Cuando el destino se empeña en manejar los hilos para que se produzca una chispa de magia, momentos que desemboquen en serendipias musicales, ya no hay quien pueda parar el caudal de belleza y emoción que puede provocar. El violinista Billy Oskay y el guitarrista Mícheál Ó Domhnaill se conocieron en 1979 en el transcurso del Rose Festival, que marca el comienzo del verano en Portland. Ambos tocaron allí y comenzaron a improvisar juntos una música que fusionara las tendencias que marcaban sus carreras, la influencia del jazz y música clásica de Oskay, y la tradición irlandesa de la que era estudioso Ó Domhnaill. Aunque aún tardaron unos años en grabar unas tímidas maquetas, el resultado deslumbró de tal manera a William Ackerman que les publicó en Windham Hill la primera referencia de música celta -o al menos cercana a ella- de su sello, un plástico de inconfundible excelencia titulado "Nightnoise", que iba a gozar de continuidad, siempre en Windham Hill, durante el resto del vigésimo siglo. De no haberse celebrado ese festival, de no haber querido el destino que Billy y Mícheál se encontraran, posiblemente no hubieran existido ni el álbum "Nightnoise" ni el grupo Nightnoise, banda mítica que tomó el nombre de aquel seminal trabajo para continuar su apasionante visión musical.
Aunque Mícheál necesitaba en aquella época desmarcarse un poco del mundo de la tradición en el que se encontraba un tanto anclado, aún tuvo tiempo de formar, al poco de publicarse "Nightnoise", un maravilloso grupo llamado Relativity, con su hermana Tríona Ní Dhomhnaill y con los hermanos escoceses Johhny y Phil Cunningham. Semejante reunión de genios dejó como legado dos excelsos álbumes para el sello Green Linnett: "Relativity" en 1985 y "Gathering pace" en 1987. Este mismo año se produjo la vuelta de Ó Domhnaill con Billy Oskay, al estudio de este último (el lugar donde desarrollar sin prisas sus composiciones), pero ambos estuvieron de acuerdo en que para su segundo trabajo juntos iban a necesitar más instrumentación que completara sus intenciones. Mícheál había conocido en 1980 al flautista Brian Dunning en un festival irlandés en Birmingham (Alabama), y pensó en él para incorporarse a la banda, que tomó definitivamente el nombre de su primera obra. Desde Carolina del Norte, en un tránsito parecido al de su hermano, llegó Tríona para completar el grupo. Era tal la búsqueda de una nueva identidad musical para el conjunto, que dificilmente se van a escuchar en los discos de Nightnoise temas tradicionales (sí en recopilatorios para Windham Hill, y por supuesto el imprescindible "Fionnghuala", que llegará con el regreso del espíritu celta a la banda). Como en el álbum primigenio, Nightnoise iba a nutrirse de piezas propias, composiciones originales cuyo estilo iba a estar determinado por el creador de las mismas, una bendita torre de Babel que abarcaba lo clásico, lo celta y el jazz, en una fusión de música culta y popular en la que no se sabe muy bien cual absorbe a cual, más o menos lo que se podía denominar como un particular folk de cámara; Mícheál decía al respecto: "Estábamos bastante anclados por la tradición, pero también podíamos escribir música fuera de los 6/8 o 4/4 tiempos; eso sí, no podía dejar de sonar celta porque soy irlandés. Todo lo que escribo tiene que tener elementos de las experiencias que he tenido a lo largo de mi vida, así que la música celta sigue ahí, simplemente la estructura de la música es diferente". En 1987 Windham Hill publicó "Something of Time", con la reunión de elementos antes mencionados: inaugurando el disco, "Timewinds" es "una conmemoración de los ancestrales vientos que soplan atravesando la