A finales de los 70, la figura de un músico japonés llamado Kitaro emergió con increible fuerza en el universo de la música new age. Su estilo estaba dominado por la electrónica de estilo occidental (con especial admiración por la figura del alemán Klaus Schulze), pero desde una espiritualidad oriental cercana al sintoísmo y al budismo zen, además de un extraordinario amor por la naturaleza. Nacido como Masanori Takashi en una familia humilde de campesinos, fue en su adolescencia cuando aprendió a tocar por su cuenta varios instrumentos (comenzando por la guitarra) y, tras una efímera banda llamada Albatros, formó el grupo de rock sinfónico Far East Family Band (donde se encargaba ya de los teclados), influenciado especialmente por Pink Floyd, con el que consiguió gran éxito y entró en contacto con otros músicos importantes como el propio Klaus Schulze, que acabarían de forjar su expresión musical hasta lo que conocemos en la actualidad. Especial atención merece su obra temprana, un auténtico aluvión de gloriosas composiciones sin apenas desperdicio. Afortunadamente, sus intereses deportivos como jugador de tenis en la escuela, quedaron atrás por el bien de la música new age, aunque sus padres nunca apoyaron su carrera musical.
Tras abandonar la Far East Family Band, Kitaro viajó por Asia y vivió durante varios meses de 1976 en Poona (India), en el ashram del polémico maestro Bhagwan Shree Rajneesh, conocido en occidente como Osho. De vuelta a Japón en 1977, su fusión de la música electrónica y ciertas dosis de tradición en un contexto deudor del rock sinfónico creó un tipo de sonido muy lírico y atractivo en los sus dos primeros álbumes en solitario, "Astral voyage" (también conocido como "Ten kai") y "Full moon story", si bien el músico japonés aún no había encontrado el punto de conexión espiritual que le llevaría a la composición de melodías pegadizas capaces de atrapar como canto de sirenas sin necesidad de recurrir a numerosos efectos de sonido, sólo a la pureza interior. Ese límite lo alcanzó por primera vez con "Oasis", publicado en 1979 por Canyon Records (Polydor en Europa), que refleja las impresiones de un estimulante viaje, como ese realizado por China, India, Laos y Tailandia unos años antes. Tintineantes efectos sonoros juegan con sugerentes voces en un amanecer desértico de placentera serenidad otorgada por varias capas de sintetizadores que sirven de emocionante y sensual prólogo al disco bajo el título de "Rising sun". Es sin embargo característico en este extraordinario músico que los remansos de calma sean sucedidos sin apenas darnos cuenta por rítmicas secuencias que arropan composiciones movidas y atrayentes, a menudo hipnóticas, como "Moro-rism". Kitaro consigue manejar a la perfección los tiempos del disco, e intercala piezas más calmadas, ambientales ("New wave", "Moonlight"), que si bien no destacan en el conjunto, colaboran al lograr un ambiente relajado e intenso, abriendo camino para los momentos importantes. Uno de ellos se da con el dúo de canciones "Cosmic energy" y "Aqua"; la primera, tras un comienzo meditativo, ejecuta un poderoso cambio de ritmo en el que notas alargadas como chillidos acompañan a la secuencia y una cíclica melodía, la cual desemboca en una de las grandes composiciones de Kitaro, esa "Aqua" tan importante en un oasis, en la que la secuencia de fondo es cristalina y actúa como gotas de tan vital líquido golpeando contra el suelo, a las que se superponen varios teclados enredados, uno de los cuales, el que ejerce la melodía, presenta la sonoridad de un instrumento de cuerda. El conjunto posee a la par una espiritualidad dominada por la naturaleza y una extraordinaria fuerza otorgada por la tecnología. No se queda atrás otro de los clásicos del músico japonés, "Shimmering horizon", de melodía poderosa y bellísimo acabado en sintonía con la Tierra y el Universo, pues sus efectos sonoros también miran hacia las estrellas (no en vano se le puede asignar el apelativo 'música cósmica'). De nuevo un brusco contraste nos lleva a una melodía sin respiro de espíritu