2.9.19

TANGERINE DREAM:
"Force Majeure"

A finales de los años 70 del pasado siglo, Tangerine Dream eran ya una banda veterana, totalmente curtida en el panorama musical electrónico, si bien necesitaban un cambio en su modelo de trance secuenciado que, por otra parte, tan buenos resultados había ofrecido hasta entonces. Sólo unos pocos años atrás los Tangerine Dream no eran tarareables, incluso difícilmente radiables (al menos en la radio pública y comercial), pero en "Stratosfear" mandaba ya una pauta melódica en desarrollos muy asequibles, más allá de las semi-improvisaciones cósmicas y ambientales, con o sin secuenciador, de obras anteriores. Ese camino iba a tomar un nuevo rumbo en 1979, cuando Virgin Records publicó "Force Majeure", un trabajo grabado en Berlín durante siete semanas de ese año. La música electrónica no permite que sus estrellas se estanquen, aunque la evolución técnica y la personal no van siempre de la mano en cuanto a las exigencias cualitativas. En este caso, y después de entrar de lleno en el rock progresivo con un álbum que no se llegó a entender titulado "Cyclone", Edgar Froese y Christopher Franke, con la ayuda de Klaus Krieger y Eduard Meyer, gestaron una obra maestra, de hecho uno de sus álbumes más vendidos y mejor valorados por sus fans de siempre.

A finales de 1977, tras mezclar el álbum en vivo "Encore", Peter Baumann había abandonado Tangerine Dream para centrarse en su carrera en solitario y, poco después, en su aventura con Private Music. Baumann fue valiente, porque se fue en el momento de mayor popularidad de una banda en la que, posiblemente, había demasiadas estrellas. El flautista Steve Joliffe (que había pertenecido brevemente al grupo en 1969) y el batería Klaus Krieger entraron en su lugar y el cuarteto publicó el mencionado "Cyclone", que no fue aceptado demasiado bien por la crítica. La banda renació de sus cenizas, sin embargo, cuando un año después, y tras la nueva marcha de Joliffe, publicó "Force Majeure", donde continuaba Krieger a la batería, Ervard Meyer interpretaba un poco destacable violonchelo, y las dos efes se ocupaban del resto de teclados y guitarras, estas últimas a cargo de Froese. Su mujer, Monique, diseñó la portada, tal vez inspirada -como la de "Stratosfear"- en la película "2001: Una odisea del espacio". Poseedor de una innegable fuerza y carisma, su estilo directo -en parte por esa inclusión de batería y potente guitarra- conecta con el sonido de los 80, y en su minutaje no se echa de menos la carga ambiental de trabajos anteriores, agradeciendo totalmente ciertos momentos de ritmo frenético y guitarras agonizantes, en la obra más cercana al rock de la banda naranja. Tras un notable inicio fantasmal y un interludio voluble y vaporoso (un comienzo atractivo pero que no alcanza a vislumbrar por qué caminos va a continuar el trabajo), la obra parece entrar en los derroteros de fuerza y rotundidad por los que va a ser recordada especialmente, merced a teclados, batería y guitarras que introducen un pasaje de psicodelia electrónica muy asequible. Acto seguido, una atractiva y enérgica melodía, agraciado leitmotiv, acaba por enganchar definitivamente a cualquier indeciso en este tramo temprano del disco, una autentica maravilla, hito de los Dream más comerciales, que raramente no es más recordado por critica y público, suponiendo una cierta injusticia en su larga carrera. Un tren nos recoge y nos conduce despacio, tras una nueva guitarra ambiental y atmósfera onírica, hacia otro pasaje sinfónico de gran belleza (variación del principal) y, sin dejar respirar, a un final movido y abierto, también atractivo. El conjunto de esta suite de 18 minutos titulados igual que el álbum es espectacular, ciertamente redondo. De apariencia más reposada pero sobrada contundencia es la cara B del álbum, con nuevos pasajes repletos de vida que se alejan completamente de la oscuridad de años atrás, como es el caso del segundo corte, "Cloudburst Flight", un duelo al sol -el ambiente es cálido y el sonido silbante traslada a ciertos spaghetti western- de teclado y guitarra, una intensa guitarra eléctrica que ruge especialmente en ese segundo corte y en el comienzo del tercero, "Thru Metamorphic Rocks", anterior a un largo pasaje de ritmo urbano aguerrido, pequeña suite rítmica muy llevadera, últimos coletazos de este aconsejable (aún más, sin duda imprescindible) plástico. Como si fuera algo normal, hubo problemas con los aparatos técnicos -un clásico en la banda- durante la grabación de esta última composición, aunque volvieron a salir airosos no eliminando una extraña distorsión en los instrumentos, de hecho aprovechándola para mantener un tono chocante, misterioso. En el álbum de 2003 "DM4" hay una versión muy cambiada de este último corte titulada "Meta Morph Magic". El preámbulo del disco constituía una intriga que enseguida desarrollaba una historia de enorme intensidad, si bien no se trataba ésta de una de las bandas sonoras de películas que les fueron encargadas desde entonces, tal vez por ese paso hacia lo comercial ('Risky Business', 'Thief', 'Legend', 'Firestarter'...); de hecho, y visiblemente satisfechos (no es para menos) de lo conseguido en el álbum, Froese y Franke rescataron extractos, convenientemente retocados, para los soundtracks de 'Risky Business' ("Lana" proviene del corte "Force Majeure" y "Guido the Killer Pimp" de "Cloudburst Flight") y 'Thief' ("Igneous" presenta el final de "Thriu Metamorphic Rocks" remezclado). Virgin Records no supo aprovechar la vis comercial del álbum, publicando únicamente un extraño single promocional con una sola cara impresa, titulado "Excerpts from Force Majeure". Publicado en CD desde 1984, una edición remasterizada de 2019 presentaba un cuarto tema, "Chimes and Chains", pieza rítmica de intento pegadizo, compuesta y grabada por Christopher Franke en 1979. Aunque la experiencia fue apabullante y el resultado fue de lo más convincente (de hecho, Edgar Froese llamó 'Force Majeure' a su autobiografía de 2017), Froese y Franke decidieron prescindir de la batería real en los siguientes discos de Tangerine Dream, por lo que Krieger dejó también el grupo (se fue a tocar con la iguana, Iggy Pop) y entró en el mismo un nuevo teclista, Johannes Schmoelling, que tenía la papeleta de suplir el sonido que antaño desempeñaba Peter Baumann, ahí es nada.