impresionante garganta del río Columbia", esa era la explicación de Billy Oskay respecto a la inspiración de este corte soberbio, de completa factura y sensación de inmensa alegría en su compases danzarines, una animada muestra de folk contemporáneo de ineluctable encanto. Ciertamente, es difícil resistirse a seguir paladeando tan atractiva música, que continúa con "Perchance to Dream", un momento pensativo, soñador, en el que el harmonio aporta una extraordinaria calidez, y la flauta rememora paisajes celtas. Un piano danzarín introduce la melodía de tintes folclóricos de "The Erebus and the Terror", conducida hacia un suave jazz de cámara; inspirada por la tragedia de Sir John Franklin y esos dos barcos (el HMS Erebus y el HMS Terror) mientras pretendían encontrar el Paso del Noroeste en el Ártico canadiense, su interludio con la siguiente pieza es un sonido de oleaje y de maderas y cuerdas. Con "On the Deep" llega de nuevo el reposo, en uno de los cortes más ambientales del álbum. Por contra, "Hourglass" es una de esas joyas inclasificables que siempre serán recordadas, su grácil clasicismo al teclado se convierte en un crescendo de exaltación cuando aparecen las cuerdas y especialmente la tierna tonada de sabor folclórico a la flauta. Mícheál es el que aporta un mayor número de creaciones al disco, un total de ocho, entre las que están casi todas las comentadas hasta ahora (salvo "Timewinds") y las dos que siguen, "Shadows and Dancefloor" (con aspecto de improvisación meditativa) y "Wiggy Wiggy" (destacada muestra de carácter, una acertada danza folclórica con sabor a Irlanda -un estado de ánimo excitable y divertido, decían ellos-, momento crucial y contundente en sus directos por su fuerza y ritmo vertiginoso). Oskay retoma su aportación con "Tundra Summer" (piano jazz con un resolutivo violín) y "I Still Remember" (sones antiguos en este recuerdo muy personal). "Aprés-midi" es una composición de Tríona -la única del álbum de la que va a ser a la larga la más activa compositora del grupo- con un comienzo ceremonioso con sones de himno (un sonido característico de la banda), en una pieza sencilla de aire religioso y aspecto medieval, como la siguiente reflexión de flauta de Mícheál, a la que el violín no tarda en replicar, originando un hermoso baile entre viento y cuerdas titulado "Something of Time". Otra de las piezas importantes es la única de Brian Dunning, "Toys Not Ties", un lamento moderno (lamento de un adulto al que impactó el momento, a los trece años, en que dejaron de regalarle muñecos o coches por Navidad para pasar a recibir ropa) de melodía bucólica, otro corte íntimo en un álbum íntimo, poco ruidoso, reflexivo, que intenta sacudirse la herencia celta mas típica, pero sin olvidarse de los sueños, de las vivencias, del pasado. Concluyendo su encanto, "One for the Lad" es una despedida alegre y desenfadada con el luminoso y alegre sello Nightnoise, donde piano y flauta se dejan admirar. Lleva sin embargo este final creado de nuevo por Mícheál una dedicatoria especial, a su amigo Tich Richardson, miembro de The Boys of the Laugh que falleció en accidente de trafico en 1984 en Escocia, percance en el que Phil Cunningham se dañó una mano, si bien tuvo una afortunada recuperación que le permitió un año después incorporarse al conjunto Relativity. Años antes, a finales de los 70, poco tiempo antes de celebrarse una gira estadounidense de Mícheál Ó Domhnaill y Kevin Burke con los estadounidenses Malcolm Dalgleish y Gray Larsen, Mícheál sufrió también en Irlanda un accidente de coche que a la larga le afectó a las piernas, por lo que en los conciertos siempre veíamos al guitarrista tocar sentado.
