22.11.09

PHILIP GLASS:
"Powaqqatsi"

Los hopis son un pueblo nativo de la meseta central estadounidense que ha sabido mantener la esencia de su cultura hasta nuestros días, una sabiduría ancestral que conserva datos históricos controvertidos y teorías proféticas sobre el destino de la humanidad. Es del idioma hopi de donde toma el director de cine Godfrey Reggio los títulos de su conocida trilogía documental 'Qatsi', formada por las películas 'Koyaanisqatsi' ('vida fuera de equilibrio'), 'Powaqqatsi ('vida en transformación')' y 'Naqoyqatsi' ('la vida como guerra'), cine experimental de enorme fuerza visual centrado en la compleja relación de la humanidad con la tecnología moderna y el mundo natural. Uno de sus componentes, que colabora en lograr una especial trascendencia, es la música que viste las imágenes: todas ellas cuentan con la banda sonora de un Philip Glass que entró en la industria del cine "tarde y por la puerta de atrás (...) simplemente como otra forma artística en la que trabajar", decía. "Koyaanisqatsi" presentaba un score intenso, meditativo en su comienzo (con la abrumadora belleza del Gran Cañón), deprimente y desazonante en su segunda parte (en combinación con elementos tan destructivos como necesarios para el hombre como líneas de alta tensión, prospecciones petrolíferas, gaseoductos o presas), extremadamente caótico y alienado en su acto final (guerra, suciedad, abandono, polución, superpoblación, consumismo..., la humanidad como fantasmas). Cinco años después, Reggio y Glass abordaron una segunda parte de la trilogía, visualmente menos insana y musicalmente muy completa: "Powaqqatsi (Life in Transformation)".