Paisajes oníricos cuyas brumas se abren a paraísos del ritmo, encrucijadas de estilos en las que rebosan mares de rock y electrónica, "Force Majeure" es un disco frontera -marcando el final de la que sin duda fue su mejor década- que gozó de lo mejor de la banda alemana, adoptando en mayor medida que en obras anteriores una estética comercial (para esa gozosa época), cercana al producto que podían ofrecer superventas como Mike Oldfield o Jean Michel Jarre. Aun así, tuvieron difícil la aceptación de este nuevo sonido que, realmente, había nacido años atrás, su público de la época oscura les dio la espalda y el nuevo llegaba con dificultad, aunque estableciendo una extraordinaria fidelidad hacia este longevo conjunto. La crítica más feroz les achacó que desde "Stratosfear" los Dream dejaron de estar sumidos en las vanguardias para acabar convirtiendo su música en un producto de consumo fácil. ¿No es acaso la música para consumirla y deleitarse?, ¿no se disfruta también con la esplendorosa sucesión de hits melódicos de este álbum, sin dejar de hacerlo con la oscura ambientalidad de "Phaedra", por ejemplo? Seminal por momentos, de carácter pionero en otros, hay que reivindicar y ponderar en su justa medida el trabajo de esta banda pionera, de tantos altibajos como entradas y salidas de miembros, pero en definitiva espectaculares, adictivos y, especialmente en los 70, verdaderamente míticos.

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