Aunque en otras ediciones de este controvertido álbum sea una máscara ritual de la tribu Nuu-chah-nulth la que admiremos en su portada, la imagen más asociada con el mismo, que ocupa dicha cubierta en la mayoría de los países en que fue editado, es una iconográfica fotografía de un joven indio navajo realizada por Carl E. Moon en 1904 (curiosamente, este dato no aparece en el folleto del disco, aunque sí se acredita el origen de las demás fotografías, por ejemplo las de Edward S. Curtis de una mujer lummi y del jefe Slow Bull de los oglala sioux). Es un pueblo, el navajo, que mide su riqueza por la cantidad de canciones que poseen, cantos de propiedades curativas -con la entonación y cadencia correctas y en el entorno adecuado- que se han conservado en el tiempo y que guardan en su memoria una extraordinaria espiritualidad. Algunos folcloristas estadounidenses, alarmados por el peligro de desaparición de la música india, comenzaron a efectuar grabaciones de la misma en compañías como Canyon Records o Folkways Records, consiguiendo un efecto revitalizante que acabó combinando la tradición con el country, el gospel o incluso elementos electrónicos. En las últimas décadas del siglo XX la filosofía new age adoptó la conciencia ecológica de las tribus indias, y músicos como R. Carlos Nakai, Joanne Shenandoah, Glen Vélez, Mary Youngblood o Michael Brant Demaria, así como compañías como Silver Wave Records, ofrecen imaginativas propuestas no reñidas con la tradición. Bastante más polémico fue el disco que nos ocupa, "Cantos y danzas de los indios americanos", publicado por Virgin Records en 1994, originando una saga de álbumes bajo la denominación 'Sacred Spirit' que han llegado a vender más de 15 millones de copias en todo el mundo.
'La otra cara de América', rezaba la publicidad española de este trabajo, que se vendía como una suerte de continuación natural de los éxitos de Deep Forest, Enigma o la propia Enya: "Sacred Spirit es la herencia musical de un pueblo, recuperada gracias a las modernas tecnologías y adaptada al gusto de hoy, con el respeto debido". Otros apostaron por el término 'adulterada', en especial representantes de los pueblos indios mencionados (navajos, yuroks, tolowas y chetcos entre otros), en un lucrativo aprovechamiento de una tradición ajena, sin artistas indígenas involucrados, si bien la inteligente maniobra de la compañía de que parte de los beneficios se destinaran a organizaciones de apoyo a los pueblos indígenas como Native American Rights Fundation y Survival International, atenuó en gran parte las protestas. El material original utilizado en el álbum es acreditado en el mismo como 'New World Records, antología grabada de la música americana', y proviene de una fundación neoyorquina que recoge música de raiz para utilizarla en escuelas y colegios, unos registros cuyos derechos fueron comprados al parecer por unos 2000 dólares, una cifra irrisoria si contemplamos las ventas millonarias de "Cantos y danzas de los indios americanos". Evidentemente Sacred Spirit era un nombre ficticio, un apelativo bastante atractivo que en la contraportada del disco respondía a los arreglos y producción de 'The Fearsome Brave', nueva denominación tras la que, agazapados, se escudaban tres nombres, los de los alemanes Claus Zundel, Ralf Hamm y Markus Staab, productores que ya habían conocido el éxito con otra fusión, de flamenco y música disco, que presentaron desde Ibiza con el nombre de B-Tribe (Barcelona Tribe of Soulsters). Una vez conseguidas las grabaciones autóctonas, Zundel -verdadero cerebro de la idea- y los suyos sólo tuvieron que adaptarlas a un entorno moderno, añadiendo percusiones e instrumentos de viento y cuerda (sin acreditaciones, si bien el chelista Eric Plummetaz, presente en la mayoría de sus proyectos, seguramente aportó su buen hacer también en éste), pero también teclados y programaciones que para nada se corresponden con la tradición indígena, esas adulteraciones que con toda lógica fueron mal acogidas por el sector implicado en las mismas. Es preciso admirar, sin embargo, lo acertado de algunas de las melodías presentes en el disco, como "Tor-Cheney-Nahana" ('Ceremonia de invierno'), "Ly-O-Lay-Ale Loya" ('La danza circular', con la colaboración de Peter Kater) o su primer sencillo (número 1 en varios países europeos), "Yeha-Noha" ('Deseos de felicidad y prosperidad'), tonadas que suben muchos enteros la calidad, controversias aparte, de un trabajo que en ocasiones puede ser tan bello como los desérticos y montañosos paisajes que adornan el folleto desplegable del CD. El efecto de violín y chelo, que parecen acompañar e incluso adecuarse al ambiente solitario, es atractivo en algunas de las composiciones ("Dawa"), mientras que otras parecen irse totalmente del asunto a tratar, para derivar en una música de aspecto poco o nada tradicional, falseado en demasía por ritmos programados ("Ya-Na-Hana", "Gitchi-Manidoo"). Otras, a medio camino, presentan momentos ocasionalmente agradables, por lo general de naturaleza ambiental, ensalzados con los cantos nativos, flautas y sonidos naturales, si bien las programaciones pueden acabar resultando hirientes para los más puristas ("Heya-Hee"), los mismos que, dicho sea de paso, no debieron comprar el álbum, un trabajo que entró en las listas de venta españolas en 1995, donde estuvo 32 semanas, llegando a alcanzar el número 2. Para efectuar una rápida comparación, la excepcional banda sonora de "Bailando con lobos", de John Barry, sólo pudo ascender en 1991 al número 24 en las mismas listas. Numerosos singles y maxis en CD y en vinilo acompañaron la promoción del álbum, con distintas portadas y horribles remixes, pero la circunstancia más curiosa se da al comprobar que existen a la venta hasta diez volúmenes distintos que se aprovechan de la etiqueta Sacred Spirit para encontrar su mercado, ya que en la mayoría de las ocasiones se trata de discos de B-Tribe publicados por Higher Octave Music en los que utilizan cantos de monjes tibetanos, derviches, compositores clásicos, tango o jazz. Aún así, hay que destacar entre ellas a las dos auténticas continuaciones del álbum aquí glosado: Virgin Records publicó "Sacred spirit II" en 1997 con el subtítulo "Culture Clash", y en España "Viaje por el blues a través del tiempo" (con portada y diseño propios), y se trataba del mismo tipo de música del anterior volumen pero centrado en el blues americano (en Estados Unidos lo publicó Higher Octave con el cambio del nombre del grupo por Indigo Spirit). Más parecido al primero, apareció en el año 2000 "More chants and dances of the native americans" (firmado por 'Indians' Sacred Spirit' en Europa -Virgin Records-, y esta vez sí, por 'Sacred Spirit II', en Estados Unidos -Higher Octave Music-), que incluso fue nominado al premio grammy en categoría new age.
