Muchos términos musicales resultan paradójicos, comenzando por el propio epígrafe Nuevas Músicas. Músicas del mundo, o más atrayente en inglés, World Music (que es el verdadero término adoptado en 1987 para denominar al género étnico), es otro gran escollo para el entendimiento, ¿o es que acaso no todas las músicas son del mundo? El espíritu globalizador imperante en los 80 y el afán de las compañías discográficas por vender se puso de lado de ciertos músicos del conocido como 'tercer mundo' que, basados en su folclore autóctono, no sólo exploraban en fusiones audaces con occidente, sino que en ocasiones lograban un considerable éxito, manteniendo la categoría de mitos o maestros de la que gozaban en sus respectivos países. Youssou N'Dour, Ali Farka Touré, Ladysmith Black Mambazo, Nusrat Fateh Ali Khan, Mory Kante o Ofra Haza son sólo algunos nombres de indudable éxito, en su mayoría provenientes de Africa, a los que podemos unir muchos otros de los demás continentes, ya que la World Music, aunque contribuya a afianzar las distancias entre primer y tercer mundo, es un concepto que lo mismo puede englobar cantos sufíes, rancheras, oraciones tibetanas o flamenco. Peter Gabriel, Paul Simon o David Byrne son ejemplos de músicos occidentales que ayudaron a impulsar esta etiqueta y a determinados artistas de gran interés, pero para otros ilustres como Philip Glass no cabe duda de que el sitarista indio Ravi Shankar fue clave -incluso padre- de ese movimiento, años antes de su institución.
Tras décadas de trabajo y popularidad en la India y numerosos viajes por el mundo, Ravi Shankar conoció al 'Beatle' George Harrison en 1966 y se convirtió en su maestro, lo que aparte de una nutrida fama le acarreó ciertas críticas por "prostituir la música india". El propio Harrison es un reclamo en "Tana mana", al acudir a la llamada de su mentor y amigo para tocar en el mismo cítara y sintetizador, pero para este salto tan importante hacia el gran público y la distribución de una gran compañía, Ravi optó además por facilitar las cosas, por la fusión con otros estilos e instrumentos, y por acortar las duraciones de las canciones, más acordes con el gusto occidental y la radiodifusión. Aún así, a pesar de no tocar la música que le reclamaban los puristas de su país, este maestro consiguió su objetivo de "no perder la indianidad de su música". Más allá, con adaptaciones como ésta, no exentas de alma (Menuhin dice en la introducción de la citada biografía de Shankar que "a la proverbial serenidad de lo indio, el músico de la India aporta una exaltada expresión personal de unión con el infinito, como en el amor infinito"), Ravi dió un importante paso para mantener viva la música clásica india en el mundo contemporáneo, abriendo camino a otros músicos notables, como su propia hija Anoushka Shankar. Publicado por Private Music en 1987, "Tana mana" significa 'cuerpo y mente', y su propuesta incide en la fusión de elementos orientales y occidentales abordando un nuevo camino en el que se unifican música india, jazz y electrónica. Mientras que en el CD y la contraportada se puede leer simplemente Ravi Shankar, en general se atribuye el álbum a 'The Ravi Shankar Project', en un curioso intento de crear un grupo de atractivo nombre, más avanzado tecnológicamente de lo que hasta la fecha había ofrecido el músico de Benarés. Instrumentistas indios (incluyendo a la vocalista Lakshmi Shankar -sin parentesco alguno con Ravi- o a Shubho Shankar -hijo del maestro, fallecido de neumonía a los 50 años-) se funden con nombres estadounidenses como los de los productores (Peter Baumann y Frank Serafine) o los de los conocidos Patrick O'Hearn (al bajo) o el mencionado George Harrison. La alegría inunda el comienzo del disco, una corta pieza de título "Chase", que sirve de introducción a tres grandes canciones, momento álgido del álbum inaugurado con "Tana mana", tema vocal de elegante producción en su buscada sobriedad, donde el atavío electrónico no esconde el encanto del ambiente hinduista. "Village dance" presenta un