La historia de la música esta poblada de intérpretes perfectamente válidos que no acaban de encontrar esa melodía, esa canción que les aúpe a la notoriedad. Aun así, muchos de ellos continúan publicando obras de cierto interés que les proporcionan un buen numero de seguidores que por una u otra razón conectan con su esencia. Sus intenciones de presentar una música sincera, agradable y entretenida también merecen un poco de atención, aunque tal vez se acabe arrinconando su propuesta a favor de otras que presentan mejores condiciones. Por ejemplo, en el campo de las Nuevas Músicas, y en una onda parecida a la del sensacional dúo de ascendencia griega formado por Chris Spheeris y Paul Voudouris, pero sustituyendo la esencia mediterránea con acercamientos orientales por aromas latinos y de smooth jazz, nos encontrábamos en la década de los 90 con otro dúo basado, como aquel, en guitarras, teclados e instrumentos de viento, con los que interpretaban una música ligera, fresca y seductora: Bob Fowler y Stephen Branca. Habiendo tocado juntos desde 1979, no fue sino hasta la década de los 90 cuando la compañía de Boulder (Colorado) Silver Wave Records les concedió la primera oportunidad para dar a conocer su música. Fowler & Branca publicaron un correcto álbum de debut titulado "The face on Cydonia", que tuvo una buena acogida. Sin embargo, el dúo se superó en su siguiente plástico, un trabajo publicado en 1993 por Silver Cloud titulado "Etched in stone".
"A veces miramos hacia atrás y nos damos cuenta de que nuestro destino estaba probablemente 'grabado en piedra'", decía Fowler, jugando con el título del disco, y con la relación de estos dos músicos. Sus primeros pasos juntos los dieron componiendo canciones para otros artistas, principalmente de jazz, hasta que decidieron enfocar su música hacia una mezcla de estilos que, finalmente, les publicó Silver Wave. De influencias variadas, tal vez se escuchen más en este trabajo las del mundo del jazz (Pat Metheny, Béla Fleck and the Flecktones) que las del pop y el rock (The Beatles, Jimmy Hendrix, Peter Gabriel), pero se asoman de manera palpable otras del country (James Taylor), blues o música latina, si bien sus trabajos iban a ser también comercializados como new age, más que como smooth jazz o world music. "Windy sky" es un acertado comienzo, en el que una alegre guitarra de suave jazz (si fuera un saxo el que ejecutara la melodía tal vez estaríamos escuchando a Kenny G) interpreta una melodía ausente de riesgo, aunque en definitiva agradable. Una brisa tropical envuelve "Just give it time", con suave tarareado femenino, en la que lo mas destacable es el efecto meciente de un buen violín, que mejora notablemente la pieza. Y en un crescendo de interés y calidad, la buena terna inicial concluye con la que sin duda es la canción estrella del álbum, "On a chestnut horse", de bonita melodía aflautada, pegadiza y galopante. Pasarán los minutos hasta encontrar niveles parecidos de intensidad, que llegarán con "Dolores" (reposado, romántico, un tema que se hace excesivamente corto, pero que en minuto y medio aporta más energía al disco que varias de sus composiciones mas elaboradas) y "The choice is yours" (un final del álbum donde la guitarra se muestra sola y sincera superando, con rasgueos apasionados, sus anteriores presencias solistas en el trabajo, un disco que puede gustar más o menos pero al que no se le puede negar eso precisamente, la pasión y la entrega con la que está realizado). Entre medio, alguna pieza reflexiva ("Learn to love again", con un toque de nocturnidad merced al sensual saxo que, en un delicado baile con los teclados, continúa siguiendo la estela de Kenny G, sin llegar a alcanzarle), romanticismo ("Only the love remains"), sones tropicales ("Anegada"), bossa nova ("Why not"), y otras tres composiciones llamativas: "No más" (de guitarra pura, sentimental, que