“Más que en la música, hemos querido poner el énfasis en la voz. Hemos tratado de hacer un trabajo respetuoso, que refleje la historia de un pueblo. Por eso, desearíamos desviar todo el interés de los medios hacia los verdaderos protagonistas del disco, que son los indios”. Esas eran las palabras de Claus Zundel, y para el gran público, el que disfrutó con "Yeha-Noha" o "Tor-Cheney-Nahana", así quedó la historia, la de un producto de sonido ambiental que combinaba la modernidad de los teclados y las programaciones con la antigüedad de las voces étnicas, en un nuevo ejemplo de lo que se ha dado en llamar etno-tecno. La situación sin embargo fue la de siempre, que los que se lucraron enormemente con los cantos y danzas de los indios americanos fueron los 'hombres blancos', es decir, Claus Zundel y Virgin Records, mientras que los auténticos y orgullosos nativos americanos enarbolaban una feroz crítica hacia estos individuos que se aprovecharon de la globalización para adulterar sin reparos elementos ajenos, y es por eso por lo que este disco tiene dos caras. Para una mayor polémica, la canción arreglada por Peter Kater, "Ly-O-Lay-Ale Loya", ni siquiera es representativa de tribu alguna americana, puesto que se trata de un canto joik (o yoik), una canción tradicional del pueblo sami, de Laponia, cuyo parecido con los idiomas indios ha sido siempre motivo destacable. Ante esta sucesión de ataques a la identidad indígena en lo que, paradójicamente, resulta ser un trabajo recomendable, sólo resta recordar algunas de las frases escritas por el jefe indio Seattle de la tribu Suwamish al presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce, en lo que se conoce popularmente como 'la carta del indio': "Sabemos una cosa, que quizás el hombre blanco descubra algún día: Nuestro dios es el mismo Dios. (...) También los blancos se extinguirán, quizás antes que las demás tribus. El hombre no ha tejido la red de la vida, sólo es uno de esos hilos y esta tentando la desgracia si osa romper esa red. Todo está ligado entre sí, como la sangre de una misma familia. (...) ¿Dónde está el bosque espeso? Desapareció. ¿Dónde está el águila ? Desapareció. Así se acaba la vida y sólo nos queda el recurso de intentar SOBREVIVIR".
Me gusta este disco,ni me había planteado que hubiera detrás tanto revuelo.
ResponderEliminarRecuerdo que sonó mucho en las radios y un par de amigos que no escuchaban new age ni nada de eso se lo acabaron comprando,asi que no me extraña que vendiera tanto.
Además en esa época había mucha competencia, Santi, buenos discos de nuevas músicas y artistas en sus mejores momentos.
ResponderEliminarY desde luego, si no eras indio o no indagabas mucho, apenas te enterabas de la polémica, así que no es de extrañar que nos imagináramos que los propios indios habían hecho el disco, ja ja. Los alemanes, esos sí que son espabilados!!
En su momento me pareció una patata orientada al gran público. ¿No fue ese año el que le dio a Ramón Trecet por Dead Can Dance?
ResponderEliminarDesde luego, sí que es un disco orientado a las radiofórmulas, eso es evidente, pero no hay que dejar de escucharlo por ello, hay momentos de chispa en el mismo y hay que vivirlos. A partir de ahí, entiendo que pueda no gustarte, depende del estilo que más te motive.
ResponderEliminarLo que no recuerdo es si en esta época se volvió loco Trecet con DCD, pero es que DCD son caso aparte, eso no hay duda.
¡Toma ya! La discoteca indígena al poder. Conservo muy buenos recuerdos de este disco y, aunque tiene sus aspectos criticables dado el tipo de producto que es, me cuesta mucho no disfrutarlo. Estoy de acuerdo en lo que dices acerca de que tiene momentos de luz o de gran calidad entre un hit y otro. Creo que la fantástica "Dawa" es uno de esos momentos.
ResponderEliminarNo me extiendo más porque en su día también escribí sobre este disco en mi blog, eso sí, en tono de anécdota/divertimento en lugar de la reseña documentada y completa que haces tú. Invito a echar un vistazo:
http://virgenciega.blogspot.com.es/2011/08/ascension-y-caida-de-un-espiritu.html
Saludos ;)
Un buen artículo el que escribiste para tu blog, Héctor. Me pillas una temporada fuera de casa, pero cuando vuelva escucharé tus canciones.
ResponderEliminarSaludos.