ritmo mucho más danzarín, melodía folclórica muy atractiva que sabe encandilar y que ha llegado a titular algún recopilatorio de nuestro artista. La tercera gran pieza en discordia, de título "Seven and 10 1/2" hace gala de un desarrollo misterioso, de logrado misticismo especialmente a través del curioso acompañamiento vocal rítmico e ininteligible. El arte inmortal de la danza folclórica india (conviene reseñar el idilio del joven Ravi con la danza a través de su hermano mayor, Uday, que creó una compañía de éxito con la que llevó a toda la familia a París en 1930) se ve reflejado tanto en lo visual de algunas de las canciones como en su propio carácter étnico ("Romantic voyage"). En "West eats meat", el propio título indica una nutrida labor de fusión cultural, donde instrumentaciones de uno y otro lado del mundo se dan la mano para recrear un encuentro de monumental encanto. Coincidiendo con la personalidad de un Ravi Shankar que firma las diez composiciones del álbum, no es nada pretencioso el mismo, y se marcha en paz con la composición "Supplication", dejando buenas sensaciones en el oyente, que comprueba cómo las largas ragas características de los sitaristas indios pueden acortarse a nuestro modo, ejecutando temas no exentos de cierta profundidad espiritual, combinados con ritmos más fáciles y modernos.
Ravi visitó Estados Unidos por vez primera en 1932, en una época en la que el sitar era un hobby y él se consideraba más que nada bailarín. Todo cambió pocos años después, eligió gurú -Allauddin Khan, padre de Ali Akbar Khan-, y con él desarrolló su técnica y decidió consagrar su vida a la música, más allá del frívolo éxito de la danza. Fue sin embargo Tat Baba su maestro más importante, personaje mágico que influyó definitivamente en su éxito. Shankar tuvo una gran popularidad en EEUU cuando los Beatles le 'descubrieron' a occidente, se instaló en los Estados Unidos y dió populosos conciertos, y aunque su figura un poco diluida con el tiempo no se llegó a eclipsar, fue recuperado con el típico buen ojo de Peter Baumann para Private Music, donde publicó tres discos a finales de los 80, justo cuando comenzaba a instaurarse la mencionada etiqueta World Music: "Tana Mana" (1987), un estupendo concierto en Moscú llamado "Inside the Kremlin" (1989), y la espléndida e imprescindible colaboración con Philip Glass de título "Passages" (1990). "Tana mana", compuesto por Ravi Shankar un año después de sufrir un infarto, es una hermosa sucesión de piezas cantarinas, que van más allá de continentes y épocas para acatar la universalidad de la música india y darla a conocer al resto del mundo, en su faceta más asequible, a través de uno de sus grandes valedores.
ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:
RAVI SHANKAR & PHILIP GLASS: "Passages"
Tras décadas de trabajo y popularidad en la India y numerosos viajes por el mundo, Ravi Shankar conoció al 'Beatle' George Harrison en 1966 y se convirtió en su maestro, lo que aparte de una nutrida fama le acarreó ciertas críticas por "prostituir la música india". El propio Harrison es un reclamo en "Tana mana", al acudir a la llamada de su mentor y amigo para tocar en el mismo cítara y sintetizador, pero para este salto tan importante hacia el gran público y la distribución de una gran compañía, Ravi optó además por facilitar las cosas, por la fusión con otros estilos e instrumentos, y por acortar las duraciones de las canciones, más acordes con el gusto occidental y la radiodifusión. Aún así, a pesar de no tocar la música que le reclamaban los puristas de su país, este maestro consiguió su objetivo de "no perder la indianidad de su música". Más allá, con adaptaciones como ésta, no exentas de alma (Menuhin dice en la introducción de la citada biografía de Shankar que "a la proverbial serenidad de lo indio, el músico de la India aporta una exaltada expresión personal de unión con el infinito, como en el amor infinito"), Ravi dió un importante paso para mantener viva la música clásica india en el mundo contemporáneo, abriendo camino