como el aspecto buscado en algunas de las versiones, vestigios añorantes de una visión retrofuturista.
Difícilmente se puede obviar el dato de que en casa del pequeño William se escuchaba música clásica y contemporánea, esos grandes compositores que se podían apreciar en ciertos matices de sus trabajos de laboratorio, pulcros y avanzados, y que acabaron conformando esta fusión tan efectiva como para alcanzar el puesto número 2 en el Reino Unido y ser nominado al premio Grammy en la confusa categoría 'Mejor álbum de pop instrumental'. El éxito de este trabajo, cuya publicación fue alentada por el visionario director de Warner Music UK Rob Dickins, llevó a que 10 años después, en 2010, apareciera bajo el auspicio del sello Decca, una continuación en el mismo estilo con partituras de Camille Saint-Saëns, William Elgar, Edvard Grieg, Vaughan Williams, Gabriel Fauré, Tchaikovsky o Johann Sebastian Bach entre otros, titulada "Pieces in a modern style 2", cuyo single de lanzamiento fue "Nimrod", de Elgar. Además, Deutsche Grammophon publicó ese mismo año 2000 la versión del disco con los temas originales interpretados por importantes orquestas y con nombres como Yo-Yo Ma, Gidon Kremer o Anne Sophie Mutter. "Este proyecto surgió como un divertimento, algo muy gratificante; también como unas vacaciones, porque es un respiro a toda la música dance que había hecho", dijo William Orbit al respecto de este álbum, antes de añadir sobre su larga espera: "Creo que este álbum tiene muchas más posibilidades ahora que hace cinco años". Aunque la ausencia de "Fratres" le restó uno de los grandes motivos para su adquisición, la escucha de este disco no es en ningún caso una pérdida de tiempo, sino más bien una decisión acertada y relajante para escuchar grandes piezas clásicas en un estilo respetuoso y, cómo no, 'moderno'.
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Recuerdo el primer tema del Ray of Light de Madonna "Drowned world substitute for love". Me parecen 5 minutos perfectos, increíbles. El mérito no era de Madonna, evidentemente, si no del no demasiado conocido productor que nos ocupa.
ResponderEliminarTambién me hice con el disco que comentas. Sin duda es muy acertado (y es condenadamente difícil) su acercamiento a temas clásicos. Personalmente destacaría su visión del famoso fragmento de la Caballería Rusticana de Mascagni: una maravilla.
Maravilloso el tema que destacas, y sin duda el clásico Adagio de Barber. El trabajo merece una escucha sin prejuicios, el oyente ya decidirá si le atrae o no este sonido.
ResponderEliminarPero sin duda mantengo la recomendación de hurgar en los dos temas de Arvo Part que sólo se pueden discfrutar en la edición primigenia del álbum. Fratres es, a mi juicio, una auténtica joya, que se acerca enormemente a la emoción de la versión original del compositor estonio.
Muy de acuerdo en todo el comentario,este tío tiene un sonido especial que le identifica de los demás,tanto como productor como en sus propios discos. Muy buen trabajo del que destaco el delicioso Adagio y la Pavana.
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