Es tal la fuerza que el ilustrador francés del siglo XIX Gustave Doré imprimió a los grabados que realizó sobre el poema de 1798 de Samuel Taylor Coleridge 'The rime of the ancient mariner' (algo extensible a toda su impresionante obra, en realidad), que esas impactantes imágenes son inherentes a la propia obra del poeta romántico inglés. De hecho, es reconocido que la interpretación musical que David Bedford realizó sobre esta oda, acababa debiendo tanto al poema como a las propias ilustraciones, que pernoctan en la memoria sin remedio junto a los versos de Coleridge. También iluminan la portada y contraportada del álbum de Bedford, y eran importantes en el advert del trabajo, que presentaba nueve de estos grabados junto a algunos de sus versos, destacando a su vez en letras rojas, y al mismo tamaño que el nombre del autor de la música, los de los colaboradores más importantes en la misma, el 'enfant terrible' Mike Oldfield a la guitarra, y el actor Robert Powell (que acababa de participar en la versión cinematográfica de la ópera rock de The Who 'Tommy', y muy pronto se convertiría en el rostro de Jesús de Nazareth en la miniserie de Franco Zeffirelli) como narrador, con sus excepcionales cualidades vocales. Virgin Records, fiel en sus comienzos a la escena musical cercana a Oldfield (Tom Newman, Robert Wyatt, Henry Cow, el propio Bedford...), publicó este su segundo vinilo de Bedford en la compañía en 1975 (el esperado CD no llegó hasta 1994), sólo unos meses después de que el propio Bedford -obsesionado con romper las barreras entre el mundo clásico y el popular- hubiera adaptado "Tubular bells" para orquesta, lo que se plasmó en "The orchestral Tubular bells".
Como segura consecuencia de su coqueteo con el rock, es absurdo y lamentable el ninguneo de un músico tan resoluto y atrevido como David Bedford por parte de la mayor parte de la crítica musical, llamémosle culta. Discípulo de Luigi Nono, este británico aprendió en Venecia de su maestro el gusto por hacer uso en algunas de sus obras de la voz humana como un recurso estético, si bien anteponiendo una finalidad relumbrante y benditamente idólatra, la de recurrir a sus poetas y escritores favoritos para crear, en algunas de sus partituras, una especie de libretos pseudooperísticos de fácil respuesta por parte del público, al no intentar alcanzar la categoría de arte en tanta medida como su maestro o como otros ejemplos más experimentales de su propia obra, sino con otros fines de carácter más particular y, en definitiva, comercial. Entre una y otra circunstancia, "The rime of the ancient mariner" nació siendo -y así sigue estando clasificada en el listado oficial de las obras de Bedford-, una ópera escolar, un encargo de 'New music in action' que tuvo dos ramificaciones, la versión del disco publicado en 1975 por Virgin Records, y la propia ópera escolar ('Opera for young people in 1 act' es su subtítulo), partitura fechada en 1978, nunca grabada en disco. Bedford compuso bastante música destinada a la educación (fue profesor en varios institutos en los 70), y un buen puñado de óperas escolares, pretendiendo inculcar conceptos musicales a los niños, acercar la música clásica a las escuelas y atraer a parte de ellos hacia la contemporánea. Sin embargo la temática de este poema en concreto y cómo se fue desarrollando su composición, hicieron que el primer boceto de la obra -el publicado en 1975- no fuera totalmente adecuado para el público más joven, a pesar de la inclusión de una pequeña joya renacentista: Tielman Susato fue un compositor del siglo XVI que trabajó con canciones populares y compuso un buen número de pequeñas piezas instrumentales, danzas como 'La mourisque', que David Bedford rescata con acierto para abrir y cerrar este trabajo, pues a pesar de no tener relación con asuntos marineros, simboliza la boda con la que da comienzo el poema, la celebración en la que, de golpe, aparece el demacrado marinero contando su historia. Tras esa pegadiza fanfarria inicial, la obra presenta un anárquico pero poderoso pasaje de piano y órgano, mientras el barco navega hacia el sur con buen tiempo. No tarda en llegar la tormenta, que impulsa a la nave irremediablemente hacia el Polo Sur, representada por percusiones y cuerdas varias que van creando un ambiente lírico en contínuo desenfreno, un clímax roto por la llegada del narrador y su hipnótico don oratorio. Powell nos introduce en la tierra del hielo, donde no hay nada vivo, un interludio amenizado por asustadizas percusiones que destacan sobre órgano y teclados. Un albatros aparece, recibido con gran alegría, pero a continuación, el marinero lo mata con su ballesta, convirtiendo un presagio de fortuna en una maldición, y el barco navega hacia el norte por el Océano Pacífico. El entorno orquestal (un buen número de instrumentos interpretados por el propio Bedford) se ocupa en mayor medida de recrear los ambientes adecuados, generálmente cáusticos y por momentos disonantes, como este pasaje de agobio y angustia, y el posterior suspense del momento en que la nave se calma, con tímidos vientos sobre el perpétuo órgano en una atmósfera intranquila. El