Wim Mertens se sorprendía, incluso se indignaba, cuando en los 90 le preguntaban por las novedades que acompañaban a cada nuevo disco que presentaba. La concepción musical de este artista belga, su auténtico 'yo', iba a ser el mismo en cada paso que daba, la diferencia iba a estar en la instrumentación utilizada para expresar sus emociones, y ahí sí que nos podíamos encontrar una sustancial diversidad. Con "Integer Valor" confesó estar acercándose "a una forma amplia de composición musical (...) en la que caben los distintos acentos que tiene cada pieza individualmente, dentro de un todo". Realmente, es maravilloso notar cómo la instrumentación cobra vida en cada pieza concebida bajo este prisma. Esta serie de trabajos que orquestaba paulatinamente su música (piano, cuerdas y vientos, especialmente, sin olvidar las apariciones de la voz) comenzó realmente con "Motives for Writting" (1989), si bien queda aceptada una especie de trilogía maravillosa compuesta por "Shot and Echo" (1993), "Jardin Clos" (1996) y este trabajo publicado en 1998 por Les disques du Crépuscule titulado "Integer Valor", expresión latina que alude al respeto hacia la partitura íntegra tal y como ha sido escrita por un compositor. Al contrario, Mertens opina que "la experiencia musical va mucho más allá de lo que está escrito", respetando la permisibilidad en cuanto a la interpretación libre de la partitura, como un desafío ante el sometimiento a la autoridad musical, esa educación que "mata emocionalmente a buena parte de los que la reciben" (él mismo fue marcado por un inmerecido suspenso en la asignatura de guitarra, sólo por la forma de colocar la mano), y la portada del álbum -una pintura del francés Georges de la Tour titulada 'La femme à la puce'- representa, también como una rebelión ante la autoridad que es su triste destino, a una moribunda se está quitando una pulga. El Mertens más visceral se rebelaba una vez más, desde el primer vistazo a su nueva obra.
La penumbra del cuadro de De la Tour no se trasladaba, afortunadamente, al concepto musical de Wim, tan luminoso y exuberante como suele ser habitual, sin aspavientos pero sin complejos, totalmente seguro de sus variadas maniobras. "Integer Valor" pertenece a esa serie de trabajos más racionales de Mertens, de mejor asimilación y aceptación por parte del público, en los que una música fluida y amena encuentra acomodo, acercando términos y estilos, en terrenos más cercanos al pop que a la vanguardia. Cada uno de los ocho cortes del trabajo tiene su magia particular y una serie de detalles de inequívoca genialidad, tal vez no descubramos nada nuevo si conocemos a fondo la obra del belga, pero es todo tan vibrante y desprendido que se hace verdaderamente atractivo, incluso novedoso. "La fin de la visite" es una entrada apasionada a este mundillo orquestal tan vehemente y atractivo, un corte rotundo que recuerda a tiempos pasados de este artista por su excitante uso de los metales sobre un fondo repetitivo frenético de piano que le concede un elegante toque de distinción. Mertens torna en romántico al instante, en un "Au delà du fleuve" que retoma la idea de la sublime "Houfnice" (contenida en "Stratégie de la Rupture") pero de manera más dulce y sin la voz característica del belga, la misma que no se escucha en todo el disco. Es sin embargo "Comme en dormant" la cumbre melancólica del álbum, una de esas piezas como de otra época en las que de vez en cuando un músico logra plasmar toda la sensualidad que es capaz de reunir en cuatro benditos minutos de irrepetible y sencilla belleza. En momentos como este, Mertens sorprende hurgando en la dimensión más poética de la música. Diametralmente opuesta pero igual de inspirada es la anterior en el orden de temas, un "In 3 or 4 Days" donde se pone de manifiesto la especial capacidad del pianista para llevar a su terreno elementos dispersos, hacer suya una cadencia aguerrida, extraña, adornarla con una melodía desenfadada, añadir un fuerte componente orquestal con las notas secas de una guitarra, y de toda esta amalgama cohesionar otra pieza magistral en una obra que a estas alturas es ya una bomba de relojería. En "And Bring You Back" brillan de nuevo, alegres, todos los instrumentos, un completo conjunto que desarrolla una nueva melodía juguetona en cuyo cuerpo se distingue fácilmente esa guitarra, notas limpias y concisas como las de la gozosa "Tout est visible", que vuelve a aportar la delicadeza y romanticismo que ayuda a equilibrar el profundo vaivén de este completo trabajo. En el tramo final no desciende la intensidad, más al contrario "Yes, I Never Did" se alza como otra de sus cumbres, una completa partitura de envoltura orquestal, una marcha intensa, febril, donde vientos y la personalidad de los metales cobran protagonismo desatado. Para concluir, "Sidemen" es una gran sorpresa, una larga pieza (diez minutos) que gana con las escuchas, y cuyo título se refiere a los conocidos como 'sideman', músicos que acompañan a una banda. De nuevo juguetón