El minimalismo activo, mayoritariamente urbano, de "Koyaanisqatsi" (que Reggio utilizaba por momentos junto a la cámara rápida incrementando la sensación de caos y locura) deviene en "Powaqqatsi" en otro más global, rico, e igualmente seductor. Publicado por Elektra Nonesuch en 1988, Glass consigue en este trabajo impregnar de soberana magia la mayoría de las composiciones, sin necesidad de recurrir a la excesiva repetición, si bien no falta su inconfundible sello cíclico en ciertos fondos y melodías. Los demás, revestidos de músicas del mundo, desvelan intenciones propias que van más allá de la película en cuestión, en la que imágenes y música cumplen con su propósito de impresionar al espectador. Por ejemplo, el comienzo nos lleva hasta las minas de Serra Pelada, en Brasil, un lugar que Glass estudió convenientemente antes de empezar la filmación (y de viajar allí con el equipo de rodaje) gracias a un metraje anterior de Jacques Cousteau, llegando a componer la base de la posterior escena, que asimismo se usó durante el rodaje, en una curiosa inversión del proceso lógico: el resultado, "Serra pelada", es espectacular, de un vibrante dinamismo y esencia terrenal, aunque en un principio los responsables de la producción no parecieron entenderlo bien. Glass cuenta así cómo se involucró: "Intenté estar presente a lo largo de todo el proceso de elaboración de la película, lo que incluía exhaustivas visitas a las localizaciones así como muchas horas observando el proceso de edición. En general, mi estrategia consistió en apartarme lo más posible del papel 'habitual' reservado al compositor en el tradicional proceso de elaboración de una película, donde la música es considerada parte de la postproducción y uno de los últimos ingredientes que añadir antes de concluir el trabajo (...) Godfrey y yo íbamos a todas las localizaciones juntos, ya fueran en Sudamérica, África o donde fuera. Yo iba porque quería formar parte de la obra y él me animaba a hacerlo. El haber estado allí hizo que la música saliera de la manera en que lo hizo". Dividido en tres partes, "Anthem" es la columna vertebral de esta primera parte del film, cada una de ellas es una pequeña fiesta, inmersa en las costumbres de los pueblos a los que representa, recalcando la belleza de la vida humana. Los temas intermedios, mientras tanto, son algo más sobrios e intrigantes, buscando en ellos la pregunta continua (es el caso de "That Place" o "Mosque and Temple", ambos de armonías indias). Con "Video Dream" (con sus impersonales anuncios publicitarios) comienza la zona central de la grabación, compuesta por ésta y las tres excitantes partes de "New Cities in Ancient Lands" (China, Africa e India); el maravilloso estilo hipnótico de Glass está presente en estos momentos en los que la película se mueve por terrenos más críticos, ahondando en lo más mísero de la desigualdad de un mundo moderno en transformación, pero combinado con una gloriosa world music, donde destaca la sorprendente percusión de balafón en la parte africana, interpretado (al igual que la kora, el n'goni -ambos son mezcla de laúd y arpa-, el laúd o el violín) por el griot gambiano Foday Musa Suso, que comenzó aquí sus colaboraciones, en discos y en directo, con Philip Glass. "New Cities in Ancient Lands, China" posee un curioso trasfondo operístico (suena tal vez a Turandot, o alguna otra obra lírica plena de exotismo), a nadie le extrañaría que de repente un tenor interpretara un aria monumental. "The Unutterable" presenta una vigorosa tensión en el uso de las cuerdas, que va aumentando gracias al aporte de la percusión y los metales. Contrasta, escapando de la confusión con una brutal comparación, con el tramo final: la viveza rítmica, de carácter global y clímax desenfrenado, de "Caught!", la pureza (ya sin compases glassianos) de la kora de Musa Suso en "Mr. Suso" y la simple pero intensa demostración vocal de Shaikh Fathy Mady en "From Egypt", consiguiendo volver a apelar a la conciencia global y así 'conectar con el mundo'. Flautas, trompas, trompetas, tuba, saxofón, clarinete y fagot son los instrumentos que forman parte de la sección de viento y metal en la obra, mientras que entre las cuerdas hallamos violas, violines y violonchelo entre el repertorio clásico, y otros como kora, n'goni, laúd o tambura -instrumento indio de cuerda pulsada- entre los folclóricos y étnicos. Paulatinamente, la música de Glass se fue enriqueciendo orquestalmente, y a la vez -también por ello, para poder emular o utilizar esos sonidos- el ensemble fue sustituyendo los órganos eléctricos por sintetizadores, que alcanzaron gran importancia en "Powaqattsi". También se puede escuchar el exótico didgeridoo de un Jon Gibson que venía siendo habitual del Philip Glass Ensemble desde su origen, si bien en su faceta de intérprete de flauta, clarinete o saxo (que también toca en este disco). 

Godfrey Reggio no dudaba en expresar su admiración hacia Glass, calificándole como un compositor increíble, sensible y poderoso. Colaborando en un plano de total igualdad, su música se convertía en las palabras de este director cuyo afán por el documental sin voces puede tener su origen en los catorce años de ayuno, silencio y oración que pasó tratando de convertirse en monje de la orden católica de los Christian Brothers. Afortunadamente, las colaboraciones de ambos están recogidas convenientemente en discos compactos, y se pueden disfrutar prescindiendo del visionado, que es sin embargo más que aconsejable. La magia y grandeza de "Koyaanisqatsi" y "Powaqqatsi" (que el Philip Glass Ensemble interpretó en diferentes giras mundiales con proyecciones de las películas a sus espaldas) están fuera de toda duda, pero hay que recordar que Glass también construyó una excitante banda sonora para la tercera entrega de la saga, "Naqoyqatsi", así como para otra obra documental de Godfrey Reggio, "Anima Mundi". Hay que acabar aconsejando otro film, esta vez del australiano Peter Weir: "El show de Truman" recoge varias melodías soberbias de Philip Glass (que incluso aparece brevemente en la película), incluyendo el excelente "Anthem-Part 2" de "Powaqqatsi", que suena realmente emocionante y levemente turbador. Y es que Glass consiguió en los más de setenta minutos de "Powaqqatsi" una banda sonora bella, rotunda y de gran inteligencia.

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