12.4.16

LISA GERRARD:
"The mirror pool"

Resultaba extraño en la década de los 90 que el éxito imparable de la banda Dead Can Dance (con el momento culminante del excelso "Into the labyrinth" en 1993) no hubiera derivado en álbumes en solitario de sus dos carismáticos componentes, Lisa Gerrard y Brendan Perry, teniendo en cuenta su separación geográfica. El irlandés se iba a hacer de rogar un poco más, alargando su debut hasta 1999, sin embargo la australiana de prodigiosas cuerdas vocales y no menos talla creativa no iba a pasar de la mitad de la década para explayarse con sus ideas propias, algo tremendamente deseado por sus fans, cuyo resultado iba a cumplir con todas las expectativas generadas. Ese paso adelante se tituló "The mirror pool", y la compañía encargada de su publicación en 1995 iba a ser la misma que sacaba a la luz los plásticos de su grupo, la independiente inglesa 4AD. El CD, producido por la propia Lisa y con un fantasmal diseño gráfico de Chris Bigg (presente en numerosos productos de 4AD, incluídos los de Dead Can Dance) y el arte de portada de otro habitual de Lisa, Jacek Tuschewski (también ingeniero de sonido en el álbum), contó 14 años después, en 2009, con una necesaria reedición en vinilo doble (por la exitosa vuelta de este formato) por el sello inglés Vinyl 180, que también disponía de varios vinilos de Dead Can Dance en esos 180 gramos. Con un ligero cambio en la portada, esta jugosa edición estaba "remasterizada de las cintas originales y empaquetada en una portada desplegable".

"A quien pueda interesar: me llamo Lisa Gerrard. Es por amor a la exactitud por lo que he escogido comunicar directamente el perfil de mi proyecto solista recientemente finalizado y que he titulado 'The mirror pool'. Permitidme comenzar con una breve historia. Durante los últimos 15 años he trabajado con Brendan Perry bajo el nombre artístico de Dead Can Dance, título escogido para describir nuestro proceso creativo. Brendan y yo hemos editado 8 discos durante cuyo proceso normalmente sobra una cantidad de trabajo que traspasa la naturaleza continua de un disco de Dead Can Dance. Algunas de estas piezas han sido recuperadas ahora con arreglos orquestales o como música vocal. También hay temas acústicos creados a partir del bouzouki griego, yang chin (dulcimer chino) y percusiones como darbukas, palmas, tambor de camello, tablas bajas, campanillas de elefante hindú, tambores, panderetas y platillos de mano. Junto a estas obras he incluido otras realizadas a partir de muestras instrumentales". Esa era la explicación al disco en palabras de la autora, un trabajo que, como contaba, se grabó en parte (más o menos la mitad del álbum, especialmente -por el impacto que suponen- los cuatro primeros temas) con la Victorian Philharmonic Orchestra en Melbourne. Como en algunos momentos perpetuos de la discografia de Dead Can Dance, el oyente puede acabar presa de un inusitado arrobamiento ante la excelencia de algunas de las composiciones, por ejemplo "Sanvean", el corte más difundido y espectacular del trabajo, impresionante llanto compuesto en colaboración con Andrew Claxton (y cantado en el característico lenguaje inventado por nuestra protagonista) que ha trascendido de este disco para alcanzar un mayor estátus, siendo utilizado en anuncios, documentales, películas, o versionado por artistas importantes como Paul Oakenfold o Sarah Brightman. "Violina (The Last Embrace)" es el comienzo del álbum, una pequeña sinfonía privada (una pieza muy personal, un requiem que Lisa compuso para su madre) que, con la entrada de tan particular voz y su oratoria declamación, no se sabe bien si se humaniza o se diviniza, y es que la garganta de la de Melbourne engloba registros tanto celestiales como demoníacos, llenando cada pieza de intensidad y carga dramática. Así, "The mirror pool" podría tenerse en cuenta como una ópera muy particular en la que "La Bas (Song of the drowned)" ejerceria de larga overtura, además de intensisima y quejumbrosa misa inspirada en la novela de finales del XIX del francés Joris Karl Huysmans, sobre el satanismo en Francia (Lisa pensaba hacer la banda sonora de la película, un proyecto que al final no se realizó, si bien la canción perduró). Como de costumbre en ella, lo folclórico -de tintes oscuros- también tiene presencia en la obra, como este "Persian Love Song (The Silver Gun)" que, al igual que "La Bas", se podía escuchar en la anterior gira mundial de Dead Can Dance y el consiguiente álbum que la recogía, "Toward the within". Similar es el caso de la gran joya del disco, esa mencionada celebración (con esplendoroso acompañamiento orquestal) de excepcional fulgor titulada "Sanvean", donde la voz surge como de un amable éxtasis, declamando algún ritual ancestral: "'Sanvean' lo hice en el disco en solitario porque tenía acceso a una orquesta (...) Estas obras crecen fuera de Dead Can Dance", decía, apelando a un cierto equilibrio y al supuesto carácter documental, según sus palabras, del álbum, que continúa con nuevos ritos paganos, pregonando una cierta confusión ("The rite" es un fragmento de la música de la Gerrard para la obra de teatro Edipo Rey) o buscando algo más la alegría ("Ajhon", ambiente con sonidos naturales y reminiscencias de la Europa del este), antes de acoger el segundo gran corte de la obra, "Glorafin", de letanía casi pegadiza. Aunque la voz sea elemento primordial (aquí lo sigue siendo, y de qué manera), las canciones que presentan intensos acompañamientos o acercamientos folclóricos de calidad, ganan muchos enteros en el contexto del álbum; de este modo, "Glorafin" contiene todo lo necesario para ser una de las composiciones mas recordadas del trabajo, solo un peldaño por detrás de "Sanvean". "Majhnavea's Music Box" es un bonito interludio instrumental, activo e interesante, que merecía sin duda un mayor desarrollo, de hecho, en minuto y medio dice muchas cosas. De similares características son "Werd" y "Celon" (compuesta poco antes del nacimiento de su hija, toma el nombre de un río imaginado por Tolkien), mientras que "Laurelei" y "Venteles" no acuden a desvarios folcloricos, más bien parecen cuentos susurrados por la Gerrard, el primero cantado de manera dulce, acercándose a una nana, con las hipnotizantes cuerdas percutidas del yang chin tomando las riendas rítmicas en su tramo central, el segundo más meditativo, prácticamente a cappella. También el yang chin brilla y se compenetra con la voz en "Nilleshna", escrita para un documental de naturaleza, con aspecto de folclore oriental de buen acabado. Antes del final ("Gloradin") y de una oscura pista extra sin acreditar, es preciso hablar del único corte no compuesto por Lisa (aria perteneciente a la ópera de Handel 'Xerxes', "Largo" es la única pieza sobre la que realmente se dudó si debía ser incluída o no en el álbum, aunque acabó logrando su intención de 'hacerla suya') y del tercero de los temas destacados, "Swans", otra leyenda de aspecto medieval pero de magia intemporal contada por esta adictiva juglar, un sueño que se hace realmente corto. A pesar de no colaborar Brendan Perry, "The mirror pool" tiene que ser tenido en cuenta como otra referencia indispensable para los seguidores del grupo australiano-irlandés, a la par que alguna de sus grandes obras. Este fascinante álbum, que reflejaba el universo propio de la vocalista, vió cómo dos CDsingles eran publicados únicamente en Francia ese año, "Sanvean (I Am Your Shadow)" / "Ajhon" y el promocional titulado "Deux titres live", grabado en 1994 con "La Bas (Song of the drowned) (Live)" y "Lament (Live)", que no estaba incluído en "The mirror pool". Además, las canciones "La bas", "Celon" y "Gloradin" se utilizaron en la estupenda película "Heat", de un Michael Mann que repitió con Lisa Gerrard en "The insider".

