Klezmer es un término yiddish que está muy en boga en los últimos años, con el que se denomina a la música de los judíos de la diáspora (más popularmente se asocia a la música tradicional de los judíos del este de Europa), en pequeños grupos de carácter exclusivamente instrumental que usan mayoritariamente violín, acordeón, contrabajo, clarinete y percusión. La emigración en masa en el cambio de siglo del XIX al XX a los Estados Unidos hizo florecer este evocador estilo en aquel país de oportunidades y mezclas culturales, al menos hasta la segunda guerra mundial, para encontrar un nuevo auge a partir de los años 70. Polonia fue uno de los mayores asentamientos de comunidades judías en la Europa del este, y de la bellísima ciudad de Cracovia (su barrio judío, Kazimierz, es para perderse) proviene el grupo Kroke -que precisamente significa 'Cracovia'-, una de las actuales referencias indispensables de este tipo de música.
"Ten pieces to save the world", grabado entre junio de 2001 y diciembre de 2002, y publicado a comienzos de 2003 por Oriente Musik, era el quinto álbum de este trío fundado en 1992 por Tomasz Lato (contrabajo), Tomasz Kukurba (violín) y Jerzy Bawol (acordeón). Steven Spielberg se fijó en ellos -instigado por su esposa, Kate Capshaw, que les vio actuar en el restaurante Ariel- cuando rodó en Cracovia "La lista de Schindler", y les puso en contacto con Peter Gabriel, una oportunidad que no desperdiciaron y les abrió las puertas del mercado internacional gracias a trabajos como "Trio" (magnífica muestra de una música adictiva, de gran ritmo e interpretación, que les dio a conocer), "Eden" (que demuestra definitivamente la fuerza y la consolidación del grupo) o "The sounds of the vanishing world" (integrado con la world music, dando lugar a soberbias2 muestras melódico ambientales que forman parte del repertorio fijo de la banda, como "Time", "Earth" o "Love). El recibimiento de "Ten pieces to save the world", "Sun", es grato y tranquilo, con esa ambientalidad orientalizada que desprende el klezmer, para cobrar un extraño -por lo lejano- ritmo hispánico hacia la mitad de la pieza, una fusión tan accesible como bien encauzada. Son sin embargo las cuerdas del contrabajo, no de la guitarra, las que empujan esta música, y por esos lógicos fueros continúa en una especie de improvisación de título "Desert", pero si bien también se nutre de licencias entre el folclorismo y el jazz, es la melodía estudiada la más agradecida en el disco, la que Kukurba extrae de su violín endiablado en una acertadísima y bailable "Childhood", y sobre todo en "Usual happiness", la auténtica obra maestra del trabajo, sublime y pegadiza pieza, tan contundente como sencilla). También cabe loar el acordeón en la folclórica "Dream" o el contrabajo con su fenomenal ritmo en "Light in the darkness (T4.2)", otra de las cumbres del álbum. "Cave", que es como un tren partiendo, queda como un tema extraño (atención a las percusiones vocales) pero de agradable sensación peliculera, como la de "Take it easy" con sus efectistas scat y silbidos a lo Ennio Morricone, dignos de ver reproducidos en directo. Mientras esa efectista pieza y las de melodía recordada entran subrepticiamente en nuestra conciencia, otras se dejan querer lentamente como la lírica "Mountains" o "Hope", ya que aunque en la actualidad este tipo de música es eminentemente pagana, esta despedida del disco es de una soterrada esencia religiosa, o tal vez en esa calma simplemente brille la llama de la esperanza, la que emana de estas 'diez piezas para salvar el mundo'.
Como el arte cinematográfico de otro famoso judío universal, Woody Allen, la música de Kroke -y eso se respira mayoritariamente en sus directos- goza de un extraordinario y en cierto modo satírico sentido del humor. Lo que en el estudio, con una estupenda producción de Darek Grela (el cuarto miembro del grupo en la sombra) es un sonido impecable, a la luz de los focos es una maquinaria perfecta, una conjunción admirable otorgada por el paso de los años compartiendo escenario y vivencias. Aunque el klezmer siempre ha estado ahí, grupos como Kroke, Klezmatics o Jascha Lieberman Trio han conseguido llegar con ingente calidad a un más amplio público que, lejos de distinciones y orígenes, sólo está dispuesto a admirar la belleza de composiciones como "Usual happiness", "Childhood" o "Light in the darkness". Y aunque no sirvan para salvar el mundo, qué bien hacen en nuestro espíritu.
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Me encantan estos grupos que no necesitan efectos especiales o fuegos artificiales para enamorar a su público,a mi me encantaron cuando los vi el año pasado.
ResponderEliminarSon directos íntimos, que hacen partícipe al público. No decepcionan a nadie y te dejan con ganas de repetir.
ResponderEliminarEsta es una música que consigue conectar con el público más diverso. Su directo es efectivo y conseguir hacer cómplice al público. Destacar especialmente al violinista y mago de las notas musicales.
ResponderEliminarMálaga, 18 de Noviembre 2003. Nunca lo olvidaré. Ramón Trecet dió cuenta de ello.
ResponderEliminarhttp://www.goear.com/listen/f68794b/concierto-kroke-en-maiexcllagaslumdar-trecet-kroke
Felicidades por llamar la atención de Trecet de esa manera, Slumdar. La verdad es que tu opinión es lógica, porque un concierto de estos tíos es así como lo cuentas.
ResponderEliminarFelicidades a tí por arrinconar con tanto tino discos y demás sensaciones.
ResponderEliminarPor cierto, me he tomado la licencia de incluirte en mi rincón. No te he pedido permiso porque veo que no lo necesito; sabes compartir.
Gracias y aquí me tienes pa lo que quieras
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