16.5.21

VARIOS ARTISTAS:
·"Lágrimas de arpa y luna"

El boom de la música new age en España (en todo Occidente, realmente) afectó a muchos tipos de música que, inevitablemente, se asociaron a la filosofía musical que huía de los arquetipos habituales y hurgaba por igual en la tradición y en la modernidad, con enfoques por lo general de una elevada espiritualidad. Fue común en esta época la aparición de recopilaciones que, con el cebo de tres o cuatro nombres importantes o piezas emblemáticas, completaban el producto con bastantes canciones de relleno. Tampoco eran malas propuestas esas "Relax", "Al otro lado", "Paraísos", "Entre hoy y mañana", "Pure Moods" o "No Stress", donde se podían hacer algunos descubrimientos importantes entre la gran cantidad de producciones de la época, pero tal vez pretendían abarcar demasiado, a la par de tener unas expectativas comerciales bastante altas. Algo antes, en momentos de cierto desconcierto, otras compilaciones supieron dar con la tecla y ofrecieron las referencias más importantes de catálogos que empezaban a llegar a nuestro país, surgiendo así "Música sin fronteras" (de GASA) o "Música para desaparecer dentro" (de Sonifolk), dos recopilatorios de sobrada calidad y un número ingente de joyas en su interior. De parecida factura al segundo, y con otro poético título, "Lágrimas de arpa y luna" fue en 1995 la segunda referencia del sello Resistencia.