épico de título "Fragance of nature", con el sello inconfundible de este artista que, en "Innocent people", introduce notas furtivas de un instrumento de cuerda (con sonoridad de sitar, si bien en los créditos del álbum sólo aparece la guitarra) que pone su interesante nota acústica en un trabajo tan electrónico. "Oasis" es como el final de un cuento, alegre, esperanzador, de plena belleza y emotiva tranquilidad, un remanso de paz entre los vientos, las arenas y los peligros desérticos. El disco acaba con el rumor del agua. Kitaro toca sintetizadores Korg, Roland y Yamaha, guitarra acústica y percusión en este trabajo producido por Takayo Nanri que fue reeditado en 1982 por la compañía alemana Kuckuck con otra portada (una pintura en tonos amarillos), posiblemente más artística pero menos poderosa que la original, unas manos recogiendo agua con el sol por testigo. Se da la circunstancia de que en esa reedición el corte "Rising sun" pasa a llamarse "Morning prayer", y "Aqua" toma como nuevo título "Eternal spring", creando una cierta confusión entre el público. La temprana aparición de esta música celestial, majestuosa, fue un punto de partida de la creciente fama de una new age sugerente, melodiosa, sanadora, de la cual "Oasis", a pesar de ser una obra de la primera época de Kitaro, es uno de los grandes clásicos, contenedor ya de varios de sus temas más míticos, imprescindibles en recopilatorios, como "Aqua" o "Shimmering horizon", sin olvidar "Rising sun" o la propia "Oasis". Todas ellas venían recogidas en una de esas grandes compilaciones, la titulada "Ten years".
A pesar de su grandilocuencia, el espíritu sinfónico de Kitaro está teñido de una cierta humildad, en un claro reflejo de su propia personalidad. Este sencillo multiinstrumentista tomó su nombre artístico de la exitosa serie manga GeGeGe no Kitaro, en concreto por la larga melena -como él mismo en su adolescencia- de su personaje principal, un yokai (espíritu o demonio), que lucha por la paz entre su raza y los seres humanos. Admirado en occidente, venerado en oriente, objeto de devoción en general, Kitaro y su música -como dicho manga, que fue creado en 1959- perduran a las modas, no vano han pasado más de tres décadas desde que era un pionero de una new age de la que acabará recelando, y aún continúa elaborando discos, acaparando éxitos y nominaciones a premios musicales, aunque sus primeros trabajos, como "Oasis" o la banda sonora de la serie "Silk road", publicada al año siguiente, son los más carismáticos y definen perfectamente sus ideas, musicales y vitales.
ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:
KITARO: "Silk road"
KITARO: "Kojiki"
VARIOS ARTISTAS: "Polar shift"
Tras abandonar la Far East Family Band, Kitaro viajó por Asia y vivió durante varios meses de 1976 en Poona (India), en el ashram del polémico maestro Bhagwan Shree Rajneesh, conocido en occidente como Osho. De vuelta a Japón en 1977, su fusión de la música electrónica y ciertas dosis de tradición en un contexto deudor del rock sinfónico creó un tipo de sonido muy lírico y atractivo en los sus dos primeros álbumes en solitario, "Astral voyage" (también conocido como "Ten kai") y "Full moon story", si bien el músico japonés aún no había encontrado el punto de conexión espiritual que le llevaría a la composición de melodías pegadizas capaces de atrapar como canto de sirenas sin necesidad de recurrir a numerosos efectos de sonido, sólo a la pureza interior. Ese límite lo alcanzó por primera vez con "Oasis", publicado en 1979 por Canyon Records (Polydor en Europa), que refleja las impresiones de un estimulante viaje, como ese realizado por China, India, Laos y Tailandia unos años antes. Tintineantes efectos sonoros juegan con sugerentes voces en un amanecer desértico de placentera serenidad otorgada por varias capas de sintetizadores que sirven de emocionante y sensual prólogo al disco bajo el título de "Rising sun". Es sin embargo característico en este extraordinario músico que los remansos de calma sean sucedidos sin apenas darnos cuenta por rítmicas secuencias