La de Stephan Micus es posiblemente la música mas pacífica que pudiera existir. Desde su primer viaje a oriente en la adolescencia, este alemán sintió algo que le hizo absorber la esencia primera de lo tradicional, de lo auténtico de cada rincón del mundo que visita: "A los 16 años quedé fascinado con oriente, su cultura, su música, su gastronomía, sus mujeres, sus gentes... todo. Lo más paradójico es que continúo sin saber realmente cual es la naturaleza de esa atracción". Su discografia, distinta, auténtica, profundamente sincera y espiritual, está plagada de obras minoritarias para el gran público y posiblemente legendarias para esa pequeña pero gracias a Dios existente minoría que sabe dejarse atrapar por la pureza de un sonido primigenio, conducido a un terreno particular, un estilo de vida en sí mismo, aventurero y en contínua búsqueda ("mi música tiene mucha influencia de las tradiciones, pero ese sólo es el origen del que arrancan mis composiciones. De conocer mínimamente las raíces de la música popular, no es difícil apreciar los matices de experimentación y vanguardia que aporto en cada cosa que hago"). Sus obras son la banda sonora de las grandes llanuras, los paisajes montañosos, la inmensidad oceánica o los hielos eternos, pero todo acentuado con un poso de humildad y devoción que hace su escucha más personal, casi como si acompañáramos al artista en sus viajes. Uno de los más acertados lo publicó ECM Records en 1986 (fue su primer álbum directamente en ECM tras años grabando para su sello subsidiario JAPO Records) y llevaba por título "Ocean".
La trayectoria artística de Stephan Micus comenzó realmente en Ibiza, donde vivía su padre, con unas grabaciones caseras que, tras su presentación en la emisora neoyorquina WBAI, le condujeron (con un paso previo por Virgin Records, en una época maravillosa en la que podían convivir en dicho sello Mike Oldfield con Tangerine Dream, Peter Gabriel o el propio Micus -aunque este grabó realmente para su filial, Caroline Records-) hasta Manfred Eicher y su compañía ECM. Allí ha publicado no sólo su música sino que ha plasmado realmente su vida, una obra amplia y siempre interesante que abarca desde serenidades inmutables, personales, hasta gozosos pasajes rítmicos, casi siempre en una onda meditativa de carácter oracional. A tener en cuenta son los instrumentos utilizados en cada álbum, con los que Stephan desarrolla sus historias: "Elijo dos o tres instrumentos que en ese momento me gusta tocar e investigo, luego miro qué otros instrumentos pueden acompañar a los protagonistas. Siempre hay algún instrumento que en ese momento me interesa mucho y con el que tengo deseo de hacer música, entonces empiezo tocándolo, improvisando muchas veces y grabándolo todo hasta que encuentro unas frases que me parezcan interesantes. Después desarrollo estas frases que eran como semillas y trabajo sobre esas ideas". En "Ocean" el protagonismo pasaba por la voz, las cuerdas (hammered dulcimer -instrumento de cuerda percutida de la familia del salterio- y zither -cítara alemana-), los vientos (nay -antigua flauta de caña egipcia- y Shakuhachi -flauta de bambú japonesa-) y un órgano de boca procedente de China pero interpretado en Japón, de nombre sho, que Micus modificó para conseguir en esta grabación notas más graves ("su sonido es de un inmenso valor para mí", dijo). "Ocean" está dividido en cuatro partes simplemente numeradas, algo habitual en su autor: "Para mí los discos son una entidad, por eso siempre titulo a los temas parte primera, segunda..., lo veo como una historia (...), un movimiento entero de principio a fin, como un viaje". El comienzo es ya de por sí digno de elogios, "Ocean part I" es una soberbia combinación de melodía reiterativa percutida (salterio) y voz oracional con el importante elemento añadido del ney. Un tema magistral, un acertado canto con auténtico gancho, que atrae sin remedio hacia "Ocean part II"; sobre el fondo reverberante del sho emerge el susurro de la flauta shakuhachi, como un canto bajo la luz lunar, animado más adelante con las cuerdas de la cítara y del inefable dulcimer, que acaban tomando las riendas rítmicas de esta espléndida pieza de 20 minutos agradables e intensos, que acaban en una suerte de trance inmemorial. De nuevo aparece la magia del dulcimer, como un dulce oleaje en un océano más calmado y nocturno, el de "Ocean part III", navegando mansamente hacia un amanecer simbolizado por la gloriosa monotonía de la shakuhachi, que conforme avanza la composición va fundiendose con el ambiente en una comunión espiritual; muy del estilo de Micus, la repetitividad le confiere un cierto aura hipnótica. Un solo de sho culmina el trabajo, "Ocean part IV" es una pieza más atmosférica, menos mundana aunque ciertamente profunda, en un ambiente sacro, tan sagrado como la propia naturaleza que inspira álbumes como este, un trabajo sentido, trascendental por momentos, especialmente en su primer tramo, dos primeros paisajes acústicos de enorme magnitud, que posiblemente pretendían reflejar impresiones de inmensidad, de lo grandioso de la naturaleza más impenetrable, de ahí que la relajación del segundo corte sea tan tensa, imbuida de un cierto miedo a lo desconocido. A pesar de su oceánico título, no utiliza Stephan sonidos de agua, no precisa llenar minutaje con grabaciones facilonas, se limita a observar desde bien cerca y a describir la belleza con su deslumbrante concepto musical.