Este tipo de discos recopilatorios han sido siempre una manera más de conocer (y reconocer) a una serie de artistas que posiblemente se nos podrían llegar a escapar en sus discos particulares, y no necesariamente por falta de calidad, sino más bien por casualidad, mala distribución, o por no poder abarcar una producción que, de repente y visto el éxito del momento, dio un salto importante en número. Lo que hay que destacar de "Lágrimas de arpa y luna" es que no hacía concesiones a la pura comercialidad, sino que todos sus ingredientes pertenecen al tipo de música que engalanaba Ediciones Resistencia, esas que conocimos en aquellos momentos como Nuevas Músicas, sin otro tipo de aderezos de renombre o carácter superventas. Otra hermosa portada, como la de las otras compilaciones de calidad antes mencionadas, evocaba además músicas conectadas con la naturaleza y la espiritualidad. Nada mejor que iniciar el recorrido, por tanto, que con el neozelandés David Antony Clark y su concepción natural y neoprimitiva del sonido ("Flight of the Giant Eagle" es una de las piezas importantes de su primer trabajo, "Terra Inhabitata"). También proveniente del sello White Cloud, David Downes es de esos desconocidos que no desentonan en la compilación, por medio de una canción, "Ana Faerina", presa de un encanto antiguo. Chip Davis es otro de los destacados en este primer CD, gracias al enorme "Red Wine", todo un himno contenido en el cuarto volumen de la saga 'Fresh Air' de su exitosa banda, la Mannheim Steamroller, que repite algo más adelante con "Nepenthe", otra estupenda composición para teclado y orquesta incluida en el sexto volumen de la populosa serie. Más músicos de renombre se agolpan en este disco 1, tales como Paul Machlis (grandioso su álbum "The Magic Horse", al que pertenece el tema "Patshiva", exponente de su collage de influencias), Jon Serrie (aunque el ambiente espacial de "Remembrance" no sea de los más recordados del norteamericano) o el excelso violinista escocés Alasdair Fraser (que unió fuerzas en 1991 con el percusionista Tommy Hayes en el disco de este último "An Rás", del que escuchamos "Nathaniel Gow's Lament for his Brother"), si bien encontramos también ilustres desconocidos como Eko (el guitarrista John O'Connor, con "Mirage à Trois"), Áine Minogue (arpista irlandesa, que se muestra pura y sensible en "Rí na Sidhóga") o Khenany (grupo de raíces andinas que incluye al guitarrista Brian Keane, y que participa con la pieza "Bonita"). Muy especial es el comienzo del disco 2, por tratarse de un grupo español que nació con Resistencia (fue la primera referencia del sello, dejando el segundo lugar a esta recopilación), esa conjunción de Jesús Vela y Manuel Sutil que se hizo llamar V.S. Unión y que sorprendió al público con la excelencia de su álbum "Zureo", del que queda aquí recogido "La mar por medio". Esta segunda tanda presentaba en general nombres más conocidos en aquel lejano presente de las nuevas músicas, como Chris Spheeris (tanto junto a Paul Voudouris -¿quién no recuerda su aclamado disco "Enchantment" en el que venía recogida la luminosa "Pura vida"?- como en solitario -"Aria" abría su excepcional trabajo "Culture"-), Jon Mark (un velo celta nos envuelve en "So Fair a Land"), Craig Chaquico (impactante guitarrista de herencia roquera que nos envuelve con la sensual "Gypsy Nights"), David Darling (chelista de renombre del que escuchamos "Sweet River"), Deuter (que presenta dos canciones, destacando especialmente esa delicia llamada "Ari", incluida en el disco "Henon" de este artista tan espiritual) o un Peter Kater que ya estaba en el primer disco junto a su esposa Chris White en el proyecto Flesh and Bone, y del que escuchamos en el segundo una pequeña muestra, titulada "The Death of Dull Knife", de la banda sonora para la serie documental televisiva "How the West Was Lost", que compuso junto al flautista navajo Carlos Nakai. El lado femenino lo cubren Savourna Stevenson (otra arpista escocesa que ofrecía aquí el tema de Echlin Ó Catháin "Aeolian"), Radhika Miller (una primorosa flautista norteamericana de la que escuchamos "I Once Loved a Lass") y el conjunto finlandés Niekku (que representa el folclore del norte de Europa por medio de la sugerente "Aamulla Varhain"), pero es necesario detenerse, en aquellos años de fragor de las guitarras flamencas, en el dúo de músicos de origen iraní Shahin & Sepehr, que despliegan la magia de las cuerdas en "One Thousand and One Nights", así como en los fantasiosos y aventureros sones de "The Enduring Story", que formaba parte de "Songs from Albion", esa especie de soundtrack de las novelas de Stephen Lawhead compuesto por el teclista estadounidense Jeff Johnson y el flautista irlandés Brian Dunning, antiguo miembro de Nightnoise. Destacable es también, y se trataba de algo habitual en Resistencia, el esmerado diseño gráfico del producto y la cantidad de información que le acompañaba.

En la declaración de intenciones que presenta el cuadernillo interior, se advierte que no se trata este disco "de una de tantas publicaciones oportunistas, sino que pretende ir más allá de lo trillado y superficial para adentramos en terrenos vírgenes y zonas no cartografiadas, siguiendo zigzagueantes vericuetos en pos de la belleza. Evocadoras planicies electrónicas salpicadas de voces que cantan en idiomas inexistentes, de instrumentos que nos traen resonancias de culturas ancestrales del planeta, de otras épocas de la cultura, de lamentos por la pérdida de la inocencia, de hechizos druídicos, de eclipses astrales, de expediciones al universo y a los más recónditos adentros del alma. Reconfortantes sonidos celebratorios que elevan el espíritu e inducen a la danza y, más tarde, al sosiego y la calma. Vuelos de mandolinas entre tañer de arpas. Todo eso es este doble álbum insondable, repleto de profundidades sónicas desde las que se elevan gráciles melodías universales, satélites que rotan presentando innúmeras facetas clandestinas, perennes marfiles óseos sepultados en carnes grávidas y efímeras que resurgen, como ave fénix, liberados por el fuego y los tambores de la percusión para asumir caprichosas y artísticas formas". Ni más ni menos. Indudablemente, un homenaje a la belleza de una época en la que esa característica de lo más placentero se veía personificada en este tipo de música tan válida y tan reconfortante.

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