inunda la pieza de magia hispana y tropical, en una onda interior a la que se une el viento en un agradable y complacido diálogo, que culmina con un curioso canto en español muy dulzón, del más típico estilo Disney), "Etched in stone" (donde teclados y percusión electrónica intentan abordar una melodía épica con la posterior colaboración de la guitarra, un tema bien elaborado que aunque realmente se queda a medio camino, bien podría haber firmado David Arkenstone o algún otro artista de la potente Narada Productions) y "One winter morning" (un conjunto sencillo de curiosos sones navideños y campanillas de felicidad, con melodía danzarina de teclado). En resumen, y más allá de etiquetas, una música de gran naturalidad y sencillez, simpleza de formas dentro de un estilo cálido y sensual, si bien con poca profundidad (el trabajo es autoproducido). Ciertamente, hay buena compenetración entre los dos músicos, y se han sabido rodear en su carrera de interpretes fieles y fiables para sus creaciones, un amplio abanico de instrumentación que en "Etched in stone" incluía teclados, guitarra, bajo, vientos (flautas, oboe, piccolo, saxo soprano), violín y algunas voces. Bob Fowler interpretaba bajo (con y sin trastes), piano, sintetizador y secuenciador, mientras que Stephen Branca se ocupaba de guitarras (acústicas y eléctricas), teclados y sintetizador. Fowler es además el ingeniero de sonido de los trabajos y Branca actúa como diseñador gráfico. Actualmente continúan grabando su música desde el estudio SSR de Fowler en Smithville (New Jersey).
"Etched in stone" se publicó en marzo de 1993, y alcanzó el puesto 17 en el listado de new age de la revista Billboard. La obra no parece presentar una temática clara sino totalmente dispersa, aunque la portada (diseño del propio Stephen Branca) parezca inducir a un viaje por llanuras y desiertos. Poco hay de árido y desértico en el álbum, salvo quizás el ritmo cabalgante de "On a chestnut horse" y por supuesto el título de una grabación dedicada, aparte a las familias y al ingeniero de sonido Mike Kehr, "a todos los oyentes y las personas en la industria que nos apoyan, ellos son el aliento que nos inspira". La sutil mezcolanza de géneros y la eficiencia de piezas como "On a chestnut horse", "Just give it time" o "Dolores" le valieron a "Etched in stone" para ser considerado a una nominación a los premios grammy en la categoría new age en 1993; eso es lo que cuentan los artistas en su web, si bien con tanta competencia en estos años de grandísimos trabajos en las Nuevas Músicas, se puede comprobar con una simple búsqueda que el disco no pasó el primer corte en ese año en que ganó Enya con "Shepherd moons", secundada por Kitaro, Shadowfax, Tangerine dream y Yanni. En 1995 el recopilatorio "The best of Silver Wave, Vol. 3: The stars" contó con dos composiciones de "Etched in stone", "Just give it time" y "No más", y en 1997 otro recopilatorio titulado "Full moon", de la compañía Intersound Records, incluyó "One winter morning" junto a otras obras de artistas reconocidos como Patrick O'Hearn, Suzanne Ciani, Chris Spheeris o Ottmart Liebert. Fowler y Branca continuaron su relación con Silver Wave Records con un último trabajo en 1994, "Three flights up", en la misma línea que los anteriores, y un año después estos dos músicos se autoprodujeron un álbum "Real nice ride", momento en el cual desaparecieron de la parte pública de la industria hasta que volvieron en 2011 con "If wishes were horses, beggars would ride", al que siguió "Winter chill" en 2014.
Vaya,recordaba ese temilla de escucharlo en el programa de Trecet pero no sabía de quien era.
ResponderEliminarGracias por estos buenos recuerdos,Pepe.
Una cancioncilla simpática, como el disco. A veces conviene recordar estas cosas no tan grandilocuentes pero que también han tenido su momento.
ResponderEliminarSaludos, Santi.