viejo marinero atisba el esqueleto de un barco, y en él, el espectro de una mujer y la propia muerte, momento en que la voz del narrador se yerge amenazante en el silencio musical, que retorna con un mayor desasosiego. La tripulación entera cae muerta, a excepción del marinero, y de este modo, en un clima moribundo, concluye la primera parte del álbum. La segunda parte (más amable que la primera y verdaderamente inspirada) empieza susurrante, adormilada, como en la trama de una vieja leyenda en la que el héroe viene representado por una solitaria y pensativa guitarra que se va alzando majestuosa sobre el ambiente de teclados con el paso de los minutos en un viaje movido y extraño, por momentos hipnótico, y en otros absolutamente etéreo y divino, en un largo pasaje de una falsa dulzura que va originando una espléndida atmósfera, que tras volverse caótica en un suave remolino de teclados repetitivos, oscilantes (cuando los cuerpos de los tripulantes muertos se levantan con un poder angelical, y el marinero escucha sonidos extraños en el cielo y entra en un profundo trance) desemboca, ya pasada la mitad de este segundo acto, en uno de los momentos más bellos de la obra de Bedford, la 'sea shanty'(canción tradicional de marineros) conocida como "The Rio grande", con el protagonismo del piano dando paso a las voces blancas del Queens College, espléndidas, celestiales, cantando sobre la vuelta a casa cruzando el mar azul (We're homeward bound across the blue sea / Going home / We're homeward bound across the blue sea / And we're bound for the old country), y la majestuosa guitarra de Mike Oldfield dándole un punto final único. Aún restan más de cinco minutos del trabajo, que continúa con la llegada del marinero a su casa una vez finalizada la maldición, representada con un piano desenfrenado, alegre, y los vientos retornando a la melodía inicial de Susato, 'La mourisque', adornada con cuerdas y platillos. A continuación, un epílogo se recrea de nuevo en esa tonada de inicio, aunque ya no en plan danza, sino en un tempo más lento, desarrollada y con la incorporación de la guitarra eléctrica para concluirla muy suavemente y de manera orquestal. En resumen, toda una aventura, de situaciones impactantes, repleta de órganos apasionados, percusiones tétricas, vientos folclóricos, cuerdas misteriosas.., una obra de pulcro diseño y composición estudiada, cuya escucha puede resultar un desafío en algún momento, un delicioso paseo en otros. No es tan conocido que la inspiración de una de las piezas más accesibles y aclamadas de David Bedford, la deliciosa "Sun paints rainbows on the vast waves", proviene también de este mismo poema de Coleridge, si bien concretamente del cuaderno de apuntes del autor mientras lo escribía; esta bella partitura se hubiera acomodado bien entre alguno de los pasajes de este disco, tal vez en su moralizante final, aunque posiblemente se trata de una música más alegre que el tono general de "The rime of the ancient mariner". Sobre las ayudas de Oldfield, de Robert Powell y del coro, Bedford ejerce de multiinstrumentista (piano, varios órganos -incluido el de iglesia, grabado en la de St. Giles Church, Cripplegate-, violín, flautas, percusiones -gong, chimes, platillos- y sonidos diversos) y de productor del disco.
Como lo fue "Star's end", "The rime of the ancient mariner" es una aventura auditiva de una demencia mucho más cuerda que la mayoría de la música de consumo del nuevo siglo, que en ese momento aún se veía muy a lo lejos. "Los músicos de rock de antes eran de verdad -decía Stephan Micus-, las ideas importaban, iban por dentro", tal vez los seguidores del rock se estaban intelectualizando, tal vez simplemente utilizaban estas músicas para flipar, el caso es que los rigores setenteros, o la falta de ellos, no sólo aceptaban este tipo de productos sin resquemores sino que se entendían como de consumo para un amplio abanico de comensales, más serios, respetuosos y fundidos en un amor por igual por la compenetración entre lo clásico y lo popular, circunstancia que se ha ido perdiendo con el tiempo, especialmente entre una juventud que reclama ritmos rápidos y fáciles, en definitiva insustanciales y en su mayoría insultantes. Pero los héroes de los 70 difícilmente podían estar equivocados, y "The rime of the ancient mariner" volvió a alcanzar un aceptable número de ventas. Salvo un bis con "The Rio Grande" durante la premiere de "The odyssey" -su siguiente plástico- el 25 de enero de 1977, la presentación en concierto de "The rime of the ancient mariner" no se produjo hasta febrero de 1979, y no fue exactamente del disco publicado años atrás, sino de la ópera escolar, partitura antes mencionada acabada en 1978, con mayor protagonismo de las voces del Queens College y otras tradicionales 'sea shanty', entre ellas una titulada "Hanging Johnny", que pueden escucharse en varios extractos del concierto (algunos tan interesantes como el titulado "Blessing of the water snakes"), que fue grabado por la BBC y contó con la participación de Mike Oldfield a la guitarra, muy poco antes de embarcarse en su multitudinaria gira que llevó por nombre 'Exposed'.