Oskay y Ó Domhnaill habían firmado como dúo -si bien posteriormente se adjudicará a Nightnoise- en 1985 el grandioso villancico "Nollaig" para la compilación de Windham Hill "A Winter's Solstice", discos recopilatorios a los que seguirán contribuyendo hasta la desaparición del grupo. Dos años después, esta primera referencia de Nightnoise con su carismático nombre desvela de manera notable una de las obsesiones recurrentes de la banda, el paso del tiempo. No es de extrañar, aparte de lo caprichoso del título, ese comienzo con el tic tac de un reloj, enervante o relajante según se mire, pero siempre testigo sonoro del discurrir de las horas. "Timewinds", la hermosa composición que lo incluye, es una clara muestra de intenciones en esta etapa aún temprana, la guitarra marca un ritmo animado sobre el que subyacen dos de las corrientes presentes en su música, lo clásico por medio del violín y una presencia celtoide muy suave a través de la flauta. En efecto, una esencia tradicional irlandesa se adivina en las composiciones de Mícheál, mientras que Billy aporta al trabajo una tercera influencia, la de un jazz americano bastante contenido y abierto a otros sonidos. El envoltorio de música de cámara acaba por lograr un sonido auténtico y absolutamente único, que posteriormente, con la marcha de Oskay y entrada Johnny Cunningham, irá ganando en sonido celta, logrando varios discos gloriosos y muy asequibles. "Something of Time" también lo es, "Timewinds" es un gozoso delirio de eterna profundidad e irresistible seguimiento, el ritmo de "Wiggy Wiggy" es fascinante, también la dulzura de "Hourglass" o el divertido juego emocional de "Toys Not Ties", escenas sublimes impregnadas de melancolía. Qué poco importan las denominaciones ante joyas como éstas, auténticos clásicos de un tipo de música que va más allá de cualquier denominación.
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Me quito el sombrero, amigo Pepe. Excelente reseña de un disco que hoy en día tiene para mí la categoría de clásico.
ResponderEliminarHay que reivindicar a Nightnoise. Una y otra vez. Sin descando.
Un abrazo.
Reivindico por supuesto a Nightnoise y especialmente a Mìcheal. La manera que tenía de tocar la guitarra y sus composiciones "me matan".
ResponderEliminarMe permito dejar aquí mi ranking personal de lo que me parece más destacado de éste grupo. Estaría bien que algún fan del grupo hiciera lo mismo para poder cotejar (sí, ésto es de frikis).
Mejor disco: los de la etapa con Oskay.
Disco menos conseguido: A different shore
Componente preferido: Micheal
Tema preferido: Bridges.
Tema menos conseguido: Bouree de Bach.
Mejor portada: At the end of the evening.
Peor portada: a different shore.
Bueno, en primer lugar gracias al amigo Mike por aportar esa reivindicación hacia tan excelso grupo. Evidentemente, tenemos que hacer lo que podamos para que no se olvide nunca su legado. Por este blog aún entrará "A different shore", pero será dentro de bastante, por eso de espaciar críticas relacionadas.
ResponderEliminarDon José, vaya reto el tuyo, difícil donde los haya, pero voy a intentar sumarme, . Está bien esa opción que utilizas, ya que decir 'peor' con Nightnoise es algo imposible, lo cambiamos por 'menos conseguido':
Mejor disco: Shadow of time
Disco menos conseguido: At the end of the evening
Componente preferido: Míchéal
Tema preferido: The march air
Mejor portada: The parting tide
Peor portada: Something of time
Ahí queda.
¿Alguien más?
Delicioso disco, como todos los de aquella etapa de Nightnoise previa al recopilatorio de Winhdham Retrospective. Nightnoise fue un grupo que redescubrí el año pasado, y que desde entonces no me ha abandonado. Esa habilidad suya para construir esos ambientes densos y envolventes, donde se fusionaba tan bien las cadencias celtas y lo introspectivo ambiental, era única, y hace que cada escucha te atrape sin descanso. Gracias por rescatarlos con esta reseña. Ahora mismo los estoy escuchando, animado después de leerla. Un saludo, y feliz año.
ResponderEliminarCada poco (muy poco) tiempo, hay que redescubrir y reescuchar a Nightnoise. A muchos otros de los que pasan por aquí también, claro, pero estos irlandeses tenían una especial familiaridad que les hizo formar parte de la avanzadilla de aquella época en las nuevas músicas.
ResponderEliminarGracias por comentar, Alberto.