a otros músicos notables, como su propia hija Anoushka Shankar. Publicado por Private Music en 1987, "Tana mana" significa 'cuerpo y mente', y su propuesta incide en la fusión de elementos orientales y occidentales abordando un nuevo camino en el que se unifican música india, jazz y electrónica. Mientras que en el CD y la contraportada se puede leer simplemente Ravi Shankar, en general se atribuye el álbum a 'The Ravi Shankar Project', en un curioso intento de crear un grupo de atractivo nombre, más avanzado tecnológicamente de lo que hasta la fecha había ofrecido el músico de Benarés. Instrumentistas indios (incluyendo a la vocalista Lakshmi Shankar -sin parentesco alguno con Ravi- o a Shubho Shankar -hijo del maestro, fallecido de neumonía a los 50 años-) se funden con nombres estadounidenses como los de los productores (Peter Baumann y Frank Serafine) o los de los conocidos Patrick O'Hearn (al bajo) o el mencionado George Harrison. La alegría inunda el comienzo del disco, una corta pieza de título "Chase", que sirve de introducción a tres grandes canciones, momento álgido del álbum inaugurado con "Tana mana", tema vocal de elegante producción en su buscada sobriedad, donde el atavío electrónico no esconde el encanto del ambiente hinduista. "Village dance" presenta un ritmo mucho más danzarín, melodía folclórica muy atractiva que sabe encandilar y que ha llegado a titular algún recopilatorio de nuestro artista. La tercera gran pieza en discordia, de título "Seven and 10 1/2" hace gala de un desarrollo misterioso, de logrado misticismo especialmente a través del curioso acompañamiento vocal rítmico e ininteligible. El arte inmortal de la danza folclórica india (conviene reseñar el idilio del joven Ravi con la danza a través de su hermano mayor, Uday, que creó una compañía de éxito con la que llevó a toda la familia a París en 1930) se ve reflejado tanto en lo visual de algunas de las canciones como en su propio carácter étnico ("Romantic voyage"). En "West eats meat", el propio título indica una nutrida labor de fusión cultural, donde instrumentaciones de uno y otro lado del mundo se dan la mano para recrear un encuentro de monumental encanto. Coincidiendo con la personalidad de un Ravi Shankar que firma las diez composiciones del álbum, no es nada pretencioso el mismo, y se marcha en paz con la composición "Supplication", dejando buenas sensaciones en el oyente, que comprueba cómo las largas ragas características de los sitaristas indios pueden acortarse a nuestro modo, ejecutando temas no exentos de cierta profundidad espiritual, combinados con ritmos más fáciles y modernos.
Ravi visitó Estados Unidos por vez primera en 1932, en una época en la que el sitar era un hobby y él se consideraba más que nada bailarín. Todo cambió pocos años después, eligió gurú -Allauddin Khan, padre de Ali Akbar Khan-, y con él desarrolló su técnica y decidió consagrar su vida a la música, más allá del frívolo éxito de la danza. Fue sin embargo Tat Baba su maestro más importante, personaje mágico que influyó definitivamente en su éxito. Shankar tuvo una gran popularidad en EEUU cuando los Beatles le 'descubrieron' a occidente, se instaló en los Estados Unidos y dió populosos conciertos, y aunque su figura un poco diluida con el tiempo no se llegó a eclipsar, fue recuperado con el típico buen ojo de Peter Baumann para Private Music, donde publicó tres discos a finales de los 80, justo cuando comenzaba a instaurarse la mencionada etiqueta World Music: "Tana Mana" (1987), un estupendo concierto en Moscú llamado "Inside the Kremlin" (1989), y la espléndida e imprescindible colaboración con Philip Glass de título "Passages" (1990). "Tana mana", compuesto por Ravi Shankar un año después de sufrir un infarto, es una hermosa sucesión de piezas cantarinas, que van más allá de continentes y épocas para acatar la universalidad de la música india y darla a conocer al resto del mundo, en su faceta más asequible, a través de uno de sus grandes valedores.
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