al piano, este Mertens enérgico, de segunda juventud, se despide con gracia y estilo grandilocuente, puro espectáculo con unos dos minutos finales de lo más extraño. Hablando de esos músicos de sesión, en el grupo que acompaña al piano del líder, un saxofón soprano (Dirk Descheemaeker, que también interpreta el clarinete), un saxo alto (Marc Verdonck), trombón, tuba, trompa, trompeta, chelo, bajos, arpa, guitarra (Peter Verbraecken) y violas y violines, además de la voz de Els Van Laethem. Caso aparte, para extrañeza, es la inclusión con evidente claridad en el último corte, "Sidemen", de la percusión, un elemento no excesivamente habitual en la música de Mertens. Aquí la ejecuta Bart Quartier, que curiosamente formaba también parte de un grupo denominado Sideman. Casi una década atrás, la excepcional "No Testament" fue la primera gran muestra percusiva en la obra de Mertens, teniendo que esperar hasta "Jardin Clos" para volver a encontrarla (en "Often a Bird", por ejemplo); "Hors Nature", así como el final de "The Way Up", son otros grandes ejemplos en la versión integral del álbum, y es que las ocho composiciones de "Integer Valor" venían recogidas, ese mismo año 1998, en "Integer Valor Intégrale", una monumental demostración de las capacidades del músico flamenco, más completa que su predecesor por tratarse de un disco triple, que no perdía en absoluto el interés respecto al mismo (que en definitiva recogía algunas de las canciones más comerciales de esta triada, en un carácter de avanzadilla), sino más bien al contrario, es una escucha larga pero embelesada, auténtica razón de ser del proyecto y objeto de culto de cualquier fan. "To Obey" y "Positively Imperative" -del CD 1, "To Fill in the Blank"-, "Tout ça, cést fini", "Hors-Nature" y "Au fond, la mer" (versión silenciada del genial "Not Me" del álbum "Jardin Clos") -del CD 2, "Written Conversation"- o "The Way Down" -del CD 3, "Full of Cobbles"- son algunos de los títulos a destacar en esta excepcional orgía musical. Desde la primera y enorme relación de Mertens con el cine, en el film de Peter Greenaway "El vientre de un arquitecto", no han sido pocas las películas que han contado con música del belga en su metraje, aunque bien es cierto que no se trata en casi ningún caso de éxitos de taquilla. "Fiesta" fue una película dirigida por Pierre Boutron en 1995 en la que se anticipaban varios de los cortes de "Integer Valor Intégrale" como "The Way Dawn", "The Way Up" o un "In 3 or 4 Days" primario, sin la línea de guitarra. Así mismo, en "Father Damien" (de Paul Cox, conocida en España como "Molokai: La historia del Padre Damián") lucen, ese mismo año 1999, las cuerdas de "A Sandy Shore", que más desarrollada, pasaría a ser "Au fond, la mer" en el segundo disco del 'Intégrale'.
Este músico en plenitud de forma parecía haber encontrado con esta atractiva faceta de su música el secreto de la fascinación, necesario para lograr el seguimiento incondicional de numerosos fieles, de hecho "Integer Valor" -y especialmente con su versión integral de tres discos- es uno de los trabajos más equilibrados en la carrera de este contumaz compositor, plagado de melodías limpias y de variada instrumentación, impostadas hacia un estilo neoclásico pero abierto a nuevas tendencias, una estética atractiva que, como incomprensible anatema desde según qué medios, también encontró voces negativas y retrógradas, los típicos detractores de la obra del belga que le tachaban de aburrido y falto de ideas, cuando su producción, tanto en vastedad como en variedad, demuestra lo contrario. Tal vez el reconocimiento del público, el seguimiento de los medios y un aceptable número de ventas hicieran que algunos consideraran que Mertens tuviera que bajar a la tierra, tal vez no le perdonaran su facilidad para componer piezas populares, su falta de soberbia, o que pensara en el oyente más que en los críticos esnobistas. Su música es simplemente suya, puede perfectamente encontrar acomodo en la melodía o buscar la profundidad de proyectos más difíciles. Creador infalible, este ideólogo del mimimalismo americano ha creado con el tiempo su propio minimalismo a la europea, una impagable marca de agua que muchos intentan imitar. Por ejemplo su propio hermano, Eric Mertens, publicó en 1995 un interesante trabajo titulado "Spleen", en el que se prolongaba la estética digna de su apellido, y colaboraba algún nombre conocido, como el del habitual de Wim, Dirk Descheemaeker.
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Tal vez mi trabajo favorito de Mertens,sin duda en su mejor etapa. "La fin de la visite" o "In 3 or 4 days" son alguans de mis composiciones favoritas de este gran señor.
ResponderEliminarUn gran señor, sin duda, y unos años fabulosos estos de "Integer valor", "Jardin clos", etc. Grandes recuerdos me traen. Sin embargo, en cada uno de sus últimos trabajos hay coletazos de genialidad que, en algún caso, llenan todo el disco. A reivindicar siempre.
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