"The mirror pool" es una obra mística en la que canciones como "Sanvean", "Glorafin" o "Swans" pueden llevar de la fascinación a la locura. El título hacía referencia a la creencia africana de que este mundo es un espejo y que durante el proceso de hacer música se entra en contacto con los espíritus del otro lado. Los efluvios de magna antiguedad que incorpora la voz de Lisa hacen que este trabajo se sitúe, no sólo temporalmente, entre las ensoñaciones medievales de Dead Can Dance y populares bandas sonoras históricas del epílogo del siglo XX, como la inolvidable "Gladiator", obra de la propia Lisa Gerrard y el afamado compositor alemán Hans Zimmer, así como otras obras con el también australiano Pieter Bourke (como la mencionada "The insider"), que aparece por primera vez colaborando con Lisa en "The mirror pool", interpretando percusiones (tabla, tambores, darbukka, palmas) y algunas voces; además, y obviando el acompañamiento orquestal, Dimitry Kyryakou toca el bouzouki, John Bonnar algunos teclados y la propia Lisa se encarga del yang ch'in y llena el espacio -su propio universo, de hecho- con su fascinante voz: sonidos fantasmales emergen de sus cuerdas vocales y levitan sobre sustanciosas composiciones como "Violina"; las andanzas medievales rezuman tribalidad al menor descuido, disfraces de música antigua revisten atmósferas como "La bas" o "Largo", pero si en algo destaca esta diva oscura es en sus delirios étnicos, momentos de auténtica conexión con lugares, paisajes o tradiciones ("Persian Love Song", "Nilleshna"), hurgando en ritos olvidados ("The rite") o recreándose en trances exóticos ("Glorafin"); los pequeños instrumentales son simples interludios a la espera de la llegada, de nuevo, de la voz, un embrujo que volvería a llegar en nuevos trabajos en solitario, como The silver tree", "The black opal" o "Twilight Kingdom".

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