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No ha sido fácil confirmar ciertos datos aparecidos en esta crítica. Por ello tengo que dar las gracias especialmente a Miguel Vivas. También a Ignacio Prini, a Elena Aisa, y a Héctor Campos. Y por supuesto a David Bedford, je je.
ResponderEliminarAfortunado encuentro de Ayers, Bedford, Oldfield, Murray y compañía.
ResponderEliminarEl joven Oldfield de los setenta era un hombre mágico en todo lo que tocaba,
por supuesto en sus apariciones junto a Bedford. También en el modo en que vivía.
Recuerdo con cariño cuando nuestro viejo amigo Jorge Andrés nos enseñaba sus vinilos de
Bedford, inencontrables.
Buen escrito para tu colección de solsticio, Pepe. Enhorabuena.
Excelente documento. Gracias Pepe por la mención.
ResponderEliminarBien merecida, amigo. Como ves, se ha resuelto el misterio de 1979.
ResponderEliminarSergio, aquel furor coleccionista de los 90 fue mágico, encontrar joyas a precios razonables era un chispazo de ilusión y un punto a favor en nuestras colecciones, que ahora están (al menos la mía) un tanto olvidadas. En la de Jorge había cosas muy especiales, varias de ellas del dúo Bedford-Oldfield.
Muy currada la crítica. De nuevo ¡Demasiada nostalgia!. La crítica y el desglose del album merece una nueva escucha. Lógicamente, me gusta más que "Star's end", es más accesible. Y si uno aguanta "Star's" y los discos duros de Glass, está preparado para que sus oídos digieran cualquier cosa. Gracias "Enciclopedia de la música Solsticio de invierno"
ResponderEliminarHermosas palabras, Jaime, muchas gracias.
ResponderEliminarA mí me gustan por igual «Star's end» y «The rime...», y aunque son algo durillos, todos deberían escucharlos con atención y después decidir. Otros tiempos aquellos, sin duda.
Como siempre, cuando uno lee a Pepe Cantos se da cuenta de lo poco que sabe... Chapó. Creo que, como muchos, mi primer contacto con la música de Bedford fue a través de Boxed (Mike Oldfield). Cuando ambos genios se juntaban, la magia estallaba. Esa combinación de un músico de cátedra con un autodidacto dio como resultado una serie de encuentros donde estallaba la genialidad. Era un niño cuando escuché ese The Rio Grande que Pepe nos deja aquí como muestra de The Rime of an Ancient Mariner, y el ambiente me atrapó al instante. Es curioso, pero me recordaba a una villancico, pero sin el tufillo a rancio característico (de algunos) de ellos, sino como un tema luminoso y nostálgico. Eso nos llevó a muchos a intentar hacernos con algunos de sus trabajos, que a principios de los años 90 no era tan fácil... Cuando lo lográbamos, simplemente descubríamos planetas. Nuevos mundos, completamente diferentes a todos los que hubiéramos visitado anteriormente, como si hubiera un extraterrestre haciendo su propia música por el universo, ajeno al planeta Tierra. Eran obras que exigían un esfuerzo extra por parte del oyente, no lo neguemos, pues no eran fáciles de digerir, ciertamente. Como un gusto adquirido, como la primera vez que comemos aceitunas, o el primer trago de cerveza. Pero cuando el paladar se acostumbraba, se destapaban nuevas sensaciones. Pepe ha hecho otro de sus magníficos trabajos con este artículo, enhorabuena. Realmente impresionante la cantidad de datos recopilados y el punto de crítica y disección característicos tuyos, mezclados con tu pasión melómana. Por cierto, no debes darme las gracias, poco o nada te ayudé; el mérito es tuyo y del resto de tus amigos/colaboradores. Las gracias te las debo dar yo por seguir con este apasionante blog después de tantos años y tantos y tantos discos. Por cierto, dentro de muy poco será solsticio de invierno, así que ¡Felices Saturnales!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Bueno, Héctor, ya sabes que eres la persona que me permitió conocer a David Bedford y estrechar su mano, hace ya unos cuantos años, así que el agradecimiento llega hasta allí. Una pena queya no esté para volver a invitarle a tan maravillosos actos.
ResponderEliminarRecojo tu felicitación en estas fechas tan navideñas, y aprovecho para extenderla a los seguidores del blog.
Personalmente opino que pocos músicos en los 70 tenian esa capacidad de abstracción de David Bedford para despuntar en varios campos musicales, ya sean propios o por encargo. Una lástima que sus colaboraciones con Oldfield no continuaran más allá de los 70.
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