que arropan composiciones movidas y atrayentes, a menudo hipnóticas, como "Moro-rism". Kitaro consigue manejar a la perfección los tiempos del disco, e intercala piezas más calmadas, ambientales ("New wave", "Moonlight"), que si bien no destacan en el conjunto, colaboran al lograr un ambiente relajado e intenso, abriendo camino para los momentos importantes. Uno de ellos se da con el dúo de canciones "Cosmic energy" y "Aqua"; la primera, tras un comienzo meditativo, ejecuta un poderoso cambio de ritmo en el que notas alargadas como chillidos acompañan a la secuencia y una cíclica melodía, la cual desemboca en una de las grandes composiciones de Kitaro, esa "Aqua" tan importante en un oasis, en la que la secuencia de fondo es cristalina y actúa como gotas de tan vital líquido golpeando contra el suelo, a las que se superponen varios teclados enredados, uno de los cuales, el que ejerce la melodía, presenta la sonoridad de un instrumento de cuerda. El conjunto posee a la par una espiritualidad dominada por la naturaleza y una extraordinaria fuerza otorgada por la tecnología. No se queda atrás otro de los clásicos del músico japonés, "Shimmering horizon", de melodía poderosa y bellísimo acabado en sintonía con la Tierra y el Universo, pues sus efectos sonoros también miran hacia las estrellas (no en vano se le puede asignar el apelativo 'música cósmica'). De nuevo un brusco contraste nos lleva a una melodía sin respiro de espíritu épico de título "Fragance of nature", con el sello inconfundible de este artista que, en "Innocent people", introduce notas furtivas de un instrumento de cuerda (con sonoridad de sitar, si bien en los créditos del álbum sólo aparece la guitarra) que pone su interesante nota acústica en un trabajo tan electrónico. "Oasis" es como el final de un cuento, alegre, esperanzador, de plena belleza y emotiva tranquilidad, un remanso de paz entre los vientos, las arenas y los peligros desérticos. El disco acaba con el rumor del agua. Kitaro toca sintetizadores Korg, Roland y Yamaha, guitarra acústica y percusión en este trabajo producido por Takayo Nanri que fue reeditado en 1982 por la compañía alemana Kuckuck con otra portada (una pintura en tonos amarillos), posiblemente más artística pero menos poderosa que la original, unas manos recogiendo agua con el sol por testigo. Se da la circunstancia de que en esa reedición el corte "Rising sun" pasa a llamarse "Morning prayer", y "Aqua" toma como nuevo título "Eternal spring", creando una cierta confusión entre el público. La temprana aparición de esta música celestial, majestuosa, fue un punto de partida de la creciente fama de una new age sugerente, melodiosa, sanadora, de la cual "Oasis", a pesar de ser una obra de la primera época de Kitaro, es uno de los grandes clásicos, contenedor ya de varios de sus temas más míticos, imprescindibles en recopilatorios, como "Aqua" o "Shimmering horizon", sin olvidar "Rising sun" o la propia "Oasis". Todas ellas venían recogidas en una de esas grandes compilaciones, la titulada "Ten years".
A pesar de su grandilocuencia, el espíritu sinfónico de Kitaro está teñido de una cierta humildad, en un claro reflejo de su propia personalidad. Este sencillo multiinstrumentista tomó su nombre artístico de la exitosa serie manga GeGeGe no Kitaro, en concreto por la larga melena -como él mismo en su adolescencia- de su personaje principal, un yokai (espíritu o demonio), que lucha por la paz entre su raza y los seres humanos. Admirado en occidente, venerado en oriente, objeto de devoción en general, Kitaro y su música -como dicho manga, que fue creado en 1959- perduran a las modas, no vano han pasado más de tres décadas desde que era un pionero de una new age de la que acabará recelando, y aún continúa elaborando discos, acaparando éxitos y nominaciones a premios musicales, aunque sus primeros trabajos, como "Oasis" o la banda sonora de la serie "Silk road", publicada al año siguiente, son los más carismáticos y definen perfectamente sus ideas, musicales y vitales.
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