La trayectoria artística de Stephan Micus comenzó realmente en Ibiza, donde vivía su padre, con unas grabaciones caseras que, tras su presentación en la emisora neoyorquina WBAI, le condujeron (con un paso previo por Virgin Records, en una época maravillosa en la que podían convivir en dicho sello Mike Oldfield con Tangerine Dream, Peter Gabriel o el propio Micus -aunque este grabó realmente para su filial, Caroline Records-) hasta Manfred Eicher y su compañía ECM. Allí ha publicado no sólo su música sino que ha plasmado realmente su vida, una obra amplia y siempre interesante que abarca desde serenidades inmutables, personales, hasta gozosos pasajes rítmicos, casi siempre en una onda meditativa de carácter oracional. A tener en cuenta son los instrumentos utilizados en cada álbum, con los que Stephan desarrolla sus historias: "Elijo dos o tres instrumentos que en ese momento me gusta tocar e investigo, luego miro qué otros instrumentos pueden acompañar a los protagonistas. Siempre hay algún instrumento que en ese momento me interesa mucho y con el que tengo deseo de hacer música, entonces empiezo tocándolo, improvisando muchas veces y grabándolo todo hasta que encuentro unas frases que me parezcan interesantes. Después desarrollo estas frases que eran como semillas y trabajo sobre esas ideas". En "Ocean" el protagonismo pasaba por la voz, las cuerdas (hammered dulcimer -instrumento de cuerda percutida de la familia del salterio- y zither -cítara alemana-), los vientos (nay -antigua flauta de caña egipcia- y Shakuhachi -flauta de bambú japonesa-) y un órgano de boca procedente de China pero interpretado en Japón, de nombre sho, que Micus modificó para conseguir en esta grabación notas más graves ("su sonido es de un inmenso valor para mí", dijo). "Ocean" está dividido en cuatro partes simplemente numeradas, algo habitual en su autor: "Para mí los discos son una entidad, por eso siempre titulo a los temas parte primera, segunda..., lo veo como una historia (...), un movimiento entero de principio a fin, como un viaje". El comienzo es ya de por sí digno de elogios, "Ocean part I" es una soberbia combinación de melodía reiterativa percutida (salterio) y voz oracional con el importante elemento añadido del ney. Un tema magistral, un acertado canto con auténtico gancho, que atrae sin remedio hacia "Ocean part II"; sobre el fondo reverberante del sho emerge el susurro de la flauta shakuhachi, como un canto bajo la luz lunar, animado más adelante con las cuerdas de la cítara y del inefable dulcimer, que acaban tomando las riendas rítmicas de esta espléndida pieza de 20 minutos agradables e intensos, que acaban en una suerte de trance inmemorial. De nuevo aparece la magia del dulcimer, como un dulce oleaje en un océano más calmado y nocturno, el de "Ocean part III", navegando mansamente hacia un amanecer simbolizado por la gloriosa monotonía de la shakuhachi, que conforme avanza la composición va fundiendose con el ambiente en una comunión espiritual; muy del estilo de Micus, la repetitividad le confiere un cierto aura hipnótica. Un solo de sho culmina el trabajo, "Ocean part IV" es una pieza más atmosférica, menos mundana aunque ciertamente profunda, en un ambiente sacro, tan sagrado como la propia naturaleza que inspira álbumes como este, un trabajo sentido, trascendental por momentos, especialmente en su primer tramo, dos primeros paisajes acústicos de enorme magnitud, que posiblemente pretendían reflejar impresiones de inmensidad, de lo grandioso de la naturaleza más impenetrable, de ahí que la relajación del segundo corte sea tan tensa, imbuida de un cierto miedo a lo desconocido. A pesar de su oceánico título, no utiliza Stephan sonidos de agua, no precisa llenar minutaje con grabaciones facilonas, se limita a observar desde bien cerca y a describir la belleza con su deslumbrante concepto musical.
Una historia dentro de la historia cuenta que la oficina de Manfred Eicher se encontraba a tan sólo 20 kilómetros de la casa del joven Stephan en Alemania. Tuvo que viajar a Oriente, a España, a Estados Unidos, y comenzar a publicar en una compañía británica, para acabar regresando a su lugar de origen, como un destino marcado. Su música refleja un estilo de vida y un tipo de conducta dictaminada por las leyes de la naturaleza y el contacto con los pueblos y las culturas mundiales ("si mi amor por la naturaleza se percibe en mi música, es que todo va bien"). Su encomiable capacidad de adaptación a dichas situaciones da lugar a una música plena de fuerza y conectada con la energía telúrica. Todo el mundo debería dejarse atrapar en alguna ocasión por plegarias como "Ocean part 1" y en general por cualquier creación de Stephan Micus, un compositor brillante, lamentablemente poco conocido (está muy lejos del star system, tanto por estilo como por voluntad propia, si bien su casi anonimato es una delicia para nosotros, pues así mantiene intacta su pureza y sus intenciones), que siempre transmite optimismo y cuya acogida crítica suele ser espectacular, aunque su fama sea tan limitada como la de la mayoría de los músicos que conviven en ECM Records.
ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:
No hay comentarios:
Publicar un comentario